Capítulo I: Comienza la Batalla

Xerxes Break
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Capítulo I: Comienza la Batallapor Xerxes Break, Sáb Nov 03, 2012 8:41 pm
Recuerdo del primer mensaje :

Música de fondo: https://www.youtube.com/watch?v=7Yto81RygMU&list=PLCXMq_9rzYuj36GoXw-XaLmrx2g6skfUG&index=33&feature=plpp_video

Frío. Era lo único que podía sentir en aquella glacial mañana de Octubre. Una terrible sensación de frío que calaba hasta los huesos y que ni el mejor de mis tés podría remediar. Personalmente, hubiera preferido actuar una mañana de Primavera, pero el tiempo se acababa; Los hombres estaban impacientes, me decía Bast. No podía evitar sentir una gran satisfacción al ver la relajada cara de Bast. Sin duda, hice bien en enseñarle el conjuro "Luz del Alba". Ha sabido aprovecharlo al máximo. En estos momentos, Nayade tiene que estar en su alcoba, durmiendo plácidamente, sin saber que su prometido se iba a enfrascar a la batalla más feroz en la que se ha visto nunca. Va a necesitar abrazar su lado vampírico si quiere salir de esta...

Observé a las tropas desde la cúspide de la Muralla. Me encontraba flanqueado por los demás miembros de los 6 Secretos: Alquamed, Titannia, Iaga, Andurk... Raven. Los seis estábamos ahí arriba, contemplando aquel glorioso ejército que marchaba a través de la blanca nieve, lenta pero inexorablemente. El propio Bast los lideraba. Yo mismo le encargué a Raven y a Titannia que reforzaran los gruesos de nuestras filas con los cuerpos de los arquitectos que construyeron la escuela. Además, están reforzados con el mejor metal mágico que la magia telúrica pueda proporcionar. Necesitarán por lo menos una docena de hombres para abatir a uno solo de mis zombies.

Mi parte élfica me avisó a través de la vista de que nuestros invitados habían llegado. Pude divisarlos en el horizonte, a pesar de la nieve que caía. Eran muchos, lo reconozco. Raven me avisó de que la mismísima Amy Lackless, la Reina Egoista, estaría presente durante la batalla. Dibujé una sonrisa. El mal se había postrado ante nuestras puertas, y estaba dispuesto a atacar con toda la furia que les quepa en el alma.

La Gran Batalla del Muro... si, sin duda, ese sería un buen nombre para este acontecimiento. Acontecimiento que no tardaría en comenzar.

AVISO: La Gran Batalla se narrará por capítulos. Para asegurarme de que haya cierto orden en la narración, NADIE PODRÁ ABRIR UN POST POR SU CUENTA. Yo mismo abriré los post y explicaré, a modo de narrador, lo que va ocurriendo y quien se enfrentará a quién. Perdón por las molestias, y espero que disfrutéis de la historia


Última edición por Xerxes Break el Sáb Nov 03, 2012 9:03 pm, editado 1 vez
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Invitado, Dom Nov 18, 2012 4:41 pm
Todo pasó muy rápido, mientras Sasha mataba a soldados enemigos, de pronto apareció un muro de estalactitas y segundos después se vió flotando en el aire. Y para mas sorpresa, vió a su alumno Bast en el bando enemigo.
Cuando volvió de nuevo al suelo miró a Bast, el cual habia conseguido el secreto del Fuego. Se transformó de nuevo en elfo y preparó un hechizo de agua junto con otro de Aire.

-Bast... ¿Por qué haces esto?

Dijo antes de lanzar el hechizo, el cual consistia simplemente en unos perdigones de hielo junto con una onda de aire afilada como una espada.
Sabia que eso no iba a servir de mucho, pero le ayudaría como distracción para poder seguir avanzando.

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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Bast, Dom Nov 18, 2012 10:22 pm
He de reconocer que, aparte de con Xerxes, no había tenido demasiada relación con ninguno de los seis, pero de alguna manera encontraba que el era el que mas se me parecía por la relación que ambos teníamos con el fuego, y de la misma manera completamente opuesto a mi cara vampírica.

E incluso aunque no lo fuese hubiese sentido su muerte, como hubiese sentido la de cualquiera de aquellos extraños magos sin nada en común. Lastima por su final y unas palabras de respeto pronunciadas en medio de la batalla, eso era lo que le hubiese dedicado en otro caso.

Sin embargo, no solo había muerto, si no que le había visto agonizar ante mis ojos por culpa de esa saeta traidora. Además, había recibido de él el secreto del fuego, y me sentía endeuda con el hombre del desierto.

Todas esas circunstancias hicieron que me girara a ver el culpable de tal traición, y vi como uno de aquellos arrogantes magos devolvía un arco a uno de los arqueros. un fuego conocido ardió dentro de mí. Ese mago...podía ser superior a mí, muy poco probable que igual, imposible inferior, pero en ese momento deseaba encontrarme con él en los duelos, fuera o no lógico ese sentimiento.

Entonces Sasha volvió a las andadas. ¿Que pretendía, cuando mi ejercito ya había vuelto a la seguridad de la muralla? Al menos pude probar en aquellos patéticos ataques, que no estaban ni a mi altura ni a la de mi antiguo maestro, que mi control del elemento fuego había mejorado brutalmente cuando vaporicé los perdigones antes de que me alcanzaran y bloqueé con un escudo la onda de aire. Me di cuenta que si antes mi escudos eran mas fuertes de lo normal, ahora eran incluso varias veces mas resistentes. Pronto surgió en mí curiosidad por cuanto habría incrementado el nivel de mis ataques...

Pero no fue en ese instante, porque sentía una mezcla de colera y frialdad ante la muerte de mi compañero. ronuncié unas palabras y una serpiente de roca surgió del suelo, atrapándolo. Se podía librar de ella fácilmente, pero le paró el tiempo suficiente como para que me escuchara.

-Deja de hacer estupideces, Sasha. Si de veras quieres el secreto del aire habrás de esperar al duelo, o no tendrás ni siquiera la posibilidad de recuperar tu preciado objeto, ¿entendido?-dije, descargando sin querer en él parte de la rabia que me había producido el mago oscuro.
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Xerxes Break, Lun Nov 19, 2012 4:45 pm
Alquamed había muerto... lo cierto es que no tenía remedio. Harto de esperar, se abalanzó hacia el campo de batalla, prendiendo fuego a todo aquel que se cruzaba en su camino. Le consumió su propia rabia. Olvidó que es mejor no avivarla demasiado.

Fue entonces cuando me di cuenta. Imagino que la culpa habrá hecho que se olvide, pero pude leer su mente con total claridad. Me esperaba algo por el estilo, pero no pude evitar entristecerme al ver el Secreto de la Tierra en el suelo.

Titannia se había marchado.

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La situación es peor de lo que me imaginaba. Alquamed ha caído antes de tiempo y Titannia ha decidido desertar. Desconozco sus motivos, pero puedo adivinarlos. El fragor de la batalla puede anular hasta la más férrea de las voluntades. Estoy de que Xehanorth estará de acuerdo conmigo.

En cualquier caso, hemos perdido a dos de los nuestros, uno de ellos incumpliendo las normas... típico de Felix. Bueno, estoy seguro de que cualquiera en mi lugar hubiera hecho lo mismo.

- Raven... ya sabes que hacer

Ella me miró con una maliciosa sonrisa en el rostro. Si en algún momento sintió lastima por su compañera desaparecida, comprender mis instrucciones borró todo rastro de duda o miedo. La sed de sangre la llamaba. Y cuando eso ocurría, nada podía detenerla. Y como si de un torbellino se tratara, se envolvió en el conjuro "Nube Oscura" y se lanzó al campo de batalla, dispuesta a cumplir con su misión.

Con respecto al Secreto de la Tierra... tal vez pueda hacer un fichaje de última hora. Si esto era posible, en ese caso se me agotaba el tiempo. Inmediatamente después de que Raven se marchara, me dirigí a Andurk:

- Andurk... tráeme a Nayade

Y sin decir nada más, pronuncié las palabras del conjuro de teletransportación y desaparecí de allí.
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Flextus, Lun Nov 19, 2012 4:51 pm
Me parecía completamente absurdo que yo tuviera que luchar en una batalla en la cual directamente no me incumbía, todo por el trato que hice con Bast, ahora me tocaba luchar contra el puño del norte, que así es como le llaman los nórdicos a su ejercito, y a los bichos de mala muerte que la señora de la fortaleza había traído, pero nada comparado a la satisfacción que sentiría cuando volvería a ver a Krahdovah, sin duda me encontraba en el momento mas crucial que había vivido asta este día, pero lo que mas me dolía era haber tenido que irme de la torre, aunque si sobrevivía volvería, pero quien sabe, tal vez ya no me acepten de la misma forma que antes, mis compañeros eran esqueletos con "vida" con armaduras de piedra, y también había soldados humanos de la guardia del amanecer, todos ellos preparados para vivir una batalla que sin duda marcaría muchas vidas y destinos, pero sobre todo muchas muertes.

Al empezar la batalla, los bárbaros se lanzaron contra nosotros acompañados de un lobo, mejor dicho, un licántropo, que se trataba del Sasha, Bast hizo una barrera que separo a los dos ejércitos, y pobre de los que quedaros en nuestro lado, ya que fueron exterminados a la velocidad de un relámpago por los soldados de la guardia del amanecer, menos Sasha.

Un flechazo irrumpió en el cuello del portador del secreto del fuego, todo estaba pasando muy rápido sin duda, y mientras tanto la barrera de Bast seguía impidiendo un gran derramamiento de sangre.

Entonces supe que era el momento, me tocaba actuar a mi, yo tendría que usar la magia para salir de esta y dar un paso mas a la victoria, me arrodille en el suelo y puse mis manos sobre la tierra cubierta de nieve, empecé a formular frases, mientras un pequeño temblor azotaba suavemente la tierra, estaba haciendo un hechizo de agua, estaba utilizando una gran cantidad de agua subterránea que había bajo el campo de batalla, con la intención de usarla potentemente contra las fuerzas enemigas aprovechado que una barrera nos separaba para poder calcular donde debía salir el agua, de pronto justo en la superficie donde se encontraba el ejercito rival, empezó a salir gruesos y potentisimos chorros de agua hirviendo hacia arriba, con una fuerza que atravesaría el metal, los chorros empezaros a a llevarse a todos los soldados enemigos por delante, ocasionando muchas bajas, este ataque no duro mucho aunque lo suficiente para bajar un bien numero de rivales, me puse en pie de, debía reservar energías, la batalla iba a ser larga y dura...










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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Iaga, Mar Nov 20, 2012 4:31 pm
No podía aguantar mas, ya había habido suficientes muertes de personas que no deberían estar involucradas, y para colmo, Alquamed en un ataque de furia se lanzo al frente bombardeando mortalmente al ejercito rival, de respuesta, recibió un flechazo en el cuello que le transporto a la muerte, desde donde estaba pude contemplar quien había sido el culpable, un retorcido elfo que poseía un rostro que inspiraba locura absoluta, para colmo, Titannia desapareció, mostrándonos así su retirada, la comprendía, y sabia perfectamente porque lo había hecho, en ese momento yo también deseaba liberar al secreto del Aire y marcharme para siempre, pero lo que no quería era decepcionar a Xerxes, el había trabajado mucho para llegar asta donde estaba, pero aun así yo dudaba que todo su trabajo mereciese la pena, si tenia a todos los magos en su contra, esperando la oportunidad de arrebatarnos el don de la mano.

En ese momento, empuñe mi mas valioso tesoro, mi flauta, mientras la miraba fijamente pensaba "ojala que esto funcione" y a mi alrededor apareció un especie de brisa mágica que impedía totalmente que yo fuera víctima de alguna flecha u ataque como le sucedió al portador del secreto de el fuego, con un gesto majestuoso, empecé a tocar una extraordinaria melodía, una melodía que iba transportada por el poderoso viento llevándola a cada rincón del campo de batalla y de alguna manera, llamando la atención de todos los que luchaban en el, los soldados de la guardia del amanecer miraban dudosos y a la vez con un gesto de tranquilidad por la melodía que había conseguido que dejasen de gritar y alzar sus armas como si de locos se tratase, mientras que en el ejercito rival, los norteños se quedaros en un completo silencio, mientras todos se miraban entre si como si estuvieran buscando algo que les explicara lo que estaba sucediendo realmente, pues aquella melodía, no era cualquiera, estaba acompañada de un poderoso hechizo, algo que para muchos era una melodía corriente, preciosa pero corriente, para los soldados del norte les estaba significando algo mas, ellos estaban entendiendo en sus mentes un claro mensaje que se disolvía con la musica y los vientos.
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https://www.youtube.com/watch?v=lMbhPhSGzIo
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" ¿De verdad es luchar lo que queréis? se que para vosotros la lealtad es algo muy importante, pero vuestra vida también lo es, se que no queréis decepcionar a vuestro general ni tampoco que os tachen de cobardes, pero la mayoría de vosotros tiene familia que os esta esperando e hijos que todas las noches preguntan por vosotros por que ellos os necesitan ¿de verdad pensáis que ellos os dirán cobardes por volver a estar en vuestras casas junto a ellos?
La diosa no os perdonaría nunca que murierais luchado aquí, ni tampoco que abandonéis a vuestros seres queridos por una causa que no os pertenece, el verdadero cobarde es el que se queda aquí aun queriendo marcharse y todo por que temen que se lo echen en cara, y los valientes son aquellos que se largan de aquí sin preocuparse de lo que piensan ya que si eso es lo que desean eso debéis hacer.

¡Valientes soldados del norte, salid de este matadero y aceros con el honor de que por una vez habéis hecho lo que de verdad deseabais! aquí solo moriréis y ni siquiera os recordaran como es debido...
"

Este claro mensaje aparecía en las mentes de los soldados del norte que oían casi hipnotizados la melodía que desprendía mi flauta, en el horizonte ya se podía ver a los soldados dudosos de si estaban haciendo lo que de verdad deseaban, y poco a poco muchos arrojaban sus armas a suelo, otros no sabían que hacer y se miraban entre si, y algunos se aferraban a irse, pero muy pocos mostraban querer quedarse realmente.

Iaga miraba satisfecha lo que había conseguido con la musica, muchos soldados se iban directamente como si ya no les importase la batalla y mucho menos los demás soldados, el puño del norte estaba cayendo como si sus nudillos se resistiesen a golpear.


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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Raven, Miér Nov 21, 2012 3:18 pm
Xerxes había comenzado su treta. Iaga estaba utilizando su flauta para embaucar al ejército invasor de que abandonara la lucha. Yo mientras tanto, revoloteaba sobre el campo de batalla con el conjuro "Nube Oscura", en busca de cierta persona. Persona que no tardé en encontrar.

- Ojo por ojo - pensé, recordando las instrucciones de Xerxes

Recuerdo que torció una mueca de disgusto al darme aquella misión. Después de todo, fueron compañeros. No obstante, el fin justifica los medios. Era su deseo, y para mí, eso era más que suficiente. De modo que saqué uno de mis cuchillos, lo envolví en un halo de oscuridad, y sin pensármelo dos veces, lo arrojé contra mi objetivo.

- Ojo por ojo - volví a pensar - Diente por diente

Y con una malévola sonrisa, me alejé envuelta en mi Nube Oscura, dejando que la daga que clavé en su cuello terminara de hacer el trabajo.

Ahora, debo encargarme de los monstruos de Amy.
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Bast, Jue Nov 22, 2012 4:12 pm
Miré una última vez a mi viejo maestro y me fui, dándole la espalda, mientras mi conjuro que lo retenía desaparecía. Ni siquiera me preocupé por si aquel mago oscuro trataba de volver a atacar traidoramente: escudo era incluso mas poderoso que antes y no podía hacer ningún ataque capaz de atravesarlo sin que to supiese que la serpiente había sacado los colmillos.

Murmuré unas palabras y dos alas, una negra y la otra roja, crecieron de mi espalda, y me llevaron hasta lo mas alto de la muralla. Una vez allí abrí una puerta que llevaba a su interior, pero antes de hacerlo me giré hacia los seis magos que pretendían enfrentarse a nosotros.

-¿ Esperáis algo en concreto o vendréis una vez a los duelos?
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Amy Lackless, Vie Nov 23, 2012 5:22 pm
A mis espaldas se hallaba mi manto de sombras que se extendía metros y metros y más metros y aún más metros aún. Mi capa estaba atada por un broche dorado, y los caballeros y los magos oscuros y los ballesteros que habían a mi espalda eran la extensión de dicho manto. Era el nombre apropiado para ellos, Mantos-de-sombras. El único blasón que se podía ver, de mi parte, era la luna creciente sobre fondo rojo. No podía contar más de diez estandartes, pero no era necesario gritar a los cuatro vientos quienes éramos, a diferencia del Puño del Norte. También creo que era bastante obvio. Mantos negros, no-muertos en grandes cantidades... Sí, se notaba que éramos los de la Fortaleza De Aressher.

Montaba mi caballo, Pesadilla, negro como la noche, y negras como la noche eran sus crines y negros como la noche sus ojos. La capucha de mi manto cubría mi cabeza y ensombrecía mi rostro, dejando que unos rizos rojizos decorasen mi pecho tras escaparse del yugo de la capucha. Mi "armadura" se basaba en placas de cuero rojo trenzado y telas de hebranegra. Quizá no fuese lo más protector pero siempre podría invocar más armadura en el caso de que fuese necesario. La verdad, para la lucha en la que iba a participar no necesitaba ni escudo ni cota de malla, sino que necesitaba mis poderes y una mente clara.

¿Mis planes? Atravesar la muralla y rendirle cuentas al ladrón, o a la ladrona, del Secreto de mi Escuela. Y pensaba hacerlo por las buenas, o por las malas. Posiblemente por las malas, dado que nadie puede esperar robarle algo a la Reina Egoísta e irse como si nada hubiese ocurrido. Tanto por mi honor, de reina, como de nigromante. Y tampoco es que permitiese a alguien ir andando por ahí con el Secreto de mi Escuela como un niño que va corriendo con una golosina, disfrutando plenamente de ella.

Por ese motivo, me hallaba yo en las tierras del norte, de mi casi-eterna némesis, Crescent fon Wölfkrone. Lo podía ver en la lejanía, sus cabellos negros y su capa roja ondeando junto el viento, su rostro imperturbable y serio. Sin embargo, de él percibía cierta intranquilidad. ¿Se debería al hecho de que me hallaba aquí, en las tierras de su reino? ¿Sería por que mandaba a sus hombres a la puertas de la Muerte? ¿O era simplemente aquella muralla milenaria, y la escuela que tras ella yacía, lo que le ponía nervioso? Sonreí para mi misma, mientras clavaba mis ojos de sangre sobre él, y la diadema plateada que ceñía mi cabeza brillaba levemente por culpa de los rayos del sol.

« Pobre Crescent. Se las da de lobo, pero no sabe que no es más que un simple cachorrito » Fueron las palabras que recorrieron mis pensamientos durante un segundo. No me apiadaba realmente de él, más que nada sería una burla. Si lo hubiese dicho en voz alta, probablemente alguno de sus vasallos se lanzase hacia mi con intención de... No sé, probablemente decapitarme o maldecirme a mi y a toda mi estirpe. Si eso pasase, lo mataría.

Bueno, Cres se dedicó a lanzar un "discursillo" para levantar la moral de sus tropas. Y en ese momento, al oír todo lo que decía, me pregunté si realmente era necesario el hecho de que lo lanzase. ¿Qué iba a conseguir con ello? ¿Unas sonrisas? ¿Unos gritos? De nada serviría. Si algo se sabe de la guerra, es que todo vale, incluso los trucos más sucios y los más inortodoxos. Y, ¿quién sino aquella que se trae a toda la legión de no-muertos para demostrarlo?

Solté un suave suspiro, y hice retroceder a mi caballo, hasta acercarme a Vern. Le dediqué una sonrisa al Caballero Negro, montado, como no, en su caballo oscuro, portando el blasón de la Fortaleza de Aressher.

Bien, Vern, ha llegado la hora de que me vaya a aplastar a unos cuantos ladrones ineptos. A ti te confío mis ejércitos; haz buen uso de ellos. Pero algo te advierto: Como perdamos esta batalla lo pagarás muy, muy caro.— Le dediqué otra sonrisa al Caballero.— Pero, vamos a ganar, ¿o no? No puedo saberlo, al fin de al cabo, solo soy una niña...— Acabé, poniendo a mi corcel al trote. Vern, antes de llegar a ser Señora de la Fortaleza, no paraba de llamarme niña. No le importaba que fuese heredera de tal lugar, o que si mi familia era la más vieja de tal reino. Era solo una niña para él.

Escuché las palabras de Vern, algunos gritos que le daba a las tropas para que se colocasen en las posiciones que debían, que si los ballesteros cargasen sus virotes y los arqueros tensasen sus arcos, o que los magos se preparasen para liderar a los no-muertos y lanzar hechizos y proteger ante proyectiles y más magia... En fin, todo lo que se debería hacer en una guerra.

Espoleé a pesadilla y lo obligué a pasar del trote a la carrera, y de la carrera a...bueno, una carrera rápida. Mi capa ondeaba tras mi, pero la capucha seguía en su mismo lugar. Tomé las riendas con una mano y me agaché, acercándome al oído de mi caballo, tras lo que susurré unas palabras a sus oídos. Unas palabras en arcano, pero el caballo las pareció comprender como si fuesen la cosa más simple del mundo. De sus cascos comenzó a salir humo oscuro, y lentamente dejó de cabalgar por el suelo para alzarse entre los cielos y entre las nubes cabalgar. Podía ver perfectamente el campo de batalla, el mago del desierto que entre llamas danzaba solo para ser abatido por una flecha bien colocada. La doncella de la flauta tocó una melodía, pero me aseguré de alejarme lo suficiente para no escucharla: Quien toca música en una batalla no lo hace por placer.

Y finalmente llegué a la parte más alta de la muralla, donde pude ver a un hombre de cabellos rojos, con un ala negra y otra roja, y escuché sus palabras y sonreí para mi misma con sorna. Hice que Pesadilla se parase a un lado, aún flotando en el aire. Me dedicaría a esperar a los demás, y cuando llegasen todos, entraríamos y...Bueno, lucharíamos por lo robado.

Y yo, al menos, no tenía pensado perder.

Xehanorth
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Xehanorth, Dom Nov 25, 2012 9:55 am
La batalla se recrudecía. Pude ver a la Reina Egoísta espoleando su caballo sobre el cielo Invernal, imagen que poblaría mis más crueles pesadillas... y entonces lo vi. Una daga cuya hoja estaba envuelta en la oscuridad voló por el aire hasta alcanzar su cuello.

Mis ojos estuvieron a punto de salirse de sus órbitas. Le había matado. Aquella daga había matado a Guzmán:

- ¡NOOO! - grité, incrédulo

Fui corriendo hasta él. Su cuerpo ya reaccionaba. El golpe de aquella daga había sido mortal.

- No, Guzmán... - suspiré

Lloré a mi camarada perdido. Nunca olvidaré el día en que le recogí, cuando se encontraba moribundo. Siempre lamentaré el no haber podido ayudarle ahora.

Entonces, de repente, comencé a escuchar una melodía. No era una melodía cualquiera. Sin duda se trataba de un hechizo, probablemente creado por la portadora del Secreto del Aire. Vi a mi alrededor como los soldados cesaban en su lucha. Tanto la Guardia del Amanecer como los soldados de Wolfrkrone, enfundaban sus espadas y tiraban sus escudos al suelo.

No tenía tiempo que perder. Tenía que acabar con esto cuanto antes... por Guzmán. Observé el lugar en el que aterrizó Amy y supuse que era el lugar en el que nos debíamos reunir. Decidí contactar telepática-mente con Crescent:

- Cres, ¿me recibes? - le pregunté - Guzmán ha caído. Los hombres... no sé que pasa pero de repente están dejando de luchar. Esa melodía tiene que ser la responsable. He divisado el punto de encuentro, te veré allí

Miré por última vez el cadáver de Guzmán. Sutilmente, le cerré los ojos, para que al fin pudiera dormir:

- Descansa en paz, amigo mío - susurré, consumido por el dolor

Y sin más dilación, empleé un conjuro de viento para potenciar mi salto y, de un brinco, alcanzé el lugar en el que Amy se hallaba. Allí estaba ella, tan portentosa, tan elegante... tan fría

- La Reina Egoísta, supongo - saludé, cordialmente
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Invitado, Dom Nov 25, 2012 10:14 am
Todo ocurrió muy rápido, primero una melodia que hizo que los guerreros cesaran la batalla y luego un puñal en el cuello de Gúzman. El lobo observó como Xehanort lloraba su muerte para después irse a lo alto de la muralla.
Sasha se transformó de nuevo en elfo y se acercó al cuerpo de su difunto compañero, se puso a su lado y con un hechizo que apenas costaba mucho, hizo un escudo alrededor de él, eso al menos serviría para que no lo tocara nadie y mas tarde darle su merecido entierro, como héroe.

Después de hacer esto alzó una mano y de los cielos bajó Semna apenas unas décimas de segundo. Lo bastante rapido para que el elfo pudiera agarrar una de sus patas. Semna le llevó a lo alto de la muralla junto a La Reina Egoísta y Xehanort.

Andurk
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Andurk, Dom Nov 25, 2012 11:06 am
Estábamos sufriendo bajas entre los miembros de los 6 secretos, el secreto de el fuego al parecer ya se había hecho con otro portador, se trataba del comandante de la guardia del amanecer, pero en ese momento no recordaba su nombre, por otra parte el secreto de la tierra fue abandonado por su portadora y ahora Xerxes esta buscando otro portador, Raven acababa de aniquilar a Guzman de una mortal cuchillada, no me extrañaría que Xehanorth se pusiera a llorar como un niño en mitad de la batalla... nadie les a obligado a venir aquí, ahora que asuman todas las consecuencias...

Andurk se adentro en la muralla para prepararse para el el ansiado encuentro.


Felix Vonturin
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Felix Vonturin, Dom Nov 25, 2012 3:16 pm
Uno de los nuestros había caído,y sin duda se noto que a Xehanort se le debió partir el alma,apenas sabía nada de aquel mago que había luchado junto a mi y al resto,pero me dolía su perdida y me dolía mas aún ver tanto sufrimiento,empezaba poco a poco a comprender de una manera mas cercana a Xerxes.Pero eso no impediría que combatiese contra el,para nada.Vi como Amy,Xehanort y Sasha ya habían llegado al punto de encuentro,yo no iba a tardar mucho mas,solo me faltaba hacer una cosa,me acerque al cuerpo de Gúzman y ejecute sobre el un hechizo de teletransporte,se merecía un funeral digno,había luchado por una causa global y no simplemente personal,así que mi decisión fue teletransportarle a la torre,precisamente a la enfermería,aún recordaba aquel sitio por lo cual no me fue muy difícil acertar el conjuro para dejarle justamente encima de la cama.Ahora a otra cosa,tenía que llegar a la cima de la muralla,lo cual me resulto extremadamente fácil,con un conjuro de teletransporte bastaría y así fue,cuando llegue mire a Xehanort con compresión y con algo de dolor,aún se le veía algo lloroso,pero la presencia de la reina egoísta aun pesaba mas sobre mi,su olor me hacía recordar muchas cosas,apenas pude mantener mis ojos sobre los suyos unos segundos,lo cuál hizo visible mi gran debilidad hacía ella.Aquélla mujer que me enredo en sus conjuros,me hizo su esclavo durante un tiempo y que aún su hechizo ejercía algo de presión sobre mi.Pero note algo en ella,algo nuevo,algo lo cual odiaba hasta lo mas profundo de mi ser,no se que relación tendría con ella pero reconocía aquel rastro de... lo que se hace llamar Riak.

-Veo que te juntas con cosas despreciables.-Dije haciendo un esfuerzo por mirar a Amy a los ojos e ignorar el resto.
Crescent fon Wolfkrone
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Crescent fon Wolfkrone, Jue Dic 06, 2012 5:57 pm
¿Recordáis el hecho de que me preocupaba la presencia de Amelia? Podéis obviarlo, pues ahora lo que realmente me molestó fue la presencia de la que parecía la portadora del secreto del aire, que consiguió que... no sé, ¿la mitad de mi ejército echase a correr? Se quedaron los enanos, quizá la mitad o así de los señores de la Punta del Norte, la Costa de Narell y de Wölfkrone con sus respectivos abanderados y... ¿Los elfos? no había vuelto a ver a los elfos desde que Sasha dio la órden de que disparasen.

Espoleé a mi caballo nuevamente y hice que corriese por el campo de batalla mientras daba sablazos a cualquier enemigo que se cruzase frente mía, mientras buscaba a los arqueros, con la esperanza de que siguiesen vivos y, aunque probablemente no hiciesen mucho, empleasen su casi divina puntería para dañar los rangos enemigos.

Los vi, aunque eran un número menor de los que eran antes. Les miré, y les di unas órdenes bastante concretas.

Avo dheo enni, galadhrim! Dago i goth, avo nago dim! Leitho i ang-nagol!
1— No sabía si me harían caso, y eso era lo más seguro. De cualquier modo, esto era esperado, y me refiero al hecho de que mi ejército quedase decimado y tantas cosas. Les dije que iban a morir, posiblemente, y me siguieron hasta aquí, solo para traicionarme más tarde.

Bueno, dejé de pensar en eso. Murmuré unas palabras arcanas y salté de mi caballo, y comencé a surcar los cielos dirigiéndome a la parte superior de la fortaleza, al mismo tiempo que otros de mis camaradas surcaban los cielos. Amelia nos llevaba ventaja, pues ella tuvo en quién delegar sus ejércitos para que hiciese lo mismo que hice yo. Aunque la verdad, su "discurso" era más del tipo "Como no matéis os mandaré al laberinto de las sombras", la verdad sea dicha, y quede presente ante los ojos de los hombres, elfos, enanos y demás.

Y una vez en la parte alta de la muralla, pude ver a casi todos mis camaradas, pues teníamos en cuenta que Guzmán había muerto. Pero no teníamos tiempo para hacer de plañideras, pues teníamos unos duelos que luchar.

No me sorprendió cruzar la mirada con la de Amelia, ambas hechas por ensangrentados rubíes engarzados en nuestras calaveras. Me molesté en no prestarle atención, aunque Felix, como parecía, estaba enfadado, llegando a decir que se juntaba con "cosas despreciables."

« Más despreciable que ella, no estoy seguro.» Esas fueron las palabras que me dije a mi mismo. Pude ver a Bast. El hecho de que estuviese allí ya no me importaba. Parece que últimamente todo el mundo cambiaba su cloaca. ¿Ver a Amelia luchando junto a nosotros? Increíble.

Bueno, heme aquí.

_________________________________


1 Literalmente, "¡No me falléis, elfos! ¡Matadlos, matadlos a todos! ¡Soltad las flechas!".



Última edición por Crescent fon Wolfkrone el Jue Dic 06, 2012 7:16 pm, editado 1 vez
Joseph Winterose
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Joseph Winterose, Jue Dic 06, 2012 7:13 pm
Cuando llegamos a La Muralla, la batalla no solo había comenzado, sino que ya se había cobrado un buen número de víctimas. Prueba de ello eran los cadáveres dispersos por el suelo y la siniestra combinación de rojo y blanco, sangre y nieve, que teñía de colores el paisaje normalmente monocromo de las tierras norteñas.

Regresar a los eternos campos nevados de mi tierra natal me produjo una extraña sensación, una mezcla de nostalgia, tristeza y rabia. Todo este conjunto de sentimientos encontrados se vio alimentado por la escena bélica que degustaban mis ojos, a modo de recibimiento. ¿Quién me iba a decir que a mi salida de la prisión del Supplicium me encontraría con esta cruel ironía del destino: un campo de muerte y sangre, el mismo escenario en el que había perdido mi libertad...?

Ocho años después, todo parecía seguir igual. Espoleé mi caballo, un corcel negro como una noche sin luna, y galopé, bien preparadas todas mis barreras mágicas, hasta el campo de batalla. Detrás de mí se alzaba el inmenso ejército que el Concilio había enviado para participar en esta empresa; la mayoría eran guerreros, pero también había algunos magos. No obstante, yo era el único que portaba la reluciente túnica dorada, que me señalaba como un elegido del unicornio. Volver a ostentar mi rango a cielo abierto, sin agachar la cabeza, era una sensación maravillosa. Nunca había estado tan preparado para afrontar una batalla.

Nuestra visita debió sorprender al bando enemigo, porque muchos de los soldados rasos se quedaron atónitos al ver a nuestro ejército aparecer. Los primeros en reaccionar se atrevieron a atacarnos, pero el cansancio de una larga jornada de lucha se reflejaba en sus movimientos y nosotros, que acabábamos de llegar, respondimos con todo nuestro potencial. Hasta mí solo llegaron algunas flechas extraviadas, que rebotaron en mi barrera mágica, pues estaba rodeado por filas y filas de soldados, a fin de reservar todas las energías posibles para emplearlas contra nuestros auténticos enemigos: los portadores de los Secretos.

Desde la protección y visibilidad que me brindaba mi posición privilegiada, estudié el campo de batalla. No vi ninguna figura conocida, pues todos los combatientes pertenecían a las nuevas generaciones, pero no me costó sacar conclusiones. Mis ojos repararon, primero, en el ejército del Norte (un tanto mermado), aparentemente dirigidos por el que debía ser Crescent fon Wölfkrone, príncipe de mi tierra natal. Cuando entré en prisión, él debía ser apenas un chiquillo y, sin embargo, se había convertido en un admirable jefe militar.

Aparté la mirada de él y descubrí algo que me sorprendió todavía más: la presencia de un mago oscuro y una nigromante. Esta era una de esas pocas veces en la que la línea entre El Dios y La Diosa se diluye para luchar por un objetivo común: la supervivencia de la magia. La idea de acabar con el don más preciado que tenemos los magos, ese por y para el que vivimos, se me antojaba terrible, a mí y a todo el Concilio, aunque tenía que reconocer que, desde la perspectiva de los Secretos, era una gran estrategia. De ser otras las circunstancias, tal vez me habría planteado sumarme a sus filas. Quizás en otra vida. En esta, yo era un archimago del Concilio y como tal debía comportarme, pues no podía salir beneficiado de la hipotética victoria de los Secretos.

A mis espaldas, un par de soldados sostenían los estandartes del Concilio, y yo me preparé para pronunciar las palabras que me habían pedido que dijera: el últimatum a los miembros de los Secretos. Hechicé al mismo viento para que propagara mis palabras por todo el escenario de batalla y, sobre todo, para que llegara a oídos de nuestros enemigos.

¡Portadores de los Seis Secretos! —comencé—. Vuestras intenciones han llegado a oídos del Concilio de Magos y aquí nos hemos presentado para impediros llevar a cabo vuestros planes. No tenéis mas que alzar la mirada para ver la magnitud de nuestro ejército, formado por los magos y guerreros más cualificados de todo el mundo. ¡Os rodearemos y acabaremos con vosotros! —exclamé y todo mi ejército coreó mis palabras, lanzando vítores y gritos de entusiasmo—.

»Como archimago del Concilio, mi tarea es actuar como portavoz de su decisión. Os ofrecemos un ultimátum: rendios ahora, en este mismo instante, y devolved los Secretos a sus respectivas escuelas. De esta manera, tendréis derecho a un juicio donde será tomado en cuenta vuestro arrepentimiento. Si os arrepentís ahora, vuestra pena será menor y no seréis condenados a muerte.
—Hice una pequeña pausa para dar mayor énfasis a lo que iba a decir a continuación—.

»Si, por el contrario, persistís en vuestra loca idea..., ¡seréis perseguidos por el Concilio y nada podrá libraros de la pena máxima!
—Era tal la fuerza que teñía mi discurso que mis palabras fueron escuchadas aun por encima del fragor de la batalla—. ¡Recapacitad! ¡No tenéis derecho a privarnos de la magia y a establecer una dictadura para someternos a todos bajo vuestro yugo! ¡No sois dioses! ¡No tenéis derecho a hacer algo como eso y estáis desafiando a las mismísimas divinidades que os concedieron la magia y os permitieron ser lo que hoy sois! ¡Robándole a un mago su magia le estáis arrebatando parte de su alma, de su esencia, de su ser...!

»Estas son las palabras que os remito desde el Concilio. Esta es la última oportunidad que os concedemos. Si la rechazáis, no habrá piedad para vosotros.


Sabía que, llegados a este punto, los Secretos no aceptarían rendirse. Estaban a un paso de hacerse con la victoria, pero allí estábamos todos nosotros para obstaculizar sus planes. Sin nada más que decir, procedí a extender los brazos y reforzar las barreras, conteniendo así a las tropas enemigas. Mi expresión se tornó seria, fría y dura, y el viento enfatizó mi gesto implacable agitando mi rubia cabellera y mi capa de oro, que parecía querer pintar el sol entre el siempre oscuro escenario de sangre y guerra.

Michelle Swallow
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Michelle Swallow, Jue Dic 06, 2012 8:53 pm
Lo primero que pensé al pisar las Tierras Muertas fue lo siguiente: «yo soy una maldita hija del desierto». Sabía que el frío sería intenso por aquellas tierras y más en la época del año en la que estábamos, pero mi imaginación no alcanzaba a estimar cuánto. Me refugié en mis ropas negras y reforcé el hechizo térmico, para calmar el frío y dejar de tiritar. Una vez estuve en las condiciones óptimas, seguí el caballo de Joseph Winterose, montada en mi yegua canela, y ordené a los soldados que estaban bajo mi mando que me siguieran de cerca.

Joseph era el archimago que había enviado el Concilio para detener a los Secretos. Yo me había enterado de toda esta situación apenas unos días antes, cuando Joseph se plantó en la Torre en busca de un comandante cualificado para sus tropas. O una comandante, en este caso. Mi reciente “coronación” como Guerrera Exaltada me había lanzado de cabeza a esta batalla, de la cual nadie sabía nada. Ni siquiera Narshel, nuestra Señora de la Torre y también archimaga, que, aunque solo fuera por su rango, debería habernos alertado.

Sin embargo, hacía mucho tiempo que nadie sabía nada de ella. Su ausencia empezaba a inquietarme, y más en un asunto de semejante envergadura. ¿Dónde se había metido? ¿Acaso era capaz de dejarnos solos frente al peligro? ¿No iba a luchar ella por la pervivencia de la magia? Aquello era muy extraño y solo podía significar una cosa: malas noticias.

Joseph no respondió a mis preguntas sobre la Maestra. Era un hombre de pocas palabras (al menos conmigo, porque no le faltó aliento para pronunciar su discurso). Fuera como fuese, cuando pusiéramos punto y final a todo este asunto, me encargaría de descubrir qué demonios estaba pasando.

Ahora lo que realmente me preocupaba era la batalla que teníamos delante. Alcé mi arco y encajé en él una flecha, preparada para empezar a disparar. Tenía también una espada a mano y otras armas pequeñas escondidas por la ropa, por si me veía obligada a luchar de cerca.

Mientras Joseph pronunciaba su mensaje, yo aproveché para otear el campo. Entre la confusión de guerreros y cadáveres, apenas pude reconocer a Xehanorth y a Cres. «Gracias a La Diosa», pensé. Me alegraba verlos con vida, al menos por el momento. Sabía que los duelos estaban cerca y, aunque yo no lucharía en ellos, tenía entendido que ellos dos sí tenían esa tarea en sus manos.

Espero su orden, señor Winterose —dije, porque era consciente (como todos) de que los Secretos no se rendirían con unas simples palabras.

Podía decirse que aquella sería mi primera batalla de verdad y, ciertamente, estaba dispuesta a poner en práctica todo lo que había aprendido en estos años. Miré a Cres desde la distancia y, dada la imposibilidad de acercarme a él, busqué su mente mediante la telepatía.

«Es tu día de suerte, querido Maestro», lo saludé, sacando de mí las fuerzas para mantener mi simpatía por encima de la horrible situación. «Tu alumna favorita está aquí y vamos a ganar esta batalla. Tienes que vencer. ¡Por Wölfkrone, por la Torre, por la Maestra y por la magia!». Podía ver los densos muros de La Muralla y sabía que estábamos ante un reto difícil, tal vez el más complicado al que nos habíamos enfrentado. La motivación es un punto importante en la guerra y, por eso, llené mis mensajes de aliento y no de melancolía y miedo, pues cualquiera de los dos podía morir de un momento a otro. «Si te matan, me enfadaré mucho y sabes que soy capaz de ir al Otro Lado y traerte de los pelos, solo para darte veinte bofetadas. Ah, y pienso quedarme con tu puesto». Suspiré. «Así que no me falles, Cres».

Los soldados más atrevidos se atrevieron a atacarnos, de modo que lancé la primera flecha. Luego volví a establecer una conexión mental, pero esta vez con Xehanorth. «Xehanorth, hemos venido a ayudaros. Confío en ti y sé que podemos vencer esta batalla. Que venceremos. Guarda tus fuerzas para los duelos. Nosotros nos encargaremos de la batalla que se libra fuera; lo importante es que vosotros salgáis vivos de La Muralla y con los Secretos en vuestras manos. Así que vence, ya verás la fiesta que nos montaremos en la Torre para celebrarlo…».

Mis propias palabras servían para subirme a mí misma el ánimo. Lo necesitaba. Realmente lo necesitaba. Necesitaba sentir el apoyo de mi gente en aquellos momentos, donde el paso de la vida a la muerte se disputaba como en un simple juego de azar. Volví a encajar otra flecha en mi arco y, esta vez envuelta en llamas, la lancé hacia un grupo de guerreros que empezaban a atacar a la primera fila de nuestro ejército.


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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Xehanorth, Vie Dic 07, 2012 9:00 am
¡Refuerzos! Mis ojos se abrieron como platos al ver la cantidad de hombres que conformaban el ejército del Concilio. Michelle vino también a ayudarnos, junto a un hombre que se llamaba Joseph. Sus palabras me animaron enormemente.

Miré a Cres en cuanto nos alcanzó. Ya estábamos casi todos. Solo faltaba que alguno de los recién llegados viniera a acompañarnos.

- ¿Quién de vosotros vendrá a ayudarnos? - le pregunté a Michelle, telepáticamente

Solo necesitamos a una persona más para que nos ayude en los Duelos. Tenemos que acabar con esto cuanto antes.
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Araspop, Vie Dic 07, 2012 3:17 pm
Cuando había llegado anteriormente a la fortaleza de Aressher veía que no estaba Amelia entonces vi que estaba sucediendo lo mismo que en la Torre la guerra de los secretos, entonces decidí ir allí con ella para ayudarla en lo que hiciera falta.

En aquel lugar donde me encontraba era muy frío y decidí hacer un hechizo del libro del fuego para calentarme un poco, por otra parte ese lugar era muy bonito con ese hielo que decoraba el paisaje que veían mis ojos.

Minutos después de mirar al mi al rededor mía me acorde de lo esencial porque había venido exactamente aquí para ayudar a Amelia en lo que hiciera falta. Decidí mandarle un mensaje telepático en donde diría que estaba allí para ayudarla que eso consistía en eso aparte de ayudar al Dios.

Cuando le envíe el mensaje telepático le dije "Amelia estoy aquí en el recinto para ayudarle en lo que hiciera falta, se lo prometí así al Dios y así lo aria " se lo dije sin inmutarme, savia que ella era más poderoso pero si le pasaba algo debía ya de estar allí con ella para ayudarla sino rompería mi pacto eso nunca lo are y menos con el Dios porque ya anteriormente hice las cosas mal y no pensaba volverlas a repetir y ademas estaba por otra parte que admiraba al Dios y a Amelia por mucho que quisiera no lo rompería nunca ese pacto en el Amelia la debería ayudar en lo que necesitara y si asi tenia que matar a alguien no lo pensaría ningún minuto lo mataria
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Re: Capítulo I: Comienza la Batallapor Michelle Swallow, Vie Dic 07, 2012 11:18 pm
«Será Joseph, el archimago que me acompaña, quien participe en los duelos», informé a Xehanorth. «Yo solo he venido para dirigir al ejército, especialmente cuando él esté enfrentándose al portador del Secreto que le corresponda».

Dada la evidencia de que la lucha iba a continuar, conduje a las tropas hacia el verdadero núcleo de la batalla y empezó una lucha encarnizada entre hombres y mujeres que, seguramente, no se habían visto en la vida y, por lo tanto, no habían tenido la oportunidad de odiarse. Yo me misma me sumé a ellos y, con la espada desenfundada y a lomos del caballo, lancé mandobles a diestro y siniestro. Aquellos guerreros eran fuertes y no iba a ser fácil derrotarlos, pero, por el momento, mi prioridad era intentar entretener al enemigo el máximo tiempo posible, mientras los protagonistas de toda esta historia se jugaban el futuro de la magia dentro de La Muralla.

No sé cuántos hombres perecieron bajo mi espada y no me detuve a pensarlo. No quería ver sus rostros, ni sus miradas; no quería ver nada que me recordara que eran humanos. Solo había lugar para la guerra y la sangre y para el intenso frío, que me recordaba a cada minuto que debía estar pendiente del hechizo térmico.

Empezaba a notar el cansancio entumeciendo mis músculos y, cuando mis soldados tuvieron (más o menos) la zona controlada, retrocedí hasta donde se situaban los arqueros y cambié la espada por el arco, sintiéndome así mucho más ligera.

¡Disparad! —grité y, como coreando la mía, una lluvia de flechas surcó el cielo.

Otras tantas venían en dirección contraria. Vi perecer a muchos de los hombres que estaban a mi cargo, pero no podíamos entretenernos con ritos funerarios. Conjuré un escudo mágico para protegerme y logré desviar las flechas, pero algunas llegaron a hacerme rasguños en los brazos. «Tenéis que entrar en La Muralla cuanto antes», apremié a Xehanorth. «Cuanto más tiempo tardemos, mayor será el número de víctimas».

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