Tras ir al comedor a reponer fuerzas (después de días en cama tenía tanta hambre que podía haber comido un búfalo entero), me encaminé hacia las dependencias de Alice. Por el camino me crucé con algunos de mis compañeros, que me felicitaron amigablemente por mi nueva condición de mago consagrado.

Cuando alcancé el corredor donde estaban las puertas que conducían al cuarto, despacho, laboratorio y demás habitaciones de la Maestra suspiré, contento conmigo mismo.

Llamé con los nudillos en una de las puertas, a decir verdad al azar, no tenía manera de saber en que dependencia estaría Alice.

-Maestras, ¿Puedo hablar con vos?

Esperé unos segundos, pero no respondió nadie, por lo que repetí la operación en la puerta contigua, y esperé contestación.

Venía de dejar a Xerxes en la enfermería cuando me encontré con Guzmán esperándome cerca de mis dependencias privadas. Lo contemplé con curiosidad; tras la Prueba del Fuego, parecía haberse repuesto y su piel ya no presentaba las quemaduras de antaño.

—¿Me buscabas? —pregunté.

Contemplé la túnica roja que ahora enfundaba su cuerpo y no pude evitar sentirme orgullosa de haber logrado formar a un nuevo mago al servicio de La Diosa. Era una sensación conocida, pues la había experimentado en muchas ocasiones, pero siempre resultaba tan maravillosa como la primera. Al fin y al cabo, también se forjan vínculos entre los alumnos y sus mentores, ya que ambos han caminado juntos por los senderos de la magia.

—Felicidades —dijo, con una sonrisa.

Sin embargo, no obtuve respuesta del interior... A mi espalda apareció la Maestra, que me saludó y me observó unos segundos, para felicitarme después.

-Muchas gracias, Maestra. Solo gracias a vos he logrado ser lo que soy.

Nos sonreímos mutuamente, y durante unos segundos mi entendimiento se nubló, olvidándome de todo lo que tenía pensado decirle, o de todo lo que había pasado... parecía como si la única función que estuviera dispuesto a realizar mi cerebro fuera admirar el porte regio y la belleza de Alice.

Me sobrepuse, algo avergonzado y me aparté para que Alice entrara en su estudio antes que yo.

Nos sentamos en las cómodas sillas que había dispuestas alrededor de la amplia mesa.

- Maestra, quería hablar con vos por un motivo particular. He acabado mi adiestramiento básico, y me preguntaba que hacer ahora con mi vida, y con mi nuevo poder.

Alice asintió, pero no dijo nada, esperando a que yo prosiguiera. Tardé unos segundos en hacerlo, ya que me pareció percibir una "ondulación", un aviso, en la ventana mágica que había en mi cuarto, pero deseché esos pensamientos. Estaba en una reunión que era muy importante para decidir mi futuro próximo, y no debía distraerme.

- Me gustaría conocer vuestra opinión, así como pediros información. A la larga, me gustaría permanecer en el Lago de Luna, tal vez, y si vos consentís, como maestro de la escuela... Pero por ahora quisiera viajar y conocer mundo, antes de atarme a los deberes y obligaciones de la Orden de Hechicería.
Si no existen trabas "formales" para ello, ese sería mi proceder, pero aún así, me gustaría conocer vuestra opinión... quisiera saber que esperáis de mi, si es que esperáis algo, pero creo que ya sabéis que mi lealtad solo os pertenece a vos, y acataré cualquier petición o misión que me sea encomendada de vuestra parte.


Había hablado calmadamente y sin prisas, pero una vez hube acabado me sentí algo inseguro. No dudaba de la capacidad de Alice para seguir sin problemas mis cavilaciones, pero deseé haber ido más despacio, para darle tiempo para reflexionar y decidir sobre todo ello.

"Ya está hecho" pensé. Ahora solo podía esperar a conocer su opinión. Si tenía reservada alguna misión para mí, o si había pensado que mi labor como maestro podría ser provechosa para la Escuela, acataría sus deseos. Pero si resultaba que, a pesar de mis dudas acerca de ello, no era más que otro de los cientos de alumnos que había tenido a su cargo y no había hecho planes para mí mas allá de proporcionarme un hogar una educación, dejaría el Lago de Luna , sine die.

La maestra dio su visto bueno a mis planes de viaje, y tras una despedida, que no fue un "adiós", sino un "hasta pronto", abandoné la Escuela del Lago de Luna, y también el oscuro y enigmático Reino de la Noche.

Con la bendición de Alice, me aventuré a los caminos del mundo con energía y buenas expectativas.
Solo la diosa sabe a dónde me conducirían dichos caminos.

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