Me materializé en la Torre al amanecer siguiente de mi partida. Mi visita a la Escuela del Lago de la Luna ha resultado muy beneficiosa, aunque Alice ha conseguido preocuparme con su mensaje. ¿Que "ella" está preparada? ¿A qué se estará refiriendo?

Sospecho que algo terrible está a punto de pasar. Si quiero evitarlo, tendré que seguir las instrucciones de Alice al pie de la letra. Lo primero es darle el mensaje a Narshel.

Después de dejar a Sombragris en el establo, me teletransporté a la entrada de los aposentos de Narshel. Toqué a la puerta con los nudillos y, pacientemente, esperé a que ella me abriese la puerta.

Llevaba dos horas dándole vueltas a lo que había sucedido en mi reencuentro con Félix. «¿Habrá sobrevivido?», me preguntaba, inquieta. Fuera cual fuese la respuesta a aquella pregunta, sabía que no iba a gustarme demasiado. Tanto su muerte como su supervivencia traería consecuencias; era imposible descifrar cuáles.

Unos golpes en la puerta interrumpieron el hilo de mis pensamientos. Me puse en pie y abrí, descubriendo así quién era mi visitante.

—Buenos días, Xehanorth —saludé, sonriendo—. Veo que ya te has recuperado de la prueba del fuego; me alegra verte completamente en forma.

Me detuve unos segundos a contemplar su expresión y la sonrisa desapareció de mis labios. Venía a decirme algo y, por lo que traslucía su mirada, no eran buenas noticias. «Ojalá me equivoque», deseé, aunque tenía la impresión de que, si no se trataba de algo malo, era un asunto de extrema importancia.

—¿Ha ocurrido algo? —Hice un gesto y lo invité a entrar en la estancia—. Ven, cuéntame...

Narshel me recibió con una alegre sonrisa. Yo también le sonreí, pero tan solo por un instante. Lo cierto es que el mensaje de Alice era de todo menos tranquilizador. Narshel me observó y me dijo que se alegraba de verme en tan buen estado.

- Todo gracias a tí, maestra - le dije - Pero... hay algo que debo contarte

El rostro de Narshel torció una mueca de preocupación. Me invitó a entrar en sus aposentos y así lo hice.

- Traigo un mensaje de Lady Alice, la Señora de la Escuela del Lago de la Luna

Al oir aquel nombre, Narshel se quedó completamente paralizada. Supe entonces que intuía lo que le estaba a punto de contar, y supe también que ella me proporcionaría la información que necesito:

- «Dile que el momento ha llegado. Dile que Winterose está preparada. Todo está en orden, pero hay alguien más que sabe el secreto y actuará pronto. Nosotros debemos adelantarnos».

El silencio reinó en la habitación durante unos instantes. Mi maestra estaba digirendo mis palabras, analizando lo que tendría que responder ante ese mensaje.

El peligro está próximo. Lo presiento. Y también presiento que mis habilidades serán puestas a prueba dentro de poco. Debo estar preparado y, para ello, debo retener la máxima información posible.

- Maestra - llamé, con suavidad y lentitud - ¿Qué está pasando?

Un mensaje de Alice, la Señora del Lago de la Luna. Inmediatamente adiviné lo que Xehanorth iba a decirme a continuación. ¿Cómo no hacerlo? Aquella archimaga era, de todo el Concilio, la que más se había implicado en el asunto. La que había decidido fechas y formas que yo nunca quise aprobar y, sin embargo, debía aceptar. Y ejecutar.

—¿Alguien más lo sabe? ¿No te dijo quién? —Me restregué los ojos y me apresuré a cerrar la puerta, cuidándome de que nadie nos escuchara—. Supongo que se trata de algún mago oscuro o nigromante.

Tenía que hablar con Alice. Tenía que convencerla de usar otros métodos, ¿pero cuáles? Sacudí la cabeza. Si Alice lo había dicho, era porque el Concilio así lo había decidido. Yo no podía hacer nada para evitarlo. «De todas formas, las cosas van a salir bien», pensé. Hacía años que se me habían comunicado los procedimientos a seguir, pero siempre había visto el momento tan lejano que ni siquiera me había detenido a pensar en ello.

Suspiré y miré a Xehanorth. Supuse que tendría que darle una explicación.

—Verás, Winterose es una dragona que pertenece al Concilio de Magos y lleva encerrada en Ekhleer cientos de años. Nadie más que nosotros, los archimagos, debía saber de su existencia hasta que llegara el momento. El problema es que alguien más lo sabe y... tendremos que sacarla al campo de batalla antes de tiempo. Confío en que guardes el secreto.

No era aquello lo que Alice había querido decirme, pero esperaba que mis palabras sonaran convincentes a oídos de Xehanorth. Nadie, ni siquiera personas de confianza, podía conocer nuestros planes o se vendrían abajo...

- ¡¿Una dragona?! - exclamé

Ahora comprendía porqué a mi padre le costó tanto acceder a esas rosas blancas. La llama del Dragón es la única a la que los hechiceros no somos inmunes. Lo que no sabía es que estaba del lado de los archimagos y, aún menos, que tuviesen que llevarla a la guerra.

- ¿Por qué tenéis a una dragona encerrada? - pregunté - ¿Tan poderosa es? ¿Y qué es eso de la guerra? ¿Qué está pasando?

En mi mente bullían miles de preguntas, pero todo lo referente a Winterrose es primordial. Si debo acceder a ese jardín de rosas blancas, debo saberlo todo acerca de su guardiana. Así lo habría querido mi padre.

Mi primera intención había sido poner fin a las preguntas de Xehanorth, pero el joven continuó expresando sus dudas, esta vez acerca de la pequeña mentira que le había contado. «Al menos tiene su parte de verdad», pensé.

—Todos los dragones son poderosos, pero pocos se prestan a servir a un bando. La mayoría prefiere ir por libre e ignorar las disputas entre las otras razas. Winterose es la excepción —mentí descaradamente—. Ella está bajo nuestro control, mas su existencia debía ser un secreto. Debe seguir siéndolo —le dirigí una mirada de advertencia.

Anduve por la estancia y me paré frente a la ventana, perdiendo la mirada en la distancia. Odiaba los engaños, pero no podía ser completamente sincera. El propio Concilio me lo había indicado de esa manera, quizás porque incluso ellos mismos temían por el fracaso de su plan. «Esto solo traerá más problemas a la Torre», me dije con amargura.

—La guerra... —Hice una larga pausa, pensando en lo que iba a decir a continuación—. Es la guerra de siempre. Entre la Luz y la Oscuridad. Pero ya... —Me volví y deseé que Xehanorth atendiera a mis próximas palabras—. Por favor, no te involucres más en este asunto. Al menos no por el momento... —Suspiré—. Hasta que las aguas vuelvan a su cauce...

Nada más se me fué revelado sobre Winterrose, aparte de la necesidad de que su existéncia debía permanecer en el más absoluto secreto. Lo cierto es que eso no resolvió mis dudas. Entonces habló sobre una guerra entre la Luz y la Oscuridad:

- La Guerra nunca es entre la Luz y la Oscuridad - comenté, ayudado por la investigación de Padre - ... sino entre el Bien y el Mal. La Oscuridad puede ser empleada para hacer el Bien, del mismo modo que la Luz puede ser empleada para hacer el Mal. La gente siempre tiende a confundir esos conceptos.

Entonces me pidió que me mantuviese al margen, al menos hasta que las cosas se arreglaran:

- Lamento mucho oír eso - respondí - pero haré lo que pedís, Maestra

Y con una reverencia, salí de la habitación de mi Maestra. Esta conversación me ha dejado un mal sabor de boca. Está claro que el jardín de Rosas del Palacio Gélido son la clave para el auge de mi investigación. El único problema era Winterrose. Al principio imaginé que tendría que enfrentarme a ella en caso de que se interpusiera en mi camino. No pensaba en matarla, pero si en retenerla lo suficiente como para poder coger una muestra y teletransportarme a cualquier otro sitio. Sin embargo, ahora que sé que Winterrose está de nuestro bando, y que hará cualquier cosa por defender su jardín, no podría enfrentarme a ella así como así.

¿Qué podría hacer? Si los Archimagos habían tratado de convencerla para que se unieran a nuestra causa, eso significa que no es una Dragona cualquiera. Y una dragona que finge ser lo que no es puede tener muchas sorpresas guardadas en la manga.

Está claro que no puedo ir solo. Tendré que pedirle a alguien que me acompañe...¡y conozco al guerrero perfecto!