Lars Alexandersson
En la herreríapor Lars Alexandersson, Vie Dic 21, 2012 12:23 am
Tras varios días de infructuoso viaje llegué a Zanthé, la ciudad comercial donde se encuentra la herrería en la que yo trabajo.
Saludé a unos vecinos que conocía y tras cruzar un par de calles concurridas me encontré frente a la herrería. Nada más entrar al edificio el calor típico de la herrería me inundó y me sentí como en mi propia casa, a pesar de que yo nunca he tenido una verdadera casa. Hablé con el maestro de la herrería y me dijo que mis puñales y mi espada estaban ya pulidos y listos para el combate:
-Tus nuevas armas están preparadas, sus filos son mejores que los normales, sus empuñaduras están adaptadas para ser más manejables y permitir una mejor sujección y su acero ha sido templado por los maestros herreros de esta ciudad durante varios meses, por lo tanto son más resistentes y duros.
Me pasó las armas y me bastó con examinarlas durante un par de minutos para comprobar que lo que decía era verdad.Entonces dije:
-Gracias, habéis realizado un buen trabajo-rebusqué en mi bolsillo y le ofrecí un saco lleno de dinero-aquí está el pago por las armas. Tengo que volver a la Torre, nos veremos en unos días.
Salí del edificio, satisfecho por el armamento que había conseguido y tras unas compras en las tiendas más cercanas emprendí el camino de vuelta a la Torre.
Saludé a unos vecinos que conocía y tras cruzar un par de calles concurridas me encontré frente a la herrería. Nada más entrar al edificio el calor típico de la herrería me inundó y me sentí como en mi propia casa, a pesar de que yo nunca he tenido una verdadera casa. Hablé con el maestro de la herrería y me dijo que mis puñales y mi espada estaban ya pulidos y listos para el combate:
-Tus nuevas armas están preparadas, sus filos son mejores que los normales, sus empuñaduras están adaptadas para ser más manejables y permitir una mejor sujección y su acero ha sido templado por los maestros herreros de esta ciudad durante varios meses, por lo tanto son más resistentes y duros.
Me pasó las armas y me bastó con examinarlas durante un par de minutos para comprobar que lo que decía era verdad.Entonces dije:
-Gracias, habéis realizado un buen trabajo-rebusqué en mi bolsillo y le ofrecí un saco lleno de dinero-aquí está el pago por las armas. Tengo que volver a la Torre, nos veremos en unos días.
Salí del edificio, satisfecho por el armamento que había conseguido y tras unas compras en las tiendas más cercanas emprendí el camino de vuelta a la Torre.
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