Una vez recobré la consciencia estaba tendido en una simple pero confortable cama en una habitación sobriamente amueblada. Miré a mi alrededor y vi que aún no había amanecido...lo que podía significar que o bien, aún era temprano, o bien seguía en las oscuras tierras del norte de Garnalia.

Me asaltaron vagos recuerdos de lo sucedido tras mi huída de casa... Para mi sorpresa, la figura que me rescató de una muerte segura a manos de salteadores de caminos, alimanas o el implacable frío, dada mi extrema debilidad, no se molestó lo más mínimo en darme explicaciones. Simplemente susurró unas extrañas palabras y me vi sumido en un extraño sueño...

No es que me alarmara ante los efectos de un hechizo... en la casa de mis padres siempre había habido un mago a cargo de la seguridad del Marqués y he visto de primera mano los prodigios de la magia, y viendo que mi cuerpo se siente adormecido pero revitalizado, supongo que las palabras que pronunció mi rescatador era algún tipo de hechizo de curación, pero no alcanzo a entender todavía porqué ese misterioso tunica roja vino a rescatarme. Pensándolo bien, estoy en una habitación extraña, por lo que supongo que tarde o temprano alguien vendrá a explicarme la situación...

Desde luego, mejor una habitación desconocida a manos de un desonocido que en el calabozo a manos de mi hermana...

Decido levantarme e inspeccionar el cuarto... una silla, un pequeño armario, una mesa... pero me detengo al ver un bulto encima de ella. Me acerco a ver de qué se trata y me sorprendo al averiguar que la tela blanca es una túnica, y que debajo de ella hay un misterioso libro; "Libro de la Tierra"

Una oleada de sentimientos encontrados inunda mi mente... ¿Es posible que esté en una de las famosas escuelas de Hechicería?

Aún desconcertado resuelvo esperar algún acontecimiento que me aclare éste embolao'...puede que en unos segundos despierte de un agitado sueño todavía en el calabozo, o en el borde del camino a punto de morir...

Tras la marcha de Xehanorth, Alice se dispuso a entrar en sus aposentos, pero alguien la detuvo antes de que pudiera abrir la puerta. Como delataba su lustrosa túnica roja, se trataba de un mago consagrado; uno de sus aprendices que ya se habían graduado en la escuela.

—Señora —dijo—, ha llegado un nuevo aprendiz. Lo encontré al borde de la muerte; lo he dejado en una de las habitaciones...

La Señora del Lago de la Luna no dudó un segundo más. Ni siquiera se molestó en preguntarle al mago por la localización de la habitación, pues ya sabía de sobra cuál era. De hecho, ni siquiera la noticia de su arribo la había tomado por sorpresa.

Bajó las escaleras y, rápida como una flecha, se plantó frente a la puerta del cuarto. Llamó dos veces, pero no esperó a que abrieran; sencillamente, aferró el pomo y entró en la habitación.

—Guzmán Elaguadelvalle, ¿me equivoco? —comenzó, con una seguridad desconcertante—. Bienvenido a la Escuela de Alta Hechicería del Lago de la Luna. ¿Te encuentras mejor?

La mujer sonrió con dulzura y los rizos cobrizos le bailaron en torno a la cara.

De repente sonó la puerta del cuarto. Al fin venía alguien a explicarle lo ocurrido.
-¡Adel...!- quiso decir, pero la puerta se abrió sin esperar.

Entró entonces en la estancia una mujer realmente bella con una rizosa y tupida melena. Guzmán
cada vez tenía más claro que estaba rodeado de magos, y no tardó en corroborarlo, ya que la misteriosa dama, despúes de llamarle por su nombre sin dar opción a presentaciones le dió la bienvenida a... A UNA ESCUELA DE ALTA HECHICERÍA!

Para sus adentros, Guzmán se dijo que ya lo sospechaba, pero no pudo evitar unos segundos de aturdimiento, mientras su mente asimilaba la información.
Temiendo parecer medio lelo ante la espectacular dama, se apresuró a contestar a su pregunta.

-S.. si, me siento mejor. Aunque estoy algo débil de cuerpo, pero creo que estoy peor de la mente... ¿Has dicho que estoy en la Escuela del Lago de la Luna?

Ante la serenidad y seguridad de la dama, no pudo menos que relajarse un tanto y, tras ver que ella asentía con la cabeza, comenzó a atar cabos.

-Entonces...-dijo girando su mirada hacia la túnica y el libro de la Tierra- ¿ahora soy un mago?

Obviando su anterior deseo de no dar la sensación de ser un lento, no fué capaz a decir nada más, aunque por su mente pasaban miles de preguntas sobre la escuela, qué debía hacer apartir de ahora, si tenia elección...y cuál era el nombre de esa preciosa damisela.

Guzmán pertenecía a la nobleza, por lo que sabía de protocolos y jerarquías...y aunque era consciente de que el más reciente aprendiz no tendría nada que hacer con una dama de esas características, ya le tenía un especial aprecio por haber aparecido por esa puerta, como una revitalizadora ráfaga de viento que portara aromas de un nuevo mundo.

La mujer se rió ante el patente nerviosismo de Guzmán. Era habitual que los nuevos aprendices actuaran de esa forma al descubrir que se hallaban en una de esas míticas escuelas de Alta Hechicería, y más cuando la persona en cuestión había llegado no por su propio pie, sino por medio de otra persona. Al fin y al cabo, dormirse en un sitio normal y despertar en una escuela de magia no es algo que ocurra todos los días.

—No, aún no eres un mago, puesto que ni siquiera has abierto el libro de la Tierra. Sin embargo, con un poco de esfuerzo y mucha constancia en tus estudios pronto te convertirás en un mago consagrado y podrás lucir tu túnica roja con orgullo.

Alice volvió a sonreír y señaló su túnica dorada.

—Mi nombre es Alice y soy archimaga, además de la Señora de esta escuela. No sé si en tu familia alguna vez te hablaron de magia, o de cómo funcionan las jerarquías en este mundo; pero no te preocupes, porque yo estoy aquí para enseñarte todo lo que precises y resolver cualquier duda que tengas. Mis dependencias se encuentran en el último piso de esta escuela; te atenderé siempre que me necesites.

Con la mente un poco más tranquila, Guzmán asimiló la información que le iba dando la que, a partir de ahora, sería su maestra.

No pudo evitar sentirse reconfortado al saber que desde ese día pertenecería al grupo de aprendices de la escuela... acababa de perder su casa, su familia y sus raices, y sentirse de nuevo parte de algo era justo lo que necesitaba. Por eso agradeció las palabras de Alice como un bálsamo sobre su alma herida, en especial las referidas a que podría contar con su ayuda siempre que fuera necesario.

-Muchas gracias.- Le digo casi sin poder contener las lágrimas.-Por todo.

Miró de nuevo hacia el libro de la Tierra y añadió -Entonces ahora tengo que estudiar... No os decepcionare. -Sentenció con un brillo de resolución en su mirada.
Y tras despedirse de Alice con más palabras de agradecimiento, se enfundó su nueva túnica blanca que le caracterizaba como estudiante de primer grado y se dispuso a explorar su nuevo hogar.