ÍndiceNoche de cantares
La Torre :: Garnalia :: El Norte :: Wölfkrone :: Taberna de Hjför
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Catherine
Humana
Nombre : Catherine Earnshaw Bennet
Escuela : La Torre, Fortaleza de Aryewïe
Bando : La Diosa
Condición vital : Viva
Rango de mago : Maga consagrada, Experta en Magia Curativa
Clase social : Plebeya
Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 02/05/2011
Edad : 30
Localización : La Torre
Noche de cantarespor Catherine, Sáb Ene 24, 2015 1:34 am
Un día escuché en palacio, por pura casualidad, que, en dos semanas, un famoso bardo de la provincia de Skogene y de nombre impronunciable (se llamaba Schljolen o Schlojen) iba a interpretar el complejo cantar que yo había leído —o intentado leer— poco tiempo atrás en una antología poética del norte. Era, ni más ni menos, que el Horson Stornør Modgrakkur und Shagga ab Ravn, que podía traducirse como "Horson el Rey Valeroso y las Sombras de Ravn". Este bardo era conocido, incluso, entre los pocos centrogarnálicos que trabajaban en palacio, pues fue a ellos a quienes escuché conversar sobre su futura actuación.
Las dos semanas transcurrieron, y yo no me olvidé del bardo. Le hablé de él a Cres en una de nuestras muchas conversaciones, y acordamos ir juntos esa noche a la Taberna de Hjför, donde tendría lugar el evento. Pero quiso la mala fortuna que justo en esa fecha le surgieran al príncipe asuntos que tratar en una villa al sur de la ciudad. No podía acompañarlo, por desgracia, y me tocó pasar el día esperando y estudiando, estudiando el idioma, la geografía, las leyes —en la medida que me era posible— y todos los temas que, más tarde o más temprano, sería mi obligación conocer.
La tarde de la actuación decidí que ya había pasado demasiadas horas estudiando ese día, y me sería, ciertamente, más provechoso escuchar la canción del bardo y tratar de comprenderla que pasar la noche en vela y dedicada al estudio silencioso. De esta manera, me vestí esa noche con un traje azul oscuro, de tela gruesa, y me abrigué con la capa más cálida que tenía, y me cubrí las manos con guantes (es tan intenso el frío en el norte...). Le comuniqué a los sirvientes del palacio mi decisión de salir esa noche, para lo que me asignaron dos guardas que me custodiaran. Me ofrecieron, también, un coche de caballos, pero le hice saber, mediante señas, que rehusaba la proposición. Ahora que al fin mi salud empezaba a permitirme ciertas licencias, prefería cabalgar. Además, salir de las paredes del palacio y respirar un tiempo el aire frío aliviaría mi anhelo desesperado de que mi amor regresara de su obligado viaje a la villa.
Monté en un corcel negro, y me siguieron los guardas, montados los dos en sendos corceles blancos. Recorrimos las calles de la ciudad, que aquella noche —pese a ser muy fría— parecía más viva que otras noches; las luces, los fuegos, estaban encendidos, y había personas que charlaban en las calles. El ambiente, pese al movimiento, me parecía más tranquilo que el de mis primeros días en Wölfkrone. Quizás, al fin, la situación se estaba calmando, y había más dinero, y más comida. «Aunque nunca nos podemos fiar de las apariencias. Mi madre siempre encontraba un hueco para bromear con los vecinos, aunque aquel año la cosecha hubiera sido desastrosa».
El camino a la taberna me resultaba familiar. Los soldados y yo nos apeamos de los caballos y los dejamos en las caballerizas; después, entramos en la posada, que esa noche tenía más clientes de lo acostumbrado. Miré a los dos soldados: los dos rectos, los dos firmes, serios y hablantes de nórdico. En su armadura, tenían la insignia de la Guardia Real. Por eso llamábamos tanto la atención.
Ligeramente avergonzada, me envolví aún más en las capas. Todavía me resultaba incómodo que me miraban tanto y que anduvieran detrás de mí, las veces que salía de palacio, dos hombres callados que parecían más estatuas que personas. Me habría gustado que ellos también disfrutaran del espectáculo con naturalidad, pero sabía que no lo harían: se tomaban muy en serio su papel como guardianes cuando estaban en horas de trabajo. Así que suspiré, resignada. El bardo todavía no había llegado, y, por lo que pude ver, sería tarea difícil encontrar una mesa libre (y más una desde la que se pudiera escuchar al artista cuando apareciera).
Estaba todavía en la entrada cuando un hombre se me acercó. «Meinne virðiren, Herrss ab Högvakten. Frökeen. Borðaborð að lyssören den barde Schlojen?1». Sabía que Herrss significaba 'señores'; Högvakten, 'Guardia Real'; y borðaborð era 'mesa'.
—Sí —dije, casi sin pensar, y luego rectifiqué, en nórdico—: Jag.
El hombre parecía preocupado; sus ojos recorrieron la taberna entera, sin distinguir, seguramente, ningún hueco libre.
—No hace falta... stol. Ikke borðaborð. Solo... enslig2 escuchar.
Y me señalé la oreja. Suponía que no me habría entendido; todavía no sabía dominar bien la compleja pronunciación de la lengua del norte. No creía, tampoco, que hubiera nadie allí que hablara el idioma del centro, aunque me habría ilusionado encontrar a alguien. Solo llegaban a mis oídos más y más palabras nórdicas.
Las dos semanas transcurrieron, y yo no me olvidé del bardo. Le hablé de él a Cres en una de nuestras muchas conversaciones, y acordamos ir juntos esa noche a la Taberna de Hjför, donde tendría lugar el evento. Pero quiso la mala fortuna que justo en esa fecha le surgieran al príncipe asuntos que tratar en una villa al sur de la ciudad. No podía acompañarlo, por desgracia, y me tocó pasar el día esperando y estudiando, estudiando el idioma, la geografía, las leyes —en la medida que me era posible— y todos los temas que, más tarde o más temprano, sería mi obligación conocer.
La tarde de la actuación decidí que ya había pasado demasiadas horas estudiando ese día, y me sería, ciertamente, más provechoso escuchar la canción del bardo y tratar de comprenderla que pasar la noche en vela y dedicada al estudio silencioso. De esta manera, me vestí esa noche con un traje azul oscuro, de tela gruesa, y me abrigué con la capa más cálida que tenía, y me cubrí las manos con guantes (es tan intenso el frío en el norte...). Le comuniqué a los sirvientes del palacio mi decisión de salir esa noche, para lo que me asignaron dos guardas que me custodiaran. Me ofrecieron, también, un coche de caballos, pero le hice saber, mediante señas, que rehusaba la proposición. Ahora que al fin mi salud empezaba a permitirme ciertas licencias, prefería cabalgar. Además, salir de las paredes del palacio y respirar un tiempo el aire frío aliviaría mi anhelo desesperado de que mi amor regresara de su obligado viaje a la villa.
Monté en un corcel negro, y me siguieron los guardas, montados los dos en sendos corceles blancos. Recorrimos las calles de la ciudad, que aquella noche —pese a ser muy fría— parecía más viva que otras noches; las luces, los fuegos, estaban encendidos, y había personas que charlaban en las calles. El ambiente, pese al movimiento, me parecía más tranquilo que el de mis primeros días en Wölfkrone. Quizás, al fin, la situación se estaba calmando, y había más dinero, y más comida. «Aunque nunca nos podemos fiar de las apariencias. Mi madre siempre encontraba un hueco para bromear con los vecinos, aunque aquel año la cosecha hubiera sido desastrosa».
El camino a la taberna me resultaba familiar. Los soldados y yo nos apeamos de los caballos y los dejamos en las caballerizas; después, entramos en la posada, que esa noche tenía más clientes de lo acostumbrado. Miré a los dos soldados: los dos rectos, los dos firmes, serios y hablantes de nórdico. En su armadura, tenían la insignia de la Guardia Real. Por eso llamábamos tanto la atención.
Ligeramente avergonzada, me envolví aún más en las capas. Todavía me resultaba incómodo que me miraban tanto y que anduvieran detrás de mí, las veces que salía de palacio, dos hombres callados que parecían más estatuas que personas. Me habría gustado que ellos también disfrutaran del espectáculo con naturalidad, pero sabía que no lo harían: se tomaban muy en serio su papel como guardianes cuando estaban en horas de trabajo. Así que suspiré, resignada. El bardo todavía no había llegado, y, por lo que pude ver, sería tarea difícil encontrar una mesa libre (y más una desde la que se pudiera escuchar al artista cuando apareciera).
Estaba todavía en la entrada cuando un hombre se me acercó. «Meinne virðiren, Herrss ab Högvakten. Frökeen. Borðaborð að lyssören den barde Schlojen?1». Sabía que Herrss significaba 'señores'; Högvakten, 'Guardia Real'; y borðaborð era 'mesa'.
—Sí —dije, casi sin pensar, y luego rectifiqué, en nórdico—: Jag.
El hombre parecía preocupado; sus ojos recorrieron la taberna entera, sin distinguir, seguramente, ningún hueco libre.
—No hace falta... stol. Ikke borðaborð. Solo... enslig2 escuchar.
Y me señalé la oreja. Suponía que no me habría entendido; todavía no sabía dominar bien la compleja pronunciación de la lengua del norte. No creía, tampoco, que hubiera nadie allí que hablara el idioma del centro, aunque me habría ilusionado encontrar a alguien. Solo llegaban a mis oídos más y más palabras nórdicas.
Traducciones:
1 Meinne virðiren, Herrss ab Högvakten. Frökeen. Borðaborð að lyssören den barde Schlojen?: Mis respetos, señores de la Guardia Real. Señorita. ¿Una mesa para escuchar al bardo Schlojen?
2 Stol / Ikke borðaborð / enslig: Silla / No mesa / Solo
Valerian Raynor
Señor de los lobos (humano)
Nombre : Valerian Kerrigan Raynor
Escuela : Escuela del Lago de la Luna, Guardiadragones del Mar
Bando : Neutral
Condición vital : Vivo
Rango de mago : Mago consagrado
Rango de guerrero : Guerrero experto (espadas, una mano; arco)
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Re: Noche de cantarespor Valerian Raynor, Sáb Ene 24, 2015 11:18 pm
Odiaba el Norte. Tal ve no mas que el Sur,pero lo odiaba. Frió,nieve y gente hablando en un idioma extraño. Daba igual que conociera el idioma desde pequeño, aun me parecía que me insultaban cada vez que alguien abría la boca. Si no fuera por que uno de los esbirros de Locktharn había sido localizado aquí, jamas hubiera puesto mi bota en esta maldita tierra.
La taberna donde supuestamente estaría el esbirro estaba llena, por lo visto había una función. Maldije por lo bajo. Me resultaría muy difícil localizar y aun mas liquidar a mi objetivo con tanta gente. Conseguí una mesa en una esquina, apenas a unos metros de la puerta. Había mucha luz, por lo que apague la vela de mi mesa para quedar un poco a oscuras. Sin duda llamaría la atención, pero nadie sabría quien era e incluso podría usarlo para que mi objetivo se acercara.
Al otro lado de la taberna localice a un hombre que me miraba. Le cubría un guardapolvos enorme y fumaba en una pipa bastante grande. La única razón por la que podría mirarme de esa manera es por que sabia quien era o lo que era. Poco a poco fui llevando mi mano a la espada, pero me detuve en seco tras un inesperado movimiento del desconocido. Corrió un poco el guardapolvos y me dejo ver el escudo de la Garra Rota. Le sonreí y alce la mano a modo de saludo. Parecía que los rumores no habían llegado solo a mis oídos.
Entonces una mujer escoltada por dos guardias. Es posible que gracias a su ropa y a la escolta pudiera dudar durante un segundo o dos si era natural de Wolfkrone o no, pero su gran habilidad con el idioma. Estaba en un apuro, pues su nordcentrico no parecía calar en los oídos del humilde tabernero. No era mi problema, pero esa mujer tenia algo. No sabia el que exactamente. Era algo familiar. Si,olor a perro. No era muy fuerte,cosa que me extraño. Daba igual. Tenia una responsabilidad,aunque fuera mínima. Mi compañero no hacia mas que cambiar la mirada de la mujer hacia mi, como si me pidiera permiso. Yo negué con la cabeza. Era MI responsabilidad
-Damen säger att du inte behöver ett bord. Lyssna bara*.-le dije al tabernero desde mi oscuro asiento.Luego me dirigí a la -Mi señora, en mi mesa hay sitio de sobra para alguien criada al sur de Paso Helado.
Estaba hecho. Posiblemente acababa de cargarme la oportunidad de asestarle un golpe a aquel que profanaba el trono y la tierra de mis antepasados.
___________________________________________________________________________________________________________
* La señorita dice que no hace falta que le de una mesa. Solo quiere escuchar.
La taberna donde supuestamente estaría el esbirro estaba llena, por lo visto había una función. Maldije por lo bajo. Me resultaría muy difícil localizar y aun mas liquidar a mi objetivo con tanta gente. Conseguí una mesa en una esquina, apenas a unos metros de la puerta. Había mucha luz, por lo que apague la vela de mi mesa para quedar un poco a oscuras. Sin duda llamaría la atención, pero nadie sabría quien era e incluso podría usarlo para que mi objetivo se acercara.
Al otro lado de la taberna localice a un hombre que me miraba. Le cubría un guardapolvos enorme y fumaba en una pipa bastante grande. La única razón por la que podría mirarme de esa manera es por que sabia quien era o lo que era. Poco a poco fui llevando mi mano a la espada, pero me detuve en seco tras un inesperado movimiento del desconocido. Corrió un poco el guardapolvos y me dejo ver el escudo de la Garra Rota. Le sonreí y alce la mano a modo de saludo. Parecía que los rumores no habían llegado solo a mis oídos.
Entonces una mujer escoltada por dos guardias. Es posible que gracias a su ropa y a la escolta pudiera dudar durante un segundo o dos si era natural de Wolfkrone o no, pero su gran habilidad con el idioma. Estaba en un apuro, pues su nordcentrico no parecía calar en los oídos del humilde tabernero. No era mi problema, pero esa mujer tenia algo. No sabia el que exactamente. Era algo familiar. Si,olor a perro. No era muy fuerte,cosa que me extraño. Daba igual. Tenia una responsabilidad,aunque fuera mínima. Mi compañero no hacia mas que cambiar la mirada de la mujer hacia mi, como si me pidiera permiso. Yo negué con la cabeza. Era MI responsabilidad
-Damen säger att du inte behöver ett bord. Lyssna bara*.-le dije al tabernero desde mi oscuro asiento.Luego me dirigí a la -Mi señora, en mi mesa hay sitio de sobra para alguien criada al sur de Paso Helado.
Estaba hecho. Posiblemente acababa de cargarme la oportunidad de asestarle un golpe a aquel que profanaba el trono y la tierra de mis antepasados.
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* La señorita dice que no hace falta que le de una mesa. Solo quiere escuchar.
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Re: Noche de cantarespor Catherine, Dom Ene 25, 2015 4:06 pm
Estaba buscando en mi corto vocabulario nórdico alguna palabra que me permitiera hacerme entender mejor con el tabernero, pero no la encontré. Dadas las lecturas con las que estudiaba y las conversaciones que escuchaba en palacio, conocía mejor palabras relacionadas con el ámbito político y militar —y con las expresiones de amor— que aquellas que designaran conceptos de la vida cotidiana. Así, sabía perfectamente que svärd significaba 'espada', que gerkrigföring era 'guerra de guerrillas', que traktat era 'tratado' y que jäg älskar dig era 'te quiero'. En cambio, no sabía decir escuchar o plato. «Todavía me queda mucho por aprender».
Ya parecía que no iba conseguir que me comprendiera cuando un hombre, sentado en una mesa cercana, le habló, también en nórdico, al tabernero. Pero su nórdico era distinto, o, al menos, eso me pareció. Según tenía entendido, los dialectos de la lengua del norte se contaban por cientos, o por miles. No existía en el Norte la sorprendente unidad lingüística con la que contábamos en el Centro, por lo que era habitual que, según la zona de la que procediera el hablante, usara una u otra palabra para referirse al mismo concepto. No obstante, las similitudes entre dialectos superaban siempre a las diferencias, y no tenían grandes dificultades para entenderse un hablante del norte del reino y uno del sur.
No supe qué le dijo al tabernero, pero luego se dirigió hacia mí y, para mi sorpresa, me habló en mi propia lengua. Seguramente, se me notó en mi expresión que me alegraba de encontrar a alguien que compartiera mi idioma, pues no pude evitar sonreír.
—Gracias —respondí, cuando me ofreció un sitio en su mesa—. Eres muy amable.
El hombre era rubio, probablemente de mi edad, o más joven, y parecía muy serio, cosa que no me extrañó. Los guardas que me acompañaban eran un ejemplo de la seriedad del norte. Ambos miraban con cierta desconfianza al muchacho, pero no dijeron nada. Yo avancé hacia su mesa, y me senté en una de las sillas.
—¿Eres de Ereaten? —le pregunté—. Llevo poco tiempo en el norte y todavía no he aprendido bien el idioma; es muy diferente a la lengua del centro. Y aquí casi nadie conoce el centrogarnálico...
La mesa se encontraba a unos cuantos metros de la puerta, pero, desde allí, se escucharía perfectamente la voz del bardo. La vela sobre la mesa del desconocido estaba apagada, por lo que la zona permanecía sumida en una inquietante penumbra. Los dos guardas se quedaron junto a la pared, de pie y detrás de mí, sin apartar en ningún momento los ojos del hombre. En ese instante, casi al mismo tiempo que yo me sentaba, otro joven se acercó a la mesa y pidió permiso para sentarse —¡también en mi lengua!—, quizás porque, al igual que yo, no había encontrado otra mesa vacía.
—Buenas noches —saludé.
Tenía el cabello de un extraño color azul.
Ya parecía que no iba conseguir que me comprendiera cuando un hombre, sentado en una mesa cercana, le habló, también en nórdico, al tabernero. Pero su nórdico era distinto, o, al menos, eso me pareció. Según tenía entendido, los dialectos de la lengua del norte se contaban por cientos, o por miles. No existía en el Norte la sorprendente unidad lingüística con la que contábamos en el Centro, por lo que era habitual que, según la zona de la que procediera el hablante, usara una u otra palabra para referirse al mismo concepto. No obstante, las similitudes entre dialectos superaban siempre a las diferencias, y no tenían grandes dificultades para entenderse un hablante del norte del reino y uno del sur.
No supe qué le dijo al tabernero, pero luego se dirigió hacia mí y, para mi sorpresa, me habló en mi propia lengua. Seguramente, se me notó en mi expresión que me alegraba de encontrar a alguien que compartiera mi idioma, pues no pude evitar sonreír.
—Gracias —respondí, cuando me ofreció un sitio en su mesa—. Eres muy amable.
El hombre era rubio, probablemente de mi edad, o más joven, y parecía muy serio, cosa que no me extrañó. Los guardas que me acompañaban eran un ejemplo de la seriedad del norte. Ambos miraban con cierta desconfianza al muchacho, pero no dijeron nada. Yo avancé hacia su mesa, y me senté en una de las sillas.
—¿Eres de Ereaten? —le pregunté—. Llevo poco tiempo en el norte y todavía no he aprendido bien el idioma; es muy diferente a la lengua del centro. Y aquí casi nadie conoce el centrogarnálico...
La mesa se encontraba a unos cuantos metros de la puerta, pero, desde allí, se escucharía perfectamente la voz del bardo. La vela sobre la mesa del desconocido estaba apagada, por lo que la zona permanecía sumida en una inquietante penumbra. Los dos guardas se quedaron junto a la pared, de pie y detrás de mí, sin apartar en ningún momento los ojos del hombre. En ese instante, casi al mismo tiempo que yo me sentaba, otro joven se acercó a la mesa y pidió permiso para sentarse —¡también en mi lengua!—, quizás porque, al igual que yo, no había encontrado otra mesa vacía.
—Buenas noches —saludé.
Tenía el cabello de un extraño color azul.
Valerian Raynor
Señor de los lobos (humano)
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Re: Noche de cantarespor Valerian Raynor, Dom Ene 25, 2015 9:34 pm
No pude evitar reírme un poco cuando me pregunto que era de Ereaten y estuve a punto de decirle la verdad sobre mi. Hubiera sido un error muy grave, pues aun no sabia nada de la dama y sus escoltas. Bueno, de sus escoltas si. La Guardia Real era difícil no reconocerla. Podía ser una embajadora o una enviada de Ereaten y eso no me gustaba demasiado. Empezaba a arrepentirme,pero seguía reconociendo el olor de un igual.
-No, me temo que no soy de la gran ciudad.-dije mientras sacaba una cerilla del bolsillo,la encendía y devolvía la luz a la vela.-Mi patria esta mas al este,cerca de Deeva.....
No había acabado la frase cuando nos interrumpió un muchacho bastante mas mayor que yo,de pelo azul. Este quería que le dejara sentarse y tenia claro que bajo otras circunstancias no lo permitiría. Pero la presencia de la mujer me impedía hacerlo. No quería espantarla,pues sabia que entonces la Maldición de la Corona me empezaría a atacar y no podría cumplir mi misión.
-Adelante-le conteste lo mas cortesmente posible.- Los centrogarnalicos debemos ayudarnos cuando estamos en tierra extraña.
Me costo bastante decir esto,aunque afortunadamente no era la primera vez que hacia algo parecido y la practica me había dado la habilidad de camuflar mis autenticas emociones. Aun asi sabia que estaba en problemas. Mi compañero, aun envuelto en el guardapolvos se reía disimuladamente de la situación a varias mesas de distancia. Cuando todo acabara tendría unas palabras serias con el. Por suerte este no interfirió en mi mesa, al estar la suya mas cercana a la barra.
-¿Y usted,mi señora?¿Su patria es la Gran Ciudad?-pregunte a la dama mientras miraba atentamente al recién llegado
-No, me temo que no soy de la gran ciudad.-dije mientras sacaba una cerilla del bolsillo,la encendía y devolvía la luz a la vela.-Mi patria esta mas al este,cerca de Deeva.....
No había acabado la frase cuando nos interrumpió un muchacho bastante mas mayor que yo,de pelo azul. Este quería que le dejara sentarse y tenia claro que bajo otras circunstancias no lo permitiría. Pero la presencia de la mujer me impedía hacerlo. No quería espantarla,pues sabia que entonces la Maldición de la Corona me empezaría a atacar y no podría cumplir mi misión.
-Adelante-le conteste lo mas cortesmente posible.- Los centrogarnalicos debemos ayudarnos cuando estamos en tierra extraña.
Me costo bastante decir esto,aunque afortunadamente no era la primera vez que hacia algo parecido y la practica me había dado la habilidad de camuflar mis autenticas emociones. Aun asi sabia que estaba en problemas. Mi compañero, aun envuelto en el guardapolvos se reía disimuladamente de la situación a varias mesas de distancia. Cuando todo acabara tendría unas palabras serias con el. Por suerte este no interfirió en mi mesa, al estar la suya mas cercana a la barra.
-¿Y usted,mi señora?¿Su patria es la Gran Ciudad?-pregunte a la dama mientras miraba atentamente al recién llegado
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Re: Noche de cantarespor Catherine, Mar Ene 27, 2015 6:31 pm
Agradecí, en silencio, que mi compañero de mesa volviera a encender la vela. No era de Ereaten, sino de las tierras de oriente, y eso me hizo recodar, no sin cierta nostalgia, a Kvothe Assherai, el ahora rey de Zhanthé a quien había conocido mientras estudiábamos en Aryewïe. Aquellos no fueron tiempos tan malos, sobre todo en comparación con el resto de mi estancia en el Reino Élfico.
Le dio permiso al joven de pelo azul para sentarse en la mesa y este respondió a mi saludo sin que su expresión variara en ningún momento. Ni una sonrisa, ni un gesto de timidez: nada. Me sentí un tanto inquieta, pero procuré que no se me notara. No tenía por qué tener miedo: ya no tendría problemas para usar mi magia y, si algo sucedía, sabía de la habilidad de los hombres que me acompañaban con las armas.
—Sí —le respondí al hombre rubio—. Soy de Ereaten, pero llevo ya unas semanas aquí.
No sabía determinar el tiempo exacto que había pasado desde mi llegada a Wölfkrone, porque apenas prestaba atención al paso de los días. Acaricié con los dedos, casi de forma inconsciente, la tela de mi capa. No me había pasado desapercibido que quien tenía delante lanzaba rápidas miradas a otro punto de la taberna, tal vez en busca del bardo.
El otro me preguntó si era de la realeza y, aunque bastaba con ver a los hombres que me acompañaban para suponerlo, su cuestión me sorprendió durante unos segundos, probablemente porque en ninguna otra ocasión me habían hecho esa pregunta. «Claro que tampoco había viajado nunca escoltada hasta que llegué a Wölfkrone».
—No, no. No soy de noble cuna —respondí, y luego me quedé callada, puesto que debía elegir las palabras con prudencia—. Solo estoy en el palacio... como invitada. —Un poco nerviosa, desvié la mirada—. Un tiempo.
No me pareció conveniente dar más información sobre un asunto que, todavía, era relativamente secreto, de modo que sonreí y cambié de tema:
—Y bueno, ¿también vienen a escuchar a... al bardo? Me han dicho que es uno de los mejores del reino. —Hice una pausa, y añadí—: Por cierto, no me he presentado. Me llamo Catherine.
Todavía no me acostumbraba que me trataran de mi señora, pero, tal vez, el tratamiento se debiera a que me creían noble, o a que no conocían mi nombre.
Le dio permiso al joven de pelo azul para sentarse en la mesa y este respondió a mi saludo sin que su expresión variara en ningún momento. Ni una sonrisa, ni un gesto de timidez: nada. Me sentí un tanto inquieta, pero procuré que no se me notara. No tenía por qué tener miedo: ya no tendría problemas para usar mi magia y, si algo sucedía, sabía de la habilidad de los hombres que me acompañaban con las armas.
—Sí —le respondí al hombre rubio—. Soy de Ereaten, pero llevo ya unas semanas aquí.
No sabía determinar el tiempo exacto que había pasado desde mi llegada a Wölfkrone, porque apenas prestaba atención al paso de los días. Acaricié con los dedos, casi de forma inconsciente, la tela de mi capa. No me había pasado desapercibido que quien tenía delante lanzaba rápidas miradas a otro punto de la taberna, tal vez en busca del bardo.
El otro me preguntó si era de la realeza y, aunque bastaba con ver a los hombres que me acompañaban para suponerlo, su cuestión me sorprendió durante unos segundos, probablemente porque en ninguna otra ocasión me habían hecho esa pregunta. «Claro que tampoco había viajado nunca escoltada hasta que llegué a Wölfkrone».
—No, no. No soy de noble cuna —respondí, y luego me quedé callada, puesto que debía elegir las palabras con prudencia—. Solo estoy en el palacio... como invitada. —Un poco nerviosa, desvié la mirada—. Un tiempo.
No me pareció conveniente dar más información sobre un asunto que, todavía, era relativamente secreto, de modo que sonreí y cambié de tema:
—Y bueno, ¿también vienen a escuchar a... al bardo? Me han dicho que es uno de los mejores del reino. —Hice una pausa, y añadí—: Por cierto, no me he presentado. Me llamo Catherine.
Todavía no me acostumbraba que me trataran de mi señora, pero, tal vez, el tratamiento se debiera a que me creían noble, o a que no conocían mi nombre.
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Re: Noche de cantarespor Valerian Raynor, Mar Ene 27, 2015 8:01 pm
Ereaten. Invitada. Plebeya. Ya podía descartar que fuera una enviada de la Reina, pero no de la Inquisición. No tenia pinta, y seguramente no llevaría escolta real. Aunque no se me ocurrían muchas plebeyas que pudieran gozar el privilegio de la escolta. Algo no cuadraba. Aunque realmente no tenia importancia, solo su condición de licantropa. El recién llegado, ademas de ser un obstáculo para mi objetivo, resulto ser una maldita losa de granito y un tanto maleducado. Incluso el campesino mas zopenco de un pueblo habria cuidado mas sus palabras con la dama.
-Encantado,Lady Catherine.-dije al tiempo que inclinaba la cabeza en señal de respeto- Mi nombre es......Baltasar Cox y no,simplemente estoy de paso y ha coincidido. Nunca he podido apreciar bien el arte del Norte. Hasta hoy.
Bueno, habíamos avanzado un poco. No me había dado cuenta de que estaba seco y mi jarra hacia rato que estaba vacía. Maldita sea. Y el tabernero estaba ocupado en la barra, por lo que alguien tendría que levantarse y estaba claro que seria yo.
-Bueno, si vamos a tener una conversación civilizada y poder estar atentos al arte del bardo sera mejor que pidamos algo de beber. Ademas, tampoco seria correcto estar en un local sin consumir.-dije al tiempo que me levantaba de la mesa-¿Que desea usted,mi lady?....(FDP:Tiempo de espera a que conteste Cath).....¿Y usted?
Con disimulo deje caer en mi silla La Piedra Corazón de Lobo, un antigua reliquia de mi familia. Nadie podría moverla ni el objeto sobre el que estuviera cuando se activara salvo alguien de sangre real namoriana. Para ser preciso el lider de la Nacion Namoriana. Asi nadie podria quitarme el sitio,pues estaba seguro que mi hermano de la Garra Rota lo intentaría en cuanto me alejara un tanto,pues no paraba de sonreír ante la situación.
-Encantado,Lady Catherine.-dije al tiempo que inclinaba la cabeza en señal de respeto- Mi nombre es......Baltasar Cox y no,simplemente estoy de paso y ha coincidido. Nunca he podido apreciar bien el arte del Norte. Hasta hoy.
Bueno, habíamos avanzado un poco. No me había dado cuenta de que estaba seco y mi jarra hacia rato que estaba vacía. Maldita sea. Y el tabernero estaba ocupado en la barra, por lo que alguien tendría que levantarse y estaba claro que seria yo.
-Bueno, si vamos a tener una conversación civilizada y poder estar atentos al arte del bardo sera mejor que pidamos algo de beber. Ademas, tampoco seria correcto estar en un local sin consumir.-dije al tiempo que me levantaba de la mesa-¿Que desea usted,mi lady?....(FDP:Tiempo de espera a que conteste Cath).....¿Y usted?
Con disimulo deje caer en mi silla La Piedra Corazón de Lobo, un antigua reliquia de mi familia. Nadie podría moverla ni el objeto sobre el que estuviera cuando se activara salvo alguien de sangre real namoriana. Para ser preciso el lider de la Nacion Namoriana. Asi nadie podria quitarme el sitio,pues estaba seguro que mi hermano de la Garra Rota lo intentaría en cuanto me alejara un tanto,pues no paraba de sonreír ante la situación.
Catherine
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Re: Noche de cantarespor Catherine, Miér Ene 28, 2015 8:59 pm
El nombre del hombre rubio me pareció más propio de tierras del sur que de tierras orientales, pero, puesto que de Oriente no conocía más que algunos nombres del reino de Zhanthé, no podía saber si mi intuición era acertada o no. Después de Baltasar, el siguiente en presentarse fue el extraño e inexpresivo joven de cabello azul. Se llamaba (o lo llamaban) Helm Rostro de Piedra, y no me cabía duda de que nadie habría podido elegir un apodo mejor.
Incliné ligeramente la cabeza cuando ambos se presentaron, y me sentí, en cierto modo, avergonzada, porque ellos —sobre todo Baltasar— me trataban con un respeto y una cortesía que, quizás, yo no había mostrado. Y no le faltaba razón: no sería correcto ocupar las mesas del local sin consumir nada. No obstante, era tanto el trabajo que tenían esa noche que no sabía cuánto tardarían en atendernos.
—Para mí una jarra de aguamiel —dije, sin pensar demasiado—. Gracias.
Ya me había acostumbrado al sabor del aguamiel, y especialmente al del aguamiel de Hjförleif, hija de Hjför, que era famoso todo el mundo. Mientras Helm le respondía, yo busqué, en un bolsillo interior de mi capa, un saquito marrón y lo abrí con delicadeza. Cogí las monedas que había dentro y se las tendí a Baltasar:
—Permítame que sea yo quien invite —me ofrecí, tratándolo en esta ocasión de usted.
Era lo menos que podía hacer. Aquellas monedas eran mías; las había traído conmigo de Enawë, pero todavía no me habían permitido gastarlas, y no creía que lo hicieran. Los guardas me miraron con cierto gesto de desaprobación, y con una aún mayor desaprobación miraron a Baltasar y a Helm, y sobre todo a Helm. Yo suspiré, y se extendió sobre la mesa, durante unos instantes, un incómodo silencio. En toda la taberna se respiraba un ambiente de expectación que atribuí al espectáculo del bardo. Seguramente, no tardaría mucho en aparecer.
Incliné ligeramente la cabeza cuando ambos se presentaron, y me sentí, en cierto modo, avergonzada, porque ellos —sobre todo Baltasar— me trataban con un respeto y una cortesía que, quizás, yo no había mostrado. Y no le faltaba razón: no sería correcto ocupar las mesas del local sin consumir nada. No obstante, era tanto el trabajo que tenían esa noche que no sabía cuánto tardarían en atendernos.
—Para mí una jarra de aguamiel —dije, sin pensar demasiado—. Gracias.
Ya me había acostumbrado al sabor del aguamiel, y especialmente al del aguamiel de Hjförleif, hija de Hjför, que era famoso todo el mundo. Mientras Helm le respondía, yo busqué, en un bolsillo interior de mi capa, un saquito marrón y lo abrí con delicadeza. Cogí las monedas que había dentro y se las tendí a Baltasar:
—Permítame que sea yo quien invite —me ofrecí, tratándolo en esta ocasión de usted.
Era lo menos que podía hacer. Aquellas monedas eran mías; las había traído conmigo de Enawë, pero todavía no me habían permitido gastarlas, y no creía que lo hicieran. Los guardas me miraron con cierto gesto de desaprobación, y con una aún mayor desaprobación miraron a Baltasar y a Helm, y sobre todo a Helm. Yo suspiré, y se extendió sobre la mesa, durante unos instantes, un incómodo silencio. En toda la taberna se respiraba un ambiente de expectación que atribuí al espectáculo del bardo. Seguramente, no tardaría mucho en aparecer.
Valerian Raynor
Señor de los lobos (humano)
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Re: Noche de cantarespor Valerian Raynor, Miér Ene 28, 2015 9:41 pm
-No podría permitirlo,Lady Catherine-le dije,negando con las manos al ofrecerme ella el dinero para acto seguido señalar con la mirada a mi compañero de armas de la otra mesa- A la primera nos va a invitar aquel hombre de alli.
Ahora iba a pagar por reírse tanto y por poner en peligro la misión. Era cierto que yo con esta acción también la ponía, pero eso no iba ha echarme atrás. Me acerque a su mesa con rapidez. Sabia a lo que iba, y ya tenia varias monedas en la mano preparadas. Las cogí sin cuidado alguno y me coloque a su lado.
-¿Tienes algo de Azucar Lunar?-dije en garri,el lenguaje secreto de la Garra Rota
Me miro con cara de sorpresa,pero rápidamente cambio a reproche. Al ver que no cambiaba de opinión, me dio un poco de polvo azulado que guarde en mi capa. Ese polvo era muy especial. Solo afectaba a los lobos y los confería de una fuerza superior. Unos pocos granos en la copa adecuada y sin saberlo la mujer podría romper la copa al cogerla. No me quedaba otra. Olía a lobo,pero no se mostraba y era un olor muy débil. Pedí la bebida al camarero y los polvos volaron del interior de mi bolsillo a la jarra de aguamiel. Estaba hecho. Volví a la mesa y deje las jarra en medio.
-Una jarra de Aguamiel para mi señora,una jarra de cerveza nórdica para usted y vino especiado para mi.
Ahora iba a pagar por reírse tanto y por poner en peligro la misión. Era cierto que yo con esta acción también la ponía, pero eso no iba ha echarme atrás. Me acerque a su mesa con rapidez. Sabia a lo que iba, y ya tenia varias monedas en la mano preparadas. Las cogí sin cuidado alguno y me coloque a su lado.
-¿Tienes algo de Azucar Lunar?-dije en garri,el lenguaje secreto de la Garra Rota
Me miro con cara de sorpresa,pero rápidamente cambio a reproche. Al ver que no cambiaba de opinión, me dio un poco de polvo azulado que guarde en mi capa. Ese polvo era muy especial. Solo afectaba a los lobos y los confería de una fuerza superior. Unos pocos granos en la copa adecuada y sin saberlo la mujer podría romper la copa al cogerla. No me quedaba otra. Olía a lobo,pero no se mostraba y era un olor muy débil. Pedí la bebida al camarero y los polvos volaron del interior de mi bolsillo a la jarra de aguamiel. Estaba hecho. Volví a la mesa y deje las jarra en medio.
-Una jarra de Aguamiel para mi señora,una jarra de cerveza nórdica para usted y vino especiado para mi.
Catherine
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Re: Noche de cantarespor Catherine, Jue Ene 29, 2015 8:01 pm
Ninguno de los dos quiso aceptar mi invitación, pero sus formas de rechazarla fueron notablemente distintas; así que me vi obligada a guardar, por enésima vez desde mi llegada a Wölfkrone, las monedas que había traído de Enawë. Baltasar señaló a un hombre con la mirada, y yo giré la cabeza para ver de quién se trataba, y deduje que era a ese conocido a quien llevaba rato mirando. Mientras volvía a meter el saco en el bolsillo de mi capa, sonreí, y luego me quedé sentada, con las manos sobre la mesa.
Mis ojos se desviaron hacia los guardas, que no parecían tener intención de relajarse en ningún momento. No podía evitar que aquella rectitud me incomodara, sobre todo si estábamos fuera de palacio, que era su lugar habitual de trabajo.
—Föda? Drikke? 1 —les pregunté.
Ambos negaron con la cabeza, y yo suspiré y me encogí de hombros. «Me llevará mucho tiempo acostumbrarme a esta situación», me dije a mí misma, mientras esperaba por Baltasar. En este espacio de tiempo, no hubo más palabras, pero sí muchas miradas: de Helm a la barra, de los guardas a la mesa del amigo de Baltasar; y las mías, perdidas entre cada una de las mesas de la taberna. Me gustaban, en su sencillez, las ropas que llevaban en el norte, aun las de las clases más bajas.
«Una jarra de Aguamiel para mi señora,una jarra de cerveza nórdica para usted y vino especiado para mi», anunció Baltasar, dejando las jarras sobre la mesa y sacándome, con su voz, de mis propios pensamientos.
—Gracias —dije, nuevamente con una sonrisa.
Tomé la jarra por el asa y acerqué el borde a mis labios. El aroma del aguamiel era más dulce que un beso, y este olor no era engañoso: sabía tan bien como olía. Al ser tan grande la jarra y mis manos, pequeñas, esta tembló en mi mano mientras la levantaba, y acabé tomándola con ambas manos. Entonces pude disfrutar del sabor al que me había aficionado en las últimas semanas. No era un aguamiel corriente: era una mezcla de bosques, grosellas, mieles y primaveras del norte. Tal como el líquido descendía por mi garganta, iban desfilando por mi alma los recuerdos, y ¡qué recuerdos! Lo que más me gustaba de aquella bebida era todo a lo que estaba asociada; al fin y al cabo, solo puede ser hermoso lo que sugiere y evoca.
—Es una bebida magnífica —comenté, y dejé la jarra sobre la mesa—. No me extraña que sea conocida incluso fuera de las fronteras del reino.
Tenía la sensación de que alguien me estaba mirando con atención, y giré la cabeza, y ese alguien —según creía— apartó la mirada. Era el hombre al que Baltasar parecía haber obligado a pagar nuestras bebidas.
—¿Es un amigo? —le pregunté, aunque intuía la respuesta—. Si quiere, puede sentarse con nosotros —añadí, ya que en nuestra mesa todavía quedaban algunas sillas libres—. Ya que nos ha invitado...
Solté una pequeña risa y luego me fijé en la cerveza que había pedido Helm. Aquella bebida no era de mi agrado, pero sabía que a Cres le gustaba mucho la que hacían en la Taberna de Hjför (aunque, ciertamente, había llegado a pensar que no había bebida en aquella taberna que no fuera del gusto de mi príncipe), y Michelle era aficionada a todo tipo de cervezas.
—¿Le gusta?
Mis ojos se desviaron hacia los guardas, que no parecían tener intención de relajarse en ningún momento. No podía evitar que aquella rectitud me incomodara, sobre todo si estábamos fuera de palacio, que era su lugar habitual de trabajo.
—Föda? Drikke? 1 —les pregunté.
Ambos negaron con la cabeza, y yo suspiré y me encogí de hombros. «Me llevará mucho tiempo acostumbrarme a esta situación», me dije a mí misma, mientras esperaba por Baltasar. En este espacio de tiempo, no hubo más palabras, pero sí muchas miradas: de Helm a la barra, de los guardas a la mesa del amigo de Baltasar; y las mías, perdidas entre cada una de las mesas de la taberna. Me gustaban, en su sencillez, las ropas que llevaban en el norte, aun las de las clases más bajas.
«Una jarra de Aguamiel para mi señora,una jarra de cerveza nórdica para usted y vino especiado para mi», anunció Baltasar, dejando las jarras sobre la mesa y sacándome, con su voz, de mis propios pensamientos.
—Gracias —dije, nuevamente con una sonrisa.
Tomé la jarra por el asa y acerqué el borde a mis labios. El aroma del aguamiel era más dulce que un beso, y este olor no era engañoso: sabía tan bien como olía. Al ser tan grande la jarra y mis manos, pequeñas, esta tembló en mi mano mientras la levantaba, y acabé tomándola con ambas manos. Entonces pude disfrutar del sabor al que me había aficionado en las últimas semanas. No era un aguamiel corriente: era una mezcla de bosques, grosellas, mieles y primaveras del norte. Tal como el líquido descendía por mi garganta, iban desfilando por mi alma los recuerdos, y ¡qué recuerdos! Lo que más me gustaba de aquella bebida era todo a lo que estaba asociada; al fin y al cabo, solo puede ser hermoso lo que sugiere y evoca.
—Es una bebida magnífica —comenté, y dejé la jarra sobre la mesa—. No me extraña que sea conocida incluso fuera de las fronteras del reino.
Tenía la sensación de que alguien me estaba mirando con atención, y giré la cabeza, y ese alguien —según creía— apartó la mirada. Era el hombre al que Baltasar parecía haber obligado a pagar nuestras bebidas.
—¿Es un amigo? —le pregunté, aunque intuía la respuesta—. Si quiere, puede sentarse con nosotros —añadí, ya que en nuestra mesa todavía quedaban algunas sillas libres—. Ya que nos ha invitado...
Solté una pequeña risa y luego me fijé en la cerveza que había pedido Helm. Aquella bebida no era de mi agrado, pero sabía que a Cres le gustaba mucho la que hacían en la Taberna de Hjför (aunque, ciertamente, había llegado a pensar que no había bebida en aquella taberna que no fuera del gusto de mi príncipe), y Michelle era aficionada a todo tipo de cervezas.
—¿Le gusta?
Traducciones:
1 Föda? Drikke?: ¿Comida? ¿Bebida?
Valerian Raynor
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Re: Noche de cantarespor Valerian Raynor, Jue Ene 29, 2015 9:40 pm
-No es exactamente un amigo y me temo que prefiere estar solo.-conteste a Catherine cortesmente.
Mi querido compañero alzo su propia jarra desde su asiento en señal de conformidad. La Garra era una organización muy descentralizada, con mucha libertad. Solo había una cosa que no era rebatible e incuestionable: Mi palabra. No le quite ojo de encima mientras bebía. En cualquier momento empezaría a surtir efecto el azúcar lunar. Eso me estuve diciendo a mi mismo durante varios segundos hasta que averigüe la verdad. No era licantropa, si lo fuera ya lo sabría. Seguramente habían matado o había pasado cerca de un lobo y su olor se había quedado impregnado en su ropa. Todo había sido una perdida de tiempo, pero no por ello iba a despachar a mis compañeros de mesa, al menos a la mujer. Al otro se le podía tragar la tierra. Maldito maleducado.
-¿Y...que debe hacer una persona para ser invitado al Gran Palacio de Wolfkrone?¿Una embajada,tal vez?-pregunte de nuevo a Catherine
Apenas alcance a escuchar la respuesta cuando la gente que estaba cerca del escenario empezó a alborotarse. Por fin llegaba el bardo. El vampiro debía estar cerca. La gente se fue calmando poco a poco y se fueron sentando de nuevo en sus sitios. mis sentidos estaban alerta,preparados para localizar al vampiro. Y vaya si lo localizo. Era un hombre de apariencia vieja. Una barba blanca caía de su barbilla e iba cubierto por una capa nórdica tintada de rojo. El bardo. Mire a mi compañero, que me devolvió una mirada de incredibilidad. Tenia intención de matar a un campesino, quizás a un mozo de cuadra. Pero no, mi objetivo era uno de los bardos mas notorios en el Norte y posiblemente de media Garnalia. Daba igual que lo acuchillara a escondidas o le matara rodeado de gente. La huida tendría que ser bastante rápida y el teletransporte no era lo mio.
-Maldita sea- dije en voz alta, sin acordarme de que tenia gente a mi alrededor que no sabia ni quien era.
Mi querido compañero alzo su propia jarra desde su asiento en señal de conformidad. La Garra era una organización muy descentralizada, con mucha libertad. Solo había una cosa que no era rebatible e incuestionable: Mi palabra. No le quite ojo de encima mientras bebía. En cualquier momento empezaría a surtir efecto el azúcar lunar. Eso me estuve diciendo a mi mismo durante varios segundos hasta que averigüe la verdad. No era licantropa, si lo fuera ya lo sabría. Seguramente habían matado o había pasado cerca de un lobo y su olor se había quedado impregnado en su ropa. Todo había sido una perdida de tiempo, pero no por ello iba a despachar a mis compañeros de mesa, al menos a la mujer. Al otro se le podía tragar la tierra. Maldito maleducado.
-¿Y...que debe hacer una persona para ser invitado al Gran Palacio de Wolfkrone?¿Una embajada,tal vez?-pregunte de nuevo a Catherine
Apenas alcance a escuchar la respuesta cuando la gente que estaba cerca del escenario empezó a alborotarse. Por fin llegaba el bardo. El vampiro debía estar cerca. La gente se fue calmando poco a poco y se fueron sentando de nuevo en sus sitios. mis sentidos estaban alerta,preparados para localizar al vampiro. Y vaya si lo localizo. Era un hombre de apariencia vieja. Una barba blanca caía de su barbilla e iba cubierto por una capa nórdica tintada de rojo. El bardo. Mire a mi compañero, que me devolvió una mirada de incredibilidad. Tenia intención de matar a un campesino, quizás a un mozo de cuadra. Pero no, mi objetivo era uno de los bardos mas notorios en el Norte y posiblemente de media Garnalia. Daba igual que lo acuchillara a escondidas o le matara rodeado de gente. La huida tendría que ser bastante rápida y el teletransporte no era lo mio.
-Maldita sea- dije en voz alta, sin acordarme de que tenia gente a mi alrededor que no sabia ni quien era.
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Re: Noche de cantarespor Catherine, Jue Feb 05, 2015 7:16 pm
¿Una embajada? Su pregunta me dejó callada, y, para no tener que responder de inmediato, tomé un largo sorbo de aguamiel mientras pensaba qué contestar. Mentir y decir que sí era muy arriesgado: ¿y si me preguntaba por los asuntos que estaba tratando? No podía desvelar ningún dato sobre temas políticos de importancia, ni tampoco convenía elaborar una mentira precipitada que pudiera difundirse y dar lugar a malas interpretaciones.
—No —respondí, al tiempo que negaba con la cabeza—. Estoy por una cuestión... de amistad. —Me mordí el labio, ligeramente nerviosa—. Y un proyecto. De... astronomía. La corte está interesada en mis estudios sobre esa materia.
Esperaba que mi respuesta resultara convincente; al menos, si me preguntaba por cuestiones de astronomía podría responderle con lo que había aprendido en el observatorio de la Torre. Volví a dejar la jarra sobre la mesa y, entonces, las voces a nuestro alrededor elevaron el tono. Miré a la tarima y vi aparecer la que no podía ser otra que la figura del bardo: un hombre muy anciano —muchos eran los años que necesitaba un ser humano para memorizar el cantar de Horson—, con una barba más blanca que el invierno y unos ojos grandes y muy juntos. Su piel era casi tan pálida como su barba. No me lo esperaba así.
«Maldita sea», dijo Baltasar.
—¿Qué sucede? —le pregunté.
El bardo saludó a su público con una inclinación de cabeza, dijo algo que no entendí y tomó su laúd, y le arrancó las primeras notas. Como si hubiera sucedido un milagro, el silencio se extendió por toda la taberna al tiempo que el músico hacía vibrar las cuerdas.
—No —respondí, al tiempo que negaba con la cabeza—. Estoy por una cuestión... de amistad. —Me mordí el labio, ligeramente nerviosa—. Y un proyecto. De... astronomía. La corte está interesada en mis estudios sobre esa materia.
Esperaba que mi respuesta resultara convincente; al menos, si me preguntaba por cuestiones de astronomía podría responderle con lo que había aprendido en el observatorio de la Torre. Volví a dejar la jarra sobre la mesa y, entonces, las voces a nuestro alrededor elevaron el tono. Miré a la tarima y vi aparecer la que no podía ser otra que la figura del bardo: un hombre muy anciano —muchos eran los años que necesitaba un ser humano para memorizar el cantar de Horson—, con una barba más blanca que el invierno y unos ojos grandes y muy juntos. Su piel era casi tan pálida como su barba. No me lo esperaba así.
«Maldita sea», dijo Baltasar.
—¿Qué sucede? —le pregunté.
El bardo saludó a su público con una inclinación de cabeza, dijo algo que no entendí y tomó su laúd, y le arrancó las primeras notas. Como si hubiera sucedido un milagro, el silencio se extendió por toda la taberna al tiempo que el músico hacía vibrar las cuerdas.
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Re: Noche de cantarespor Valerian Raynor, Vie Feb 06, 2015 12:11 am
-Va a tener que disculparme,Lady Catherine-empece mientras miraba fijamente al bardo-En primer lugar por mentirle sobre mi identidad y mi propósito en este lugar. No se preocupe, no tiene nada que ver con usted. Y en segundo lugar por que estoy apunto de chafarle su plan de escuchar al bardo. Espero que algún día nos volvamos a reunir en un sitio mas propicio y en mejores circunstancias. En cuanto a usted-dije refiriéndome al otro chico- No se interponga.
Nada mas acabar mi pequeña disculpa le hice un gesto de aprobación a mi compañero, que se levanto de la mesa. Yo también me levante de la mesa mientras sacaba un cuchillo y se lo lanzaba directamente al cuello del bardo. Era una hoja de luxcrite, un material venenoso para los vampiros y otros seres similares. Ese veneno se extendía como las arenas de Aleketh y en apenas unos minutos la criatura estaba muerta. Este no tendría esa suerte, al haberle dado en un sitio tan vital como el cuello y las arterias. El bardo se desplomo en el suelo mientras se llevaba las manos a la garganta,intentando parar la hemorragia. Era imposible y en apenas segundos había muerto. Entonces me gire para contemplar el por que los Guardias Reales no me habían apresado ya. Mi hermano de armas había sacado las dos katanas y se las había colocado en el cuello a los sorprendidos guardias,sin matarlos. Eso estaba bien, pues no queria mas problemas con el Reino de Wolfkrone
-Dette har ingenting å gjøre med deg eller din beskyttet*-les dije a los Guardias-Jeg ønsker å gå med min bror fredelig
__________________________________________________________________________________________________________
*Esto no tiene que ver con vosotros o con vuestra protegida
** Deseo irme con mi hermano pacificamente
Nada mas acabar mi pequeña disculpa le hice un gesto de aprobación a mi compañero, que se levanto de la mesa. Yo también me levante de la mesa mientras sacaba un cuchillo y se lo lanzaba directamente al cuello del bardo. Era una hoja de luxcrite, un material venenoso para los vampiros y otros seres similares. Ese veneno se extendía como las arenas de Aleketh y en apenas unos minutos la criatura estaba muerta. Este no tendría esa suerte, al haberle dado en un sitio tan vital como el cuello y las arterias. El bardo se desplomo en el suelo mientras se llevaba las manos a la garganta,intentando parar la hemorragia. Era imposible y en apenas segundos había muerto. Entonces me gire para contemplar el por que los Guardias Reales no me habían apresado ya. Mi hermano de armas había sacado las dos katanas y se las había colocado en el cuello a los sorprendidos guardias,sin matarlos. Eso estaba bien, pues no queria mas problemas con el Reino de Wolfkrone
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Re: Noche de cantarespor Catherine, Sáb Feb 07, 2015 2:00 pm
Al principio no entendí nada; no me imaginé por qué se disculpaba ni qué iba a impedir que escuchara al bardo, quien ya había comenzado su actuación. Pero sus palabras alteraron mis sentidos. Abrí los ojos, sorprendida, cuando reconoció que nos había mentido, y me reproché a mí misma no haber sido tan desconfiada como lo era en otros lugares y en otros tiempos.
Apenas tuve tiempo de reaccionar, de decir nada, cuando Baltasar —o quien fuera— se levantó y clavó un cuchillo con certera puntería en el cuello del bardo. Como consecuencia, gritos de alarma, de terror, se extendieron por toda la taberna; muchos se quedaron con la boca abierta, otros se levantaron de sus sillas de inmediato, y, más tarde, unos terceros se lanzaron sobre el pobre anciano herido, para auxiliarlo, o tal vez para rematarlo, pues ya no entendía nada de lo que estaba sucediendo.
—Por la Diosa, ¡¡para!!
Me levanté de un salto y, sin apartar mis ojos del ahora caótico escenario, me abrí paso a empujones entre la multitud que se había congregado en torno a él. El bardo estaba pálido, tirado en el suelo, y todavía tenía las manos en torno al cuello. Me agaché junto al pobre anciano; si actuaba rápido, quizás...
Arranqué el cuchillo y presioné la herida, y entonces la sangre me bañó los dedos y el vestido. No necesité mayor confirmación que aquella: la sangre presentaba una tonalidad más clara de la habitual, y hasta el propio tacto de la misma contra mi piel era diferente, más frío. Había muerto al instante. Y envenenado.
A mi alrededor, hombres y mujeres, en nórdico, me hacían preguntas; otros exclamaban; algunos, incluso, lloraban.
—Está muerto —dije, y recordé la palabra equivalente a "muerto" en nórdico—: Dødn.
Luego hubo una nueva ola de exclamaciones, y un silencio breve, al que sucedieron las palabras del asesino del bardo. Volví a levantarme y, en esta ocasión, no tuve que empujar a nadie, pues la multitud, asustada, se había disgregado, y los que no habían salido ya de la taberna se habían quedado junto a las paredes, como si estas pudieran protegerlos.
Di un par de pasos hacia el frente, todavía conmocionada, y tuve que contemplar, con horror, cómo el cómplice de "Baltasar" tenía atrapados a mis guardias, ambos con una espada besándoles el cuello. «¿Qué voy a hacer?», me dije, angustiada. «¿Qué voy a hacer?». Ni siquiera presté atención a lo que dijo el asesino, pero, tal vez, podría negociar con él para que al menos perdonara la vida de los dos soldados, y la del resto de personas que esa noche habían acudido a la taberna.
—¡Déjalos...!
No pude terminar la frase. Los dos criminales no eran los únicos que estaban armados y, a pocos metros de mí, una mujer desenfundó una espada robusta, y otros, más lejos, corrieron hacia el hombre enarbolando sus armas.
—¡¡No!! —grité—. ¡¡Paren, deténganse!!
Nadie me escuchó, nadie me entendió. El corazón me latía muy rápido, y me temblaba todo el cuerpo; no quería que nada le sucediera a los hombres que me habían acompañado, pero a nadie más en la taberna parecía importarle el futuro de la Guardia Real, pues no fueron a por el que amenazaba con cortarles el cuello, sino a por Baltasar.
Así que corrí hacia Baltasar rápido, muy rápido, para llegar antes que nadie, y me coloqué detrás del asesino, casi sin pensar en los riesgos que yo misma pudiera correr, y alcé la mano para agarrarlo del cuello.
—¡¡¡BASTA YA!!! —exclamé, y mi grito debió sonar tan alto, tan amenazador, que los que iban a por él se detuvieron en seco, aun sin saber lo que estaba diciendo.
Jadeante y despeinada, miré al hombre de las katanas. De forma sutil, hice que se elevara la temperatura de mis dedos, para que el envenenador sintiera el calor en su propio cuello; eso bastaría para que supiera que era maga, y que podía —o podía intentar— hacerlo arder en ese mismo instante.
—Déjalos ir —pedí, dirigiéndome a Baltasar, o a su cómplice, o a quien me escuchara—. No quiero más sangre. Sea cual sea tu intención... Si dices que nada tiene que ver con nosotros, déjalos ir.
Vi cómo uno de los guardias llevaba discretamente una mano hacia su espada, y negué con la cabeza. Cualquier acto de rebeldía podía desencadenar consecuencias fatales...
Apenas tuve tiempo de reaccionar, de decir nada, cuando Baltasar —o quien fuera— se levantó y clavó un cuchillo con certera puntería en el cuello del bardo. Como consecuencia, gritos de alarma, de terror, se extendieron por toda la taberna; muchos se quedaron con la boca abierta, otros se levantaron de sus sillas de inmediato, y, más tarde, unos terceros se lanzaron sobre el pobre anciano herido, para auxiliarlo, o tal vez para rematarlo, pues ya no entendía nada de lo que estaba sucediendo.
—Por la Diosa, ¡¡para!!
Me levanté de un salto y, sin apartar mis ojos del ahora caótico escenario, me abrí paso a empujones entre la multitud que se había congregado en torno a él. El bardo estaba pálido, tirado en el suelo, y todavía tenía las manos en torno al cuello. Me agaché junto al pobre anciano; si actuaba rápido, quizás...
Arranqué el cuchillo y presioné la herida, y entonces la sangre me bañó los dedos y el vestido. No necesité mayor confirmación que aquella: la sangre presentaba una tonalidad más clara de la habitual, y hasta el propio tacto de la misma contra mi piel era diferente, más frío. Había muerto al instante. Y envenenado.
A mi alrededor, hombres y mujeres, en nórdico, me hacían preguntas; otros exclamaban; algunos, incluso, lloraban.
—Está muerto —dije, y recordé la palabra equivalente a "muerto" en nórdico—: Dødn.
Luego hubo una nueva ola de exclamaciones, y un silencio breve, al que sucedieron las palabras del asesino del bardo. Volví a levantarme y, en esta ocasión, no tuve que empujar a nadie, pues la multitud, asustada, se había disgregado, y los que no habían salido ya de la taberna se habían quedado junto a las paredes, como si estas pudieran protegerlos.
Di un par de pasos hacia el frente, todavía conmocionada, y tuve que contemplar, con horror, cómo el cómplice de "Baltasar" tenía atrapados a mis guardias, ambos con una espada besándoles el cuello. «¿Qué voy a hacer?», me dije, angustiada. «¿Qué voy a hacer?». Ni siquiera presté atención a lo que dijo el asesino, pero, tal vez, podría negociar con él para que al menos perdonara la vida de los dos soldados, y la del resto de personas que esa noche habían acudido a la taberna.
—¡Déjalos...!
No pude terminar la frase. Los dos criminales no eran los únicos que estaban armados y, a pocos metros de mí, una mujer desenfundó una espada robusta, y otros, más lejos, corrieron hacia el hombre enarbolando sus armas.
—¡¡No!! —grité—. ¡¡Paren, deténganse!!
Nadie me escuchó, nadie me entendió. El corazón me latía muy rápido, y me temblaba todo el cuerpo; no quería que nada le sucediera a los hombres que me habían acompañado, pero a nadie más en la taberna parecía importarle el futuro de la Guardia Real, pues no fueron a por el que amenazaba con cortarles el cuello, sino a por Baltasar.
Así que corrí hacia Baltasar rápido, muy rápido, para llegar antes que nadie, y me coloqué detrás del asesino, casi sin pensar en los riesgos que yo misma pudiera correr, y alcé la mano para agarrarlo del cuello.
—¡¡¡BASTA YA!!! —exclamé, y mi grito debió sonar tan alto, tan amenazador, que los que iban a por él se detuvieron en seco, aun sin saber lo que estaba diciendo.
Jadeante y despeinada, miré al hombre de las katanas. De forma sutil, hice que se elevara la temperatura de mis dedos, para que el envenenador sintiera el calor en su propio cuello; eso bastaría para que supiera que era maga, y que podía —o podía intentar— hacerlo arder en ese mismo instante.
—Déjalos ir —pedí, dirigiéndome a Baltasar, o a su cómplice, o a quien me escuchara—. No quiero más sangre. Sea cual sea tu intención... Si dices que nada tiene que ver con nosotros, déjalos ir.
Vi cómo uno de los guardias llevaba discretamente una mano hacia su espada, y negué con la cabeza. Cualquier acto de rebeldía podía desencadenar consecuencias fatales...
Valerian Raynor
Señor de los lobos (humano)
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Re: Noche de cantarespor Valerian Raynor, Dom Feb 08, 2015 1:52 pm
Una maga, y encima de la Diosa. Quien loniba a decir. Malditos adoradores de mente cerrada. Podia contrarrestar su magia, pero estaria agrediendo a una invitada del reino y eso no me convenia. Solo me quedaba una opcion. Me desabroche el cinturon del que colgaban mis katanas y se las lance a mi compañero. Esto las cogio al vuelo y volvio a colocar su katana en el cuello de guardia.
-Corre- le ordene
Me miro, como si no hubiera comprendido la orden. Finalmente se dirigio poco a hacia la puerta y se esfumo. Ahora estaba solo, en inferioridad y desarmado. Los Guardias ya estaban libres y la mujer ya no tenia por que agarrarme.
-Mil guardias han intentado atraparme. Al menos diez cazadores y algun cazarrecompensas. Espero que este orgullosa,Lady Catherine, pues usted ha conseguido algo que se consideraba imposible.
Lanzar rebotar y atrapar. Aquella pelota traida de tierras lejanas era lo unico que tenia para entretenerme. De hecho era lo unico que me quedaba, pues el resto se encontraba en la mesa del carcelero que me miraba con ojos llenos de odio. Un cuchillo ceremonial, varias cadenas y mi collar de colmillos de vampiro. No era la primera vez que estaba en esa situacion. Meses atras habia pasado una temporada en los calabozos del Fuerte Lanzanegra. Pero entonces habia salido por que Santiago me necesitaba para un trabajo. Esta vez seria mas dificil escapar
-Corre- le ordene
Me miro, como si no hubiera comprendido la orden. Finalmente se dirigio poco a hacia la puerta y se esfumo. Ahora estaba solo, en inferioridad y desarmado. Los Guardias ya estaban libres y la mujer ya no tenia por que agarrarme.
-Mil guardias han intentado atraparme. Al menos diez cazadores y algun cazarrecompensas. Espero que este orgullosa,Lady Catherine, pues usted ha conseguido algo que se consideraba imposible.
Unas horas despues
Lanzar rebotar y atrapar. Aquella pelota traida de tierras lejanas era lo unico que tenia para entretenerme. De hecho era lo unico que me quedaba, pues el resto se encontraba en la mesa del carcelero que me miraba con ojos llenos de odio. Un cuchillo ceremonial, varias cadenas y mi collar de colmillos de vampiro. No era la primera vez que estaba en esa situacion. Meses atras habia pasado una temporada en los calabozos del Fuerte Lanzanegra. Pero entonces habia salido por que Santiago me necesitaba para un trabajo. Esta vez seria mas dificil escapar
Catherine
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Re: Noche de cantarespor Catherine, Dom Feb 08, 2015 9:15 pm
Se había dejado capturar para salvar a su amigo. En eso pensaba mientras descendía por las escaleras que llevaban a las mazmorras del palacio de Wölfkrone. Era la primera vez que las pisaba y, probablemente, pocos lugares en el mundo estuvieran mejor custodiados que aquel, o más escondidos. La puerta que conducía a estos calabozos localizados en el subsuelo era discreta y jamás la habría encontrado si los guardias no me hubieran conducido a ella. Después, todo era una larga sucesión de escaleras de piedra, iluminadas por antorchas de fuegos tenues, y que llevaban a varios niveles, ubicados cada cual en un sector más profundo de la tierra. Si hubiera creído en la fe centrogarnálica, habría pensado que aquel camino llevaba al mismo infierno.
Pero era un lugar demasiado frío para ser el infierno. Seguí a los guardias que me acompañaban por un largo pasillo frío y oscuro, con celdas a ambos lados. Eran los mismos que me habían acompañado en la desafortunada visita a la taberna y, aunque no decían nada, se les notaba en el rostro que estaban avergonzados por lo sucedido, pues no habían podido evitar que se cometiera el crimen ni, tampoco, habrían podido hacer nada por protegerme en el caso de que el asesino hubiera optado por enfrentarse a mí en lugar de rendirse. «Ojalá pudiera explicarles que fue un infortunio y que no tienen por qué sentir vergüenza por nada».
Se detuvieron en un punto y me señalaron la celda. Tan solo habían pasado unas horas desde que se cometiera el crimen, pero ya se cernía sobre nosotros la madrugada. No obstante, aunque el cansancio entumecía mis músculos, no tenía sueño. No podía. La imagen de un asesinato no es fácil de olvidar, y estaba segura de que permanecería en las memorias de todos los que habían estado en la taberna. «Pobre bardo...», me decía, aún apenada. «¿Cómo podría alguien asesinar a un anciano indefenso a sangre fría?». No lo entendía, no podía entenderlo. Y, si quería obrar con justicia, era imprescindible entender las causas del suceso (no solo las consecuencias).
Desde la mesa del carcelero, mis ojos dieron con el prisionero, que se entretenía con una pelota como si nada extraño hubiera sucedido. Cerré los ojos y suspiré. Yo no era nadie en Wölfkrone para impartir justicia, pero, ahora que ni el príncipe ni los reyes se encontraban en palacio, sentía en cierta medida como responsabilidad mía velar por el cumplimiento del orden, aunque solo fuera para poder aconsejar con sabiduría a los ejecutores de la condena sobre el caso, ya que yo había sido testigo del crimen. Quizás, dada la importancia del bardo en la sociedad, la decisión final incluso cayera sobre Cres, y ¿qué haría él? «Lo que fuera justo. Él siempre tomaría la opción más justa».
Otro suspiro y avancé, para acercarme a los barrotes. El carcelero posó sus ojos sobre mí, recorriendo cada punto de mi cuerpo con su mirada, como si fuera ahora a mí —y no al prisionero— a quien estuviera sometiendo a juicio y examen. Aunque su observación silenciosa me resultaba verdaderamente incómoda, no me inmuté, y centré toda mi atención en el hombre encarcelado. Apoyé una de mis manos sobre un barrote. ¿Por dónde empezar?
—¿Por qué? —dije, y callé durante largos segundos—. ¿Por qué un anciano indefenso? ¿Quién eres en realidad? ¿Qué pretendías conseguir con ese crimen?
Wölfkrone lloraría la muerte del aclamado bardo. Y yo lamentaba no haber podido escucharlo cantar... ¿Quién iba a decirme que una noche que esperaba tranquila y entretenida acabaría convertida en una tragedia?
Pero era un lugar demasiado frío para ser el infierno. Seguí a los guardias que me acompañaban por un largo pasillo frío y oscuro, con celdas a ambos lados. Eran los mismos que me habían acompañado en la desafortunada visita a la taberna y, aunque no decían nada, se les notaba en el rostro que estaban avergonzados por lo sucedido, pues no habían podido evitar que se cometiera el crimen ni, tampoco, habrían podido hacer nada por protegerme en el caso de que el asesino hubiera optado por enfrentarse a mí en lugar de rendirse. «Ojalá pudiera explicarles que fue un infortunio y que no tienen por qué sentir vergüenza por nada».
Se detuvieron en un punto y me señalaron la celda. Tan solo habían pasado unas horas desde que se cometiera el crimen, pero ya se cernía sobre nosotros la madrugada. No obstante, aunque el cansancio entumecía mis músculos, no tenía sueño. No podía. La imagen de un asesinato no es fácil de olvidar, y estaba segura de que permanecería en las memorias de todos los que habían estado en la taberna. «Pobre bardo...», me decía, aún apenada. «¿Cómo podría alguien asesinar a un anciano indefenso a sangre fría?». No lo entendía, no podía entenderlo. Y, si quería obrar con justicia, era imprescindible entender las causas del suceso (no solo las consecuencias).
Desde la mesa del carcelero, mis ojos dieron con el prisionero, que se entretenía con una pelota como si nada extraño hubiera sucedido. Cerré los ojos y suspiré. Yo no era nadie en Wölfkrone para impartir justicia, pero, ahora que ni el príncipe ni los reyes se encontraban en palacio, sentía en cierta medida como responsabilidad mía velar por el cumplimiento del orden, aunque solo fuera para poder aconsejar con sabiduría a los ejecutores de la condena sobre el caso, ya que yo había sido testigo del crimen. Quizás, dada la importancia del bardo en la sociedad, la decisión final incluso cayera sobre Cres, y ¿qué haría él? «Lo que fuera justo. Él siempre tomaría la opción más justa».
Otro suspiro y avancé, para acercarme a los barrotes. El carcelero posó sus ojos sobre mí, recorriendo cada punto de mi cuerpo con su mirada, como si fuera ahora a mí —y no al prisionero— a quien estuviera sometiendo a juicio y examen. Aunque su observación silenciosa me resultaba verdaderamente incómoda, no me inmuté, y centré toda mi atención en el hombre encarcelado. Apoyé una de mis manos sobre un barrote. ¿Por dónde empezar?
—¿Por qué? —dije, y callé durante largos segundos—. ¿Por qué un anciano indefenso? ¿Quién eres en realidad? ¿Qué pretendías conseguir con ese crimen?
Wölfkrone lloraría la muerte del aclamado bardo. Y yo lamentaba no haber podido escucharlo cantar... ¿Quién iba a decirme que una noche que esperaba tranquila y entretenida acabaría convertida en una tragedia?
Valerian Raynor
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Re: Noche de cantarespor Valerian Raynor, Lun Feb 09, 2015 12:38 am
La risa histérica se apodero de mi cuando la mujer con la que había compartido mesa en la taberna llamo "anciano indefenso" al sicario del Rey Vampiro. Tarde bastante en recomponerme y cuando lo hice me dio lastima. Lastima por que no sabia la guerra que se llevaba librando en las sombras desde hace siglos y que en los últimos años se había recrudecido bajo mi dirección.
-¿Y por que no?¿Acaso hubieras preferido que acabase con un joven sano que tuviera toda la vida por delante?-dije en un tono mas de reproche que de burla.- Mi identidad prefiero mantenerla en secreto, por el bien de mi gente en cuanto a que pretendía conseguir con su muerte, la respuesta se encuentra encima de la mesa.
Esto ultimo iba,claro esta, a mi collar de colmillos. Todos arrancados a los lugartenientes directos de Locktharn. Los del bardo serian los primeros en faltar de la larga lista de vampiros importantes que caían bajo mis armas, a menos que mi compañero se las arreglara para conseguirlos. Ese era yo. Preocupándome por un trofeo de cacería cuando seguramente me ejecutarían por asesinato. Va. Había vivido mucho desde la muerte de mis padres y tocaba descansar, aunque no me gustaba dejar Namor en manos enemigas.
-Lo siento de veras,Lady Cartherine. Ha visto una escena horrible de una guerra aun mas horrible. Soy un soldado que lucha por los suyos y a quien no duda en utilizar cualquier medio para dañar al enemigo, aunque suponga mi muerte.-la dije mientras lanzaba una vez mas la pelota contra la pared y la recogía.- Y ya que ha venido hasta aqui para verme le diré que el conocido Schlojen no era un simple bardo.
-¿Y por que no?¿Acaso hubieras preferido que acabase con un joven sano que tuviera toda la vida por delante?-dije en un tono mas de reproche que de burla.- Mi identidad prefiero mantenerla en secreto, por el bien de mi gente en cuanto a que pretendía conseguir con su muerte, la respuesta se encuentra encima de la mesa.
Esto ultimo iba,claro esta, a mi collar de colmillos. Todos arrancados a los lugartenientes directos de Locktharn. Los del bardo serian los primeros en faltar de la larga lista de vampiros importantes que caían bajo mis armas, a menos que mi compañero se las arreglara para conseguirlos. Ese era yo. Preocupándome por un trofeo de cacería cuando seguramente me ejecutarían por asesinato. Va. Había vivido mucho desde la muerte de mis padres y tocaba descansar, aunque no me gustaba dejar Namor en manos enemigas.
-Lo siento de veras,Lady Cartherine. Ha visto una escena horrible de una guerra aun mas horrible. Soy un soldado que lucha por los suyos y a quien no duda en utilizar cualquier medio para dañar al enemigo, aunque suponga mi muerte.-la dije mientras lanzaba una vez mas la pelota contra la pared y la recogía.- Y ya que ha venido hasta aqui para verme le diré que el conocido Schlojen no era un simple bardo.
Catherine
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Re: Noche de cantarespor Catherine, Lun Feb 09, 2015 7:39 pm
Aunque no parecía que estuviera mintiendo, no podía confiar plenamente en sus palabras; no en vano, ya había mentido sobre su identidad en la taberna, y yo no me había dado cuenta de ello. Pero, por otra parte, también era evidente que aquel crimen respondía a una causa previa: no se trataba de un asesino sanguinario cuya intención fuera matar a quien tuviera delante. Solo mató a quien pretendía matar, y, a pesar de que eso no le restaba gravedad al hecho, sí podía cambiar en cierta medida el destino del prisionero.
Me quedé callada mientras él hablaba. No quería desvelar su identidad por el bien de su «gente», pero ¿quién era esa gente? Volví la cabeza hacia la mesa del carcelero, que todavía me miraba, y vi sobre ella un cuchillo, cadenas y un collar. Un collar de colmillos. Supuse que, de todos los objetos, era aquel al que se refería. «¿Colmillos...?». No me habría asombrado que fuera un perturbado obsesionado por coleccionar los dientes de sus víctimas, pues a menudo se escuchaban historias del estilo en las calles de cualquier ciudad, pero aquellos colmillos eran más grandes que los de un humano corriente. «Vampiros», deduje. La dolencia que los afectaba los hacía desarrollar tales dientes para alimentarse de la sangre que necesitaban para su organismo. Había estudiado sobre ellos en Aryewïe, y sabía que, al igual que la licantropía, podía controlarse a la «bestia» con un adecuado entrenamiento, y así evitar causar daño a los demás.
—¿El bardo era un vampiro? —pregunté, sin mayores preámbulos—. Eso no justifica nada.
Hablaba de una guerra. ¿Qué guerra? Si escenas como aquella se repetían constantemente, sería necesario tomar medidas.
—¿A qué guerra te refieres?
Me quedé callada mientras él hablaba. No quería desvelar su identidad por el bien de su «gente», pero ¿quién era esa gente? Volví la cabeza hacia la mesa del carcelero, que todavía me miraba, y vi sobre ella un cuchillo, cadenas y un collar. Un collar de colmillos. Supuse que, de todos los objetos, era aquel al que se refería. «¿Colmillos...?». No me habría asombrado que fuera un perturbado obsesionado por coleccionar los dientes de sus víctimas, pues a menudo se escuchaban historias del estilo en las calles de cualquier ciudad, pero aquellos colmillos eran más grandes que los de un humano corriente. «Vampiros», deduje. La dolencia que los afectaba los hacía desarrollar tales dientes para alimentarse de la sangre que necesitaban para su organismo. Había estudiado sobre ellos en Aryewïe, y sabía que, al igual que la licantropía, podía controlarse a la «bestia» con un adecuado entrenamiento, y así evitar causar daño a los demás.
—¿El bardo era un vampiro? —pregunté, sin mayores preámbulos—. Eso no justifica nada.
Hablaba de una guerra. ¿Qué guerra? Si escenas como aquella se repetían constantemente, sería necesario tomar medidas.
—¿A qué guerra te refieres?
Valerian Raynor
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Rango de mago : Mago consagrado
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Re: Noche de cantarespor Valerian Raynor, Lun Feb 09, 2015 11:27 pm
-Ahhh, pero no era un vulgar vampiro, Lady Catherine.-dije mientras me incorporaba y me acercaba a los barrotes.- Si lo fuera no me hubiera arriesgado a perder la cabeza de esta manera.
Entonces volví a mi sitio y me senté de nuevo. Me había preguntado sobre la Guerra Licantrovampirica. No pude evitar reírme. Ni esos malditos magos en sus torres,bosques y lagos conocían la existencia de esa guerra que se remontaba mas de mil años. De hecho solo la conocíamos los participantes y alguno que otro que habia tenido la mala suerte de cruzarse en medio de nuestra lucha. Pero bueno, los magos al menos conocían el Reino de Namor, aunque no conocieran el secreto de que todos eramos licantropos. O al menos se suponía que era así. Ya me había encontrado gente que lo sabia, en Ereaten aunque allí era por que un viejo namoriano había pasado por allí. Eso suponía el quebrantamiento de La Ley y ponía en peligro a todo el reino. La Inquisición y media Garnalia nos podrían haber barrido del mapa, pues aunque Locktharn nos había desterrado al menos seguíamos vivos. Debia andar con pies de plomo.
-Una guerra que ha consumido a decenas de generaciones de los míos para que los vuestros se entretuvieran haciendo brotar semillas en la palma de la mano y estrellitas luminosas. Una guerra que no acabara nunca. Librada en el Norte, en el Sur, en el Este y el Oeste. Incluso a veces en el Centro, aunque ahí la Inquisición suele ocuparse de nuestro trabajo. No me malinterpretéis,Lady Catherine. No simpatizo con los del Centro ni mucho menos.- le expuse a la mujer y entonces tras unos segundos de dudas no pude aguantarme y lo solte-¿Habeis oido hablar de Locktharn,el Devoralobos?
Entonces volví a mi sitio y me senté de nuevo. Me había preguntado sobre la Guerra Licantrovampirica. No pude evitar reírme. Ni esos malditos magos en sus torres,bosques y lagos conocían la existencia de esa guerra que se remontaba mas de mil años. De hecho solo la conocíamos los participantes y alguno que otro que habia tenido la mala suerte de cruzarse en medio de nuestra lucha. Pero bueno, los magos al menos conocían el Reino de Namor, aunque no conocieran el secreto de que todos eramos licantropos. O al menos se suponía que era así. Ya me había encontrado gente que lo sabia, en Ereaten aunque allí era por que un viejo namoriano había pasado por allí. Eso suponía el quebrantamiento de La Ley y ponía en peligro a todo el reino. La Inquisición y media Garnalia nos podrían haber barrido del mapa, pues aunque Locktharn nos había desterrado al menos seguíamos vivos. Debia andar con pies de plomo.
-Una guerra que ha consumido a decenas de generaciones de los míos para que los vuestros se entretuvieran haciendo brotar semillas en la palma de la mano y estrellitas luminosas. Una guerra que no acabara nunca. Librada en el Norte, en el Sur, en el Este y el Oeste. Incluso a veces en el Centro, aunque ahí la Inquisición suele ocuparse de nuestro trabajo. No me malinterpretéis,Lady Catherine. No simpatizo con los del Centro ni mucho menos.- le expuse a la mujer y entonces tras unos segundos de dudas no pude aguantarme y lo solte-¿Habeis oido hablar de Locktharn,el Devoralobos?
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