Ese olor...ha cambiado, pero es él, sin duda.

Un rugido desvela a los pocos habitantes de estas tierras muertas.

Estas acabado, mago. Porque mis colmillos son espadas, mi cola látigo, mis zarpas lanzas y mi aliento muerto.

Porque llevo años esperándote, Lucien.

Hacía nada que me habían nombrado señor de la guardia del amanecer, pero yo ya había salido de esta. Mientras caminaba por la nieve recordé mi conversación con Sweeny antes de marchar.

Tras mirarme la mano me había fijado en que mi antigua marca, en la que había una herida sangrando, había cambiado, y ahora había una espada en llama en la que bajaba un hilo de sangre.

Su respuesta había sido la siguiente:

-Bueno, antes el libro te escogió capitán de la guardia de sangre, y ahora has fundado la guardia del amanecer, lo que te vuelve automáticamente en capitán de esta, de manera que se han juntado los símbolos de ambas guardias, la herida sangrienta y la espada en llamas.

Y ahora pensaba en las vueltas que daba la vida mientras mis botas se hundían en la nieve. Hace dos días no pertenecía a la Guardia Negra, y ahora tenía mas rango que un capitán, el de doble capitán.

Un rugido me devolvió a mi misión. Estaba preocupado por lo que fuera que hubiera allí arriba, y mas teniendo en cuenta que Lucien lo recordaba, lo que no podía significar nada bueno.

Pero iba a descubrir lo que era, me costara lo que me costara.

Estaba allí, estaba segura. Lucien...has vuelto, y vivo.

Pero no por mucho tiempo.

Rugí fuertemente para que supiera que supiera mi posición, salí de la cueva y volé hasta una posición lo suficientemente alta como para ampararme entre las nubes.

El cebo estaba puesto, el cazador había colocado la trampa.

Solo faltaba la presa.

Un rugido...¿me habría detectado la bestia? Seguí caminando, mientras a cada paso la capa de nieve era mas densa, hasta que al final creé una camino apartando la nieve de delante de mí con la magia del aire.

Llegué a una gran caverna con algunos huesos en las esquinas. Pero no me detuve a mirarla, ya que enseguida algo me llamó la atención.

En el centro de la cueva había un objeto brillante. Lo cogí y vi que se trataba de un rubí delicadamente tallado para que tuviera forma de lágrima, con una única y pequeña imperfección, y es que en el centro podías ver una mancha oscura.

"La lagrima de Aressher" pensó Lucian dentro de mi cabeza.

Entonces oí el batir de alas, seguido de una voz familiar.

-¡No escaparás, Lucian!

Miré en la entrada de la cueva y vi un gigantesco dragón negro.

Tenía problemas.

-¡No escaparas, Lucien!

Aprovechando que lo tenia atrapado descargué mi aliento de ácido. No os imagineis una niebla de ácido poco densa y algo corrosiva, porque el gas estaba muy concentrado, y ninguna ráfaga de viento la podría mover, o al menos ninguna ráfaga que no pudiese mover también el aliento de fuego de cualquier otro dragón. De la misma manera podía derretir carne, piedra o metal sin esfuerza alguno.

Sin embargo ese maldito no había perdido sus facultades y creo rápidamente una pared de piedra que le sirvió de protección. Pero a pesar de que como ya he dicho antes mi gas estaba muy concentrado, no dejaba de ser gas, y como tal no desaparecía al momento. En ese momento la entrada de la cueva ya estaba llena de ácido , solo tenía que volver ha lanzar una "rociadita" y Lucien no sería mas que un mal recuerdo en la historia de ese mundo.

Un dragón. negro. Enorme. Y con una mala leche que no veas.

¿Nunca había pensado Lucien tener enemigos menos peligrosos, como un oso amoroso o algo parecido?

Al ver que iba a usar su aliento levanté rápidamente una pared piedra para protegerme, pero me sorprendía al ver que el ácido acababa con ella de la misma manera que el agua lo hacía con el fuego. Sin embargo, eso no importaba demasiado, porque el dragón iba ha echar otra andada de ácido y antes de que mi pared se derrumbase toda la cueva estaría llena de ese maldito gas, por lo que poco quedaría de mí si no desaparecía pronto.

De manera que hice un viejo truco mío: transforme el suelo bajo mis pies en arenas movedizas, haciendo que me engulleran rápidamente y salí del suelo detrás del dragón. Luego improvisé, y aún hoy me sorprendo de que funcionara. Creé una losa de piedra y bajé la montaña deslizándome por ella. Aquellos que me imaginen en una delgada plancha, de pié y bajando como si nada se equivocan, ya que yo estaba estirado en ella, cogido a los bordes para no caer y rogando por no matarme.

La dragona me persiguió, bajando en picado con las fauces abiertas. Debido a que cada vez gana mas terreno, no veía la necesidad de usar su aliento, y parecía querer tomarse el gusto de comerme. Sin embargo, no tenía en cuenta mis capacidades como vampiro. Salté encima de ella y me cogí con todas mis fuerzas. Obviamente no se esperaba algo así, pero echó a volar y ha hacer piruetas en el aire.

Dejadme que os cuente algo: cuando pones una maleta encima de un carro y vas rápido, la maleta se cae.eso es porque el aire impacta en ella y la hace caer. Si usaras un hechizo para que el aire pasara por encima de ella no solo no caería si no que quedaría perfectamente adherida al carro.

Algo parecido fue lo que hice con la dragona. Si nunca habéis montado en uno de estos reptiles lo habéis de probar, es una experiencia que produce cantidades industriales de adrenalina.

Sobretodo si el dragón en cuestión quiere matarte a cualquier coste.

Maldito Lucien...al parecer había adquirido nuevas habilidades, y ahora estaba pegado a mi como una lapa. Sin embargo, a pesar de que su hechizo lo mantenía pegado a mi, seguía pudiendo moverse mientras no dejara de entrar en contacto con mis escamas. Y por mucho que sus manos frías se aferraran a mis púas con fuerza, acabó soltándose, y rodando a un lado. Allí, casualmente, le di un golpe con mi ala, por lo que salió disparado al aire.

Inmediatamente me lancé en picado hacia él, preparado a lanzarle mi aliento corrosivo. Sin embargo, hubo algo que me hizo dudar, que me detuvo en el último segundo.

Sus ojos.

Aquellos ojos en llamas no eran normales, sin duda, pero no se trataba de los de Lucien, serpentinos y oscuros, burlones y depredadores. No era Lucien.

Entonces el chaval hizo algo que me sorprendió. hizo una especie de explosión de aire que le apartó de mí. Pero no la hizo entre nosotros, lo que solo habría servido para empeorar la caída, si no que la hizo a un lado. Le seguí hasta llegar al lugar donde había caído.

Había creado una camara de aire debajo de la nieve para que amortiguara mas, y había transformado la tierra en arena fina, pero aquellas mesuras no podíanpermitir salir ileso de una caída tal ni siquiera a un vampiro.

Le miré durante unos segundo y dije:

-¿Quien eres? ¿Sabes quien es Lucien?

Mierda, la cosa se había puesto fea. Hasta ese momento había jugado únicamente a la defensiva, pero no cambiaba de táctica tenía las de perder.

Cuando la dragona aterrizó a mi lado yo estaba herido, pero lo primero que hice fue prepararme para luchar. Sin embargo, su pregunta me sorprendió.

-Soy Bast, capitán de la guardia de sangre y la guardia del amanecer, y por supuesto que conozco a Lucien. Al fin y al cabo es difícil no conocer a alguien cuando o tienes sellado dentro de ti, ¿verdad?

Vale, no era exactamente la verdad, pero como yo lo veía el único obstáculo entre Lucien y el mundo era yo, de manera que sí que se podría decir que lo tenía sellado.

Sellado...de manera que aquel chico era una prisión para Lucien. Era algo extraño, e intuía que no me decía toda la verdad, pero sin duda no mentía.

Pero eso no era todo. Realmente se había sorprendido de mi pregunta, a pesar de no lo había visto en mi vida. Había aceptado que le atacaran los enemigos de Lucien. Había tenido que pelear por pecados que no había cometido, para sobrevivir.

Como yo.

Durante unos segundos nos quedamos mirando, y nos dimos cuenta que no eramos tan distintos como creíamos, que ambos habíamos pasado por penurias parecidas.

Sin embargo, rompí aquella especie de vinculo que nos unía con un bufido, y volví a mi cueva mientras gritaba:

-¡Devuélveme a mis huevos y estaremos en paz, Bast!

Durante unos momentos ninguno de los dos dijo nada y supe que ella también había sido atacada, fuera por su especie, fuese por el color de sus escamas, sin otra razón que el odio indiscriminado.

Por primera vez sentí que alguien me entendía.

Sin embargo, ese instante mágico murió cuando ella se fue volando, gritándome que le devolviese sus huevos. Sus crías...nunca había sido padre (no sabía si decir lo mismo de Lucien) pero intuía que debía de haber sido doloroso para ella.

¿Es que tu ambición no tiene limites, Lucien?

Silenciosamente, bajé por la ladera, mientras la nieve se amontonaba en mi pelo.

Tenía mucho que hacer, y ahora también encontrar unos huevos de dragona.