Las emociones, los pensamientos, las dudas, los infinitos interrogantes por responder, todo eso desaparece como si nunca hubiera hecho otra cosa que no fuera correr por mi vida. Mis pies cruzaron desesperados los metros que me separaban de la linde del bosque presos del pánico, pero aun estando en mi elemento, tardé un tiempo en tomar el control de mis acciones y pensar con suficiente lucidez para sopesar mis opciones.
Me he adentrado algo en el bosque, y a esta hora debería ser difícil mantener una persecución, y más con alguien tan difícil de distinguir del entorno. Sí, por mi aspecto (y mi túnica verde) soy bueno mimetizándome con la vegetación... pero esconderse es una cosa, y huir del peligro, otra. No me cabe duda de que el monstruo sabrá encontrarme.

Estoy parado en el borde de un claro, acechando entre los árboles para ver por dónde se acerca. Unos segundos más tarde aparece por el lado opuesto, y grande es mi sorpresa cuando la oigo burlarse de mí. ¿Acaso me ha visto?
«Sé que estás por aquí».
Diosa mía. No es posible, entre las sombras estoy perfectamente oculto a cualquier ojo humano... Eso es, humano. Pero el monstruo (¿Kira?) cada vez me lo parece menos: No era humana su mirada cuando todavía estaba ante mí, en los jardines, y tampoco lo es su capacidad de verme y seguirme con tanta facilidad entre la vegetación.
Uri, tienes que moverte, tienes que hacer algo. Si no voy a sobrevivir a una noche entera de persecución, debo encontrar una forma de salir definitivamente de peligro... o bien de enfrentarme a Kira. Pero todas las opciones son igual de imposibles. En un momento de desesperación echo a correr, pero a las cinco zancadas me detengo en seco y se me ocurre que tengo a los árboles de mi parte. ¿Podrán ellos ayudarme? Estoy seguro de que ya han sentido el peligro que corro.

De modo que, haciendo un gran acopio de fuerza de voluntad, les pido que me ayuden en mi escapada y se junten tras mi paso, formando una barrera de varios metros de longitud que le dificulte a Kira mi persecución. Se me ocurre que, si en vez de una barrera recta formaran un anillo en torno al claro que rodeara a Kira, podría prácticamente atraparla. Me dispongo a hacer un acopio de fuerzas para infundirle a mis amigos la energía que necesitan para moverse, pero me doy cuenta de que, en medio del bosque, soy capaz de respirar esa energía como si fuera aire, de extraerla del ambiente para después moldearla según mis deseos, y no los de la naturaleza. Bien, otra pequeña ventaja. Antes de llevarlo a cabo, aprovecho que ya estoy fuera del claro del bosque, y por lo tanto de la vista de Kira (espero), y me aplico un encantamiento de mimetismo, el cual no oculta mi figura pero me transfiere el color del entorno; algo así como si me hiciera transparente. Después, le pido al bosque:
« »

Y, de nuevo espiando entre dos troncos de árbol suficientemente juntos, contengo la respiración y observo el desarrollo del encantamiento, rezando por que dé resultado.

No puedo moverme ante lo que ven mis ojos.
Desloación. Todos los árboles que convoqué en mi ayuda, calcinados. Me retuerzo de dolor por ellos, lamentando verlos morir, y sintiéndome culpable por haberlos involucrado en una fatal batalla que no los concernía. Junto con este sentimiento confluyen en mí la impotencia por la insultante facilidad con que Kira ha destrozado mi plan... y también el miedo al fuego.
Nunca llegaré a saberlo, pero si salgo vivo de esta pesadilla lo más probable es que esto sea lo que me salve la vida en esta ocasión, porque el pavor a las llamas me saca del estado de aturdimiento en que me encuentro y, de nuevo salgo huyendo.

Creo sentir los pasos de mi perseguidora a escasos metros de mí, me imagino su respiración justo detrás de mis oídos, y sé que todo está perdido. Aún así, no puedo evitarlo y giro la cabeza para mirar a la cara a mi propia muerte. Pero no veo a nadie. No puedo aguantar esto, ¿dónde está? ¿Por qué, aun pudiendo, no me ha alcanzado ya? ¿Está jugando conmigo? Paradójicamente, no poder ver a mi poderosa enemiga me aterroriza aún más: no dudo que en realidad esté mucho más cerca de lo que aparenta. Desearía desesperadamente haber empezado ya el libro del aire y poder ejecutar algún hechizo de velocidad, o mejor, de teletransporte; pero no es así, y lo único que puedo hacer es rogar por que algo me saque de aquí.
Ese "algo" resulta ser, concretamente, un lobo gris de pequeño tamaño.

No acierto a entender cómo, pero este habitante del bosque ha sentido el peligro y, en lugar de salir huyendo del incendio como debería haber hecho cualquier lobo con experiencia... ha acudido en mi ayuda. Sonrío brevemente: una vez más, el bosque está de mi parte. Él mismo me insta a que suba sobre su lomo, con ese extraño pero fácilmente comprensible lenguaje de aullidos y gruñidos que usan los lobos de este valle. Y yo no me lo pienso: monto este amigo lobuno y continúo mi huida, rezando mil veces a la Diosa para que no aparezca una melena roja de entre las sombras.
Entre tanto, oigo las voces de los árboles, que susurran melancólicamente por las numerosas muertes que ha causado el monstruo. Se me encoge el corazón; es culpa mía. Pero de entre todos los susurros se entiende un mensaje definido: una ayuda, no sé cuán valiosa, que el bosque me está brindando...

"El monstruo... no ha sido capaz de atravesar el fuego. Sus propias llamas lo han detenido y obligado a dar un rodeo. Cuentas con ventaja, Uri, pero ten cuidado: se acerca deprisa..."

Una fuerza brutal me tira al suelo, y antes de que sepa qué es ni de dónde viene, unas manos me aprietan el cuello con tanta fuerza que creo sentirlo quebrarse en dos... si bien pronto empiezo a dejar de sentir y ser consciente de nada.
Mi consciencia se desvanece lentamente...

"El monstruo no ha sido capaz de atravesar el fuego"

Fuego, fuego en el bosque...
-Las hadas del fuego... luciérnagas...- es, estúpidamente, lo último que acierto a pensar antes de perder el sentido.

Una gran alegría me invadió cuando Uri perdió el sentido, pronto él iba a morir y lentamente Tesshia volvería al interior del cuerpo... para siempre. Aparté mis manos de él y teletransporté una daga desde la casa de mi Maestra. Me aparté un poco de él y le cogí el brazo derecho, le iba a arrancar toda la piel mientras estuviera vivo, quería hacerle gritar pero para mi sorpresa no pude hacer mucho. Una extraña luz iluminó la zona de pronto y gruñí al ver como eran un montón de luciérnagas las cuales me rodeaban lentamente formando un extraño traje de luz. Gruñí y me moví para que se fueran pero nada sucedió y noté como perdía el control del cuerpo. No. No podía suceder esto. Esto no podía ser cierto. No quería irme aún. Gruñí de nuevo y en un instante caí al suelo y mi alma llegó de nuevo al interior del cuerpo y pude hacer nada porque sabía que la luz me dañaba. Incluso, podría desaparecer con ella


Desperté tras una luz que rodeaba la escena, había caido al suelo encima del pecho de Uri y eso me hizo ruburizarme un tanto. ¿Por qué estaba encima de su pecho?¿Qué acababa de pasar? Me puse a pensar y pronto lo supe. Kira había vuelto y quizá había matado a Uri... suspiré mientras lágrimas me cubrían los ojos y empezaban a caer. Llamé a Uri y lo zarandeé con preocupación pero no respondió. Cerré los ojos. No quería mirar todo esto. Y me tranquilicé. Entonces escuché su respiración, era tranquila aunque un poco pesada y me acerqué a él un poco más y lo examiné. Al parecer Kira le estaba estrangulando pero no había más que un gran moraton. Le tomé la temperatura y comprobé que estaba algo caliente. Me levanté con sumo cuidado y, con una gran hoja fue a un río cercano. Cuando volví le di un poco de agua a beber y la demás la dejé a un lado, me arranqué un trozo del pantalón que llevaba bajo la túnica. Empapé el trozo de pantalón y se lo puse en la cabeza. Esperaba que despertara pronto y que estuviera bien. Le arrodillé a su lado y le acaricié el pelo, estaba muy suave y, no entendí porqué pero me tranquilizó un tanto.

- Uri, tranquilo, yo estoy aquí ahora. Ya no estás en peligro. - sonreí aún con lágrimas recorriendo mis mejillas. - No te vayas de mi vida Uri, por favor.. no lo hagas.

Lentamente, abro los ojos; mi campo de visión parece enmarcado por un agradable brillo dorado que se va disipando poco a poco.
¿Qué...? ¿Qué ha pasado? Como cuando se recuerda poco a poco un sueño, voy intentando encajar las piezas de mis borrosos recuerdos para explicarme qué hago tendido en el bosque. Dos gemas, el hechizo del Camino de Luz...
...Tesshia. Kira. La persecución.

Mi corazón se acelera repentinamente, recordando que estoy en peligro de muerte... y que debería estar muerto, en realidad. ¿Acaso no pertenecían a Kira esas pequeñas manos, vivarachas y fortísimas, que todavía puedo sentir agarrando mi cuello? Me estremezco. Ciertamente, debería estar muerto. Muerto. Pero no lo estoy. ¿Qué es lo que ha pasado?
Intento incorporarme, pero el cuello me duele horrores y no tengo fuerzas para moverme. ¿Se supone que esta luminosidad amarilla, tan extraña para ser medianoche, es producto del aturdimiento? El esfuerzo agota mis escasísimas fuerzas y la oscuridad vuelve a engullirme.

Un chorro de agua choca contra mis labios, empapándome la cara y el cuello, e instintivamente abro la boca para beber. Apenas soy consciente de lo que ocurre, y no logro reunir fuerzas ni para abrir los ojos. Un agradable trozo de tela mojada caliente aterriza con suavidad sobre mi frente, una mano me roza el pelo, y nada me provoca más reacción que una analgésica sensación de bienestar.
Pero entonces oigo una voz, y eso abre mi mente con la violencia del viento batiendo en una ventana. La última vez que oí esa voz, decía "Sé que estás por aquí". Mi corazón se dispara, mi cuerpo se pone en tensión... mis ojos se abren.
Es ella. Es el rostro de mi peor pesadilla.

Sin poder evitarlo, grito. Me estoy destrozando el cuello, pero no me importa: ya he vivido suficiente este infierno como para que encima ella siga jugando conmigo, necesito pedir auxilio; por favor, que alguien me oiga y pueda oírme. Intento ponerme en pie, pero siento que el cuello me va a reventar y, del dolor, caigo al suelo.

-No, no, por favor, no... -murmuro con los ojos desorbitados, absolutamente preso del pánico, antes de volver a perder el sentido-.

Todo ahora había acabado... Uri me temía y ahora lo único que podía hacer era irme de su vida... para siempre. Lo último que querría era volver a herirle aunque eso era completamente imposible. ¿Por qué? Porque era un monstruo. No podía hacer más que temblar al darme cuenta de que había perdido al único amigo que nunca más tendré. Le acaricié un rato más el cabello y le aparté el paño de la cabeza. Lo mejor que podía hacer era llevarle a su habitación y allí curarle lo que yo le había dañado. Le pedí a las luciérnagas que me acompañaran y cogí a Uri subiéndolo a mi espalda para llevarlo a casa. Las luciernagas se pusieron encima de Uri y lo más deprisa que pude lo llevé a la habitación. Caí varias veces en el camino y las ramas me crearon algunas heridas a las que, posiblemente se me hubieran infectado sin embargo, la salud de Uri era lo primero.

Lo dejé encima de su cama y fui rapida a mi habitación para recoger mi botiquín y al volver le toqué el cuello y suspiré. Aparentemente no tenía nada y eso me alivió aunque... rapidamente mi mente volvió a revivir el momento en el bosque y me puse a llorar. No lo podía evitar... había perdido a mi único amigo... las lágrimas cayeron encima de Uri sin embargo no le di importancia... el dolor me cubría la mente nublando cualquier otro pensamiento y caí de rodillas en el suelo justo al lado de la cama y abracé a Uri...

Spoiler: