Llegó a la habitación, agotada, y se tumbó en la cama. Observó su habitación: lo único que podía llamara suyo.
Estaba decorada a su gusto, en tonos oscuros y dibujos por todas partes. Le encantaba dibujar los seres que se mencionaban en sus libros, aunque a su manera claro: todos parecían recién salidos del infierno. Tenía varias estanterías llenas de libros, que estaban ordenados alfabéticamente, y muy bien cuidados. Los libros era lo único que cuidaba, y lo único a lo que tenía verdadero afecto. Le hubiese gustado escribir un libro en el pasado, unas memorias, para así poder leérselas ahora, y recordar quien era; pero no lo hizo, o si lo hizo, no sabe donde estaban. Las que si sabía donde estaban, eran las que estaba escribiendo ahora, en un cajón de su escritorio, a buen recaudo; pero no bajo llave, no vaya a ser que se olvidara también de donde tenía la llave guardada. Ese día tenía varias cosas que apuntar, había conseguido por fin había conseguido hacer el hechizo de Corteza Ancestral, le había costado mucho, era algo digno de apuntar; pero estaba tan cansada... que se durmió sin darse cuanta siquiera.

Despertó horas más tarde. Se quitó la túnica, y buscó algo más cómodo: odiaba aquellas cosas, prefería llevar su ropa, que le resaltaban más la figura, no como aquellos "sacos". Se puso uno de sus vestidos; los que había arreglado ella a su gusto, y que algunos tachaban de provocativos; pero que a ella no le parecía para tanto.
Salió de la habitación para dar una vuelta, apenas llevaba un par de meses en la fortaleza, y quería investigar un poco: lo primero que haría sería ver si había una biblioteca en aquel lugar. Estaba harta de tener que robar libros para poder leer.

Empezó a andar por los pasillos sin un rumbo fijo, tampoco tenía prisa, no llegaba tarde a ningún lado; pero empezaba a hartarse de tanta vuelta sin sentido; pero por suerte, se le acercó un joven un tanto extraño, no le veía la cara, y eso no le gustaba nada, parecía que ocultaba algo. Aunque bien pensado tampoco era de extrañar que la gente no se fiara de nadie en la fortaleza, y aun menos de ella.
-Bueno, buscaba la biblioteca. Si es que hay claro; llevo ya un buen rato dando vueltas y no he visto nada así que... Y además, no estoy totalmente extraviada -dijo un tanto molesta-. Simplemente no tengo prisa.

El extraño le dijo que tenía que ir hasta Rossnatt para poder leer algo que no fueran conjuros, suspiro resignada, vaya aburrimiento de escuela, pensó.
Iba a marcharse cuando el joven le preguntó si se conocían; no supo que contestar, iba a decirle que no, cuando se acordó de que podría haberle conocido en el pasado, aquel pasado que no recordaba, y tanto ansiaba y temía conocer. Pensó en decirle que no y marcharse, pero después pensó que podría tener información sobre su pasado, y contestó disimulando su nerviosismo:
-Podría ser, no suelo fijarme mucho en las personas -lo miró más atentamente-. Y aun menos si no dejan ver su rostro. Es complicado recordar un rostro que no has visto, ¿sabes?
En verdad le daba igual el rostro de aquel desconocido, quería saber si de verdad sabía algo de ella.

Lo observó intrigada, era bastante extraño ver a un humano tan joven con ese color de cabello; pero perdió interés enseguida, eso no era lo que le interesaba en aquel momento; y aquel joven no parecía muy dispuesto a ponerle las cosas fáciles en lo que respectaba a hablar de su pasado, pero no quería parecer impaciente.

-Estudiar magia. ¿Qué va ser si no?

No sabía como dirigir la conversación de nuevo hacia donde la interesaba sin que fuera evidente su interés. Tras unos instantes se le ocurrió como.

-¿A que te referías con lo de que nadie de un pasado lejano sería capaz de reconocerte?

Aquel humano la empezaba a poner de los nervios; pero quizá si ella contestaba a su pregunta, él también lo hiciera, aunque tampoco estaba muy segura.

-No hay un motivo en concreto. ¿No sé si has escuchado alguna vez la frase el saber es poder? A todo el mundo le gusta tener poder, y yo no soy diferente.

Tras unos momentos en silencio; siguiéndolo con la mirada, pero sin girarse para ver como daba vueltas a su alrededor como un lobo observando a su presa, algo que no le gustaba nada; dijo:

-Replantearé yo también mi pregunta: ¿Qué apariencia tenías para que no te pudieran reconocer en este momento?

Deseaba saber sobre su pasado, pero aquel humano había logrado despertar cierto interés en ella.

Su interés aumento notablemente; al final tenía más cosas en común con aquel extraño de las que pensaba. Pero cuando meditó bien lo que aquel joven, o no tan joven, le había dicho, algunas cosas no encajaban.

-¿Cómo sabes que eras un dragón? Si dices que perdiste la memoria.

No se inmutó cuando el humano-dragón, por llamarlo de alguna manera, le enseño los colmillos; ella también tenía, aunque no iba a mostrárselos. Pero si lo hizo cuando le dijo que podría otorgarle más poder del que conseguiría ella sola.

-¿Qué condiciones exactamente? -tras observarlo detenidamente preguntó-: ¿Y por qué me cuentas todo esto a mí? Yo solo buscaba una biblioteca. -añadió divertida.

¿Qué su memoria hubiese sido robada? Aquel extraño sabía más de lo que ella le había contado, y eso no le gustó lo más mínimo.

Empezó a caminar a su habitación aun un poco nerviosa, no sabía como entender las palabras de aquel humano-dragón. Por una parte le había dicho que él había recuperado la memoria a medida que se hacía más poderoso, ¿podría ocurrirle lo mismo a ella? Esperaba que si. Y por otra parte no entendía como aquel humano-dragón sabía tanto sobre ella.

Cuando llegó, se tumbó un rato en la cama a asimilar las cosas, pero esta vez no se durmió; tenía que ir a entrenar.

Le costó despedirse de Sui, pero el final lo hizo, no quería que se hartara de ella demasiado pronto.

Llegó a su habitación y dejo los libros en la mesa, tenía ganas de ponerse a leer algo decente, pero antes debía anotar algunas cosas en su diario, aquel día habían pasado cosas muy importantes, y tenía que apuntarlas. Lo buscó en el cajón, pero no lo encontraba, se asustó y empezó a ponerse nerviosa; pero poco antes de que le diera un ataque de histeria, se acordó de que lo había escondido debajo del colchón después de su extraña conversación con el medio dragón, ya que había llegado a pensar que lo había leído, no se le ocurrió otra manera para que supiese tanto de ella; pero ahora que lo pensaba mejor, le parecía una estupidez.

Llevaba un buen rato en busca de algo interesante cuando leyó un cartel bastante peculiar. Era de una habitación de una alumna, sí, pero no se limitaba a poner su nombre. Era casi una invitación. No es que creyese que una alumna pudiera serme de mucha utilidad, pero los maestros en esta Fortaleza parece que tienen mejores cosas de las que ocuparse que de enseñar a sus alumnos. De todas formas, un recién llegado como yo, sin lugar alguno en el escalafón de la jerarquía de una escuela de magia cualquiera, podría aprender algo de alguien más veterano. Aunque fuera sólo un poco más veterano que yo.

Inspiré hondo. Me mordí el labio, sin motivo ninguno, no estaba nervioso o excitado, simplemente me gustaba. Llamé a la puerta con un par de golpes suaves. Después de esperar unos segundos alguna respuesta llamé con más fuerza, no tanta como para parecer un impaciente impertinente, pero sí para hacerme oír. Me acomodé la túnica y carraspeé un poco. Si me abría la puerta le dedicaría mi saludo más cordial y mi sonrisa más creíble y "amistosa". Años de práctica. De verdad parecería amistoso. Mi objetivo era claro, no pretendía hacer amigos, pretendía hacer aliados. Los aliados son útiles y más cuando tienen conocimientos y poder que ofrecer.

-Buenas, no he podido evitar fijarme en el cartel de tu cuarto y decidí llamar -me rasqué la nuca, pareciendo nervioso-. Verás, soy nuevo y no conozco a nadie así que pensé... -"que podríamos ser amigos". ¡Já! Desde luego no iba a decirlo, no si no era necesario. Aunque podría parecerme interesante su compañía.

Estaba leyendo cuando de repente escuchó un ruido, prestó atención, alguien llamaba a la puerta. ¿Quién podría ser? Quizás Sui, llevaba tiempo sin verla, la emocionó la idea de volver a verla. Pero no era ella la que llamaba a la puerta.
-Buenas, no he podido evitar fijarme en el cartel de tu cuarto y decidí llamar. Verás, soy nuevo y no conozco a nadie así que pensé... -se había olvidado completamente de el cartel. Cuando le dijeron que tenía que poner un cartelito con su nombre, se le ocurrió poner aquello en broma; en aquel momento le pareció que nadie se lo tomaría en serio, pero por lo visto no era así. Un par de semanas atrás hubiese echado a aquel chico de su puerta sin miramientos, pero en aquel momento estaba de muy buen humor, por lo que fue amable.
-A si, se me había olvidado completamente. Yo tampoco llevo mucho tiempo por aquí la verdad, pero cualquier cosa en la que pueda ayudarte me lo dices. Soy Kestra, bueno -añadió señalando el cartel-, creo que ya lo sabrás.

La puerta se abrió y me presenté. Al parecer había picado el anzuelo. Eso me daba pie a muchas posibilidades. Era una elfa, de aspecto joven, de hecho parecía unos cuantos años menor que yo. Estoy seguro de que no es así. Ni siquiera se acordaba de lo que había puesto en la puerta de su cuarto, la memoria de esta elfa no es demasiado buena, al parecer. No sé si eso me supondrá una ventaja o si, por el contrario, me dará quebraderos de cabeza. De momento tantearía un poco más. Se ha ofrecido a ayudarme, de modo que me lo pone aún más fácil.

-Pues la verdad es que sí que me vendría bien algo de ayuda -solté una risilla amistosa con una pizca, casi imperceptible, de frío y ensayado nerviosismo-. Como te dije soy nuevo y no he tenido oportunidad de aclarar unas dudas respecto a algunos hechizos del Libro de la Tierra. Intenté contactar con un par de maestros: uno no podía atenderme, ni siquiera contestó a mi carta; el otro al parecer se alegró de que pidiera una clase. Aún así no me dijo cuándo o dónde encontrarnos.

Estuve a punto de decirle que también buscaba una biblioteca. Era algo que echaba en falta en esta Fortaleza. Los libros, aunque no fueran de hechicería, contenían información. Información que a mi disposición podría ser transformada en poder.