Si había cerrado la ventana tan rápidamente y había tratado de distraer a Nayade era porque había sentido una sensación extraña cuando el viento y la nieve habían llegado a mí.

Enfrascado en mis pensamientos pero preocupándome (¡Esta vez sí!) de no perder a Nayade, salí de la habitación y recorrí un pequeño trecho hasta llegar a otro portón como parecido al que habíamos usado para entrar. Apoyé las manos y, nuevamente, hice fuerza para abrir las puertas, aunque esta vez también tenia que cargar con el peso de la nieve al otro lado de la puerta.

Finalmente la abrí, y volví a sentir esa sensación: era extraño porque aunque sabía que hacía frío yo no lo sentía. Cogí un puñado de nievey, de repente, entendí lo que me ocurría. La nieve era gélida, gélida como mi piel. Una vez supe que todo estaba bien (dentro de lo bien que puede estar para un vampiro), me di cuenta de que estaba a gusto. No sentía frío, o al menos no mucho, y había un frescor reconfortante para alguien que vivía con un fuego interior tan sofocante como el mío.

Todos estos pensamientos ocurrieron en menos de un segundo, tiempo que tardé en recordar a Nayade. Me giré y, recordando que ella si debía sentir frío, murmuré unas palabras. Pronto la nieve que estaba a un paso o menos de Nayade empezó a fundirse, aunque lentamente.

-He hecho que la temperatura a tu alrededor sea igual a la de tu calor corporal-dije, mientras me acercaba-. ¿Quien necesita un abrigo así?

Allí estaba. Tal y como predijo Xerxes.

Mi misión era muy sencilla. Al parecer, existió una organización afiliada a la Escuela de la Muralla, conocida como "La Guardia del Amanecer". Era una organización compuesta por múltiples caballeros forajidos, que buscaban redención o que simplemente querían evitar la pena máxima. Había algunos que incluso se unían únicamente por honor... niñatos pijos que se creen el centro del mundo.

Por lo visto, hay cierto individuo que ha aparecido en las Tierras Muertas y que, según Xerxes, podría tener aptitudes para formar parte de nuestra Guardia. Xerxes me envía para que le escolte hasta la Muralla.

No obstante, no contaba con que vendría acompañado. ¿Quién era esa mujer? ¿Debería deshacerme de ella?

Sin pensármelo dos veces, pronuncie las palabras del conjuro "Nube Oscura" y me acerqué raudo hasta donde se encontraban nuestro invitado y nuestra polizona. Aterricé justo delante de ellos, dando algo de dramatismo a la entrada:

- ¡Saludos, forasteros! - grité, entre siniestras carcajadas - ¡Bienvenidos a los límites de la Muralla! ¡Mi nombre es Raven, miembro de los 6 Secretos!

Era una actuación sublime. Xerxes habría estado orgulloso de mi:

- Decidme - les avisé - ¿Quién de vosotros es Bast?

Seguí a Bast hasta el portón y esperé mientras lo abría. En cuanto se abrió la puerta una corriente de aire helado me provocó un escalofrío. En ese momento me froté los brazos, sin saber que más hacer, esperando "instrucciones". Había sido idea de Bast entrar en el maldito castillo y era responsabilidad suya decidir qué hacer.

De pronto se giró hacia mi y empecé a entrar en calor. Además, la nieve a mi alrededor se derretía.
-He hecho que la temperatura a tu alrededor sea igual a la de tu calor corporal-me dijo, acercándose -. ¿Quien necesita un abrigo así?
No pude evitar sonreir. -Gracias,- dije mirando hacia la nieve.- ¿Dónde estamos?
Mientras hacía esta pregunta, una mujer apareció ante nosotros. Una mujer que me daba muy mala espina. Se plantó delante de nosotros y empezó a reirse sin venir a cuento, con una risa bastante siniestra.
- ¡Saludos, forasteros! ¡Bienvenidos a los límites de la Muralla! ¡Mi nombre es Raven, miembro de los 6 Secretos!- Se presentó. Ahora ya tenía claro por qué me daba mala espina. Los seis secretos.
- Decidme. ¿Quién de vosotros es Bast?- Preguntó.
Como ya he dicho antes, las decisiones le correspondian a Bast. Así que yo no pensaba responder.

Off: perdonad el retraso, pero con mi cumpleaños y todo he tenido unos días moviditos.

Cuando la bruja llegó yo estaba de cuclillas, había apartado la nieve lo suficiente como para tocas el suelo con la mano. Sin ni siquiera mirarla le hablé:

-Perdona si no me impresiono, pero una entrada drámatica pierde gran parte de la emoción cuando ya sabes que el actor entrará. El viento soplaba hacia nosotros y-levanté la cabeza, mirándola-hueles igual que cuando me capturasteis, bruja.

Me levanté. Debajo de donde un segundo antes estaba mi mano había una fuente de magia, y sobretodo, una fuente calor, ya que la nieve se iba derritiendo alrededor de mis pies.

-Yo soy Bast. ¿He de entendender que vienes como amiga o como enemiga?

De modo que se acuerda de nosotros... ¡esto va a ser divertido!

- Eso depende de ti - le contesté, coqueta - Lord Xerxes Break, Señor de la Muralla y Líder de los 6 Secretos, reclama tu presencia. Al parecer tiene una oferta muy interesante que hacerte. ¿Qué? ¿Te interesa?

No podía evitar dibujar una torcida mueca de felicidad ante aquella situación. ¿Vendrá por las buenas... o por el contrario deberé convencerlo a la fuerza?

Hice un gesto y la fuente de magia y calor que estaba debajo de mí desapareció.

-Es una proposición...interesante. Creo que la aceptaremos- a pesar de que la imitación era solo para mí acerqué a mi a Nayade rodeándola con mi brazo. También mostré levemente mis colmillos, en un gesto que se podía considerar de amenaza, aunque era obvio (o al menos para mí) que lo que expresaba era que no se la podía tocar-. Pero quiero dejar claro a que no trabajo por nada...no me refiero a oro ni propiedades materiales, mas bien...da igual, ya se lo diré a Xerxes.

Solo un detalle mas antes de partir. ¿Te suena el nombre de Naggarond?

Miré a la bruja esperando una respuesta. Tenía pocas esperanzas de que me contestara, pero algo en mi mente vinculaba ese nombre a la Muralla.

- ¿Naggarond? - pregunté - Mmm... no, lo cierto es que no me suena.

Sin nada más que decir, Bast rodeó a la chica con su brazo y me mostró sus colmillos, dando a entender su condición de Vampiro. No pude evitar dibujar una mueca de duda en mi puntiagudo rostro:

- Pobre ignorante... - le dije - ... ¿qué te hace pensar que ella puede venir?

Xerxes me pidió que trajese al chico y a nadie más... y yo soy de las que cumplen las ordenes.

Gruñí. Me resistía a abandonar a Nayade, y aún mas en esa tierra extraña.

-¿Tus ordenes son llevarme, cierto? Y dudo mucho que te hayan dicho que debo ir yo solo. Pues bien, si ella no viene yo tampoco, de manera que...

Un poderoso rugido sonó en la lejanía. Instintivamente apreté mas fuerte a Nayade, y los pelos de la nuca se me erizaron al reconocer que Lucian recordaba de alguna manera ese sonido. Miré a la bruja.

-Decídete rápidamente, pero yo no abandonaré a la elfa y si tratas de forzarnos es mas que probable que algo nos sorprenda a media batalla.

Oí el rugido. Y reconozco que no me gustó absolutamente nada. Xerxes quiere que traiga a este muchacho, y este insiste en que traiga a la chica también. No puedo permitirme fallar...

- Está bien - accedí a regañadientes - ¡Vámonos ya!

Y sin perder un instante, pronuncié las palabras del hechizo "Nube Oscura" y nos envolví a los tres en la misma, elevándonos por el gélido cielo y poniendo rumbo a la Muralla sin tardanza.