Invitado
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Dentro del Reino Costa Blanca, en una villa no muy lejana a Puerto Blanco...

Nimue caminaba entre la gente dentro de una plaza comercial, oculta en su totalidad excepto por el rostro, con su gabardina negra-anaranjada habitual. Caminando de incognito, la joven permanecía bien callada y simulando una actitud algo vergonzosa. Miraba a su alrededor, como manteniendo a ralla a los transeúntes que pasaban por su lado, no solo para meterse en su papel, sino para asegurarse de que nadie reconociese su identidad como la heroína que ella se creía.

Bajo esa gabardina, portaba sus ropas apretadas de cuero y látex, proporcionadas por su maestro Harald. A ambos lados de la cadera, colgaban dos estuches de un cinturón que guardaban una buena provisión de shurikens y a su vera, un par de giro-bolas engarzadas también al mismo. Constaban de una cuerda de 70cm en cuyos extremos estaban las bolas rellenas de cuero. En sus antebrazos bajo la gabardina, un escudete de hierro en cada brazo desde el codo hasta la muñeca, cuya ornamentación se basaba en una combinación de franjas negras y marrones desde los extremos. No estaba visiblemente armada, su falso papel estaría a salvo de las miradas indiscretas y traicioneras desde cualquier rincón.

"Tengo que ocultarlo o cientos de aficionados se abalanzaran a mí. Ellos me conocen, saben que soy Zorra, la más astuta y las más bella, si, ¡esa soy yo!" - pensaba para sí misma dejando escapar una risa sádica mezclada con una pizca de locura, en voz baja. Volvió a la realidad al oír un grito a plena voz hacia su dirección.

¡Señorita! Le apetece algo de fruta? - le llamo la atención el mercader. Nimue se señalo a sí misma - ¡Si, usted! - Se acercó. Miro al mercader y después al puesto de frutas - Son... gratis? - señaló confusa.
Qué? No, son 5 reales la unidad para estas de aquí - señala la sección correspondiente de fruta en oferta - Fresca y rebajada de precio, aprovecha - aunque en realidad solo estaba tratando de deshacerse de lo que ayer no pudo vender, de peor calidad que el resto y a mitad de precio. La joven cogió un par de esas manzanas y remarcó una obviedad como un templo hacia el vendedor.
Es obligatorio pagar?
Claro que lo es, que estás diciendo?

Y en tan solo un instante, se le ocurrió soltar una mentira barata que ella se ingenió como medio para escabullirse de estas situaciones. Lo hizo pensando en el nombre de la moneda del Reino, asoció en su mente los reales con la realeza, de tal forma que por eso se portaba como una princesita cada vez que iba a "comprar" - Veras... soy la princesa del reino "Sinpa", le puedo pedir a mi padre que pague esto por mi...
... Tu estas bien? - precipitó sus manos hacia las manzanas de Nimue y esta aparto la mano - No lo conoces? Es de Garnalia Oriental, cerca de Zhanthé - solo conocía la ciudad por ser su sitio natal.
Eso no existe, que es "Sinpa"?
!!GAAAAAARRRR¡¡ - y comenzó a correr como una majadera de allí con las manzanas en sus manos, escabulléndose entre la multitud.
EH! NIÑATA! - rebufo el mercader un par de insultos por lo bajo - ¡Pate! ¡Chiquillo ven aquí! - llamó a su hijo el cual estaba en el almacén - ¡Atiéndeme el negocio que ahora viene papa! - cogió su fusta habitual de mercader como defensa ante ladrones de poca monta y corrió tras la joven, quien ya llevaba una buena ventaja - Como corre la jodia´...
Yil
Yil
Humano
Nombre : Yil "el marchante"
Escuela : La Torre
Bando : La Diosa
Condición vital : Vivo
Rango de mago : Aprendiz de primer grado
Clase social : Pueblo llano
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Fecha de inscripción : 21/02/2016
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Yil estaba comprando en uno de los puestos, hierro pulverizado —quería probar a darle forma a través de la magia—. Realmente no estaba comprando, pues este requiere de un proceso claro de intercambio: Estaba intentándolo.

A ver, ¿Estos son 5 peniques de cobre? —Preguntó, enseñándole monedas de diferentes tipos.

No, no y no. Te faltan 3 peniques de hierro.

¿Ahora?

He dicho tres, no dos.

Entonces, Yil asintió con la cabeza dos veces, reflejando en su rostro que ya lo había logrado comprender. Colocó así otro penique de hierro en el montón, y el mercader asintió con la cabeza, con una sonrisa. Quiero destacar, que podría haberse aprovechado de él y timarle, haberle sacado más dinero. Pero no lo hizo.

Yil le dio el dinero, y él le dio una bolsita con el hierro en polvo. Lo metió en uno de los bolsillos de su macuto y se dio la vuelta para irse, pero entonces, algo chocó contra él con mucha fuerza, haciéndole tambalear. Ese algo, tenía muñeca, y Yil como reacción, se la agarró, tal vez con más fuerza de la necesaria. Entonces, un hombre corría hacía él, sujetando una fusta. Parecía furioso.

Así que, Yil por instinto, agarrando a la cosa por la muñeca —que todavía no le había dado tiempo a mirar—, cuando el hombre se acercó lo suficiente a ellos, y puso cara de gritar, le empujó con fuerza usando la mano que tenía libre, tirándolo al suelo, haciéndole rodar por el suelo, creando una pequeña nube de polvo a su paso.

En medio de aquel caos y las miradas de sorpresas de los transeúntes, Yil aprovechó para mirar a la cosa. Se trataba de una chica, y tal por ello, o porque sintió algo duro en su muñeca, la soltó. Pensó que se le había salido un hueso, y puso una cara algo… extraña. Imagínate juntar el asco, la sorpresa, la culpa y una ligera molestia.

Y mientras ocurrió todo esto, el mercader que le había vendido el hierro, estaba aluciando, con los ojos bien abiertos, y comprendió entonces por qué no le había timado. «Es un hombre al que no se le debe de hacer enfadar», pensó.

¿Qué has hecho? —Preguntó a la chica, mirándola a los ojos, y al hacerlo, se sintió extraño. Como si estuviera hablando con un animal, con una planta o con una piedra, pero no con un humano. Aunque no le terminó de dar mucha importancia, y supuso que eran imaginaciones suyas. El estrés de la situación.
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