Era de noche cerrada, caminaba por el valle de los Lobos inspeccionando el lugar y practicando un poco de paso. Estaba dando un tranquilo paseo, pues no tenía miedo de los lobos que por allí habitaban, suponía que no me costaría mucho ahuyentarlos o escapar de ellos, y me apetecía disfrutar del frescor de la noche y de la suave luz de la luna entre los árboles. Avanzaba vestido con mis ropas de cuero y mi capa azul que indicaba mi estatus de estudiante de tercer grado, había decidido prescindir de la túnica al completo, pues estas ropas eran más cómodas para caminar por el bosque.

Avanzaba por aquí y por allá, había conjurado una visión especial para la noche, que me permitía ver con la facilidad de un gato en la oscuridad, para de esta forma avanzar tranquilo entre los robustos troncos sin temor a enredarme en alguna zarza o tropezar con una raiz saliente. Tras unos minutos de camino, decidí apoyarme junto a un árbol y comprobar si había algún animal salvaje cerca, pues nunca estaban de más las precauciones. Cerré los ojos por un momento para sentir a los seres vivos a mi alrededor, pero un sonido no muy lejano me hizo abrirlos de repente y girarme hacia el lugar de procedencia, escuchaba algunos matorrales moverse y un movimiento sobre la tierra, así como el deslizamiento de unas piedras sobre otras ¿Un animal grande tal vez? ¿Un asaltante nocturno?

Desenvainé mi espada y me preparé por si algo ocurría, aquella visión me permitía atravesar las sombras, ahora debía impedir que me viera. - - Pronuncie, empleando una variación de un hechizo de tierra para camuflarme entre las sombras de la noche. Aquel hechizo mimético me camuflaba al reflejar una imagen de lo que tenía tras de mi para que así pareciera que podía verse a través de mi, sin embargo, alguien perspicaz y que se fijara mucho quizá podría llegar a ver mi contorno, un punto donde la imagen se curvaba ligeramente y que podría resaltar un poco más sobre el fondo.

Avancé despacio y con el mayor sigilo posible entre los árboles, apartando algún que otro matorral a mi paso. Finalmente, a unos metros de mi, entre los arbustos, conseguí divisar un hombre, aparentemente joven, más o menos de mi misma edad, que se encontraba en pie en el bosque empuñando una espada. Quizá fuera un merodeador que esperaba a alguien que pasase por allí, pero lo cierto es que no veía ningún camino en las inmediaciones, sin embargo no podría confiar abiertamente en alguien que no conocía para nada, cuyo poder desconocía, quizá planeaba asaltar la Torre, o quizá estuviera buscando algo por allí, aunque sin duda era una hora un tanto intempestiva para tales menesteres ¿Pero como iba yo, tan insomne aquella noche como aquel hombre, a cuestionar algo así? Avancé a hutadillas y me coloqué junto a un árbol cercano al chico. - ¿Quien anda ahí? ¿Quién eres? - Pregunté en voz alta, manteniéndome oculto por mi hechizo.

El hombre que e giró era joven, pero estaba encorvado y parecía cansado y desorientado. Sin duda su apariencia era la de un muchacho aproximadamente de mi edad y vigoroso, pero ahora mismo no parecía encontrarse en un buen estado físico. Pero las apariencias pueden engañar. Más extraño aún fue su relato, decía no saber ni quien era. Aunque ciertamente así lo parecía. Me acerqué a él y deshice el hechizo que me mantenía invisible al salir al claro, poniéndome a la vista.

- ¿No sabes quien eres? ¿Ni qué haces aquí? Estás es un bosque en plena noche, es peligroso, supongo que algo habrías venido a buscar. - Dije mientras me acercaba. Me detuve a una distancia prudencial al ver que llevaba una espada en la mano. Aunque la punta de esta quedaba contra el suelo, estaba desenvainada. - Deja la espada y te ayudaré gustosamente. ¿Estás herido? - Pregunté, intentando ser amable pero no sin cierto recelo. Si intentaba atacarme desenvainaría mi propia espada y contestaría con mi magia. No sabía si aquel hombre decía la verdad, ni siquiera si conocía o no la magia. Podría ser un mago poderoso que tratara de engañarme, pero aún así no podía abandonarlo en mitad del bosque sin la certeza de ello.