Entro a la habitación y observo el desorden que hay. Ante ese desorden me puse nervioso, saqué mi pluma y me puse a darle vueltas mientras memorizaba la habitación. No era extremadamente grande.
—Al menos tiene ventana exterior— comenté a mi fiel “amigo”.
Me acerco a la venta y observo.
—Vaya chasco, no me acordaba de donde estábamos, tener ventana como no tenerla viene a significar lo mismo —dije refunfuñando.
Encima del escritorio tenía un libro. Su título, “Libro de la Tierra”. No tenía un aspecto deteriorado pero si olía a sucio. Por otro lado tenía una cama con sábanas negras, un armario empotrado que serviría para las túnicas y unas 4 velas negras. Tanto negro me produjo mal de estómago pero me debía adaptar. Cerré la puerta de la habitación. Dejé mi bolsa sobre la cama, saqué mi daga y rompí la ventana. Cogí un pedazo de cristal de un tamaño considerable y me realicé un leve corte sobre la muñeca con la daga, concentré mi poder sobre el cristal y éste ascendió hasta una altura que sobre pasaba mi cabeza. Deslicé la daga con mi sangre sobre el cristal y con una fuerza que casi me produce un desmallo conseguí obtener la gema roja.
—Con esta gema podré tener controlado todo aquello que suceda fuera de mi habitación y a todo aquél que quiera entrar. Me evito problemas de que me investiguen sobre mis “dotes” más oscuras—me dije susurrando.
Coloqué la gema sustituyendo al pomo de la puerta por el exterior y con una amplia sonrisa regresé al interior de la habitación.
Ordené mis pertenencias. Abrí el armario y pude ver 5 túnicas blancas como aprendiz de primer grado que se me había otorgado como título.
—A mí me llaman Lord Rothen por algo, en mi país quien sabe verdaderamente quien soy, huye —dije furioso.
Aún así me resigné y me propuse ir a practicar los hechizos que me correspondían para ascender lo más pronto posible.
Salí de la habitación con esa túnica blanca que me quedaba perfectamente y que combinaba con mi tono de piel. Ordené a Freigdi que se quedara tranquilo durmiendo sobre la cama hasta mi regreso. Cerré la puerta tras de mi.
Ya era media tarde o eso creía pues en el interior de las cuevas era imposible orientarse en el tiempo. No tendría mucho tiempo hasta la cena, pero descendí hasta el campo de entrenamientos esperando que estuviese vacío como parecía que estaba esa Fortaleza.

Abro la puerta y ahí está Freigdi tan tranquilo durmiendo sobre la cama. Busco el baño para ducharme y aunque no era muy grande ni llegaba a la altura del de mi corte puede arreglármelas y prepararme para asistir a la cena.
Una vez preparado ordené la habitación y la preparé para la larga noche que me esperaba después del largo trayecto y del duro entrenamiento. Ya mañana tendría tiempo de poder hablar con Freigdi, no corría prisa. Lo desperté y le indiqué que me acompañara. Juntos bajamos hasta la cocina, los dos estábamos sedientos y hambrientos.

Al día siguiente al levantarme, después del duro día, estaba cansado de tanto dormir. Rápidamente me incorporé, desperté a Freigdi y me puse en marcha a asearme. Una vez terminado, me deslicé por dentro de la túnica blanca y me dispuse a bajar a la cocina para desayunar junto a mi fiel “amigo”. De repente me vino por la mente mi deber de hablar con Freigdi. Así pues pospuse el desayuno, ya podría saciarme en la hora de la comida.
Indiqué a Freigdi para que se colocara sobre la cama esperando que se calmara para poder entenderle y hablar con él.
En vista de que no se tranquilizaba decidí realizar el hechizo.
—Bueno campeón, deja que te hechice para ver si te tranquilizas y podemos hablar de hombre a “hechizado” —dije con tono burlón—intentaré canalizar sin usar palabras—dije seriamente.
Me dirigí hacia mi bolsa y saqué mi anillo de gema roja. Me concentré e intenté canalizar el hechizo por medio de mi anillo. No se produjo ningún cambio en el comportamiento del perro. Lo volví a intentar. Freigdi empezó a ponerse nervioso y a ladrar.
—Pues en vista de que es mucho más difícil de lo que pensaba lo dejaré para otro día, vamos a proceder con las palabritas extrañas¬—dije entre risas—tampoco hay que comerse el coco, aún me quedan 6 días hasta la presentación del examen.
Pronuncié las palabras en arcano:
Y se produjo lo que era de esperar, Freigdi se tranquilizó.
—Ahora que estás tranquilito usaré el anillo que será más fácil canalizar la energía—dije en tono explicativo.
Canalicé mi poder hacia el anillo y la voluntad de entenderle.
—Probemos si puedo entenderte—le dije a Freigdi.
— ¿Puedes entenderme? —me dijo Freigdi.
— Menos mal que funciona—le dije burlón.
— Muchas gracias Lord Rothen, no sé cómo agradecerle que me haya acogido—me dijo apenado—Por desgracia el hechizo sobre el cual estoy así no es tan simple como usted pensaba, fue fruto de la fusión de varios magos y cuyas palabras fueron bastante largas como para poder recordarlas todas. Sólo espero que puedas consultarlo para ver la solución pero preveo que necesitarás más que tu poder para romperlo—me dijo con un tono serio aunque pude notarle que me escondía algo.
—*En realidad fueron tres archimagos precisamente, pero si le cuento la verdad no buscará la solución y no podré encontrar a alguien que me ayude*—pasaba por la cabeza de Freigdi.
—Creo que podré consultar con el Señor de la Fortaleza, no sé qué podré hacer, cuando termine de prepararme este examen me pondré a ello—le dije con tono serio para que se creyera lo que le contaba—¿seguro no tienes más detalles por insignificante que sea que contarme? —le dije sabiendo que me mentía.
—No, Lord Rothen, lo siento—me dijo mientras se rascaba.
—Terminaré la conexión pues me está consumiendo de energía—le dije riendo—necesitaré un poco de tu energía—le comenté con una amplia sonrisa diabólica para asustarlo por si se arrepentía de mentirme.
Cancelé la conexión y procedí a realizar el ritual de absorción. Le hice un pequeño corte en el muslo, presioné la herida y succioné energía suficiente como para recuperar la energía y aumentar mi poder. Sería un día duro de trabajo que debía seguir practicando con el “Libro de Tierra”.
Ya era la hora de la comida, abrí la puerta de la habitación y nos pusimos en marcha hacia la cocina, luego iríamos juntos al campo de entrenamiento.

Sabía que Freigdi me mentía pero no el porqué. En verdad no era seguro pero soy Duque y sé mentir al igual sé detectar quien lo hace, me conozco las miradas. Debía averiguar porqué y empezar preguntándole a algún superior. No sabía si hubiese alguna forma de leer la mente lo cual sería una oportunidad muy buena. Lo único que había oído es que a la vez se realizaba una conexión mental de comunicación, aquellos cuyo poder fuera grande y su destreza con ese hechizo fuera notablemente alta podría escabullirse y obtener datos de recuerdos y pensamientos, sobre todo si en ese mismo momento de la conversación se te pasaba un pensamiento no acuerdo con la conversación. Era mi oportunidad y debía desperdiciarla. Debía subir al despacho de mi maestro y hacer una petición para poder ojear el “libro del aire” antes del paso de grado. El tiempo era crucial, Freigdi tenía que pensar que hacía lo imposible por encontrar su solución mientras yo averiguaba la verdad. Me temía lo peor, aunque albergaba la esperanza de que no fuese así y simplemente no me contaba la verdad por pura vergüenza y pérdida de orgullo de ese momento de derrota. Su estaba hechizado por un castigo yo no era quién para eliminarlo, tenía que averiguar la verdad de aquella mentira.
Me levanté de la cama, evité despertar a Freigdi y me dispuse dirección a desayunar y a realizar la visita con mi maestro, Vern. Esperaba que pudiera recibirme. Por otro lado debía vigilar cualquier movimiento de Freigdi. Así antes de salir de la habitación rápidamente saqué mi daga de la bolsa y me dispuse a realizar el ritual para crear una gema roja. Se la coloqué en el collar evitando despertarlo y me marché silenciosamente.