Estaba oscuro cuando entré pro primera vez a mi habitación. No podía ver nada. Parecía que la penumbra era lo único que contenía aquella habitación. Me giré y traté de conseguir alguna antorcha, algo para poder ver algo. Pero descubrí que no había nada. Suspiré, me resigné y bajé hacia abajo, buscando por las paredes alguna antorcha que me pudiera llevar prestada. Unos pisos más abajo, en un pasillo vacío, la encontré. La saqué de su soporte con cuidado de que no se me resbalara. No estaba totalmente seguro de que iba a ocurrir si alguien me veía haciéndolo, no sabía si me podía ganar una buena bronca o si les daría igual. Pero tenía que hacerlo. Asi que la cogí y me subí con rapidez, antes de toparme con alguien.

Entré en mi habitación con la antorcha encendida, y tanteé la apred hasta que pude encender alguna que se encontraba apagada, colgada en las paredes. Con laz luz, ya pude ver bien toda mi habitación. No era muy grande y la decoración destacaba por su inexistencia, pero comparada con otras que había visto, no era la peor. Sería bastante acogedora al paso del tiempo. Me tumbé en la cama, con mi Libro de la Tierra, y allí estuve un rato. Estaba bastante cansado. Cuando pude notar que mi cuerpo se relajaba un poco, dejé el libro sobre la almohada y me levanté. Era hora de ir a buscar a mi Maestro. Cerré la puerta y me marché. Pronto volvería.

Regresé a mi habitación tras no haber podido hablar con mi maestro. Había olvidado que se encontraba fuera de la Fortaleza, posiblemente en alguna aventura que necesitara de su participación. Ahora, la habitación, correctamente iluminada, daba un ambiente mucho más acogedor y propicio para lo que estaba a punto de hacer. Saltó a su cama y se tumbó tan largo como era sobre ella. Tenía un tacto suave, aunque rígido. Tras estar un rato tumbado, pensando en nada, me dirigí a una de las paredes, de las cuales recogí una antorcha. Desde allí, la acerqué más a un lugar sobre la cama, lo suficientemente eljos para no tener ningún susto con el fuego, pero también apra recibir una buena iluminación. Saqué mi libro de la tierra, que había obtenido nada más entrar en la Escuela, y me puse a curiosearlo por encima. Parecía quie no iba a ser tan difícil como había pensado en un primer momento, pero aún así, no quise confiarme demasiado y lo seguí observando. Contento con el contenido que tenía, me concentré y me puse a estudiarlo, al menos las aprte smás básicas. Esperaba que no fuera a tardar mucho.