¡Era extraordinario! Aquel lugar era fantástico, agua infinita salpicada de cientos de islas de arena blancas y aguas turquesas. Muchas de ellas contaban con una densa vegetación verde oscuro, por lo que era como ver esmeraldas, rodeadas de un anillo dorado sobre una hermosa seda turquesa y azul. Lo único que estropeaba un poco aquel día era que había nubes bajas que a veces la obligaban a volar alto o atravesando con cuidado aquellas nubes. Yuki observó que en algunas zonas del mar salía vapor, lo que indicaba volcanes submarinosy muchas de las islas contaban con antiguos volcanes inactivos y cubiertos de vegetación he incluso con lagos en los antiguos cráteres. Solo algunas de esas islas contaban aún con actividad, y se veían regueros negros de nuevo material volcánico de lava ya enfriada y de erupciones relativamente recientes.

Iba tan distraída observando el hermoso paisaje en una hermosa isla que tenía forma de anillo, con vegetación, playas de arena blanca con un hermoso tono turquesa y azul en el centro de la propia isla. Justo cuando alzó la cabeza para mirar al frente se encontró con otra de aquellas dichosas nubes de vapor que la dejaron medio cejada. Sus ojos eran mucho más agudos que los de otras muchas criaturas, pero siempre tardaban un poco en acostumbrarse a aquel tipo de cambios bruscos en la visión. Justo cuando su vista se aclaró, algo pareció materializarse de la nada. Yuki lanzó un grito sorprendida y trató de esquivar lo que parecía una serie de postes y paredes o paneles metálicos de algún tipo. Trató de esquivar aquello pero no lo logró. Una de sus alas rozó una de aquellos paneles y salió dando volteretas por el aire y chocó contra otro panel con gran fuerza, sonando como una especie de campanada. Muy posible se había quedado la marca impresa en aquella cosa del cuerpo de la dragona, que había chocado de vientre y con la cola apuntando hacia abajo. Tras un par de segundo, Yuki gimió de dolor y trató de separarse de aquella maldita pared que se había materializado allí. Su cuerpo cayó deslizándose por el metal húmedo por la niebla, que estaba lleno de miles de pequeñas gotitas de agua. Aterrizó sobre el trasero, sobre otra superficie de metal y cayó hacia atrás, viendo las estrellas, quedando panza arriba y despatarrada.  Por suerte no se había roto nada, solo algunos rasguños sin importancia. Pese a estar medio inconsciente su confuso cerebro estaba pensando sobre todo aquello. No entendía como diablos existía un edificio o construcción bípeda tan alta, pues solo los bípedos podrían haber construido un edificio de metal. Poco a poco empezó a recuperar el aliento y la consciencia. Lo que no sabía la joven dragoncita blanca era que se encontraba en una especie de nave voladora construida de metal. Sabía que tenía que empezar a moverse para salir de aquella cosa, pero se sentía totalmente dolorida. Sentía que tenía un par de arañazos por el cuerpo y que seguramente le estuviera sangrando la nariz. Había tenido suerte de no romperse un hueso o algo.Se limitó a quedarse allí tumbada, en aquella postura tan poco digna con el trasero apoyado contra aquella pared y su larga cola arqueada sobre el cuerpo, la punta de la cola estaba rozando el suelo justo por encima de su cabeza.

-¿Quien diablos habrá puesto esta estúpida cosa aquí en medio?- Se quejó algo llorosa y dolorida frotándose el pecho y la barriguita con las garritas delanteras, pues se había dado un buen planchazo contra aquel panel o pared metálicos.

Yuki aún se sentía algo mareada por el golpe, continuaba tumbada panza arriba, despatarrada contra aquella pared. Sintió algo caliente en el morro y se llevó las garritas delanteras al hocico palpándose. Cuando se miró las garritas las tenía llenas de sangre. No parecía mucho pero aquello la hizo gruñir con fastidio, mientras con un gruñidito de dolor, empezó a moverse, para incorporarse y quedar sentada sobre el trasero, algo despatarrada y desgarbada. Se revisó las alas, no tenía ningún hueso roto ni herida seria. Lo que más le dolía era el morro y el pecho, que era con lo que había impactado. Tenía algún pequeño rasguño, en el pecho, vientre y trasero estaban los más importantes, pero ninguno de ellos sangraba ya. Estaba por salir de allí, buscando aterrizar en un sitio más seguro, como una de aquellas islas cuando escuchó una voz que le hizo dar un salto en el aire. Lanzó un grito sobresaltada, mientras daba un salto como de un metro en el aire agitando las patas, mientras se volvía hacia aquel sonido. Al ver a un bípedo plantada delante de ella, retrocedió hasta que el trasero dio contra el panel que tenía a la espalda. Abrió mucho los ojos y se quedó como paralizada unos segundos.

-Ho-hola…- Respondió la dragona blanca, con voz algo insegura e indudablemente femenina y joven, quizás una hembra adolescente.-S-sí, estoy bien… solo un par de cortes…- Dijo aún nerviosa e inquieta ante la presencia del bípedo.- No vengo a causar daños o problemas. Choqué por accidente… con… con esta cosa…- Miró alrededor. –Mi nombre es Yuki. Seguiré mi camino, no me rompí nada.- Aseguró.- Espero no haber dañado… bueno, sea lo que sea esto…- Dio unos golpecitos en el suelo donde estaba sentada con la punta de su musculosa cola.- Estaba distraída admirando las formaciones de las islas de este lugar y me metí en una nube de vapor sin darme cuenta.

La dragona se incorporó, estiró las alas y las batió un poco para comprobarlas. Luego se estiró y desperezó como un felino, terminó estirando las patas delanteras, quedando con el trasero y la cola alzado. Luego se sacudió con energía, la sangre de la nariz que le había dejado de manar, aunque seguía doliéndole el morro y el pecho.

-Disculpa mi pregunta, no estoy muy familiarizada con los bípedos, pero… ¿Qué tipo de bípedo eres? Es decir, a que raza perteneces. ¿Eres un macho? Por tu olor diría que sí, pero no estoy segura, es complicado identificar vuestro sexo. Yo soy una dragona hembra.-Aseguró, aunque por el tono de su voz ya se podría deducir aquello. Además de que al no usar nada de ropa, no era difícil distinguir el sexo de la hembra si se miraba en el lugar adecuado.- ¿Sabes si las islas están habitadas? Me gustaría aprender todo sobre las distintas razas sobre los bípedos.- Explicó mientras volvía a darse la vuelta, manteniéndose en pie.

Parecía dispuesta a marcharse en cuanto el bípedo se lo ordenara o si éste se mostraba amenazante o agresivo. La dragona seguía nerviosa e inquieta, aunque también alerta para defenderse o huir si las circunstancias así lo exigían.

Al ver que el bípedo no se acercaba más a ella y guardaba las distancias, se tranquilizó, aunque siguió atenta a cualquier señal de peligro que pudiera amenazarla. Se palpó de nuevo el hocico, lo tenía algo magullado, pero al menos ya no sangraba. Se pasó una de las garritas con cuidado, tratando de eliminar la sangre, aunque era complicado y más con sus escamas blancas, que resaltaban el rojo de la sangre. Cuando el bípedo empezó a responderle, lo miró con atención. Asintió para sí misma, como si quisiera confirmar sus pensamientos sobre que era un humano macho, estaba entre humano y elfo, pues solo había leído descripciones de las razas y no las recordaba del todo.

-Estaba casi segura de eso.- Dijo agitando un poco la cola tras ella. Lo siguió con la mirada cuando el hombre echó a andar.- Ya veo… No vi construcciones bípedas de ningún tipo, todo parecía inalterado.- Aseguró mientras se sentaba sobre el trasero.- ¿Por qué los bípedos, ya sean humanos, elfos u otras especies, necesitan alterarlo todo? En vez de tratar de adaptarse al territorito y construir siguiendo los patrones marcados por la naturaleza, prefieren alterarlo todo y enfrentarse con ella.- Dijo con el ceño fruncido, como si no comprendiera el motivo de todo aquello.- Por eso luego sufren inundaciones, avalanchas y otro tipo de calamidades y sus construcciones se ven muy dañadas.- Parecía que la dragona hablaba algo insegura, como si tratara de recordar unos datos leídos en alguna parte. Suspiró y asintió sobre lo de que sería mejor que las islas no estuvieran habitadas.- Quizás…- Respondió dubitativa.- Sé que los bípedos tienen muy mala opinión de los míos, pero yo no soy como el resto… yo soy diferente, por eso tuve… bueno, que irme de mi hogar. –Explicó encogiendo las alas, como quien se encogía de hombros.- Espero aprender mucho sobre vuestra cultura, historia y costumbres… y poder vivir en paz entre los bípedos. Hay algunos dragones, muy pocos, que piensan como yo y les gustaría poder abandonar nuestra sociedad, donde no son comprendidos.- Aseguró la joven dragona blanca. Negó con la cabeza ante las últimas palabras del hombre.- No tengo a donde regresar, no me lo permitirán, se aseguraron de que cumplía mi palabra de abandonarlos…- Dijo estremeciéndose un poco ante los dolorosos recuerdos.- No soy tan joven…- Replicó algo ruborizada, notándose en el puente de su hocico.- Ya tengo edad para aparearme, lo que quiere decir que aunque sea joven no soy una niña ni nada por el estilo. Puedo valerme por mí misma y no me esclavizarán ni me obligarán a hacer nada que no quiera. - Aseguró con firmeza. Luego asintió tras tomar una decisión.- Me gustaría quedarme un poco por aquí, observar que hacéis y aprender quizás un poco de usted y los otro bípedos de esta… esta cosa…- Dijo dando unos golpecitos con una garra en el suelo metálico de la nave.- Prometo no molestar a nadie, me pondré donde no resulte un incordio, solo miraré y si me lo permite hacer alguna que otra pregunta.- Aseguró la dragona.- Aunque antes necesito bajar al agua y lavarme un poco…- Dijo mirando las heridas que tenía por el cuerpo. – Espero encontrar una fuente de agua dulce, sé que el agua del mar escuece mucho, ya lo comprobé.- Aseguró con una mueca de dolor.