Llegué a mi habitación, estaba cansada y me moría de ganas por tumbarme en la cama. Mi padre me había dado las indicaciones para llegar hasta aquí, pero nunca había ido tan lejos sola, y aun menos andando, por lo que me perdí un par de veces, por suerte todo el mundo esta dispuesto a darle indicaciones a una niña.

La habitación era mucho más pequeña de lo que era la mía en palacio, pero eso ya me lo esperaba y no me importaba. Mientras tuviera una cama y un armario -que debería llenar más en adelante, ya que venía con lo puesto- tenía suficiente, al menos intenté convencerme de ello. Tardaría bastante en acostumbrarme a una vida normal, si es que podía llamarse vida normal el ser estudiante de magia.

Seguía sin entender porque mi padre me había enviado a aquel lugar, yo nunca había estudiado magia, ni nada parecido. Y según me habían dicho aquella escuela era del Dios, que por lo que tenía entendido era "el malo". No lo entendía, pero tampoco había tenido mucho tiempo para preguntárselo a mi padre, tenía cosas más importantes que decirle; ya que seguramente no volveré a verle en la vida...

Me tumbé en la cama y escondí la cara en la almohada, le había prometido a mi padre que no lloraría, pero no podía evitarlo. Y de todas formas no iba a verme, así que no tenía por que preocuparme.

Tras volver de la casa que hallaba en los bosques volví a la Fortaleza de Aressher en donde deseaba encontrar nuevos aliados y más poder. Ahora era aprendiz de asesino y aprendiz de magia de sangre. Esto cada vez se estaba poniendo más interesante. Poco a poco me volvía más poderoso y cada vez estaba más deseoso de combatir con el Maestro Dam. Quizá nunca encontraría todo el poder que él había obtenido pero tenía más modos de derrotarle. Desde el primer momento en que le vi queria derrotarle. Sabía que era por instinto. Él era el Alpha en la Cueva y no quería ser inferior a él. Mentalmente invoqué las runas adecuadas y mi preciada guadaña se teletransportó a mi mano. Estaba algo furioso por todo esto. Tenía que seguir entrenando. Tenía que demostrar mi poder. Aunque él fuera guerrero de las sombras y mentalista (entre otras muchas cosas) nunca permitiré que nadie crea que estoy siendo doblegado por alguien. ¡NUNCA!

Caminaba hacia mi habitación cuando escuché un ruido. Le presté mucha atención, nunca había oido esa voz. El llanto que estaba escuchando era de una voz fémina con un dulce tacto. Me paré desde la habitación de donde venia y miré dentro una muchacha de unos 15 años que lloraba encima de su cama con la cara enterrada en la almohada. Llevaba un vestido negro y rojo, pomposo con un volante pequeño en el final. Por ese vestido pude deducir que era de la nobleza sin embargo había tantos cargos de nobleza como hojas en un árbol. Quizá alguien se hubiera acercado a animarla o si esto hubiera sido territorio de la Diosa muchos se hubieran compadecido de ella, pero yo no hice eso. Me divertía viéndola llorar. Las lágrimas significaban debilidad y al parecer ella se había equivocado de escuela.

Me apoyé en la puerta de su habitación para que me viera y puse el filo de la guadaña en el suelo conectado la punta de la guadaña con el suelo. La miré y una gran sonrisa iluminó mi cara dándome un aspecto tal como la Parca. Llevaba puesta mi túnica negra y las blancos colmillos hacia que se notara (junto con otros aspectos) mi parte salvaje. Cuando la vi bien una risa melodiosa salió de mi boca.

- Una nueva cría mimada ha venido a la Aressher. No creas que aqui tendrás compasión llorica. ¿Qué pasa? ¿Tu papaito te ha dejado en la escuela y se ha ido?- dije inclinándome hacia ella - Pobrecita. ¡Que triste! Vamos a llorar y a hacer la débil - añadí unos sonidos de llantos para reírme de ella pero después me reí sin control.

Escuché una risa en la puerta de mi nueva habitación y temí haberme metido en alguna habitación ya ocupada. Me sequé rápidamente la cara y me giré a ver quien era. Al verle o verlo -en aquel momento no estaba segura de si era una persona- me asusté y instintivamente me eche lo máximo que pude hacia atrás, quedando así literalmente arrinconada encima de la cama.

Pensé en coger una de mis dagas, pero estaba paralizada por el miedo. Pero todo miedo desapareció cuando abrió la boca. ¡Es un p*** bromista! Pensé con rabia, y encima no tenía suficiente con asustarme, sino que también se burló de mi.

Cogí con fuerza una de mis dagas, dispuesta a lanzársela. Así aprenderá a no burlarse de la gente. Claramente no iba a lanzársela directamente a él, si no muy cerca. Estaba cabreada, no loca, no iba a matar a un imbécil por meterse conmigo. Pero igual que él me había asustado yo iba ha hacerlo también. Para que pruebe de su propia medicina.

Pero antes de sacar la daga de entre los pliegues de mi vestido me fijé un poco mejor en él, bueno en lo que podía ver de él. Algo me dijo que aquella ropa no era ningún disfraz, seguramente fuera su sonrisa acorde con toda aquella vestimenta. ¡¿Eso son colmillos?! Pensé nuevamente aterrorizada al fijarme mejor en su sonrisa, ya que era lo único que podía ver. Respiré hondo para tranquilizarme. Había oído hablar más de una vez de los hombres-lobo, no era extraño que hubiera alguno -o seguramente más de uno- en un lugar como aquel.

-Si quieres llorar hazlo, pero en tu habitación. A mí déjame tranquila -dije cortante. Nada más decir aquellas palabras algo me dijo que iba a arrepentirme, pero me daba igual, estaba cabreada y ese imbécil se había burlado de mi-. ¿Y a ti que narices te importa lo que me haya pasado? -dije mientras me levantaba por fin de la cama. Me puse en pie enfrente suya, pero sin acercarme un solo centímetro.

Esa chica realmente me sorprendía, según había escuchado que los nobles sabían contenerse muy bien. Quizá su aspecto me había confundido... o quizá había dicho algo que la había molestado mucho. ¿Había acertado con lo del padre? Me tuve que aguantar la risa. arrastré la guadaña hasta ponerla al lado de la muchacha. Quería ver de que era capaz. No me haría daño y si me lo hacía me lo pagaría muy caro. Iba a utilizar mis hechizos con ella y definitivamente no era muy bueno que los usara contra nadie y menos si ni siquiera pronunciar ni unas Lanzas Edálficas. Lo sentía mucho por ella... espera... ¿lo sentía? No, no, no. Me divertiría mucho viéndola sufre y destruyendo cada parte de su ser, bebiendo cada gota de sangre que ella derramara.

- Adelante pequeña humana. ¡Dáñame! Hazlo y me convertiré en tu peor pesadilla. - me agaché hacia ella con superiodsuperioridad - Se nota que eres fuerte aunque te ves sola. Quizá yo te pueda ayudar. ¿Cuál es un objetivo?

Me tenía acorralada. Él estaba en frente mía bloqueándome mi única salida y aunque no tenía ninguna salida detrás, no me hubiese venido mal separarme un poco de él, pero no podía, tenía su guadaña detrás. Un solo paso y acabaría con ella clavada en una pierna.

-Yo no he dicho nada de dañarte... -dije con un hilo de voz. ¿Ayudarme? ¿Él? Lo dudaba-. Yo... solo quiero sobrevivir -dije tras pensármelo. No le estaba mintiendo, aquella era la verdad. Tras lo últimos sucesos me había dado cuenta de que aquello que mucha gente daba por hecho, era muy difícil en aquel mundo.

Mi propio padre, con un reino bajo su mando, había tenido que hacer un trato en el que entregaba a su hija para no caer en la ruina absoluta. Y yo... yo había tenido que huir de mi casa con 15 años para no acabar sirviendo toda mi vida a un hombre de casi 30 años que, encima, sería mi marido... hasta que la muerte nos separé. Ahora estaba sola, en un sitio que desconocía y sin conocer a nadie.

Levanté la cabeza y le miré con seguridad, ya me daba igual lo que me hiciera... Si quería, podía burlarse de mi, o si le apetecía, también podía clavarme la guadaña esa; me daba igual. Lo único que quería era demostrar que no soy tan débil como todo el mundo piensa.

Me alegré que como se había puesto. Esa seguridad que ella tenía era única y eso me gustaba mucho. Casi tanto como mi guadaña. Me venía muy bien alguien como ella aunque algo me decía que tenía que cuidarla. Mi instinto no se equivocaba nunca. Si esta vez quería que cuidara de una noble lo haría. Aunque esta vez era algo más. No sabía el que pero parecía que me recordaba un poco... a mi...

Mentalmente dije las palabras de teletransporte y la guadaña despareció de la habitación. Me puse recto y me di la vuelta serio. No me hacía gracia que me recordara a mis tiempos de cachorro. Apreté los puños y gruñí perdiendo un poco el control y empezandome a transformar pero suspiré y la transformación se revertió. No quería que Dam me viera y con el poder que él tenía podía estar en cualquier sitio. Me quité la capucha sin embargo ella solo veia mi pelo negro como la noche sin luna.

- Me llamo Axhel, señor de los lobos, mago negro, guerrero experto en Miscelánea y aprendiz de Asesino y de Magia de Sangre. - le miré de reojo y la estudié bien - estoy dispuesto a ayudarte en lo que necesites sin embargo quiero saber tu identidad.

La guadaña desapareció y él se apartó de mí. Mejor. Se quitó la capucha, pero estaba de espaldas a mí, así que solo pude ver su cabello negro. ¿Lo estará haciendo aposta? Bueno, ¿qué importa? Si no quiere que le vea, bien por él. Tampoco tengo mucho interés.

Se presentó, era una presentación muy completa y me sorprendí por todos los títulos que tenía aquel chico, quizás no fuera tan joven como yo pensaba. Lo que menos me gustó fueron las dos últimas cosas que había dicho. ¿Asesino? ¿Magia de Sangre? Creo que eso no es muy bueno... A no ser claro, que de verdad quiera ayudarme y no se este riendo de mi otra vez. En ese caso sería algo a mi favor... Creo.

-Encantada Axhel -dije con seguridad, a pesar de que estaba algo de los nervios. No sabía que esperarme de aquel... ¿hombre? No, parecía bastante más joven, pero claro, no le había visto la cara-. Yo soy Relia Démov, ex-heredera del reino de... bueno, da igual, me escapé para evitar un matrimonio concertado, ya no heredaré nada -dijo algo desanimada. ¿Qué más da? ¿Para que quiero yo heredar un reino si a cambio tengo que entregar mi vida a un asqueroso hombre de 30 años? Se dio cuenta de que se había ido del tema, sacudió la cabeza y se volvió a concentrar en el tema del que estaban hablando-. Y aprendiza de primer grado de magia.

Se quedó de pie, sin hacer ningún movimiento, esperando a que Axhel dijera algo.

Esta humana parecía idiota. Hiciera lo que hiciera ella este mundo estaba predominado por los hombres. Solo la cuestión de casarse para heredar lo decía. Ella no heredaría el reino sino su marido. A veces daba asco ese mundo. Las mujeres no hacían absolutamente nada en el mundo de los nobles cuando incluso muchos hombres era inútiles para gobernar. Esta escuela tenía una Señora de la Escuela y según había escuchado también había una Señora de la Torre. Este mundo estaba loco completamente.

- Eres una persona fuerte pero eres estúpida. Nunca dejaran que tú gobiernes ese reino. En ese mundo de joyas y lujo nunca dejaran que hablas la boca sin que tu marido sepa lo que vas a decir. Ese mundo no es para alguien como tú. Si eres fuerte te convertiré a mi manada. Si londeseas te daré el poder para acabar con quienes desees. Solo lo tienes que pedir- dije serio aún mirándole de reojo.

Me di la vuelta para que me viera la cara mis ojos rojos se clavaron en ella como dos cuchillos ardiendo. Ella estaba equivocada en muchas cosas pero esos errores se podían enmendar. Sacudi mi cabeza bruscamente hacia los lados y sonreí levemente. Esta chica... iba a ser poderosa. Lo notaba.

- Respecto a que seas aprendiz de magia supongo que sabrás leer. Entrena al límite. Yo no tengo nada que hacer. Solo llámame e iré hacia ti.

Relia pensó en lo que Axhel le había dicho. Mi padre me dijo que yo gobernaría el reino. ¿Acaso me había mentido? Si, sabía que no dejaban gobernar a mujeres, que siempre le daban el cargo al hijo. Pero mi padre era el rey, el ponía las leyes y si quería podría cambiarlas para que yo gobernara...

-Me engañó... -susurró al darse cuenta de todo ello. Estaba furiosa, su padre la había engañado como a una cría. "Si lo deseas te daré el poder para acabar con quienes desees." Aquellas palabras en cualquier otro momento hubiesen horrorizado a Relia, pero en aquel momento le parecieron tentadoras. Sonrió de forma siniestra al pensar en todas las personas que iban a arrepentirse de todo lo que la habían hecho. El primero su padre.

-Si, sé leer. Pero... -dudó si decírselo. No quería que me viera otra vez como una cría. Pero no tenía más remedio-. Yo no sé nada de magia, no sé como se estudia. ¿Qué es lo que tengo que hacer? -se sentía estúpida por preguntar aquello. Esperaba que Ax no se echara atrás. Ya estaba suficientemente furiosa consigo misma, por haberse dejado engañar tan fácilmente por su padre.

Volvió a repasar todo lo que había dicho Axhel. Quería tenerlo todo claro, había aprendido la lección y no pensaba dejarse engañar. Otra vez.

-Contéstame a dos preguntas, por favor. Lo primero, sé perfectamente que un trato así no se hace por caridad, ni amabilidad. Así que ¿qué es lo que quieres a cambio? Y lo segundo es... ¿a que te refieres con tu manada?

Bien. La princesita se había dado cuenta de lo que su padre le había propuesto realmente y al parecer mi propuesta le había resultado atractiva. Eso me gustaba y aunque habia sido instinto estar ayudarla parecía que me iba a divertir mucho con ella. Sabía leer pero no sabía cómo estudiar magia. Bueno, supongo que era normal pero no se lo iba a decir yo. No era su criado y nunca iba a serlo (aunque a plena vista lo parecía).
Entonces hizo las dos preguntas aunque me sorprendí, yo no había nada de un trato. ¿Por qué había pensado ella que era un trato? Quizá por haberme ofrecido. En verdad tenia algo de razón. Hacia todo por algo pero realmente no sabía porqué. Quizá porque la veía sola y me daba pena o quiza... porque había visto su poder desde el principio. Me fijé bien en ella y suspiré mientras me agachaba para estar a la misma altura que ella. Aveces ser un elfo irritaba un poco.
- Mi instinto nunca se equivoca cachorrito. - le dije algo alegre.
Me levanté y hice una transformación rápida hacia mi cuerpo lobuno y me senté frente a ella mis ojos lobunos se clavaron en ella una vez más y esta vez fue para que entendiera mi concepto de manada... de familia. No tuve que concentrarme mucho para poder alcanzar su mente.
~ Si eres fuerte serás de mi manada ~
Le transmití ese mensaje y esperé la respuesta de la princesita.

Axhel paso completamente de mi primera pregunta, tendría que preguntarle a otra persona. Alguien habría dispuesto a ayudarme y sino, pues no tendría más remedio que pedírselo a la Señora de la Torre, al entrar allí me dijeron que ella era como la directora de la escuela. Aunque antes mejor intentaba buscar a algún profesor, alguno debe haber.

¿Cachorrito? ¿Acaso tengo cara de chucho? ¿Pero que se ha creído? Le miré indignada. ¿A que viene llamarme perro? ¡¿Se esta burlando de mi otra vez?! ¿O simplemente es estúpido? Quise contestarle, decirle que no me llamara así. Que si quería burlarse de alguien, que se buscara a otro. Pero me quedé sin palabras.

¡Se ha convertido en lobo! Di un paso atrás, temblando. Esto es una p*** pesadilla. Una cruel pesadilla. Le miré sin entender, algo en mi interior me decía que aquello era real. Pero yo no quería creerlo. No podía creerlo. Tomé aire. Ya le había visto antes los colmillos, no tenía porque extrañarme. Pero es que no podía creer que tuviera uno de aquellos seres delante mía. Me costaba creerlo.

"Si eres fuerte serás de mi manada." Aquel pensamiento apareció en mi mente de repente, no entendía que era. Pero parecía su voz. Quizás sea un recuerdo de algo que me ha dicho... ¡No! Nunca me ha dicho eso... Lo pensé durante unos segundos, intentando asegurarme de que no me lo hubiese dicho. Pero en lugar de aquello, otra cosa acudió a mi memoria. ¡Telequinesis! No me acordaba de donde me sonaba, quizás de algún cuento que me contaron de pequeña.

¿Pue...? Tomé aire. ¿Puedes leerme el pensamiento? No podía creerme que estuviera haciendo aquello de verdad. Pero si no era verdad, tampoco se enteraría nadie. Ya que si lo hacían, demostrarían que no me equivocaba.

Estaba escuchando todos sus pensamientos. Era algo complicado mantener mi mente junto a la suya mientras mantenía mi forma lobuna. Era normal que se hubiera asustado. Era solo un lobo nada más. ¿Por qué se había asustado? Aún asi ella pensó que si yo le podía leer los pensamientos. Desde mi interior me reí pero incliné la cabeza hacia un lado para que viera que no la entendía. Me encantaba confundir a la gente.

Aunque mi instinto parecía haberse equivocado esta vez sabía que solo era una primera impresión. Una sonrisa se reflejó en mi rostro y mis ojos brillaron en un tono algo extraño. Era extraño. Nunca había sido asi con nadie. ¿Qué me había pasado para que ahora me portara así con una primcesita de pacotilla?

Sacudí un poco la cabeza y miré fijamente a Relia. Parecía haberse tranquilizado y pasado un gran silencio le transmití otro mensaje.

~ Seré un lobo pero se hacer cosas que tú aún no aprenderás ~ . Me transformé de nuevo en elfo y me acerqué a sus oidos. ~ Este es un hechizo del Libro del Aire. Lo aprenderás cuando estudies el libro de la Tierra. ~

Cogí un libro que había encima del escritorio y lo habría por una página cualquiera. El libro de la Tierra me mostró el hechizo para modificar el peso. Cerré el libro y se lo di a Relia. Entonces, pronuncie y Relia parecía que no podía coger el libro debido a su peso.

- Este es el hechizo para aumentar el peso de algo. - pronuncié y Relia pudo coger el libro sin dificultad - Y con este se disminuye el peso. Como ves es fácil hacer magia. Solo tienes que recordar las runas correctas.

Me sentí un poco estúpida cuando aquel lobo se me quedó mirando de manera extraña. ¡¿Como va a leerme el pensamiento?! Suspiré, debían haber sido imaginaciones mías. Pero de repente volví a escuchar su voz en mi cabeza. Estaba claro que esta vez no habían sido imaginaciones mías.

Volvió a transformarse en humano y a meterse en mi mente para transmitirme un mensaje. Cogió aquel extraño libro que me habían dado cuando entré en la fortaleza y después me lo dio a mi. No entendía que quería que hiciera, pero antes de poder preguntárselo pronunció unas extrañas palabras y el libro aumentó considerablemente de peso. Casi no podía sujetarlo. Pero después volvió a pronunciar algo en aquel extraño lenguaje y el libro volvió a su peso normal.

Parecía fácil, pero estaba segura de que solo lo parecía. Era completamente imposible que algo así fuera tan fácil de hacer, si fuera así el mundo estaría lleno de magos.

-Vale. Practicaré -no dije nada más, me quedé observando el libro. Axhel se marchó sin decir nada. Sera mejor que empiece a practicar cuanto antes... Dijeron algo de un campo de entrenamiento ¿verdad?