Como le había prometido a Kestra estuve puntual en la sala de entrenamiento. No le diría donde estuve, si preguntaba me limitaría a decir que estuve repasando los puntos que quería tratar con ella cuando llegase. Realmente ni siquiera estuve en mi habitación, me había dedicado a buscar aquel sitio por mi cuenta. No quería parecerle totalmente perdido. Me haría débil a sus ojos y esa debilidad no sería ficción, como mi presunta "inocencia" que le había intentado transmitir. No llevaba el libro encima, pero recordaba los hechizos, no en vano me habían enseñado cierta base antes de ingresar en este sitio.

Cuando llegase la mujer elfa me encontraría en el suelo, leyendo plácidamente una hoja de papel. Si me preguntaba por él me limitaría a esconderlo y sonreír. Si intentaba leerlo le reprocharía:

-Es de mala educación cotillear asuntos ajenos. Tienes suerte de que no sea nada importante y que yo no sepa ni cómo lanzar hechizos ofensivos -mentí-. Conozco gente que mataría por nimieces como esta.

En el caso de que consiguiese leerlo sólo vería un montón de símbolos garabateados y algunas runas arcanas, por lo que podría pensar que eran apuntes. Daría la imagen de chico aplicado, eso podría beneficiarme más adelante. Sin embargo, no le daría tiempo a que leyese nada. No querría que leyese aquella hoja, me la dio mi padre como último recurso en caso de necesitarlo. Un hechizo para perder la memoria...

Como pensaba que le llevaría un rato en arreglar aquellos asuntos, no había ido con prisa, no tenía muchas ganas de estudiar. Cuando llegó Radengar ya estaba allí.

-Veo que cumples tus promesas -dijo amablemente. Se fijo en un papel que llevaba en la mano, pero no le prestó mucha atención, prefería no meterse en los asuntos de los demás, así los demás no tendría escusa para meterse en los suyos.

-Bueno -dijo mientras dejaba su libro a un lado-, ¿hay algún hechizo que te cause grandes problemas o más que el resto? -dijo esto último con un pequeño tono de burla, pero intentó disimularlo, no quería problemas; y seguramente sería divertido enseñar a otro, era una buena forma de repasar un poco el libro de la Tierra, o aprendérselo mejor; soltó una risilla al acordarse de que había aprobado por los pelos. ¿Qué se le va a hacer?

Estuve esperando durante unos minutos. No mucho más tarde llegó aquella elfa que había visto no hacía mucho en las habitaciones. Pude ver que llevaba consigo el Libro del Agua, así que deduje que sólo estaba un grado por encima de mí. Cuando llegó hizo caso omiso a mi papel, por suerte. A modo de saludo alagó el que cumpliera mi promesa, es gratificante oír eso. O lo sería si pudiera sentir algo así.

-Bueno -dijo mientras dejaba su libro a un lado-, ¿hay algún hechizo que te cause grandes problemas o más que el resto?

Parecía como si quisiera burlarse de mí. No me gusta que me tomen por un debilucho, aunque realmente lo sea. Sentí el impulso de invocar un golem de piedra, allí mismo. Preferí no hacerlo, no ahora que tenía mi tapadera de alumno aplicado e inocente. Estaba a punto de hacer una pregunta cuando soltó una risa. No supe cómo interpretarla, así que me limité a sonreír tímidamente.

-En realidad tengo cierto interés en las invocaciones. ¿Pueden hacerse invocaciones simultáneas? ¿Cuántas podrían controlarse a la vez? Las invocaciones tienen consciencia, he de suponer, ¿pueden hablar contigo, contarte algo sobre el mundo o el lugar del que vienen o cosas por el estilo? ¿Cuando invocas subyugas la voluntad del ser invocado? ¿Puedes invocar un lobo de rosal a partir de una rosa que haya sido transformada a partir de otra cosa? Es decir, usando el hechizo de transformación en un objeto y transformarlo en una rosa...

Las preguntas se amontonaban en mi boca y se tropezaban una tras otra. Mis ojos brillaban como el de un niño que tiene delante una piruleta. Casi podía saborear las respuestas. Pero no era excitación lo que sentía, aunque me mordiese el labio, era más bien satisfacción.

Después de una noche en mi habitación bajé al campo de entrenamiento para seguir practicando con el arco. Hacia días que no veía a Kestra no obtante lo me importaba mucho. Yo no era responsable desu vida. Supongo que ella estaría estudiando o algo.

Al llegar al campo me diriguí hacia un rincón donde unas cadenas con pesas cogían polvo, olvidadas. Me quité el arco y el carcaj y me puse las cadenas pasando por los hombros, la cintura y las piernas, repartiendo las pesas de 3 kilos cada una entre cada miembros de mi cuerpo  haciendo un total de 12 kilos.

Recogí mi carcaj y mi arco y me puse en medio del campo para lanzar a una diana que se distanciaba de mi 15 metros. Preparé mi arco con la flecha y lo sostuve unos minutos antes de lanzarla sin mover ni un músculo, controlando mi respiración y visualizando el centro de la diana.

" Ahora"

Solté la flecha y su silbido cruzó el campo para dar exactamente en el centro de la diana de esparto y justo después traspasándola y golpeando la pared y partiendo la flecha.

"Mal. Tengo que mejorar."

Me eché más para atrás y me topé con una chica de cabellos castaños y ojos con un tono metálico. Sonreí al verla y sacudí mis cadenas para ponerlas en una mejor posición.

- Vaya, ¿quién se ha dignado de aparecer en mi vista? Kestra, la aprendiz de segundo grado. - le dije con burla.

Las preguntas eran interesantes, a ella también la habían asaltado bastantes veces alguna de ellas; lo extraño era que no eran dudas acerca de como se hace tal o cual hechizo, era algo más, algo que iba después de aprender los hechizos, y supuestamente Radengar aun no había aprendido todos los hechizos, aquello la hizo sospechar un poco, pero no le dio importancia, en verdad Radengar en ningún momento había dicho que supiera hacer los hechizos, simplemente quería resolver aquellas dudas antes.

-Bueno, a ver, lo de las invocaciones simultaneas no lo he probado nunca, pero por lo que tengo entendido claro que se puede, siempre y cuando dispongas de la energía suficiente, y no hay un número máximo, como ya te he dicho esta directamente relacionado con la energía de la que dispongas; por ejemplo: un día que estés muy cansado podría ser que apenas pudieras invocar dos a la vez, y otro en el que completamente descansado, podrías invocar incluso a diez... -se interrumpió al chocar contra algo, o mejor dicho alguien. Había escuchado que alguien había entrado, pero no prestó mucha atención, y se maldijo por ello.

-Vaya, ¿quién se ha dignado de aparecer en mi vista? Kestra, la aprendiz de segundo grado. -dijo Sui burlona.

-Hola -dijo simplemente, no sabía que decir, como comportarse con Radengar presente, pero no quería quedar como una niña que se pone nerviosa a la mínima delante de Sui, así que intentó disimular un poco-. Sui este es Radengar, le estoy ayudando un poco con el libro de la Tierra. Radengar esta es Sui... una amiga.

Kestra fue respondiendo una a una mis preguntas, intentando ponerme ejemplos para que lo entendiera. Algo excesivo, pero al menos me corrobora que cree realmente que soy todo un novato. Estaba llegando a la parte más interesante cuando alguien irrumpió inoportunamente en nuestra conversación. Otra elfa. Al parecer se conocen, o eso deduzco de su saludo. Kestra, por su parte, muestra una cordial indiferencia y se limita a devolver el saludo con un “hola”. Lo cual me infunde ciertas sospechas de que ella también está actuando, como yo. Lo que no sabría decir es para qué. De todas formas el más beneficiado aquí soy yo, a no ser que esté metiendome en algo sin darme cuenta. De momento es temprano para saberlo y, en el caso de que fuese tarde, siempre tengo mi hoja de papel.

Entonces nos presentó:

-Sui este es Radengar, le estoy ayudando un poco con el libro de la Tierra. Radengar esta es Sui... una amiga.

-Encantado Sui -dije, dedicandole una sonrisa-. La verdad es que tenía ganas de conocer gente nueva por aquí. ¿A qué te dedicas?

Aquella nueva elfa no tenía pinta de estudiante de magia, tenía un arco, así que imaginé que era de la escuela física.

-Estabamos hablando de las invocaciones, es algo que me fascina desde siempre. El cómo traer criaturas y todo lo que podrían haber conocido... ¿No creéis? -y después de decir esto último puse una cara de tonto avergonzado.

Cuando vi a ese humano mis sentidos se pusieron en alerta. Ágilmente me quité las cadenas y me acerqué lentamente hacia él vigilándolo. Todo él parecía una sombra salvo por su piel blanca como la pureza incluso me habría atrevido a decir que estaba muerto. Le di la vuelta observando cada detalle de él hasta parar delando suya y mirar esa sonrisa de blancas perlas.

Algo no me gustaba de ese humano. Parecía estar saber demasiado para hacerle esas preguntas a Kestra. Me di la vuelta acercándome a Kestra.

- Ten cuidado, no me fio de ese chico. Recuerda, en la Cueva nada es lo que parece. - me susurré sin que él escuchara nada o al menos intentándolo.

- Me temo que no comprendo de lo que habláis. No he obtenido ningún conocimiento acerca del mundo de la magia. No obstante Jak y mis dagas son fieles a mí. No tengo que dominar nada ni corro el riesgo de que mis armas me hieran si las tengo en mis manos. - dije en voz alta mirando de reojo al aprendiz humano sin darme la vuelta. - ¿Qué es lo que deseas hacer en esta escuela? Pareces ya saber de magia más que ella - señalé a Kestra con mi arco el cual sostenía aún en la mano. - ¿me equivoco?





OFF: Jak es el preciado arco de Sui.

El que Sui le dijera que no se fiaba de él la hizo ponerse alerta; ella no se fiaba de mucha gente, siempre pensaba que ocultaban algo, pero sabía que muchas veces eran solo imaginaciones suyas. Pero que otra persona le dijera que Radengar no era de fiar, confirmaba sus sospechas iniciales. Pero no por eso iba a marcharse sin más, eso si que sería sospechoso. Pero lo reflexionó un poco: si, quizá, mejor dicho seguramente, Radengas ocultara algo, pero no tenía porque ser algo malo. Ella también ocultaba algo y no era nada perjudicial para nadie.

Que Sui dijera que tenía más conocimientos de magia que ella, en un primer momento la molestó. ¡Yo soy de segundo grado y el de primero! pensó, pero no lo dijo ya que se dio cuanta de que ella había pensado lo mismo cuando Radengar había empezado ha hacerle las preguntas y seguramente fuera verdad.

-Es verdad. Me dijiste que tenias dudas en cuanto a hechizos y por ahora no me has hecho ninguna pregunta con respecto a eso. Me has preguntado cosas más de alguien que ya sabe hacerlos perfectamente, pero quiere hacerlos a otro nivel.

Sui, como me la habían presentado, no tardó en desasirse de sus cadenas (no literal, ni metafóricamente, sino que llevaba unas cuantas encima) y se dispuso a examinarme de arriba a abajo. Algo que no me molestó en absoluto hasta que la oí susurrar algo a mi "mentora". Lo que dijo después me sonó a más de lo mismo: sospechas. No sé qué podría haberme delatado, pero estaba claro que no tragaban mi tapadera. Aun así no voy a descubrirme, todavía.

- ¿Qué es lo que deseas hacer en esta escuela? Pareces ya saber de magia más que ella -dijo señalando a Kestra, sin soltarla de la mano.

Creo que no sabe valorar lo que tiene delante. Está claro que soy un grado inferior a esta maga elfa, y aún así Sui insinúa que escondo algo, que sé más que ella... Cuán equivocada está. Me muerdo el labio, pensativo mientras Kestra reacciona. La verdad es que aquella actitud protectora me hacía sospechar que había algo más entre ellas. Algo relacionado con "sentimientos". Y cuando los sentimientos intervenían yo me quedaba obsoleto.

-Me temo que sí, Sui. Te equivocas rotundamente. Mientras que tu "amiga" -enfaticé esta última palabra- estudia el Libro del Agua, yo me limito a aprender el primer libro. Todavía necesitaría entrenamiento y pasar la prueba de la tierra para rozar su nivel. Y aún así me llevaría bastante tiempo de ventaja.

-Es verdad. Me dijiste que tenias dudas en cuanto a hechizos y por ahora no me has hecho ninguna pregunta con respecto a eso. Me has preguntado cosas más de alguien que ya sabe hacerlos perfectamente, pero quiere hacerlos a otro nivel.

Esas sospechas sobre mí no hacían más que aumentar. Realmente parecía no saber mucho más que yo, aunque a la hora de la verdad ella me superaba con creces. No tenía sentido seguir con mi tapadera: no se fiaban de mí, eran dos contra uno y mi papel de "debilucho" no había servido. Tal vez pudiera sorprenderlas un poco.

-En fin... Supongo que no tiene sentido hacerse el remolón. Si bien no es cierto que mis conocimientos superen los de Kestra, sí que lo es que no soy un completo inútil. Dije que tenía dudas sobre ciertos aspectos de ciertos hechizos, lo cual denota mi inexperiencia. Aunque Kestra ha dado en el clavo en una cosa: busco hacer algo que ya sé llevándolo a otro nivel, pero... -hice un ademán con la mano para restarle importancia a lo que iba a decir- ¿no es eso lo que todo el mundo busca aquí: poder?



Un crujido hizo temblar la tierra y el suelo se retorció. Una gran roca apareció y ésta cobró vida. Se resquebrajó y partió en diferentes partes para después reorganizarse y formar una figura casi humana, sólo que de varios metros de altura y.... de piedra. Algunas hiedras colgaban de los brazos, otros musgos en el torso y la espalda, setas en la cabeza y grietas en las piernas. Era un Golem.

Cuando al fin logré que me dijeran donde estaba el campo de entrenamiento me dirigí en esa dirección.
Llegué luego de unos minutos sin ningún problema, las indicaciones que me habían dado eran muy exactas. Me llevé una gran sorpresa al entrar y ver a cuatro personas, todas parecían estar en la misma conversación y durante un instante consideré la opción de irme y volver luego para no molestar pero yo podía quedarme en otra parte del campo sin molestar.
Me ubiqué en el otro extremo y comencé a lanzar algunos hechizos simples para no parecer perdido, aún así sentía mucha curiosidad por quienes eran y que hacían conversando en un lugar para entrenar.

Un Golem, genial, ¡un Golem! No podía haber dicho que estaba ocupada, haber seguido mis instintos, los que me gritaban que no era de fiar, y haberme quedado en mi habitación, pensó Kestra cuando vio aparecer el Golem, lo peor de todo es que no solo me he puesto a mi en peligro..., pensó mirando a Sui, que se encontraba a su lado, tan asustada como ella. Lo lógico hubiese sido que ella estuviera más tranquila que Sui, al fin y al cabo podía usar algún hechizo para contraatacar, pero se acordaba perfectamente de lo que sucedió la última vez que intentó hacer un hechizo estando nerviosa, y aquello la ponía más nerviosa aun.

Estaba intentando tranquilizarse para hacer algún hechizo cuando apareció un hombre en la sala de entrenamiento, le sonaba bastante, era un nigromante, le había visto alguna vez por la fortaleza. Pero no la tranquilizó mucho el verle allí, no sabía de que lado estaba, y si estaba del de Radengar de nada la serviría poder tranquilizarse, sus hechizos no serían de gran ayuda. Pero aun guardaba la esperanza de que simplemente estuviera pasando por allí por casualidad, y que al ver aquello pusiera orden; aunque dudaba mucho de ello, aquello era la Fortaleza de Aressher, a nadie le interesaba mucho poner orden, y aun menos si se trataba de una simple pelea entre alumnos.

-¿Este es Radengar el Responsable? -el que le conociera hizo que Kestra se pusiera más nerviosa aun- Qué grata sorpresa. Me esperaba un aprendiz tembloroso tratando de controlar sus primeras Lanzas Edáficas. -tragó saliva, quizá solo fuera alguno de los profesores a los que había pedido ayuda; pero seguía teniendo miedo.

Intentó aparentar tranquilidad, pero sin perder de vista la puerta, toda precaución era poca si acababan enfrentándose a un nigromante y a aquel estudiante de primer grado que parecía saber bastante más de lo que debería dado su nivel. Pero vio entrar a otro estudiante de primer grado, en aquel momento no se fiaba mucho de ellos. Vio como se quedaba apartado, aunque les miraba con curiosidad.

-¡Me estoy hartando! -dijo con un tono un tanto amenazador-. ¿Qué queréis? Y ¿por qué narices has invocado un p*** Golem? Solo te hemos hecho unas preguntas, entenderás que queramos saber con quien vivimos ¿no?

La reacción que tuvo Kestra no fue la que esperaba. Al parecer se había tomado mi invocación como una amenaza, una declaración de guerra o a saber qué cosas estaría pensando. Yo sólo quería demostrarles que no tenía nada que ocultar, no generar más desconfianza. Conseguí justamente el efecto contrario al deseado, ¡qué desastre! No obstante, me sentí orgulloso por el comentario del profesor, que llegó justo a tiempo para contemplar mi Golem. La llegada del nigromante sólo generó más tensión en el ambiente, yo por mi parte estaba tranquilo. Entonces, para colmo de su paciencia, otro estudiante de primer grado entró en el campo de entrenamiento y comenzó a demostrar sus habilidades, apartado y callado.

-¡Me estoy hartando! -dijo con un tono un tanto amenazador-. ¿Qué queréis? Y ¿por qué narices has invocado un p*** Golem? Solo te hemos hecho unas preguntas, entenderás que queramos saber con quien vivimos ¿no?

Levanté las manos, con un gesto casi dramático, como quien se rinde a las autoridades.

-Tranquila, yo sólo estaba contestando a tus preguntas con acciones, no con palabras. Sí que es verdad que sé más de lo que quería aparentar pero, al fin y al cabo, sólo soy un estudiante novato. Acabo de llegar, pero no he desaprovechado el tiempo -sonreí entonces, dejando paso a las siguientes palabras con un tono casi burlón-. Si habiendo pasado la prueba de la Tierra un pequeño Golem -acentué la palabra "pequeño"- te sorprende y atemoriza, dudo que puedas estar realmente preparada para el nivel que aquí se exige. Eso o... -miré a Riak- esta Fortaleza no merece tanto la pena como creía.

Deshice al Golem, evocando las runas del revés a como cuando lo invoqué. Me sentí un poco cansado, acababa de invocar algo bastante fuerte para mi nivel, pero aún así no lo dejé notar y seguí caminando casi en círculos, rodeando a las elfas.

-No busco problemas, de hecho busco soluciones, amistades, alianzas. No pienso empezar una pelea aquí, con un nigromante cerca, una alumna de segundo grado, una arquero y un alumno misterioso y desconocido que espía la conversación mientras disimula estar ocupado -dije alzando la voz, para que aquel desconocido se diera cuenta de que NO había pasado desapercibido a nuestros ojos-. Riak, me temo que la impresión que me he llevado de tu alumna no ha sido en absoluto motivadora. Lo cierto es que estoy pensando en irme de aquí. Si ese es el nivel con el que se me va a preparar no creo que merezca la pena, a no ser, claro está, que pudieras enseñarme algo que me impresionara. Alguna invocación. Si le soy sincero tengo febriles deseos de controlar a las criaturas mágicas -no sabía si mi tanteo había pasado a ser más arrogante que sutil, pero lo dicho dicho estaba. Si salía bien esperaba añadir una invocación a mi repertorio. En caso de una negativa, a lo sumo la cólera del nigromante, a todas luces no me mataría. Creo haber demostrado un potencial en esta Fortaleza carente y por ende, mi posible utilidad futura.

Las cuatro personas seguían ahí y parecía que estaban discutiendo, dudé si seguir en el campo de entrenamiento o volver a mi habitación pero yo no hacía nada malo, después de todo era un lugar para el acceso de todos.

De pronto uno de los alumnos dijo algo sobre que yo aparentaba para espiar la conversación. Como si me importase lo suficiente como para espiarlos, era un arrogante y al parecer creía que nada valía la pena, que éramos demasiado débiles.
Sentí como la temperatura de mi cuerpo aumentaba con la furia que me provocaba ese tal Radengar y pensé "Desde cuando los magos son tan idiotas, y sobre todo si somos del mismo nivel. Qué presumido.".

Me acerqué atraído por la obvia referencia a mí. Le di un leve empujón para llamar su atención y con la piel ardiendo le grité -!¿Acaso te crees tan importante como para que yo quisiera escucharte?¡ Pues te tengo novedades, no eres nadie aquí, si no te formas una reputación eres uno mas del montón, aqui hay magos poderosos que podrían destruirte de un soplido. !No seas tan arrogante¡, te lo dice alguien que perdió un reino completo.-

Cuando acabé, la ropa del muchacho tenía un agujero quemado en el lugar donde lo había empujado durante todo mi discurso. Lo miré con odio y rencor que poco tenían que ver con él, y me quedé ahí, esperando alguna respuesta.

Kestra se puso en alerta en cuanto terminé de hablar, aunque tambien parecía algo molesta aunque no le di importancia alguna. Estaba muchísimo más atenta a ese humano de cabello negro que según Kestra se llamaba Radengar. Me crucé de brazos es espera de su respuesta. Esto era demasiado sospechoso.

-Me temo que sí, Sui. Te equivocas rotundamente. Mientras que tu "amiga" -dijo el humano - estudia el Libro del Agua, yo me limito a aprender el primer libro. Todavía necesitaría entrenamiento y pasar la prueba de la tierra para rozar su nivel. Y aún así me llevaría bastante tiempo de ventaja.

No sabía cómo funcionaba el rango de mago y ahora supe algo. Aunque esto fuera cierto él parecía mucho más preparado de lo que mi amiga elfa estaba. O al menos es lo que pude notar el dia que nos conocimos. Miré de reojo a Kestra por un instante pero mis ojos se volvieron a clavar en el nuevo mago mientras que mi desprecio hacia él aumentaba rápidamente.

-Es verdad. Me dijiste que tenias dudas en cuanto a hechizos y por ahora no me has hecho ninguna pregunta con respecto a eso. Me has preguntado cosas más de alguien que ya sabe hacerlos perfectamente, pero quiere hacerlos a otro nivel. - dijo Kestra que parecía que se acababa de dar cuenta.

La miré por un instante y me acerqué mas a ella dando un paso hacia adelante para mostrar mi protección. Aunque ella fuera un grado mayor que Radengar no me terminaba de fiar de ese chico. Tal vez su tapadera de chico débil hubiera colado con esos perros de la Diosa que aquí en La Cueva dudaba que hubiera dudado más que un par de días.

- En fin... Supongo que no tiene sentido hacerse el remolón. Si bien no es cierto que mis conocimientos superen los de Kestra, sí que lo es que no soy un completo inútil. Dije que tenía dudas sobre ciertos aspectos de ciertos hechizos, lo cual denota mi inexperiencia. Aunque Kestra ha dado en el clavo en una cosa: busco hacer algo que ya sé llevándolo a otro nivel, pero... ¿no es eso lo que todo el mundo busca aquí: poder?

Radengar dijo una palabras muy raras y como de la nada el suelo temblo y se empezó a forma un humanoide de piedra... un golem. Lo habia visto varias veces pero nunca en manos de un novato de túnica blanca. Mi instinto me hizo pegarme más a Kestra y saqué una daga adoptando una postura de defensa por si el golem atacara. No creìa que le fuera a a dañar con una daga pero tampoco iba a ser una completa inútilcon este arma. El golem estaba quieto cosa que me alivió pero no bajé la guardia.

Entonces apareció de la nada un elfo de cabellos negros y largos, y de ojos de un verde tan intenso como en de los frondosos bosques de mi tierra. No conocía verdaderamente a este individuo sin embargo por habladurías de otros alumnos en ese momento, pude deducir que era uno de los doce nigromantes de la Necravia.

— ¿Este es Radengar el Responsable? —dijo el nigromante observando al humano con los ojos entrecerrados—. Qué grata sorpresa. Me esperaba un aprendiz tembloroso tratando de controlar sus primeras Lanzas Edáficas.

Sus palabras me hicieron ver que incluso ese humano había engañado a uno de los famosos nigromantes. La verdad era gracioso. Todos eramos tan estúpidos para que nos tomaran el pelo. Desde que había llegado a la Cueva todo habían sido sorpresas pero esta era la que más me sorprendía. Y, aunque otro humano había llegado al campo de entrenamiento no le de importancia porque se quedó apartado de todos nosotros aunque con la intención de escuchar la conversación. No me sorprendía. No todos los días se veía un integrante de la Necravia por estos parajes.

Me fijé de nuevo en Kestra que intentaba disimular su enfado. Aunque no aguantó más y soltó unas palabrejas.

-¡Me estoy hartando! -dijo con un tono un tanto amenazador-. ¿Qué queréis? Y ¿por qué narices has invocado un p*** Golem? Solo te hemos hecho unas preguntas, entenderás que queramos saber con quien vivimos ¿no?

Si. Ella también se había hartado de ese idiota. Si no se dejaba de tonterías yo también explotaría y me temo que eso no era nada bueno para nadie. Aún así el Golem seguía en su posición y eso me tranquilizaba. Guardé la daga y me puse recta mirando cada movimiento de cada uno.

No confiaba en nadie ahora mismo y ese humano que estaba apartado no hacía más que ponerme nerviosa.

-Tranquila, yo sólo estaba contestando a tus preguntas con acciones, no con palabras. Sí que es verdad que sé más de lo que quería aparentar pero, al fin y al cabo, sólo soy un estudiante novato. Acabo de llegar, pero no he desaprovechado el tiempo -sonrió Radengar -. Si habiendo pasado la prueba de la Tierra un pequeño Golem te sorprende y atemoriza, dudo que puedas estar realmente preparada para el nivel que aquí se exige. Eso o... esta Fortaleza no merece tanto la pena como creía.

¡¿Qué acababa de decir?! ¡¿Qué la Fortaleza no merecía la pena?! ¡¿Qué se creía este inútil?! Apreté los puños de la rabia que tenía y abrí la boca para hablar pero el estúpido humano deshizo el Golem y siguió hablando haciendo que mi sangre alcanzara una temperatura más grande que el mismo fuego.

- No busco problemas, de hecho busco soluciones, amistades, alianzas. No pienso empezar una pelea aquí, con un nigromante cerca, una alumna de segundo grado, una arquero y un alumno misterioso y desconocido que espía la conversación mientras disimula estar ocupado. Riak, me temo que la impresión que me he llevado de tu alumna no ha sido en absoluto motivadora. Lo cierto es que estoy pensando en irme de aquí. Si ese es el nivel con el que se me va a preparar no creo que merezca la pena, a no ser, claro está, que pudieras enseñarme algo que me impresionara. Alguna invocación. Si le soy sincero tengo febriles deseos de controlar a las criaturas mágicas.

¡No buscaba problemas! Pues no había actuado de manera que nosotros lo habríamos tomado bien. Había insultado a la escuela diciendo que no valía la pena y encima se proponía irse. ¡Pues que se vaya! ¡No se merece estar en esta escuela! ¡Qué se vaya a la Torre o a cualquiera de las otras escuelas! Estaba ya harta de este idiota arrogante. Aunque no era la única que compartía esa idea. El aprendiz de mago que estaba apartado fue directo hacía con la sangre al punto de ebullición.

- ¡¿Acaso te crees tan importante como para que yo quisiera escucharte? ¡Pues te tengo novedades, no eres nadie aquí, si no te formas una reputación eres uno mas del montón, aqui hay magos poderosos que podrían destruirte de un soplido! ¡No seas tan arrogante!, te lo dice alguien que perdió un reino completo.

Asentí varias veces con aprobación hacia sus palabras estaba totalmente de acuerdo con ellas. No era nadie para decir todo eso. Aunque fuera el hijo de la Señora de esta Escuela no tenía el menor derecho a decir eso. Me adelanté sin embargo estuve ayenta ya que el supuesto Riak (como lo había nombrado Radengar) estaba hablando.

— Bravo, bravo, maravilloso espectáculo. En primer lugar..., chico-que-arde, no te falta razón en lo de arrogante, pero estás en la Cueva Oscura y aquí no vas a encontrar precisamente hermanitas de la caridad, y, si pretendes matar a este muchacho, espérate al menos a tener la túnica negra, o hazlo fuera de esta escuela, donde no tengamos que limpiar luego la sangre. Y tú, chico, me decepcionas si estás pensando en abandonar antes de empezar a manejar la magia de verdad, y solo por una discusión con tu compañera (a la que, te aconsejo, no debes menospreciar). Oh, no, esto no funciona así; esto no es la Torre... Aquí vas a pelear, y las alianzas que forjes las harás después de pelear con tus propios aliados, no saliendo con ellos a recoger florecillas por los jardines. ¿Quieres controlar criaturas mágicas? Estudia magia chamánica. Si no tienes fe en la calidad de esta escuela, te aseguro que yo puedo mostrarte cosas impresionantes. Otra cosa es que te gusten. Pero si quieres ver algo verdaderamente impresionante y relacionado con criaturas mágicas, puedo presentarte a alguien a quien, digamos, no creo que olvides nunca.

Me paré frente a ese idota aún con los puños cerrados y lo miré con todo el desprecio que tenía hacia él (que no era pequeño).
- ¿Quieres hacer aliados sin pelear? Pues vete de aquí y ve con los de la Diosa a tomar té. No tienes derecho alguno a nombrar así a la Fortaleza. No eres nadie ni lo serás hasta que te ganes el respeto y el poder que deseas. No eres más que yo o cualquier otro alumno. Si quieres aprender deja de decir gilipolleces y estudia. - dije casi escupiendo las palabras de la boca.
Me di la vuelta y volví con Kestra aún con la sangre hirviendo.

Todas mis palabras fueron malinterpretadas al parecer. No sólo había despertado la antipatía de los alumnos, sino que Riak había tomado mis palabras como propias del bando de la Diosa. Nada más lejos de la realidad. El empujón de aquel humano no me molestó, ni sus palabras, casi me daría pena si tuviera sentimientos. Lo ignoré y me limité a arreglar el hueco que había abierto en mi túnica. Supongo que tiene algún tipo de afinidad con el fuego y que está ligado de alguna forma con sus sentimientos. Si no es capaz de controlarse no creo que controle su poder. En el caso de que se sobreexceda puede que su propia magia lo consuma, debería tener cuidado. Evoqué unas runas y los hilos de mi túnica se movieron, como raices, y se enlazaron. En unos segundos la túnica tenía un remiendo algo burdo.

-Al parecer me habéis malinterpretado. No pretendo menospreciar la Fortaleza, sino que quiero que os deis cuenta de que lo que debe prevalecer aquí es "aprender". Yo al menos no me puedo permitir empezar una lucha que sé que no puedo ganar. No soy arrogante, ni estúpido -después miré a Riak-. Tampoco pretendía decir "amigos", "amistad". Ese tipo de chorradas son para la gente con sentimientos. Yo me limito a hacer alianzas, acuerdos, cosas que pueden ser útiles en un futuro.

Suspiré, cansado de aguantar tonterías. Aquí no había causado  muy buena impresión y no creo que me fueran de utilidad mucho más. Sin embargo, Riak sí que me había dado algunos consejos útiles. "Magía chamánica", eso parecía interesante, me lo plantearía seriamente. Después de decir aquello me haría una proposición. Decía que me enseñaría algo impresionante, o más bien a alguien. Tal y como lo dijo podía amedrentar a cualquiera, pero a mí no. No es que sea valiente, pero no tengo nada que perder.

-Iré a conocer a esa persona -me limité a decir.

Este imbécil esta un poco subidito me parece a mi. Pensó mientras miraba a Radengar con una sonrisa un tanto extraña.

Primero la amenazaba con un Golem y después se reía de ella. Respiró hondo, el enfado se le paso enseguida y dejó paso a la diversión. Para ella era bastante gracioso que un estudiante de primer grado se atreviera a meterse con una estudiante superior y la fortaleza, estando ella y un nigromante presentes, y después, como guinda del pastel, nombró al misterioso estudiante que había entrado antes. Todo temor desapareció al escuchar las arrogantes palabras de aquel niñato. Pero cuando aquel estudiante misterioso le quemó la túnica a Radengar, Kestra ya no pudo soportarlo más y soltó una risa. Aquello era más divertido por momentos, por lo visto el chico-que-arde, como había dicho el nigromante, no era el único al que había molestado lo que Radengar había dicho. Al nigromante, en verdad, todo aquello parecía hacerle tanta gracia como a Kestra, aunque él lo disimulo bastante mejor, pero Sui si que estaba enfadada.

-¿Quieres hacer aliados sin pelear? Pues vete de aquí y ve con los de la Diosa a tomar té. No tienes derecho alguno a nombrar así a la Fortaleza. No eres nadie ni lo serás hasta que te ganes el respeto y el poder que deseas. No eres más que yo o cualquier otro alumno. Si quieres aprender deja de decir gilipolleces y estudia -Sui se había tomado bastante a pecho el insulto a la fortaleza, a Kestra le daba igual lo que aquel joven pudiera pensar sobre aquel lugar. Al fin y al cabo no era más que una escuela, pero tampoco iba a decirle a Sui que se relajara, todo aquello era demasiado divertido; aunque por muy interesada que estuviera Kestra en que alguien acabara dándole una lección a aquel joven, no le pasó desapercibido que Sui había defendido a capa y espada la fortaleza, pero no había siquiera intentado defenderla a ella; aquello más el comentario anterior de que aquel niñato sabía más que ella, le dolieron bastante, por lo que, cuando Sui, después de decir aquello, se acercó a ella, Kestra dio un paso en dirección contraria.

-Yo que tú, niñato. Cerraría un rato la boca, si es que es verdad que no buscas pelea -dijo lo último con tono de burla-. No vaya a ser que alguien entienda lo contrario y acabes en la enfermería -mientras decía esto su sonrisa se agrandó bastante-. ¡Ah! Y a mi el Golem ese, si, me sorprendió, y claramente me cabreo. Pero, siento desilusionarte, a mi, eso, no me asusta.

Cuando por fin, aquel joven decidió marcharse, Kestra decidió hacer lo mismo. No tenía ganas de quedarse más tiempo allí.