Asedio al Palacio Élfico

La Diosa
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Asedio al Palacio Élficopor La Diosa, Vie Ago 09, 2013 1:46 pm
Recuerdo del primer mensaje :


~ Asedio al Palacio Élfico ~



El Anillo brilla bajo la luz de un sol naciente. Todo está en calma. El día acaba de llegar y la ciudad aún duerme. Hay guardias recorriendo las calles, son los que acaban el turno de noche, y se les suman los del turno de día. Alrededor del palacio, están apostadas las tropas, que vigilan el edificio en silencio.

Alrededor de la ciudad, entre los árboles, asoman picas plateadas y algunas lanzas y, a lo lejos, los arqueros prueban las cuerdas de sus arcos. Se hallan escondidos entre la maleza, pero no tardarán en advertir su presencia. Son demasiados ejércitos. Han venido de todos los puntos del continente duques y condes con sus respectivas tropas, conformando así los ejércitos élficos, que vienen del norte y del sur, del este y del oeste, para recuperar su reino.

También está presente el ejército de Zhanthé, casi al completo, y buena parte de las tropas del Concilio, aunque no llegan a la mitad. Los comandan tres archimagos: Rahnag Ahgóh, Marie Du Ciel y Lord Strord. A lomos de sus corceles, los tres recorren las filas de soldados y dan las últimas instrucciones del ataque.

Los nervios se pueden palpar en el aire y también la furia de los elfos. Se mantienen, silentes, ocultos entre los bosques de las montañas, y las copas de los árboles los protegen de miradas indiscretas. Pero son muchos y están deseosos de sangre.
La batalla está a punto de comenzar...











    NOTAS
    + Todos los que vayan a participar, pueden ir posteando en este tema.
    + Aquí se narrará la batalla general y su comienzo. En el caso de que sea necesario un encuentro aparte entre unos personajes específicos, se roleará en otro tema.
    + Los posts hechos con la cuenta de La Diosa servirán para manejar NPCs o para narrar lo que sea necesario.
    + Se puede sumar quien lo desee, esté inscrito o no, siempre que se justifique en el post la presencia del personaje en la batalla.


Kvothe Assherai
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Re: Asedio al Palacio Élficopor Kvothe Assherai, Vie Ago 16, 2013 11:34 pm
Había tenido suerte al ver venir a aquel dragon. Justo cuando aterrizó y barrió la zona con su cola, corrí hacia ella. Si, a ojos de otra persona sería una locura. Pero tenía una idea. Cuando la cola de la criatura estuvo a punto de alcanzarme, me deslicé por el suelo, agachado, y cuando la cola estaba encima de mi y yo debajo de ella. Le hice un corte pequeño. Apenas lo notaría, pero tenia un plan, un buen plan. Entonces, cuando me levanté del suelo y me limpie el polvo. El espectaculo que se alzó delante de mi hizo que incluso yo me sorprendiera.

-Que la Diosa nos asista...

Recé, en bajo. Todo era un desastre, había muertos por doquier y heridos también. Gente sin manos, sin piernas... Un caos. Cerré los ojos y tomé aire, una, dos, tres veces. Cuando los volví a abrir, observé el castillo detenidamente. Había una entrada que se había abierto y en la que se podía entrar al palacio. Esa era mi oportunidad. Corrí hacia allí, decidido a entrar al Palacio e ir a por Zooey. Cuando llegué, todo estaba lleno de maderas ardiendo y humo que no permitía respirar. Solté una maldición y me alejé. Era hora de utilizar algo que sirviera. Me concentré y pronuncié las palabras mágicas del hechizo que tenía en mente:


-AshTótEwëUvQóth

Entonces, en mis manos se formó una bola de energía. Una bola que canalizó la energia del ambiente, esta empezó a crecer hasta hacerse grande como una cabeza de un humano adulto. Entonces, volví a repetir las mismas runas y la bola salió disparada hacia las maderas. Provocando una explosión que hizo desaparecer todas las maderas ardiendo. El fuego era lo menos preocupante, pues lo pude pasar dando un salto. Ahora, dentro del Palacio, tenía que encontrar a Zooey.

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Re: Asedio al Palacio Élficopor Catherine, Dom Ago 18, 2013 5:07 pm
Reaparecimos en el núcleo de la batalla. De nuevo estábamos dentro de El Anillo, entre cadáveres y guerreros, y huyendo de la lluvia de flechas. Yo no hacía más magia, porque tenía que conservar mis energías, pero Marie iba delante de mí y me arrastraba por la ciudad. Las bendiciones le habían hecho efecto. Saltó sobre las llamas obteniendo como resultado nada más que un enrojecimiento de la piel; habría necesitado estar mucho tiempo en contacto con el fuego para quemarse. Sobre mí conjuró una barrera para protegerme de los ataques, pero yo ya estaba herida, y el hechizo que había utilizado para apagar el dolor de mi brazo amenazaba con desaparecer.

Ella hizo varios hechizos rápidos para acabar con los enemigos que tenía delante y hasta el mínimo conjuro tenía la suficiente potencia como para derribarlos. Se abrió paso hasta llegar a la entrada del palacio, donde debía estar Félix. Todo el camino estaba cubierto de huesos afilados, y la archimaga se vio obligada a detenerse en ese punto. Si allí se hallaban los huesos, el rey no podía estar muy lejos.

A una velocidad que no había visto nunca en otros magos, la semi-elfa conjuró fuego y agua y viento y tierra, y también hielo. Conjuro tras conjuro, partió las barreras de hueso y, aunque algunas se le clavaron en la piel, ella no emitió ningún quejido de dolor. La bendición de vida la protegía y haría que las heridas tardaran mucho más en volverse graves.

Instintivamente, me protegí con el brazo sano de la lluvia de huesos astillados que cayó sobre nosotras, pero no hacía falta. La barrera era buena y rebotaban en ella. El dolor me nublaba los sentidos y apenas pude prestarle atención a lo que hacía Marie: solo tenía la certeza de que cada vez estábamos más cerca del palacio y de sus enormes puertas. Cada vez más cerca.

Poco después, estábamos rodeadas de los soldados del Concilio que aún quedaban en pie y que cruzaban las espadas con los miembros de la Guardia. Las catapultas ya habían lanzado piedras pesadas sobre el palacio, y alguna de ellas había dado de lleno en la puerta, rompiéndola por la parte superior. No le costó mucho a la archimaga tirarla abajo con una ráfaga de viento, que emergió de sus manos y chocó contra la frágil puerta, que cayó hacia atrás con un sonoro estruendo.

Entonces noté como ella me tomaba, otra vez, del brazo y tiraba de mí, deshaciendo primero la barrera, y me condujo al interior del palacio. Se quedó callada unos segundos y luego me miró:


Ahora vendrá Lord Strord —me dijo, bajando la voz.

Algunos soldados habían sido aplastados bajo las puertas caídas, pero otros, los supervivientes, se abalanzaban sobre nosotras. Marie lanzó rayos y descargas eléctricas hacia ellos, tratando de mantenerlos alejados. Levanté la cabeza y vi que nos hallábamos en un vestíbulo enorme, de techos altísimos, donde cabrían cientos de personas. En otros tiempos, habría sido un lugar hermoso, pero la guerra lo había destrozado todo.

Entre la confusión que reinaba en el ambiente y los cuerpos de los soldados, apenas pude distinguir a Félix, aunque sabía que estaba allí, seguramente muy cerca. Por eso Marie nos había llevado hasta el palacio.

Y entonces, tras largos minutos en los que todo fue sangre, dolor y muerte, una figura oscura apareció discretamente en el vestíbulo. Venía de uno de los pasillos del palacio y estaba cubierto de hollín, sangre y cosas que preferiría no saber qué eran. Blandía una espada y, con total maestría, despejó el camino con ella hasta reunirse con nosotras. Su armadura blanca ya no era blanca, sino roja y gris, y tenía una fea herida que le cercenaba parte del rostro, y la armadura abollada. También advertí que le faltaba un guantelete y que tenía una flecha clavada en la rodilla.

No podréis resistir mucho más si...

No pude acabar la frase. Marie me interrumpió enseguida, poniéndose un dedo en los labios, y Lord Strord, tras clavar su espada en un enemigo, se volvió hacia mí. Presentaba un aspecto atroz y tenía quemaduras. Seguramente se había colado en el palacio a través de la torre en llamas, y eso le había pasado factura.


Bendice mi espada con la runa Jak. Que aumente mi poder, que lo aumente muchísimo. ¡Rápido! —me ordenó el archimago, extendiendo el arma hacia mí.

Casi se me paró el corazón cuando lo escuché. Casi todas las bendiciones acababan con la runa Iak porque estaban destinadas a proteger la vida. Las bendiciones acabadas en Jak apenas se usaban, porque eran muy peligrosas. Jak se traducía como "Muerte". Eran bendiciones poderosas y también terribles. Se alimentaban de la mayor fuerza de todas, que era la fuerza de la vida. Eso era lo que drenaban.

Pero yo solo era una maga consagrada y no tenía derecho a replicar. Posé una mano sobre la hoja ensangrentada y me sorprendí a mí misma actuando con toda firmeza. No temblé, ni siquiera percibí el miedo. Marie Du Ciel nos cubría. Yo reuní la energía mágica que me quedaba y dejé que fluyera hacia el arma...


PùtherPùtherPùtherJak
Me abandonaron todas las fuerzas. La espada resplandeció con un brillo negruzco y yo caí sobre el suelo. Percibí un dolor terrible en el brazo, un dolor que ya no podía aplacar, y dejé escapar una exclamación. Jadeé, respiré entrecortadamente, y luego noté como, sin poder evitarlo, empezaba a ser cada vez menos consciente de las cosas.

Después, todo fue sombra.




Última edición por Catherine el Mar Ago 26, 2014 1:33 pm, editado 1 vez
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Re: Asedio al Palacio Élficopor La Diosa, Dom Ago 18, 2013 6:32 pm
La chica perdió la conciencia y Lord Strord levantó la espada. La sostenía con ambas manos, pero las corrientes de magia llegaban a su cuerpo a través de la mano desnuda (y también herida). Ofrecía un aspecto terrible. Más que un humano, parecía un demonio. En el peto de su armadura, justo en el centro, aún se distinguía el sol de la Diosa, que era ya un sol sangriento y también oscuro.

Se volvió hacia Marie y buscó su mente. «Llévala con Helia —le dijo y ella lo hizo enseguida, haciendo desaparecer el cuerpo inconsciente de la sanadora, que en aquellos momentos recordaba vagamente a como la habían presentado en el juicio—. Ahora acabaremos con todo esto. Ahora acabaremos con esta locura...». Ella asintió.

Ten cuidado —musitó, y luego desapareció.

Lord Strord avanzó por entre los muertos y luchó con un par de soldados heridos, cuyas vidas segó a espadazos. Después, cuando despejó un círculo alrededor de él, clavó la espada en el suelo y cerró ambas manos en torno a la empuñadura. Buscó al Rey Elfo con la mirada, pero no lo encontró. De cualquier forma, no importaba demasiado. Tras hacer lo que estaba a punto de hacer, no tardaría mucho en encontrarlo.

LindurUvXénMàmOblêvReveTótEwëMàmDòhEwëSaselTótReveUvChahlTótIakOblêv

La retahíla de runas terminó y la espada empezó a brillar con más fuerza. El archimago notó cómo el hechizo se alimentaba no solo de sus energías mágicas, sino también de su fuerza vital, haciéndolo más poderoso. Pensó en la Diosa y le suplicó que lo ayudara. El suelo se resquebrajó y emergieron rayos de luz de todos lados. Sus manos descendieron desde la empuñadura hasta la hoja de la espada y se aferraron a ella. Le sangraron.

SaselOblêvLindurIakSaselSaselAshNänGaja

Combinada con la bendición de Jak, la sangre, aquel líquido vital, fluyó como si fluyera su propia vida, y cayó al suelo, fundiéndose con la luz. Lo que estaba haciendo era mezclar hechizos de sangre, que eran su especialidad, con un conjuro de luz. Él no era un experto en ese tipo de magia, pero aprovechó sus dotes de archimago para intentar conjurar algo parecido. Con un poco de suerte, la bendición aumentaría las posibilidades de éxito considerablemente.

La luz bañó los salones del palacio y, sin dejar de sostener la espada, utilizó la fuerza de su sangre para impulsar el hechizo. La luz se pegó a las paredes, se adhirió a ella como una parte más de la pintura, y muchos soldados se detuvieron para contemplar el llamativo espectáculo, impresionados. Era tal la magnitud del edificio que necesitó mucha energía para cubrir todos sus rincones. Félix era un mago oscuro y, por eso, si la magia lumínica incidía en su alma oscura, le causaría más daño que cualquier otro elemento.

Los latidos de su corazón fueron haciéndose más lentos a medida que fluía la magia y la energía vital. No era un experto en Magia de la Luz y, por eso, necesitaría ayuda para terminar el conjuro. Una ayuda elemental. «Rahnag —lo llamó, mediante telepatía—. Ven, ven rápido al vestíbulo del palacio». Tardó menos en aparecer de lo que había estimado. Supo de su llegada porque notó el calor del fuego a su espalda, y los gritos de varios soldados al ser calcinados. Rahnag Ahgóh se plantó a su lado, también cubierto de sangre, pero con una sonrisa en los labios, y los ojos entrecerrados.

Cuánta luz —comentó, sin más.

Lord Strord alzó la cabeza para mirar al elfo, notando un ligero mareo al hacerlo.

Convierte el palacio en una cárcel de fuego —le pidió—. Puedes... Puedes tomar la energía de la espada, si no tienes suficiente.

El Mago Rojo entendió al instante lo que su compañero pretendía. Hizo una mueca y recordó que había visto a Kvothe colándose por la abertura de una de las torres. Si estaba allí dentro, debería tener cuidado. «Kvothe, ven al vestíbulo. Busca a la rehén y ven al vestíbulo. Ah, y no toques las paredes. Bajo ningún concepto». Tras esa advertencia, dirigió una mirada a la espada, pero dedujo que aceptar la oferta de Lord Strord no era lo más adecuado teniendo en cuenta el estado del archimago.

Aún tenía energías suficientes para hacer aquello, aunque le supondría un gran gasto. Extendió los brazos y exclamó:

Chahl AshReveChahlEwëReveEwëMàm

El elemental Cárcel de Fuego se materializó delante de él. Muchos de los soldados se habían alejado de la escena, y los del Concilio trataban de retener a los de la Guardia. Al principio, el elemental era pequeño, la mitad del tamaño de una persona. Era cuadrado, una simple cárcel de fuego que cualquier mago consagrado, o incluso un aprendiz de cuarto grado, habría conseguido invocar.

Pero él era un archimago y, además, un Mago Rojo. Se fijó en las paredes bañadas de luz y en la sangre que corría sobre el suelo.

Solo a ti se te ocurre hacer un conjuro de una especialidad que ninguno de los dos tiene —dijo, con tono burlón.

Trabajo en Aryewïe. Se lo he visto hacer a Anaë'draýl más de una vez —respondió él, y, aunque siempre era un hombre serio, aunque cada vez se sentía más débil, sonrió. También estaba satisfecho con lo que hacía. También vivía por y para la guerra. Y sí, se estaba tomando aquel hechizo, con todos sus riesgos, como un nuevo reto que afrontar.

Rahnag ordenó al elemental que se expandiera y así lo hizo. Ambos se habían quedado prácticamente solos en el vestíbulo; fuera, en la entrada, seguramente seguía desatándose la guerra y el ejército del Concilio se volvía más y más pequeño. Marie debía de estar combatiendo en el exterior, cubriéndoles las espaldas.

¿Sabes? Una vez hice un elemental Cárcel de Fuego del tamaño de la catedral de Encrucijada. Lo malo es que se me descontroló un poquito y arrasó con un par de hectáreas de bosque y parte de la ciudad. Una pena. Si no se me hubiera ido de las manos, habría quemado treinta hectáreas, la ciudad entera y a todos sus curas dentro.

El fuego del elemental se mezcló con la luz adherida a las paredes y nadó por ella, extendiéndose.

Rahnag, céntrate —le espetó.

Hablar es lo que más me concentra, amigo. Recordar victorias y descuidos y esas cosas. Tú también deberías hacerlo. Te olvidarías de el peligro al que te has expuesto...

Él no contestó. Observó cómo las llamas ganaban velocidad y se extendían por todos los muros del palacio, por todos los que daban al exterior. Incluso crecían por las aberturas y las ventanas, cubriendo las salidas. Era un elemental gigante, un elemental que los encerraría a todos dentro... Ellos, Kvothe, Zooey, Félix y los suyos.

Espero que sepas lo que haces —le dijo Rahnag, visiblemente cansado. Finalmente, accedió y se apoyó en la espada, y utilizó parte de la energía que desprendía, la energía que venía de la sangre. Lord Strord se tambaleó un poco, y luego recuperó el equilibrio—. Usaste a la sanadora para una bendición de Jak, ¿no? Creo que es más de lo que merece ese mago oscuro. Aunque hay que reconocer que impone.

Sé muy bien lo que hago. He librado más batallas que tú.

Rahnag se rió y detuvo el conjuro. Las paredes del palacio ardían, en una enorme cárcel de fuego que se solapaba con la luz. Era las fuerzas de dos archimagos combinadas. Como bien señalaba el Libro del Fuego, nadie podría entrar ni salir hasta que el invocador devolviera al elemental a su plano. Por si el fuego no bastaba, la luz presionaría a Félix para correr hacia ellos. O para entregarse, si lo hacía.

Pequeño y joven humano, nunca subestimes a un elfo que ha vivido cuatrocientos... No, quinientos... Bueno, más años de los que tú vivirás nunca. —Examinó su obra con la mirada—. Por la Diosa, va a costar mucho reconstruir esto. —Se giró hacia Lord Strord y le quitó la espada de las manos. Él no ofreció resistencia: ya estaba débil y había perdido mucha sangre—. Anda, reserva energías. Aunque solo sea porque eres el Carcelero y necesitas apresar al traidor con ese báculo tuyo.

El crepitar de las llamas acallaba los ruidos de fuera. Los dos se quedaron de pie en el vestíbulo, mientras Lord Strord fruncía los labios y se sostenía a duras penas. No debían gastar más magia innecesariamente, así que Rahnag buscó la mente de Marie. «Haz alguna amenaza. Bien alto. Presiónalo». Ella no le respondió, pero, al poco tiempo, escucharon su voz, amplificada por algún conjuro.

¡Félix Vonturin, acusado de Alta Traición, ríndete y entrégate al Concilio, o esta será tu tumba y la de todos tus traidores! —exclamó ella—. ¡Depón las armas y dirígete al vestíbulo del palacio! ¡Entrégate a la ley del Concilio y a la ley de la Diosa!

Felix Vonturin
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Re: Asedio al Palacio Élficopor Felix Vonturin, Jue Ago 22, 2013 11:41 pm
Aguantamos mucho mas de lo que pensaba,apenas mis hombres,Ymir,un Dragón y La Guardia de la Noche había acudido en pos de ayudarnos,maldito Xerxes,aún de alguna manera confiaba en mi,ver aquello solo me empujo a seguir combatiendo. Mis lanzadas eran precisas y certeras asediando a los caballeros con una dificultad mucho menor a la anterior,mi vigor me ayudaba y el cansancio de estos era notable,con un golpe de escudo servía para desequilibrarlos,cierto era que siempre tuve un don con las armas,pero nunca decidí exprimirlo,siempre me intereso mas la magia y siempre quise ser mas y mas fuerte a toda costa para superar al autentico Aeglos,y así fue cuando me deje corromper por el dios mi poder se vio beneficiado de mis crímenes,del odio y de la rabia de mi corazón,y la luz que había aparecido por todo el lugar no hacía mas que joderme y haciéndome de rabiar.

Mis Alas angelicales ya manchadas en sangre y chamuscadas me arrastraron a la llamada del concilio tras aquél gran estruendo producido por la caída de la puerta,mi yelmo me permitía ver entre sus aperturas a Lord Strord y Rahnag uno mucho mas herido que el otro.

-Lord Strord,Rahanag y bueno...Maria du Ciel este donde quiera que este.-Hice un reverencia leve dejando ver toda la sangre que recorría mi armadura de huesos,también resquebrajada por algunos puntos y con negruras de haber recibido ataques ígneos-¿Que le trae por mi reino? y mucho mejor aun,¿que les hace pensar que me entregare?-Hice un pausa y deje caer mi yelmo al suelo desintegrándose antes de llegar a tocar el suelo.

Los mire con mirada férrea y eleve el vuelo con mis seis Alas brillantes como la plata y ensangrentadas-Esa justicia de la que tanto alardeáis no tiene jurisdicción aquí.-Dije ejecutando un movimiento con la lanza ósea quitando la sangre de esta-Odio recurrir a la violencia-Mis alas cargaron hacía atrás preparándose para cargar contra el enemigo.

Mi primera carga fue hacía Rahnag o al menos eso creerían debido a mi dirección-¡despierta... es hora de morir!-Justo cuando alcé la lanza para atacar a Rahnag sabía que Strord intentaría cubrirle y antes de impactar gire en el aire impactando en el lado derecho del pecho de Strord,no había dado en el corazón pero con suerte le mataría,empuje con mis piernas hacía el pecho de Strord tirando su cuerpo al suelo y retrocediendo volando,Rahnag...en cuanto a Rahnag,solo pude ver un destello de desconcierto en sus ojos.

Señale a Lord Strord con mi lanza-Tu eres el afortunado-Dije burlando repitiendo el movimiento de limpiar la sangre de mi lanza de la misma manera-¡La muerte se sirve siempre en plato caliente!-Sabía perfectamente que era mi fin a si que haría rabiar a mi enemigo y los hostigaría hasta el ultimo aliento que quedaba en mi,por mi vida,por los míos,por un mundo nuevo,por los secretos...
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Re: Asedio al Palacio Élficopor La Diosa, Vie Ago 23, 2013 7:47 pm
Finalmente, Félix Vonturin apareció ante los dos archimagos de la Diosa. Ambos se mantuvieron firmes, y Rahnag se permitió una pequeña sonrisa. Había llegado el momento que tanto esperaban. Había llegado el momento de hacer aquello por lo que estaban allí.

Pero el rey no estaba dispuesto a entregarse por las buenas y así lo demostró con sus actos y con sus palabras. Lord Strord se encontraba tan débil que no pudo defenderse del ataque de Félix y la lanza lo atravesó de lado a lado. Perdió la conciencia al instante. Tal vez la vida. Su compañero no podía saberlo. Solo sabía que no se movía y que ya  no podría contar con su ayuda. Durante unos instantes, los que tardó en asimilar que la lanza se había clavado en Lord Strord y no en él, se quedó totalmente inmóvil. «Que la Diosa se apiade de ti», pensó luego, en silencio.

El archimago se mantuvo en guardia mientras las llamas relampagueaban en sus ojos. No le faltaban ganas de enfrentarse a Félix, de atacarlo y de reparar las ofensas que le había hecho a la Diosa y al Concilio. No era un hombre muy dado al autocontrol, pero eran muchas las cosas que estaban en juego. No era una batalla cualquiera. No era cualquier disputa. Las órdenes eran claras: capturar al traidor y llevarlo vivo hasta el juzgado. Era un mago oscuro, pero era un elfo. Las leyes de Shewë dictaban un grado de piedad adicional para él.

Qué pena que te pidan vivo —comentó, volviendo a esbozar una sonrisa que nada tenía de agradable—. Me aseguraré de pedir para ti la muerte en la hoguera. No sabes lo divertido que me resultará encender el fuego.

El destello de las luces y de las llamas que provenían de las paredes iluminaban su rostro siniestro y manchado de sangre. Sus zapatos se cubrieron con la sangre que manaba del pecho de Lord Strord y percibió su fuerza. Casi podía notar cómo latían en ella, todavía, los restos de la bendición de Jak.

TótEwëMàmPùtherEwëReveIakEwëSasel

Para contener a su enemigo, se valió de un hechizo sencillo, el de elevar la temperatura, que era mucho más poderoso si él, Mago Rojo, archimago y nutriéndose de la sangre de Strord, lo conjuraba. Así, se concentró en subir la temperatura del cuerpo de Félix, a toda velocidad, a fin de causarle una fiebre que embotara sus sentidos y le impidiera ejecutar ningún otro intento de ataque. La furia que burbujeaba en su corazón lo ayudó a realizar el hechizo con mayor intensidad. Incluso estuvo tentado de entrar en el berserker.

Retrocedió un par de pasos y concentró su magia, ya cansada, en buscar con la mente a Anaë'draýl, que se hallaba en la Escuela del Bosque Dorado, protegiéndola de todo mal. «Lord Strord ha caído. Necesito el báculo. Ya». Después corrió hasta su compañero y se agachó junto a él, posando una mano en torno a la lanza y, aunque no estaba seguro de que sirviera de algo, pronunció un simple hechizo curativo. Y luego miró a Félix y vio cómo empezaban a aparecer los primeros signos de la fiebre.

«Ni se te ocurra hacer un mal uso de él», resonó la voz del Presidente del Concilio en su mente.

«Por favor, Anaë, soy un archimago, y como tardes...».

No le dio tiempo a terminar. A los pocos segundos, una luminiscencia comenzó a tomar consistencia a sus pies y se inclinó para recoger el báculo del Carcelero. Era la primera vez que lo empuñaba, pero sabía lo que tenía que hacer. Notó el poder en sus manos. Entre sangre, humo, ceniza y llamas, se acercó al rey de la armadura de huesos y posó sobre él una mirada que brillaba con destellos de locura.

Despídete de tu corto reinado, prisionero —dijo entre dientes.

Apuntó con él a Félix y los platos de la balanza que coronaban el bastón se balancearon. En cada uno de ellos, relucía el sol de la Diosa. Tardó unos momentos en recordar las runas arcanas y, cuando lo hizo, las pronunció con un susurro, y el báculo tembló. Al mismo tiempo, una araña de plata y hierro tomó forma en el pecho del mago oscuro. Aquello imposibilitaría que utilizara su magia y, de la misma manera, haría desaparecer las alas de su espalda.

No dijo nada más. «Marie—llamó a la archimaga—. Ven al vestíbulo y encárgate de Lord Strord. Todo se ha acabado. Félix es nuestro». Invirtió las runas del hechizo del elemental e hizo que regresara a su plano, notando un intenso alivio cuando lo hizo. Cansado y exhausto, pero aún con el báculo firmemente sujeto en sus manos, caminó hacia el prisionero y se lo llevó de allí, en dirección a Ekhleer y a la Prisión del Supplicium, donde debería esperar por el juicio.

Fuera, aún resonaban los estruendos de la batalla.

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Re: Asedio al Palacio Élficopor Aliwen, Sáb Ago 31, 2013 2:44 pm
Me materialicé en las puertas del palacio, pero, cuando miré a mi alrededor, creí que me había equivocado de lugar. Nada era como lo recordaba. Todo estaba derruido, o semiderruido. Las paredes antaño blancas y doradas, eran todas negras. Todo parecía calcinado. En algunas zonas, congelado. Los cadáveres se esparcían por el suelo. Aún quedaban guerreros que luchaban.

Distinguí a Marie Du Ciel a mi lado y la miré con los ojos muy abiertos. Ella se acercó a mí y noté cómo me protegía con un escudo mágico. Estaba atónita. Paralizada. «Mi pueblo se muere», eso era lo único en lo que podía pensar.

Hemos vencido —me dijo ella, con una sonrisa fiera—. Hemos expulsado al traidor.

¿Por qué no me dijeron nada? Todo esto es…

Vuestra seguridad era más importante, Alteza.

La suerte de la batalla ya estaba decidida. Decían que habíamos vencido, pero el sabor de la victoria era amargo. Una rápida ojeada a El Anillo me bastó para que se me helara la sangre en las venas. Por aquellas calles yo había corrido de niña. Por el jardín de aquel palacio había jugado tantas veces… Entre la nube de mis recuerdos, supe que varios guardas me conducían hacia el palacio.

«¡Larga vida a la Reina!», clamaban. Yo no prestaba atención a sus voces. Entramos al palacio y vi el desastre bajo la luz del día. Mi hogar estaba destrozado. Insultantemente vacío. La muerte se había adherido al suelo y a las paredes y se escondía en cada esquina.

Este es mi reino —musité.

Debieron interpretar mal el tono de mis palabras, porque empezaron a corearme. Me sentí desamparada. Estaba en mi hogar, ¿pero era ese mi hogar? Ya no estaban mis padres. Ya no estaban mis hermanos: unos muertos, otros desaparecidos, otros condenados. ¿Ese era mi hogar? ¿Ese era mi reino? ¿Quién iba a pagar por toda la sangre derramada?

Sobre la tumba de mi felicidad pasada, sobre las cenizas de mi agonizante pueblo, anduve hasta plantarme en el centro del ensangrentado vestíbulo.

Y lloré.

La Diosa
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Re: Asedio al Palacio Élficopor La Diosa, Sáb Ago 31, 2013 11:31 pm

~ Asedio al Palacio Élfico ~



Todo ha acabado. Tras la captura de Félix Vonturin, los mermados ejércitos élficos claman el nombre de su nueva reina y así lo hacen todos los que lucharon en su bando. El Anillo ha quedado devastado y solo se mantienen intactas la Escuela del Bosque Dorado, bien protegida por Anaë'draýl, que solo se dedicó a eso durante la batalla, y la Fortaleza de Aryewïe, cuyas defensas consiguieron repeler los ataques. La Catedral de los Tres Sauces ha sufrido algunos daños, pero, por fortuna, se han conseguido salvar las vidas de los árboles que la forman.

Ya no queda nada por lo que luchar y los soldados empiezan a partir y a cargar con sus muertos y heridos, y a llorarles. Un silencio fúnebre amenaza, cada vez más, con cernirse sobre la ciudad. El Anillo entero aúlla de dolor, pero aún queda en los ojos de los supervivientes la semilla de la esperanza. Y el fuego de la ira.

Soplan los vientos del cambio. Próximamente, se irán desvelando las consecuencias de la guerra y el mundo entero puede sufrir sus efectos. Pero eso es algo que no preocupa ahora a los soldados que sobrevivieron. Ahora es tiempo de dar gracias por quienes conservan la vida y de sufrir por los que se han ido.

La batalla ha terminado.








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