Recuerdo del primer mensaje :

Cada paso que daba, provocaba que varias piedras y pequeñas rocas salieran desprendidas por la cañada hacia abajo. El suelo de aquella zona estaba ampliamente erosionado, debido a que probablemente se tratara de un sendero bastante concurrido. Pero además, la experiencia me decía que el mal estado del terreno se debía a posibles incendios ocurridos en los alrededores. De fondo, el Valle de los Lobos se expandía victorioso y verde, con frondosa vegetación que impedía ver qué secretos se ocultaban en él. Un lugar auténticamente misterioso a ojos de un simple mortal como yo, que apenas hacía un día que me había instalado en la Escuela de Alta Hechicería de la Torre. El viaje había sido cansado, y además por la noche apenas había conseguido dormir bien unas tres horas, había estado teniendo pesadillas extrañas, y entre eso y pensar que me encontraba en una «escuela de magia», tenía una sensación de irrealidad bastante fuerte. Por ello, tras arreglar algunos asuntos meramente burocráticos para mi ingreso en la escuela, y comer algo, había decidido salir a explorar el valle y las colinas más cercanas, el contacto con la naturaleza solia despejarme y hacerme bastante bien.

Mientras subía el degradado sendero, miraba al espectacular valle, sobre unas colinas rocosas, pude ver a un águila de considerable tamaño volando con las alas completamente abiertas. Me quedé observando a la rapaz durante unos minutos, su vuelo era suave y ligero, pero firme y seguro, el viento no turbaba su recorrido, sino que el águila utilizaba el viento para volar a su gusto con mayor facilidad. Desde esa perspectiva, el ave parecía la señora indiscutible de aquellas tierras.

Continué mi camino hacia arriba, y pude ver como el sendero se tornaba cada vez más verde, hasta adentrarse en una agradable zona de pastos y hierbas altas, había una cantidad considerable de abejas entre las platas, y se podía destacar algunos tramos especialmente florecidos y coloridos. El fuerte sol del medio día iba tomando poco a poco su posición más señorial, y en poco tiempo empecé a notar como las gotas de sudor emergían de mi frente y bajaban por mi rostro hasta sumergirse en la barba. Al menos tenía el consuelo de que mis ropajes eran ligeros; constaban de una fina camisa azul, y un pantalón oscuro, tampoco muy grueso, de calzado llevaba unas botas de montar de cuero curtido, rematadas en punta de hierro, algo oxidada. También portaba el mandoble, cargado sobre el hombro izquierdo y sujetado con correas en su vaina, estaba acostumbrado a ir siempre armado. Al fondo, comencé a ver cómo se extendía una arboleda bastante frondosa, conformada por encinas, pinos, y algunos chopos, me acerqué a ella, y escogí la sombra de un pino viejo de corteza robusta, para sentarme a descansar y admirar el paisaje.

Sí, supongo que era lo más comprensible. Quiero decir, yo nunca había sido un dragón, pero entendía que al final uno se acaba acostumbrando a ser temido y respetado por los humanoides, a no tener que rendir cuentas a nadie y a poder escupir (literalmente), sobre todo aquel que ose tocarte la moral. Debía ser complicado y problemático abandonar ese tipo de vida para tratar de introducirte de nuevo en la vida élfica. Desde luego, pensaba que su posición era la más natural del mundo.

Por mi parte continué comiéndome la manzana con cierto ahínco. Me día cuenta que Templar no había continuado comiéndose su manzana y solo le había propinado un solo mordisco. Me quedé mirándolo extrañado —Parece que al final te hubiera venido mejor la rama, ¿eh?— le dije con media sonrisa. Después de acabar la manzana arrojé el centro de la misma entre la maleza —Con un poco de suerte crecerá un manzano que dé frutos así de buenos. Si ocurre, espero que no te lo comas. Estas manzanas merecen la pena— lancé una carcajada — Si no vas a continuar comiéndote la tuya, yo estaría encantado de hacerlo en tu lugar.

Las nubes mañaneras comenzaron a disiparse al son de la imparable marcha del sol de levante. Parecía que la humedad que había levantado la noche no traería sino más calor durante el día.

Mientras devoraba la segunda manzana, Templar comenzó a realizar un hechizo que culminó con la obtención de un par de manzanas, probablemente más a acorde a su gusto o condición. El elfo pareció saborearlas con gusto, desde luego. La segunda manzana, que había probado el élfo, era incluso más sabrosa que la primera, por lo que podía entender su rechazo.

—Me temo que mi historia no puede ser tan interesante como la de un dragón— afirmé, — solo soy un hombre con la fortuna de poseer el don de la magia— dije con cierta incomodidad, desde luego no me gustaba hablar sobre mí mismo, ni se me daba bien. Apoyé la cabeza contra el tronco y me miré las manos, recias y endurecidas. —Y bueno, antes de saber que la magia existía, me dedicaba a recorrer Garnalia junto a otros hombres como yo. Hombres de armas, ya me entiendes.

Ciertamente, cuando me paraba a reflexionar sobre lo que había sido mi vida desde los 15 años, a veces llegaba a la conclusión de que había tenido suerte, y en otras ocasiones pensaba, en cambio, que era un pobre desafortunado. A veces pensaba que había sido un pobre niño despojado de su tranquila casa en el campo para sumergirse en un mundo cruel y sangriento, y otras veces me veía como un joven que había conseguido escapar de la vida pobre de pastor campesino, y consiguió dedicar su existencia a algo que ofrecía muchas más posibilidades y alternativas. Sea como fuera, en realidad no me arrepentía de nada.

¿Dominar los elementos en cuestión de semanas?, ¿realmente lo decía en serio?. Ladeé la cabeza mientras miraba al élfo con cierta expresión de extrañeza salpicada en el rostro. Arrugué la frente y me dirigí a él —Me cuesta creer lo que dices, pero no pretendo poner en duda tus palabras. Es solo que...— hice una pequeña pausa —¿cómo iba alguien a perfeccionar el control de la magia en sólo una semana? — realmente me parecía una chorrada, pero no pretendía ocasionar un debate sobre la práctica de la hechicería, en esas tenía todas las de perder.

—No he podido avanzar nada. Tan sólo llevo un día en la escuela. Ayer estuve familiarizándome con el entorno y con la Torre. — miré al cielo — Hoy debería aplicarme. Me considero un hombre disciplinado, y no me gustaría perder esa concepción de mí mismo — terminé diciendo mientras me ponía en pie.

Templar me había hecho pensar sobre si realmente debería estar allí arriba comiendo manzanas a la sombra de un árbol, o comenzando a estudiar el Libro de la Tierra. Había decidido que lo segundo.

— Debo marcharme, Templar. Ha sido agradable conocerte de ésta forma — comuniqué cordialmente —Espero que todo te vaya bien respecto a tu forma física y el uso de tus capacidades mágicas — dí un par de pasos al frente y miré a mi alrededor, buscando la Torre con mis ojos. Me aproximé nuevamente al élfo y le tendí la mano para estrecharsela amistosamente. —Espero que la próxima vez que te vea, pueda decirte sinceramente que he aprendido algo— le sonreí con amabilidad.

Después de aquel encuentro emprendí mi camino de vuelta hacia la Torre. Aún era temprano, la mañana había transcurrido con calma, y era el momento perfecto para comenzar a ojear el Libro de la Tierra.