Anaë'draýl
Anaë'draýl
Elfo
Nombre : Anaë'draýl del Cedro y del Saúco
Escuela : Bosque Dorado, Fortaleza de Aryewïe
Bando : La Diosa
Condición vital : Vivo
Cargo especial : Presidente del Concilio, Maestro (Magia básica y especialidades)
Rango de mago : Archimago, especialista en magia de luz y del aire
Clase social : Nobleza, duque del Cedro y del Saúco
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Investigación forzada (Abierto)por Anaë'draýl, Mar Mayo 31, 2022 3:49 pm
El Sol de mediodía se colaba entre las ramas del frondoso bosque, no se escuchaban pájaros ni animales, tampoco el sonido del agua al bajar por riachuelos, ni el molesto zumbido de rápidos insectos, ni siquiera el crujir de las hojas caídas bajo las botas de algún cazador. Aun así, algo rompía el silencio.

- Quien me mandará, Santa Madre, venir hasta este bosque tan desprovisto de vida y gracia. - Resopló el elfo, alargando deliberadamente las palabras mientras apartaba a patadas ramas secas del camino que se enganchaban en las faldas de su excelente túnica - Si mi madre me viera.

El aprendiz que le acompañaba resopló también, pero no por las ramas, desde luego. - Mi señor, esto forma parte de su promesa ante el Concilio - Se detuvo un instante. De pie, el joven mago le sacaba dos cabezas al Señor de  la escuela, y además era bastante corpulento, especialmente para ser un elfo. - Comprendo que no le guste, pero es necesario.

- Ah, sí. Toooodo es necesario - Asintió alterado. El elfo no sentía reparo en mostrar su desagrado, suponía que no había nadie cerca - Asistir al circo de los archivagos, ayudar en guerras de humanos, y ahora venir a este condenado lugar. - Boris le miró atentamente, en sus ojos brillaba la curiosidad pero también la compasión.

Por una parte, le resultaba divertido observar al maestro que lo había criado tan fuera de su habitual conducta impasible. Por otra, sentía vergüenza ante la posibilidad de encontrarse con alguien. Había escuchado que el Valle de los lobos estaba deshabitado, pero no podía evitar pensar en encontrarse con alguien que conociese en el camino. Por remota que resultase la posibilidad, la sola idea era suficiente para tratar de calmar al maestro, por divertido que fuese verle desquiciado. Además, tampoco era para tanto, al menos su túnica era dorada, la suya, antaño blanca, presentaba un horrible gris en las faldas.

Anaë volteó la cabeza. Comprendía lo que decía el muchacho, pero: - Estoy más que harto de los humanos, de sus costumbres, de sus castillos, de su metal y de sus bosques. Viven 100 años y se creen que son alguien. Llevo 800 forjándome un nombre, y NUNCA, - alzó la voz y la acompañó el dedo índice en un efusivo movimiento - Nunca he pedido que vengan a nuestras tierras a investigar nada, a hacer contacto con nuestra cultura. De hecho, - dijo entre dientes con desdén - bien les invitaría a abandonarla y dejarla estar. - Se dio la vuelta bruscamente, había escuchado un ruido.


_______________________________________________________________________
OFF-Rol:
Contexto: Anaë'draýl, un reconocido archimago, debe cumplir su promesa de acercarse a la cultura humana para dejar atrás sus
conductas "racistas", según las describen varios miembros del propio concilio que preside.
Para ello, debe viajar por todo el continente y aprender de la cultura humana.

Zane Beren Ciryatan
Zane Beren Ciryatan
Humana
Nombre : Zane Beren Ciryatan
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Re: Investigación forzada (Abierto)por Zane Beren Ciryatan, Jue Jun 02, 2022 7:57 pm
No sé si es casualidad o qué, pero desde que dejó la escuela, me cuesta más concentrarme en mis estudios. Quizás tengo pájaros en la cabeza en demasía y voy buscando excusas para no tenerme que enfrentar a la realidad: una vez que domine el fuego, no sé qué me deparará el futuro. Me aterra. Me aterra quemarme, y me aterran los rumores de aquellos estudiantes de cuarto grado que no tuvieron cuidado y acabaron consumidos por las llamas. Pero lo que más me aterra es no poder imaginarme mi futuro, pero, sobre todo, no saber qué busco de él… Sea todo fábula, o fantasía, me da igual: lo que sí que puedo asegurar es que lo echo en falta.

Hace un calor casi asfixiante, y aunque vaya con la túnica corta de verano y con un pequeño encantamiento en contra de los males de estío, sigo sofocándome. Estoy dando un simple paseo por El Valle, así que tampoco quiero abusar de hechizos y reforzar el sortilegio, que no quiero ser ese tipo de hechicero que no sabe vivir sin su magia. Vale, sí, salí de La Torre con el conjuro término, vale. Pero eso no cuenta, que lo hice flojito.

Sea como fuera, en mis paseos suelen abundar abundantes reflexiones de todo tipo, sobre todo, en relación con mis estudios, pero a veces, sobre cuestiones menos trascendentales, como, por ejemplo: «¿qué tipo de árbol será aquel?”» o «¿ese fruto será comestible?», e incluso «¿ese elfo rubito no es Anaë'draýl». Eso explicaría el porqué me había parecido escuchar voces, pero no las había prestado demasiada atención: me encontraba demasiado absorta pensando en mis estu...

Espera. ¿Elfo rubito? ¿Anaë'draýl? No esperaba que, al dar un paso en falso, me encontrara de pronto y casi de bruces con un archimago, presidente del Concilio, señor del Bosque Dorado, Maestro del elemento aéreo y lumínico… Vamos, una persona archiconocida, altamente influyente en la política mágica y élfica y probablemente, uno de los magos más poderosos de la época. Pero… no puede ser, ¿verdad?

Hay otro elfo con él. Pero… no puede ser posible. Vale, sí. Su forma de mirarme como si fuera un ser insignificante y detestable es la clara señal de que se trata de él. Pero… a ver, nunca lo había visto antes en persona. Solo había escuchado hablar de él, quizás también había visto algún retrato suyo, pero…  ¿No me lo imaginaba tan femenino? A mí parecer al menos. ¿Quizás fuera su hermana? De hecho: ¿Anaë'draýl tenía una hermana? Ay, mísera de mí. Voy a asumir que se trata de un hombre y rezar que no sea una elfa.

Así que la confusión, llevamos un rato mirándonos los tres bastante pasmados, sin decir nada. O quizás es que estaban esperando que, al haber aparecido de pronto, fuera quien comenzara por dar una explicación. Había aparecido casi de la nada, de entre los árboles.

Ergh… excelentísimo señor —le saludo, a través de una torpe reverencia —. Soy aprendiza de magia, de la ilustre escuela de La Torre. Me encontraba paseando por la zona y en cuanto quise darme cuenta, me hallé ante ustedes. Es… un gran honor —añado, en cuanto mi incorporado de nuevo y vuelvo a estar erguida. No hace falta mirarme en ningún en espejo para saber que tengo la cara colorada. Sé perfectamente cuando estoy haciendo el rídiculo.

No sé cómo tratar a las personas importantes, y menos, a un elfo que tiene una gran fama de ser bastante racista en cuanto a humanos se refiere. De hecho, juraría que me está fulminando con la mirada en este preciso momento. Dios mío, creo que nunca antes había estado tan asustada: me impone más que incluso el propio Felix —buen amigo mío, por cierto—. No es tanto por las cosas que haya podido escuchar de él, o su aspecto físico, sino la cantidad de energía que emana de él (bueno, un poco de todo, realmente). No sé cómo no me había percatado de ello antes, pero el ambiente está cargado de mierda mágica hasta las trancas. Y perdón por expresarme así, pero es la manera más rápida de describirlo.

M-mas no quisiera importunarles con mi presencia, así que quizás si vuelvo por donde he venido…

Como bien decía mi madre, hay que saber cuándo irse. Sí, es cierto: Anaë podría ser un contacto muy interesante que, como mínimo, podría abrirme muchas puertas. Pero no iba a ser yo quien lo intentara.
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Re: Investigación forzada (Abierto)por Anaë'draýl, Vie Jun 03, 2022 6:43 pm
Una arruga asomó en la túnica de Boris, que se había llevado la mano al cinto de manera inconsciente. Se sentía culpable, concentrándose en reírse del maestro, no prestó atención al entorno y, para colmo, en la mañana, había dejado el arma bajo la túnica, pues le daba pereza volver a cambiarse. Su mirada penetrante escudriñaba la zona con la rabia que confiere el orgullo herido.

Por su parte, Anaë no sentía una especial rabia, de hecho, estaba bastante avergonzado. Por su mente pasaron sus últimas palabras, alguien podría haberle escuchado, ¡a él! ¿Qué podrían pensar?

- "No he querido decir eso, ha sido un malentendido, ha sido el calor del momento, comprenderá que no es lo que opino en realidad..." - Repitió mentalmente, buscando maneras de justificarse.

Anaë'draýl se congeló, al ver que una pelirroja y menuda humana salía de entre los árboles, con los ojos bien abiertos. Parecía una niña. - "Aunque todos parecemos niños comparados con Boris" - Pensó, mirándolo un instante. Volvió a centrarse en la recién llegada y le sorprendieron sus grandes brazos, que parecían desentonar con el resto del cuerpo.

Tras un incómodo silencio que duró más de lo que estaba dispuesto a admitir, el archimago palideció, aún más si cabe, pues algo en los ojos de aquella chica revelaba que le había reconocido. Suspiró mentalmente, sintiéndose derrotado. Realmente albergaba la esperanza de que la gente no supiese quién era, que podría pasar desapercibido, simplemente evitando revelar su nombre. Al fin y al cabo, tampoco se había relacionado con la plebe del continente. Sin embargo, estaba claro que esa idea se veía cada vez más remota, distante en el tiempo y que, desde luego, se alejaba de la realidad más inmediata.

Siendo consciente de que no tenía sentido fingir ser otra persona, como tantas otras veces en situaciones incómodas, el mago decidió sonreír, pero lo hizo de manera tan forzada que acabó convirtiéndose en una mueca extraña. Parte suya suspiró, aliviada. Al menos parecía que la humana no había escuchado o entendido nada de lo que decían.

Por su parte, Boris se encontraba en una encrucijada. Los sentimientos de curiosidad chocaban con los del ridículo. Una parte de sí mismo disfrutaba al ver al maestro perdido, tras tantas lecciones de superioridad y maestría en una variedad de campos que, en ocasiones, parecía infinita. Pero otra parte sentía que no podía dejarle solo, era una oportunidad para redimirse por no haber detectado antes a la muchacha.

- No, no, no molestas. - Se apresuró a decir, en un perfecto garnálico que mostraba un fuerte acento sureño, dando un paso al frente. De algo habían servido los años de comerciante - Soy Boris, estudiante de primer grado, encantado. - Señaló el cuello de su túnica blanca, tratando de ocultar la arruga del cinto. Fue a extender la mano a modo de saludo, pero se detuvo al ver que la diferencia de altura se hacía más patente según se acercaba, y con su corpulencia podría asustar a la chica. Tras un instante de duda y un gesto a medio hacer, se movió en dirección al pálido elfo, que parecía congelado en el tiempo. - Y este es mi maestro, no te dejes intimidar, es un patán con las mujeres - Su pícara sonrisa acompañó a una palmada en la espalda un poco más fuerte de lo necesario.

Anaë lo miró enfurecido, sabía por donde iba el muchacho, pero no podía rebatirle ahora o no saldría del fango en el que se había metido. Al menos la fuerte palmada le echó un poco hacia delante, propiciando el abandono de la forzada mueca y el que se moviese de su rígida posición en la que casi parecía un gato bufado por la sorpresa. - Efectivamente, este es mi molesto aprendiz - Dijo entre dientes - Estamos aquí en una especie de viaje espiritual para "conectar" - casi escupió la palabra - con la cultura humana. Quizá podrías ayudarnos, pareces ser de por aquí. - Mencionó haciendo un repaso a su vestimenta.

Boris lo secundó con la cabeza y añadió: - Nos dirigimos hacia La Torre. Pero antes, queremos investigar el por qué dicen que este bosque está maldito. - Era obvio que quería sacar tema de conversación, pero si la chica supiese algo sería un doble premio. - Algo de unos lobos, creo - Por supuesto, había escuchado las leyendas que hablaban del lugar. Pero en su momento le parecieron menos entretenidas que hacer dibujos en el cuaderno de apuntes, por lo que no se acordaba ni del principio.

Zane Beren Ciryatan
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Re: Investigación forzada (Abierto)por Zane Beren Ciryatan, Miér Jun 08, 2022 8:34 pm
Están un rato todavía en silencio, mirándose los dos elfos algo anonadados. Me impresiona lo altos que son. De hecho, tengo que alzar la mirada para poder mirarlos a la cara e incluso llegan a ser… algo intimidantes, pues no es poco lo mucho que me sobrepasan. No eran los primeros elfos con los que me cruzaba: en La Torre, de hecho, tengo a varios compañeros de ascendencia élfica, aunque ninguno llegaba a medir tanto como Anaë y su compañero, el cuan por cierto, no tarda en interceder y presentarse.

¿No molesto? —le devuelvo la pregunta casi de manera automática, sin ser capaz de esconder la sorpresa. Los miro de soslayo, deteniéndome más en Anaë que en Boris, pues hasta donde yo era consciente, al Archimago precisamente sí que le molestaban los humanos —. En fin, Boris, un placer. Yo soy Zane, aprendiza de cuarto grado, y que no se preocupe tu maestro —Sonrío perversamente. Sé que se me dibuja una expresión entera de duende —: yo soy igual de catastrófica con los hombres.

Me cae bien Boris. Tiene desparpajo, como yo.

Entonces Anaë decide participar en la conversación, y me sorprende lo políticamente correcto que es, aunque es evidente que está poniendo mucho esfuerzo de su parte por no despotricar contra mi raza. Miro de reojo a Boris y le sonrío, aunque sin llegar a reírme, que ganas no me faltan. Por la mecánica que se traen entre ambos, tengo dos teorías: bien son amantes, o bien este tal Boris está tratando a Anaë de su racismo congénito. Noto… ¿algo de química entre los dos? Quiero decir, el Archimago todavía no se ha presentado, aunque es evidente de quién se trata, aunque no voy a presionarme para que me lo diga. No todavía. Y Boris… No sé. En mi cabeza, tiene bastante sentido el rollo que se traen.

Simplemente asiento, algo dubitativa, a las palabras de Anaë sin saber muy bien qué responder a lo que me ha dicho respecto a ayudarles a reconectar con la cultura humana. Me encojo de hombros.

Sí, claro, estoy encantada de ayudar. Aunque aquí, en Garnalia, la cultura que se coteja es la de quemar a la bruja. Más o menos —Le comento, intentando no reírme. A veces se me iba de las manos. ¿Soy un poco payasa? Puede. Pero también lo había hecho a modo de crítica. Mi experiencia en el Norte me había dejado bien claro lo atrasados que estábamos respecto a ellos. De todas formas, no sé hasta que punto puedo ser una gran referente cultural. Quiero decir, me ocupo principalmente de... estudiar magia. A Rurik se le daban mejor estas cosas. Ojalá estuviera aquí conmigo. Las cosas eran más fáciles cuando me envíaba su séquito de criaturas a mandarme mensajitos, o cuando me tenía que tirar por las ventanas por no saber gestionar... ¿situaciones sociales homoeróticas? En fin. Cultura.

A ver, no todo en el reino se basa en Inquisición y superstición. Pero… Creo que entendéis por donde voy. La cosa es que al rato me preguntan sobre la maldición del Valle. Abro mucho los ojos, algo sorprendida. Me dan a entender que todavía piensan que seguimos malditos, y no sé si me están poniendo a prueba o si realmente no lo saben, o quizás... ¿se me ha ido tanto la pinza que pienso que este lugar no está maldito?

¿La maldición? Que yo sepa… ya no hay ninguna. Es decir, no soy una experta, pero en el Valle no tenemos maldiciones desde… ¿hace más de siglo y medio? —Le respondo, aunque me quedo pensativa. Nunca le había prestado mucha atención, pese a todo, a la historia de mi propia escuela y tengo que hacer una pequeña pausa para tratar de recordar —. Hasta donde yo sé, se originó porque uno de los maestros de por aquel entonces fue traicionado por uno de sus aprendices, quebrantando una de las reglas fundamentales de ¿toda escuela de magia?, activándose de esta manera la maldición. Afectó sobre todo al área del Valle. Asalvajó a las bestias, volvió a los lobos de la región mucho más feroces y peligrosos para las personas que salían más allá del círculo de protección del colegio. No obstante, tras la restitución de Suren, el señor que desencadenó todo, para la siguiente generación de magos posteriores al maestrazgo de Dena, la maldición ya había sido erradicada por completo. O algo así, no estoy del todo segura. —Termino por reconocer, escapándoseme una risita nerviosa. Me aparto un mechón de pelo. Trago saliva. Doy un par de pasos hasta acabar apoyada tras el tronco de un árbol de manera bastante informal y relajada.—. Lo que no sé es si todas las escuelas de magia cuentan con este mismo sistema de protección, o es solo cosa de La Torre… —dejo caer, esperando una respuesta por parte de los elfos.

Les sonrío. Tengo la espalda pegada al tronco del árbol. Una pierna me sostiene, la otra se apoya junto con todo el peso de mi cuerpo al pino sobre el cual me apoyo. Me sorprende lo poco que sé sobre mi escuela. Bueno, sobre todas las escuelas en general. ¿Supongo que siempre he tenido otras preocupaciones en la cabeza?

También es cierto que desde hace una temporada, creo que, desde las primeras revueltas de Garnalia, que el Valle también está algo intranquilo. Hay cierta tensión en el ambiente, en los animales. Algunos compañeros han visto y experimentando cosas extrañas e inhóspitas. Ha habido incluso algunos ataques. No solo estoy hablando de lobos, sino de seres mágicos. Es como si la guerra, la muerte, le estuviera afectando a toda la fauna. Pero en fin, yo no he tenido problemas de momento y nada me ha atacado recientemente, así que…
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Re: Investigación forzada (Abierto)por Anaë'draýl, Sáb Jun 18, 2022 7:45 pm
Boris rió, devolviéndole la expresión traviesa—. Ya somos dos —Tras una pausa, que aprovechó para observar mejor a la muchacha, comentó—. ¿Ya de cuarto grado?, ¡debes ser muy lista para tu edad! —Era un cumplido sincero, él con 200 apenas comenzaba su andadura mágica. Se arrepintió enseguida de sus palabras, temiendo haberla ofendido, fue a explicarse, pero no quiso empeorarlo, así que se limitó a escuchar.

Por su parte, Anaë no se sorprendió en absoluto, estaba inquieto—. «No me quita los ojos de encima, claramente me debe haber reconocido, qué podría llamarle tanto la atención sino. Yo me fijaría más en un elfo moreno y musculoso que me saca dos cabezas. ¿¿¿¿No???»—. Salió de su ensimismamiento al escuchar "Garnalia". Se dispuso a maldecir a la inquisición, pero una risotada de Boris lo interrumpió.

Podía sentir la mirada del maestro quemándole la nuca, y aunque no quería, su risa se extinguió rápido. Conocía esa mirada, era una que decía "es algo serio, no deberías reírte"—. Deberías reírte más, no viene mal de vez en cuando. —Le reprimió por haberle "cortado el rollo".

Según hablaba la chica, la decepción se iba pintando en el rostro del joven. Tampoco tenía expectativas concretas sobre la maldición, pero que no hubiese absolutamente nada...—¿Lobos feroces? —se detuvo—. ¿Licántropos como los de los cuentos? —Los ojos de Boris brillaron—. ¿Grandes, peludos e inmortales?

Anaë resopló, por primera vez, sin miedo a mostrar su desaprobación —Y si son inmortales, ¿cómo es que están todos muertos? —Su voz sonó como el golpe de un látigo—. Fueron erradicados del Anillo cuando apenas eras un crío, es un trauma que nadie quería para su hijos, incluidos tus padres, Boris.

Las palabras del maestro le sentaron como un jarro de agua fría, no le gustaba hablar de sus padres y menos enfrente de extraños. A veces, sentía que Anaë no sabía poner límites en sus palabras, solo acompañarlas de una sonrisa.

Pero por cómo lo expresa la... —evitó decir "humana"— muchacha, parece que tampoco han visto muchos por aquí, ¿cierto? —Preguntó mirándola, como si quisiera cerciorarse. La dureza en su tono aún permanecía—. Además, parece una defensa bastante primitiva —continuó—. Estás castigando a un bosque entero —lo comentó como si los árboles tuviesen más valor que el resto de seres—. por la traición de un solo individuo.

A Boris, la pregunta de Zane le pareció legítima. De hecho, él tampoco sabía cuál era el castigo por traición. Sin embargo, el ambiente se había vuelto más tenso desde el último comentario y no quería alimentar más el fuego. Se sintió mal por la humana, era como encontrarse de pronto en medio de una discusión ajena. Decidió que era hora de destensar el ambiente, así que cambió de tema.

Sacó un pedazo de pan de la bolsita que llevaba a la cintura —. ¿Y qué coméis por aquí? Si no hay animales...—Dijo con la boca llena, sentándose en el suelo, imitando la posición relajada de la muchacha—. No me digas que brujas. —Una sonrisa traviesa asomó en su rostro de nuevo, algo le decía que encajaban, aunque el maestro no lo aprobase.

Ah —Exclamó alzando el pedazo de pan—. Creo que esto te puede gustar, Zane —Sin dejar de sonreír, se llevó la mano al cuello y la introdujo en la túnica. Sacó un pequeño cristal a modo de colgante con una delicada cadena de plata, que parecía no ser capaz de sostener ni una pluma, pero que, asombrosamente, resistió el gesto bruto y despreocupado del aprendiz. El cristal transparente no emitía destello alguno más que el reflejo del sol, pero parecía contener unas finísimas líneas de colores que trazaban aleatorios caminos en su interior—. Yo lo llamo Geox —La miró, como esperando su opinión—. A mi maestro no le gusta el nombre, dice que es burdo y no expresa su naturaleza delicada, pero tampoco se me ocurre uno mejor, y me niego a pedirle un nombre, no tiene gusto para estas cosas. Quizá a ti se te ocurra algo.

De nuevo, sintió la mirada en su nuca, aunque más leve esta vez. Ignorándolo, como él ignoró la pregunta de la maga, lanzó el colgante con suavidad en dirección a la chica, pero este quedó suspendido en el aire y empezó a emitir una melodía—. Normalmente, no lo uso mucho. Pero el silencio de este bosque me pone nervioso, y si estoy nervioso se me quita el apetito. —Afirmó, como si perder el apetito fuese lo peor. La melodía era suave y relajante, y sonaba claramente élfica. Parecía el conjunto de varios instrumentos de cuerda tocando en armonía.

Anaë, por su parte, fue consciente de la tensión que había generado, y respetó el intento de Boris por mejorar la situación. Sin saber bien qué hacer, imitó su postura, aunque quedó levitando a una minúscula distancia del suelo, evitando manchar la túnica.
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Re: Investigación forzada (Abierto)por Zane Beren Ciryatan, Lun Jun 27, 2022 7:41 pm
Bueno, tengo veintitrés años, no soy tan jo… —aseguro, aunque en cuanto vuelvo la mirada hacia ellos me detengo. Claro, para ellos debo de ser toda una niña—. Bueno, las comparaciones son odiosas, supongo —les digo, medio en broma, entre risas, aunque no deja de ser cierto que para ellos sí que soy toda una niña—. Pero… por favor, no soy tan inteligente. Simplemente a los humanos no nos queda otra: nuestras vidas son tan fugaces en comparación con las vuestras que, si no aprovechamos el tiempo, morimos sin haber conseguido nada, sin haber aprendido nada. Carpe diem, como dirían los escolásticos —admito, todavía con cierto tono jocoso, apartándome del árbol, quedándome de pie en el suelo, y los miro con atención, teniendo que alzar el rostro hasta detenerme en sus ojos. Conforme dije esto, fui ganando confianza y dejé de sonrojarme por el halago—. Los elfos soléis tomaros las cosas con más calma, aunque conozco a varios de los vuestros que han acabado adaptándose a nuestros ritmos y no les ha ido mal. También es cierto que… ergh, comencé mis estudios muy jovencita, con trece años si mal no recuerdo. Podría decirse, desde la perspectiva humana, que no estoy avanzando tan rápido como debería —añado, encogiéndome de hombros. Vuelve de nuevo la preocupación y tengo que coger aire.

Tras ello, las cosas parecen ponerse algo tensa, al tratar sobre… ciertos lupinos temas de los que realmente no manejo muy bien.

Creo que lobos normales, dentro de lo que cabe. Nada de teriomorfismos extraños ni nada —les respondo, en voz baja, algo cohibida por el hecho de hablar con tales personalidades demostrando, a cada rato, un profundo pozo de ignorancia —. Pero sí, a mí también me parece un sistema un tanto reprochable. Pagan justos por pecadores, y no es justo —suelto, y tengo que tomar aire. Estoy medio acalorada. La verdad es que es algo en lo que nunca me había parado a pensar y hasta verbalizarlo aquello, no me había dado cuenta de lo ilógico que era—. Lo bueno es que en la actualidad contamos con una excelentísima Maestra. Dudo mucho que ningún estudiante de la Torre tenga algo en contra de ella o tratara de traicionarla. En ese sentido, estoy tranquila —añado, menos acalorada. Nada más mencionar a Narshel, puedo notar como se me dibuja una sonrisa en la cara.

Al cabo de los minutos, Boris decide cambiar de tema, y la verdad es que se lo agradezco con la mirada. Pregunta sobre cuestiones alimentarias.

Bueno, todavía no he tenido la suerte de comerme a una bruja —le respondo, bastante ambiguamente, y le guiño un ojo, por si las connotaciones sexuales no habían sido suficientes —. Aunque sí que hay animales —añado, sorprendida—. Quizás no tanto por los caminos, pero en determinadas zonas del Valle sí que hay más vida salvaje, aunque haya que alejarse algo más de la Torre. Somos un tanto autárquicos: cazamos y cultivamos nuestra propia comida, rara vez la escuela compra cosas de fuera, y las despensas del colegio suelen estar encantadas con un hechizo geminativo: la comida pierde algo de calidad, pero nos dura más tiempo… ¡Ay, sí, enséñame eso!

Boris me enseña su geox, y concuerdo con su maestro: no me parece la mejor elección de nombre del mundo, y creo que me lo debe de notar en la cara. Al pedirme consejo, se me escapa una mueca. Alzo las cejas y pongo expresión de sorpresa: es… un amuleto. Si no sé qué hace, no sé hasta que punto puedo… Oh, emite música. Y flota. Se me escapa una sonrisilla tonta: me parece un inventazo, y la melodía que reproduce es bastante dulce y bonita, suave, compleja, trascendental. Es una composición claramente elfica.

Es… impresionante. ¿Lo has elaborado tú? —le pregunto, abriendo mucho los ojos—. La verdad es que yo también me dedico un poco a esto de los artefactos y debo de admitir que parece una obra complejísima. El uso de magia aérea es evidente, e impresiona viniendo de alguien de primer grado. ¿Puedo? —le pregunto, pero tampoco me espero a que responda. Doy un paso, extiendo la mano, y lo cojo para poder examinarlo más de cerca. No solo es complejo mágicamente hablando, sino que hay también detrás un gran y delicado trabajo de orfebrería. No obstante, de existir runaje de algún tipo, está resguardado en el interior del colgante, lo que es muy útil para evitar que se deteriore, o al menos, retrasarlo el mayor tiempo posible, aunque bien es cierto que dificulta algo su mantenimiento, siempre que esté herméticamente sellado y no tenga ninguna forma para abrirlo. Hasta donde alcanza mi entendimiento sobre estas cosas, no encuentro una manera para hacerlo, ninguna muesca o engranaje para acceder a su interior. Tengo una cara de loca intensa, lo sé. Pero a mí es que estas cosas me emocionan. Y mientras tanto, no paro de darles vuelta entre mis manos. Creo poder sentir un sutil zumbido o rumor en su interior, pero es mínimo —. Geox no es mal nombre, pero estoy de acuerdo con tu maestro. No es mal nombre, pero... tampoco creo que solo sea delicadeza —Dicho esto, me acerco el colgante al oído, cerrando los ojos, concentrándome en su sonido, en su delicada y frágil esencia, en el tímido rumor que resonaba, distante y disoluto detrás del velo, de los límites liminales de la existencia. No abro los ojos. Me dejo llevar, y poco a poco, mis sentidos se van adormeciendo… pero quizás por ello, me invade una lucidez mayor. Abro los ojos y de pronto, en mi interior solo hay oscuridad: mi rostro solo devuelve una expresión de absoluta seriedad y certeza. Todas las cosas resuenan a mí alrededor, balbucean. Mi voz adquiere un tono grave y profundo mientras que de pronto el viento nos mece—. Delicadeza, rumor, calidez, nostalgia. Hogar. Quiere ser escuchado, quiere ser oído. Quiere alzarse en el cielo, ser libre. Quiere caer, resistirse a la caída. Es bello porque es imperfecto, es imperfecto porque no quiere estar solo, no quiere estar solo porque... —Las palabras me salen solas, como si siempre hubieran estado ahí, acechando en mi interior, retorciéndose. Miro a Boris a los ojos, algo confundida—. Olor a sal, oleaje, la arena... ¿óxido? Extraño, huele también a hierro, a metal, a piedra fría y el marco de una ventana—Arqueo entonces una ceja, sonrío falsamente, tratando de ocultar una expresión de sorpresa y... de tristeza. Bajo un poco la voz, aprieto ligeramente el objeto, le doy una vuelta nerviosa. Detengo instintivamente la conexión con el objeto. Creo que he accedido algo demasiado íntimo y es mejor no compartirlo con nadie. Me río para quitarle hierro al asunto, para disimular —. Se me vienen a la cabeza varios nombres, aunque no sé tampoco si serían los adecuados. Creo que si te gusta el nombre que elegiste, deberías quedarse con ese. Pero si quieres… puedo comentarte alguna sugerencia. Es un artefacto de una naturaleza de lo más compleja, así que será difícil escoger un nombre que reúna todas sus cualidades, pero algo se podría hacer.

Trato de sonreír con descaro. Cualquier acto de creación implica dar alma, vida. Si uno escucha detenidamente, si uno se deja llevar… No es un talento poco común entre los magos, de hecho, cualquiera con cierta formación podría llegar a hacerlo. Pero a mí se me da bastante bien, tengo esa facilidad: se me da bien escuchar, supongo. Percibir las cosas ocultas, las cosas dormidas, las cosas sin nombre. Y aquel instrumento mágico… Boris ha volcado mucho en él, posiblemente sin ser siquiera consciente de ello. Es normal, todavía le queda mucho camino por recorrer y mucha formación mágica por delante. Pienso que ya aprenderá. Aunque miro de reojo a Anae, buscando en él, aunque me avergüence reconocerlo, algo de aprobación, una parte de mí siente algo de preocupación por el otro elfo. Me preocupa que se haya podido sentir algo invadido, pero sobre todo, que se haya dado cuenta de que... conozco su secreto.
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