Me levante torpemente de aquella incomoda pero grande cama, donde yacían un despojo de raídas mantas. Me dolían las articulaciones y los ojos me pesaban, luchaba por no volver a aquella cama pero entonces recordé el dolor de espalda que me había producido dormir allí. Claramente no me olvidaría de aquella tortura.
Conseguí, más o menos, estar un poco más activo.
Me vestí con una sencilla armadura de cuero y por encima una túnica blanca. Nada de esto me impresionaba, se podría decir que no era nuevo en ese mundillo, pero a la vez, si lo era.
Salí de mi habitación tocándome el hombro. «Si no se me pasa el dolor, me lo intentare curar con magia», pensé

Habían pasados varios días, donde me encontraba perdido en mi mundo. Normalmente me mantenía alejado de esta fortaleza, donde se suponía que era mi escuela. Mi mirada se había vuelto vacía, y no tenía ganas de hacer nada. La magia que había en mi parecía que se escapaba de mi lentamente.
Me encontraba tumbado en mi cama, con los ojos abiertos y mirando a las sombras de los diversos objetos. Mi respiración se volvía cada vez más lenta y ronca. Cada vez que expulsaba aire, notaba como si de mi garganta saliera algo más que aire.
Cerré los ojos. Y en aquella artificial oscuridad, veía dos grandes rojos ojos que me miraban atentamente. Yo, ya estaba acostumbrado a ello.
Volví a abrir los ojos. Ruido, risas macabras y llantos surgían en mi cabeza a la vez. Me dolía la cabeza, los ojos me escocían... ¿Hacía cuanto tiempo no dormía?
-Solo quiero dormir... -Susurré, usando un gran esfuerzo.
Me miré mi pálida blanco y la apreté con fuerza.
-¿Dormir para siempre? -Dijo una voz en mi cabeza.
Asentí con la cabeza, fui abrir la boca para decir otra cosa pero grité. La cabeza, de repente, me dolía a horrores, parecía que se me partiría en cualquier momento. Tosí, y volví a toser. De mi boca salía sangre. Sudaba. Todo me daba vueltas, todo se oscurecía, todo se hacía mas pequeño... y entonces, vi dos grandes ojos mirarme.
Y entonces, morí.