Aparecimos en un bosque, todo lleno de colores verdes y muchas, muchas plantas. Me bajé de Astrick con cuidado y miré a mi alrededor, alerta. Una vez que estuve segura de que no había nada ni nadie observándonos, empecé a caminar más deprisa y a internarme en el bosque. Como Astrick me seguía, y el hechizo me había dejado cansada, me subí de nuevo en ella y empezó a caminar. Después de un rato buscando, vi una cosa negra moverse y empezamos a seguirla. Cuando llegamos a un claro del bosque, se mostró. Era un Furia Nocturna. Era enorme y tenía las dos enormes alas estiradas, haciendo que pareciese aún más temible. Aún no había identificado si era dragón o dragona, pero algo me decía que no tardaríamos en averiguarlo.

Me quedé mirando un poco más detenidamente al dragón. Entonces oí la pregunta de Riak.
-¿Eh?-murmuré, algo perdida-. Claro, sí, el siguiente paso.
Puse en orden mis pensamientos y como hacer que el dragón o dragona se quedase algo débil y perdido. De pronto, algo en mi mente hizo DING y rebusqué en mis saquillos. Sí, allí estaba. Me coloqué delante del punto muerto de la criatura y acerqué la planta (la menta de dragón) a su hocico. El dragón lo olisqueó y empezó a revolcarse en el suelo. Guardé la menta en mi saquillo y me acerqué al dragón con paso firme. Por desgracia, ya estaba alerta del todo, y me vio venir. Yo retrocedí por instinto y me caí. El dragón me rugió, haciendo que los pelos se me pusiesen de punta. En cuanto se dispuso a irse, eché a correr detrás de él, para no perderlo de vista.
-¡Vamos! ¡No podemos perderlo!-le grité a Riak.
Me había parado para poder decírselo de manera que me escuchase, y empecé a correr de nuevo como una gacela detrás del dragón. Terminamos al borde de un acantilado, y yo miré al dragón. Como vi sus intenciones, me subí a Astrick y lo seguí. Se había puesto a volar hacia arriba, pero si lo pillábamos desde abajo no nos vería venir. Me deslicé con Astrick, por la ladera del acantilado. Iba diciéndole "Espera, espera", pero cuando ya casi rozábamos el agua, le grité:
-¡Ahora!
Empezó a volar en línea recta y le lanzó una bola de fuego de advertencia al dragón, que había vuelto a posarse sobre el acantilado, penando que nos había perdido.
En cuanto llegamos al acantilado, me bajé de Astrick y me acerqué al dragón. Ya me había dado cuenta de que era un macho. Saqué un pescado de una bolsa y se lo ofrecí.
-Dragoncito...-murmuré.
Me gruñó, y me abrí un poco la cazadora, dejando mostrar una daga. La cogí y la tiré a un lado. Se lo ofrecí, sacó los dientes y se lo comió. Ahora sí parecía preparado, ya me había ganado parte de su confianza. Pero no era yo quien tenía que dominarlo. Acerqué la mano al rostro del dragón y fui retrocediendo hasta llegar donde estaba Riak. Le cogí por la muñeca y acerqué su mano al rostro del dragón, que la miró un momento y cerró los ojos mientras ponía la cabeza debajo de la mano de Riak.
-Ya está-le dije, suspirando-. El dragón es tuyo. Ahora solo falta una cosa-añadí-, ahora para que termine de ser completamente tuyo tienes que ponerle un nombre.
Miré a Astrick y sonreí, mientras me apoyaba en ella.

Asentí con la cabeza.
-Es un macho.
Cuando me hizo esa pregunta, me quedé pensando un momento. No se me ocurría nada, pero tenía algo que decirle.
-Pues verás...-empecé-, ya sabes que soy pagana, y que por tanto tengo tradiciones, y una de esas es instruir al nuevo heredero que honrara nuestro linaje. Y me ha tocado a mí, y me gustaría tener tu aprobación para tenerlo. Debo instruirlo.

La miré y empecé a relatar:
-Ese heredero es mi sobrino, Mateo. Su función es llevar a cabo el Camino de las Ocas. El Camino de las Ocas consiste en sacrificar en él a aquellos que nos robaron nuestro lugar: los cristianos. Nos suelen llamar hijos de Satanás, las encarnaciones del diablo... ¿Pero y qué? Si nos robaron nuestro lugar, lo pagarán. Voy a empezar a instruir a Mateo para que lleve a cabo esta tarea y salga victorioso. Pero esto es algo que nadie lo sabe. Solo nuestra familia... Y ahora tú, Riak. Pero debes guardar el secreto, ¿de acuerdo? Es muy importante. Sabes, la última vez que pasó esto del Camino, le tocó hacerlo a mi hermano, también Mateo. Y no era justo, yo fui la primogénita, la única que por derecho propio debió heredar el nombre del transeúnte. Pero ya está hecho-concluí.

Miré a Riak.
-Tiene 3 años-le escuché con atención-. No hay forma. Verás, tiene que hacerlo el primogénito, sí, pero es necesario que sea un chico, porque una mujer, aunque no todas, no puede cargar con un fiambre durante siete noches campo a través. Ni tampoco somos adecuadas para seguir manteniendo viva la estirpe, porque a los herederos se los lleva el anterior transeúnte.
Me acordé del día que era hoy y dije sin pensar:
-¡Los Juegos!
Me giré hacia Riak, y le dije que me dejase probar una cosa. Me acerqué a Anäe de Nyx y me subí en él. El dragón se removió, inquieto. Escupí en mi mano y la restregué sobre su piel escamosa.
-Su piel es dura y seca-expliqué-. Y tu saliva es húmeda, le calmará. Ya sé que es asqueroso, pero es lo que hay.

Me reí al ver su disgusto.
-No hace falta que lo hagas tú si ya lo he hecho yo. Solo hay que hacerlo una vez. Lo he hecho porque el dragón nunca ha llevado a nadie a bordo, y hay que relajarlo-le expliqué.
Sonreí.
-Los Juegos del Deshielo-le dije-. Los que se celebran cada año después del Equinoccio. Juegos para medir tus habilidades físicas y mentales. Además, de tu habilidad y agilidad con tu dragón. Y, que por cierto, ¡empiezan ya!-le chillé-. Así que me tengo que ir, lo siento. Suerte con Anaë de Nyx.
Una vez dicho esto, me fui con Astrick.