Crescent fon Wolfkrone
Crescent fon Wolfkrone
Señor de los lobos (humano)
Nombre : Crescent fon Wölfkrone
Escuela : La Torre
Bando : La Diosa
Condición vital : Vivo
Cargo especial : Maestro de la Torre (magia y lucha física), Maestro de Guerrero Angelical (La Torre)
Rango de mago : Mago consagrado
Rango de guerrero : Guerrero Exaltado, Especialista en Guerrero Angelical
Clase social : Noble, Príncipe de Wölfkrone y de las Provincias Unidas
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Fecha de inscripción : 02/05/2011
Edad : 26
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Bardos, baladas nórdicas, y mucho aguamiel {{Librepor Crescent fon Wolfkrone, Jue Mar 29, 2012 10:26 pm
    Había decidido hacer noche en la taberna de Hjför, que más que una taberna era una posada, pero nadie solía pasar por ahí para alquilar una cama. La mayoría de gente que frecuentaba la taberna lo hacía, o por el bardo de turno, o por el delicioso aguamiel que destilaba Hjförleif, la hija menor de Hjför, que en paz descanse, pues murió hace dos años.

    Bueno, como iba diciendo, en la narración, llegué a la taberna cuando los guardias que iban por los caminos ya encendían sus antorchas con un poco de yesca y pedernal. Cabalgaba sobre Centella, aquella yegua que adquirí nada más morir Cobalto, mi primer corcel. Aunque era un poco nerviosa esta yegua (Siempre quería ir al galope), avanzaba al trote. Nada más llegar, la dejé en las caballerizas, y entré en la taberna.

    El fuego ardía en la chimenea y un bardo estaba cantando, acompañado de un laúd, una antigua balada nórdica sobre un héroe que...¿Qué hizo ese héroe? Bueno, da igual, eso no es algo importante que se necesite aclarar. Bueno, quizá sí, pues hablaba de Harla Hija de los Lobos. La primera Wölfkrone. Y, para más prestigio, la primera portadora de la Sangre del Lobo en la dinastía Wölfkrone.

    Bueno, qué más decir. Nada más entrar, y nada más que la gente viese mi armadura reluciente con el sello del lobo, y el manto rojo que caía sobre mis hombros, empezaron los susurros. Incluso el bardo sintió que fallaba su voz, pero continuó con la canción y no se notó ningún fallo en la interpretación. Me senté en una de las mesas más apartadas, y en menos de un minuto, la mismísima Hjförleif, que se encontraba en la cocina vino a preguntarme qué quería para comer, o para beber.

    Me gustaría una copa de ese aguamiel tuyo tan famoso, el de frambuesas y grosellas.

    Y, Hjförleif me trajo una copa de ese aguamiel, cual pronto descubriría que era digno de reyes y de príncipes. Y yo era un príncipe. Bueno, sin decir más, llevé mi mirada a la puerta, pues esta se abrió tras dar el primer trago a la bebida.

Catherine
Catherine
Humana
Nombre : Catherine Earnshaw Bennet
Escuela : La Torre, Fortaleza de Aryewïe
Bando : La Diosa
Condición vital : Viva
Rango de mago : Maga consagrada, Experta en Magia Curativa
Clase social : Plebeya
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Re: Bardos, baladas nórdicas, y mucho aguamiel {{Librepor Catherine, Vie Mar 30, 2012 2:06 pm
Dicen que la Taberna de Hjför es famosa en todo el mundo, que en ella sirven el mejor aguamiel y que sobre su tarima los bardos entonas las mejores baladas de la Historia. Sin embargo, yo desconocía esos datos; poco sabía de bebidas alcohólicas y, si bien había escuchado un número considerable de baladas, las leyendas del Norte se me escapaban de las manos.

Era la primera vez que viajaba tan lejos. Había tenido que hacer el camino desde el Bosque de Éld unas veces a pie, otras en monturas de alquiler. La intensidad del viaje se reflejaba en mi lamentable aspecto: llevaba el pelo enmarañado y un rictus de profundo cansancio. Afortunadamente, dos días atrás me había provisto de un vestido negro, cómodo y sencillo, gracias al cual pude desechar mis desgastadas ropas de viaje y mi imagen de vagabunda.

Aún estábamos inmersos en la transición entre invierno y primavera, por lo que —y más en las tierras del Norte— seguía haciendo un frío intenso. No tuve problemas por ello; llevaba encima una tupida capa y otro montón de conjuros térmicos.

Siguiendo el río Dane, llegué a Wölfkrone al anochecer. No era aquel mi destino, porque no tenía destino fijo, pero era innegable que llevaba mucho tiempo queriendo visitar aquella localidad. Quizás os preguntéis por qué estaba allí, por qué había abandonado la Torre otra vez… Todo surgió a raíz del incendio de la casa de mis padres. Habían pasado varios meses desde aquello y nadie me había dado respuestas. Le pedí ayuda a Narshel, pero ella evadió todas mis preguntas. Mendigué explicaciones por toda la Torre con el anillo de William en mis manos, pero nadie lo había visto desde que me secuestrara. Hasta estuve tentada de regresar a la isla de Eluveitie, para comprobar que estuvieran allí sus restos…

Aunque no me apetecía volver a ver a ese hombre, necesitaba saber si estaba vivo y, de ser así, era mi obligación encontrarlo y pedirle explicaciones. Una vez supiera lo que había pasado con mis padres, ajustaríamos las cuentas pendientes y… y todo acabaría de una vez por todas.

Suspiré y alcé la cabeza. Wölfkrone se alzaba, hermosa y regia, ante mis ojos de extranjera. Sabía que, si Crescent no estaba en la Torre, lo encontraría allí, en cualquier punto de aquella ciudad. Era consciente de que él no podía ayudarme, pues sabía lo mismo o menos que yo, y por eso no estaba allí para buscarlo. Sencillamente, mis pasos me habían llevado a aquel lugar. Saben los dioses por qué.

El último tramo lo había recorrido a pie y empezaba a notar el cansancio en mis piernas. Levanté la mirada y la posé sobre una edificación cercana, muy bonita y acogedora, con un letrero encima de la puerta. “Taberna de Hjför”, rezaba. Yo no tenía idea de la sorprendente fama de aquel lugar, pero me bastó con ver el aspecto, tanto del recinto como de los visitantes, para saber que no era una taberna de mala muerte. Me arreglé un poco el cabello antes de entrar. Aún me quedaban algunos ahorros; por el tamaño del lugar, supuse que cumpliría la función de una posada, aunque no estaba segura. Tendría que preguntar.

El ambiente de la taberna era alegre y festivo; sin embargo, en el momento de mi llegada, corrían los murmullos y miradas indiscretas entre los clientes. Debía haber algo muy interesante por allí, pues no repararon ni en mi entrada ni les llamó la atención mi cabellera, que siempre atraía miradas. Eché un vistazo en derredor y descubrí en la distancia dos ojos que me miraban. Mis oídos captaron algunas palabras de aquella lengua extraña, palabras procedentes de los hombres y mujeres de Wölfkrone. Yo solo entendí “Crescent fon Wölfkrone”. Sé que lo repitieron varias veces, pero yo ya no escuchaba, porque toda mi atención se centró en la figura del hombre que, desde una mesa apartada, escondido tras una copa de aguamiel, me contemplaba.

Casi se me resbala el morral de las manos, pero lo aferré a tiempo. Mantuve la cabeza erguida y caminé resuelta hasta plantarme frente a Crescent. Estaba muy elegante; jamás lo había visto con un aspecto tan... monárquico.

Te he echado de menos —dije, sencillamente, y esbocé una ligera sonrisa.

Y, sin pensar en las miradas curiosas y los comentarios —para mis escasos conocimientos de lenguas nórdicas— ininteligibles, me lancé a sus brazos, buscando en ellos la calidez y el consuelo que tanto añoraba.


Crescent fon Wolfkrone
Crescent fon Wolfkrone
Señor de los lobos (humano)
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Re: Bardos, baladas nórdicas, y mucho aguamiel {{Librepor Crescent fon Wolfkrone, Vie Abr 13, 2012 8:50 pm
    He de reconocer que la sorpresa que floreció en mi al ver una joven muchacha. No sé si este sería el calificativo más apropiado para la doncella de la que hablo en estos momentos, pero lo dejaremos así hasta que halle otro que se ajuste mejor. La muchacha en cuestión ostentaba una bella melena, de un color rojizo o anaranjado, que brillaba con calidez ante la luz de la chimenea -y las numerosas velas que había repartidas-. Sus ojos eran verdes, pero eran de un verde suave; suave como una brisa en verano, o suave como el murmullo de un riachuelo, acallado por las hojas de los arbustos y los árboles.

    Sin embargo, no tardé ni un mísero instante en relacionar aquellos rasgos con una persona que conocía desde hace mucho, mucho tiempo. No sé qué motivos la traían a las tierras del norte, pero fuese lo que fuese, me alegraba de que coincidiésemos, aunque fuese, en este apartado lugar. No sabía si los dioses habían intervenido en su llegada a este lugar, o si todo era puro azar, pero me alegraba mucho de que ella estuviese aquí. Realmente, mi alegría no se podría expresar con palabras, y muy probablemente tampoco con actos.

    Me pregunté cuanto tardaría la muchacha en darse cuenta de que estaba allí, en uno de los rincones algo más apartados de la puerta, dándole sorbos discretos a una jarra de excelentísimo aguamiel, hecho por Hfjörleif, mientras la miraba, con gesto cauteloso, intentando adivinar sus próximos movimientos. Los ojos de la chica vagaron por la taberna hasta posarse…en mí. Sin tardar mucho dejé la jarra que contenía el aguamiel sobre la mesa, y me levanté de mi silla, al mismo tiempo que ella caminaba hacia mí, aparentemente seria y digna y orgullosa y, sobre todo, resuelta.

    Sus palabras me arrancaron una sonrisa, y el abrazo me enterneció considerabemente. No tardé en estrecharla entre mis brazos, y aunque no lo hice con fuerza, no sería necesario otro gesto para dar a entender cuanto la eché de menos. Con mi brazo izquierdo rodeé la parte inferior de la espalda, y con mi mano derecha acaricié la parte trasera de su cabeza, hundiendo mi mano en sus cabellos, acariciándolos también.

    Yo también te he echado de menos — Respondí, no en la lengua nórdica, sino en la lengua central. La que, de aquí, probablemente solo conocíamos Catherine y yo.


Catherine
Catherine
Humana
Nombre : Catherine Earnshaw Bennet
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Re: Bardos, baladas nórdicas, y mucho aguamiel {{Librepor Catherine, Miér Abr 18, 2012 5:13 pm
Él respondió a mi abrazo y enredó sus dedos en mis cabellos. Yo cerré los ojos y disfruté del momento, que duró apenas unos segundos, pues después nos separamos. Pese a la fugacidad del gesto, yo lo sentí intenso, muy intenso, tanto que una extraña sensación hizo que se me encogiera el estómago. Sin embargo, no dejé que se me notara, porque yo no quería mostrarle ni un atisbo de debilidad a Cres.

Por eso —y por las miradas curiosas—, me separé rápidamente de él, aunque no perdí la sonrisa.

¿Cómo estás? —pregunté con voz dulce—. Nunca pensé que te encontraría aquí, pero me alegra haberte visto de nuevo… Presentas buen aspecto —comenté, recorriéndolo discretamente con la mirada—. Me preocupaba que te hubiera pasado algo, aunque siendo tú quién eres, sé que no tengo motivos. —Sonreí—. Es evidente que sabes defenderte solo.

Me quedé en silencio unos instantes, incómoda. La taberna entera se había quedado en silencio conmigo. Solo el bardo seguía cantando, pero ni siquiera él dejaba de mirarnos. Inconscientemente, tomé un mechón de mi cabello y empecé a rizarlo con el dedo. Luego regresé a Cres, tratando de olvidar que éramos el centro de atención. Al fin y al cabo, dudaba que alguien entendiera lo que estábamos diciendo, pues no usábamos la lengua nórdica.

Creo que eres demasiado famoso por aquí. —Exhalé un suspiro y paseé mi mirada por la taberna. Cada persona en la que clavaba mis ojos, fingía estar haciendo otra cosa, hecho que me divirtió—. Pensaba pasar la noche en esta taberna, pero no sé si tienen posada…

No muy lejos de nosotros, descubrí unas escaleras que ascendían. Tal vez las habitaciones estuvieran en el piso superior.

Mañana reemprenderé el camino. No sé adónde iré… Tal vez pase por las Provincias Unidas, tal vez llegue hasta el Forstgärd. O tal vez regrese sobre mis pasos y pruebe suerte en el Reino de la Noche… —Suspiré—. Tienes un reino precioso, ¿sabes? Siempre me gustaron los lugares fríos, quizá por haber pasado tantos años en el centro… Aún así… —dije, perdiendo la sonrisa—, no creo que me quede en Wölfkrone más de una noche….

«Luego me iré y ya no sé cuándo volveremos a vernos», continué, aunque no lo dije en voz alta. Solo lo pensé y no traté de esconder mis pensamientos, porque no me importaba que él lo supiera. De hecho, me habría gustado que lo escuchara, que supiera que lo pensaba, pero no quería decírselo directamente. Me estaba complicando. Lo sé.

Alcé ligeramente la cabeza y mis pupilas se clavaron en las de Cres. Esperaba que sintiera, aunque solo fuera un poco, la intensidad de mi mirada. Esperaba que supiera leer en mis ojos las palabras que no decía y que entendiera que, si le decía que me iba, era justamente para que no me dejara marchar. Pero no pronuncié en voz alta nada de lo que pensaba, ni nada de lo que esperaba. Solo me quedé en silencio y volví a sonreír, un poco nerviosa porque cada vez eran más las miradas que se clavaban en nosotros.


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