... Y venida de las profundidades de una exótica selva, tan exótica como su presencia en si misma... ¡La Etérea Indomable!

Una figura encapuchada y vestida con una túnica roja coral, hizo acto de presencia en un momento posterior a la presentación de las Gerudo. Al igual que el resto de participantes, montaba un carromato ataviado a cuatro caballos bien robustos y feroces, a simple vista podría decirse que estos animales en concreto tienen la potencia de ocho corrientes de su especie. También podía decirse lo mismo de la humana montada, que aprovecho el silencio del momento para mostrar su rostro, un rostro iracundo y desafiante. Sobre él, marcas pintorescas invadían la zona de las mejillas, cuencas de los ojos y la frente, formando imágenes tribales y salvajes relacionadas con puntas de armas blancas o huellas de animales. De cabello rizado a simple vista, con mechones de pelo unidos entre sí mediante engarces y otros accesorios rudimentarios. A ambos lados de la cara, dos mechones de pelo entrelazados formaban una "U" cada uno.

La mujer levanto los brazos en un gesto de aclamación - ¡¡¡POR EL HONOR!!! - grito a viva voz hacia el cielo, a lo cual muchos reaccionaron con cierto desconcierto pero con un poco de tiempo, los aplausos se fueron extendiendo por las gradas, dejando atrás los gestos confusos y las bocas enmudecidas.

¡Por el honor!
¡Este día será recordado!

El coreo de ánimo se extendía por todo el circuito, mientras tanto la verdadera identidad de la mujer, regocijada en el interior de su cabeza, solo podía distraerse y evitar pensar en el motivo real que la había llevado hasta aquí.

"Más vale que tu pequeño plan nos sea de utilidad, Eir..."

El viento sopló fresco, revolviendo su capa roja. Era un viento animado, perfecto para ese día. No era la primera vez que volaba sobre Aleketh, pero eran otros tiempos, unos tiempos de guerra. El aire ya no era denso, ni tenso; se respiraba paz y alegría. Estaba claro que el nuevo rey cumplía para con su pueblo, cosa que últimamente no abundaba tal como estaban las cosas.

Velenior se posó sobre un risco cercano, admirando la muralla de la ciudad. Era bonita, grande, luminosa... Aún quedaban vestigios de la guerra, pero era normal. Dragones, soldados y todo tipo de magia habían sometido a Aleketh durante no poco tiempo. Pese a todo, la recuperación había sido rápida y eficaz.

Los soldados de las almenas no lo vieron hasta que casi se les echaba encima. Estaba claro que no esperaban que nadie llegase volando hasta lo alto del muro. Una vez allí los saludó y se teletransportó al lugar del torneo a las afueras de la ciudad.

Apareció casi en la entrada del hipódromo, con la precisión de quien sabe a dónde va, incluso sin haber estado nunca. Se echó la capa sobre las alas, para no llamar mucho la atención, y se sentó en las gradas, por encima de la entrada. Ese era su lugar preferido, pues nunca le tapaba nadie. En aquél momento hacían acto de presencia las mujeres gerudo, de las cuales jamás había oído hablar, por lo que su interés aumentó. Una de las mujeres que salió, a juego con las demás que vestía tan salvaje como su pintura en la cara, tan salvaje como el grito de guerra que hizo temblar las gradas con los aplausos – si bien tardíos por el desconcierto inicial – a los cuales se unió. Estaba de buen humor aquél día y quería disfrutar, divertirse.

Entre esos pensamientos positivos, se percató que en frente de él, al otro lado del estadio, se encontraba nada más y nada menos que el rey, escoltado por sus soldados y que por algún motivo que desconocía miraba de vez en cuando a la zona en la que se hallaba nuestro amigo Velenior. Su ojo de halcón tenía su límite, por lo que no terminaba de encontrar la dirección exacta de su mirada, aunque todo apuntaba a una señorita con cara de malas pulgas y menos amigos, aunque de rostro bello todo sea dicho, tal vez endurecido a causa de la guerra.

La mirada escrupulosa de la joven comenzaba a posarse en cada uno de los jugadores, uno a uno, después de haber desempeñado un papel con un énfasis nada apropiado a su verdadera psicología, con tal de pasar desapercibida ante el mayor número de personas posible. Puso rumbo pues, a la línea de salida espoleando a los caballos hasta el lugar, examinando previamente la mercancía cubierta en la parte trasera del carromato oculta bajo un par de telas atadas mediante cuerda y clavo a la madera. El exceso de velocidad y las miradas indiscretas no serian un problema para ella.

Conocía bien las reglas. Hasta una indígena como ella sabría describirlas. "Portaos bien, competid por el mejor y no matéis a nadie", la diversión queda en un segundo plano. Posó una mirada de refilón hacia su antiguo jefe, volviendo a mirar al frente con las manos firmes en las poleas - "Conociendo a este hombre, habrá venido a la carrera preparado para cualquier cosa. Por suerte, puedo defenderme hasta de su artimaña mas mortífera. Las Gerudo son bien diestras a la hora de dirigir una montura individual, pero no deberían ser un problema a lomos de un carruaje llevado por más de un caballo. Las katan sabrán defenderse bien, si tengo en cuenta a la líder que las preside. El Tau... es el que me preocupa, juega con la misma baza que yo, la baza del ocultismo."

Rara era la vez que había visto a uno, más raro aun desde tan cerca, y mas todavía a lomos de un carromato. Que le habrá llevado a participar en una competición como esta?

Ferzan se dirigió de soslayo hacia el Tau, retomando la vista hacia el circuito cuando solo faltaban escasos segundos para salir. Espoleo con rectitud a los caballos, moviéndose a una velocidad intermedia. No le importaba que la adelantasen, en cuyo caso intentara lanzarse con un empujón hacia el carromato objetivo con el único fin de molestar.

Por algún motivo continuó observando a la mujer unos instantes hasta que la voz del presentador resonó de nuevo por todo el estadio. ¿Leyendas? Nunca había escuchado nada acerca de ninguno de los participantes, tal vez formase parte de la subcultura de aquél lugar, algo había oído sobre tribus del desierto, ¿realmente eran tribus del desierto? ¿Cómo es que había tantas?. Mientras reflexionaba divertido sobre cómo marcarían el territorio entre duna y duna cambiante aquellas tribus se acercaron tres hombres.

Los carros se prepararon y el público eufórico animó desde las gradas, tan solo tuvieron que parar a dos personas que querían.. animar más de cerca. Pero fanáticos hay en todas partes, y si no que se lo digan a la iglesia. Miró al carro de Tau, tan sencillo y pequeño comparado con los demás, y seguramente sería uno de los que más juego daría, otra chica lo miraba, no sabía a qué tribu pertenecía pero algo en su interior le decía que no era su primer encuentro, sin embargo la distancia era demasiada para poder apreciar los rasgos con claridad y un hechizo de lente sería demasiado descarado entre todo el público.

Los hombres lejos de sentarse continuaron avanzando, en un primer momento tuvo el impulso de ponerse a la defensiva, pensaba que se dirigían hacia él, y en efecto así era. Por suerte pudo relajarse al escuchar que el mismísimo rey lo invitaba a su palco privado, aunque esa sensación no duró mucho al observar el tono con el que imprimió aquél hombre la palabra irresponsabilidad en la frase. ¿Cómo había averiguado el rey que era él quien había estado en las murallas?¿Acaso no estaba de incógnito? Su mente planteó que tal vez no fuera tan buena idea aceptar, sin embargo ante la mención del archimago supo que todo intento de escapatoria resultaría prácticamente inútil, además tal vez pudiese sacar algo positivo de todo esto, al fin y al cabo iba a reunirse con el rey.

En un instante se levantó con la característica elegancia élfica y los siguió, aunque no lo reconocería abiertamente estaba ilusionado; hacía mucho que no veía a un archimago y menos en Garnalia. En verdad echaba de menos a Relia, pero no todo era eso, también corrían muchos rumores sobre el nuevo rey como por ejemplo que nunca salía de palacio ni se dejaba ver porque su piel era escamosa y tenía cabeza de dragón, que su cuerpo ardía cuando se enfadaba.. todo aquello sonaba muy fantasioso, sin embargo siempre hay algo de verdad en los rumores, esta era su oportunidad para descubrirla.

Llegaron al palco privado por unas escaleras blancas y allí encontró al rey. Un joven humano, realmente mucho más joven de lo que se espera de un rey humano, un elfo en apariencia como la suya podría tener unos doscientos años, sin embargo un humano con la suya no llega a los veinte. Pero eso no era lo más curioso, el contraste de su brilante pelo plateado con unos ojos violetas que nunca había visto le daban una apariencia amenazadora, se postró ante él:

- Le presento mis respetos majestad, y mis disculpas si he incurrido en algún acto indebido - Su voz sonó fresca y melodiosa como la brisa de la mañana en la playa.

Realmente un elfo no se arrodillaría ante un humano ni borracho, sobretodo borracho. Sin embargo si algo había perdido en todos los años que había pasado en garnalia era esa arrogancia innata de los elfos y la forma altanera de ver a las demás razas. No sólo eso, su instinto le decía que mostrar respeto ante aquella persona había sido la mejor decisión del día, y no porque fuese el rey, eran sus ojos, era su aura, había algo extraño en él ¿Sus súbditos lo habrían percibido también?

Mira a tu alrededor Arturus... Este recinto es como estar en un horno, no te escapas de la calor y menos aun del pan y los bollos - comentaba abochornado el mercante de pescado. Su compañero procedía en silencio a su lado, tomando las riendas del carro - Ni una mujer como dios manda va a competir aquí, seguro se han colado hasta inmigrantes haciéndose pasar por tribus sureñas. Con solo ofrecerles un pase gratuito a nuestras calles ya salen hasta de las cloacas - trataba de sofocar los nervios previos a la carrera. Arturus por el contrario, mostraba un semblante tranquilo y confiado sobre sus ropas. Vigilaba a conciencia el resto de los participantes, como si tratara de adivinar sus puntos débiles con tan solo un vistazo.

Cuando la carrera dio comienzo, arrancaron entre los 3 últimos junto a Ferzan y al Tau. La estructura de madera comenzaba a coger velocidad, siendo empujada por el carro de la denominada "Indomable Etérea" justo cuando la adelantaba - ¡Eh EHH! ¡Un respeto a un líder imperial! - promulgo por primera vez en voz alta. Arturus calculaba fríamente la ruta a seguir del circuito, sin temor a la agresividad que sus adversarios mostraran entre sí con tal de ver quien atravesaba esa línea imaginaria que es la meta. Recius, por su cuenta, no se mostraba conforme con esta actitud amistosa - Ni se te ocurra agotar a la montura nada más empezar... - le espeto a modo de obligación tocándole el hombro. Sus ojos, ya fuese por la calor o el enojo del momento (o ambas cosas), comenzaron a arder como madera sumergida en dos profundos agujeros oscuros alimentados por las mismísimas llamas del infierno, expulsando ira a raudales en dirección a la Guardabosques - ... A mi ninguna mujerzuela sureña me ordena en QUE PUESTO DEBO ACABAR ESTA M***** DE CARRERA!!! ¡Arturus! ¡¡Al bollo!!

La concursanta no hizo oídos sordos al llamamiento de guerra. Sus intenciones de pasar desapercibida hasta en la propia carrera se estaban yendo al traste por culpa del vejestorio mercader, y no lo iba a tolerar - "¿De verdad está dispuesto a luchar por una cuarta posición que puede rebasar sin problemas?" - ambos habían tomado distancias girando previamente hacia el lado contrario, el espacio que hubo entre ellos era lo suficientemente grande como para intuir fácilmente cuan notable seria la magnitud de la embestida. Volvieron a girar esta vez en dirección al contrario, haciendo que ambas estructuras choquen en un golpe tan fuerte que haría retumbar hasta las gradas del campo de carreras.

¡Largo de mi posición, Anciano!
¡Jamás! ¡Es mía! ¡La exijo! - buscaba entre su arsenal una docena de almejas y gambas que comenzó a arrojar a la Etérea - ¡Las mujeres a la cocina!
¡Te iba a decir yo que puedes fregar en mi cocina con la lengua! - Ferzan esquivo y bloqueo como pudo los proyectiles usando su propia espalda como escudo, trataba de devolverle los restos de almeja que caían en el carro directos a la boca, sosteniendo las poleas con una sola mano. La mayoría de ellos dieron en el blanco, la Etérea supo aprovechar el momento de bochorno suyo para impactarle en el momento preciso cuando era más vulnerable.

Recio no se estaba quedando atrás en estrategia. Mientras se arrojaban alimentos varios, estuvo meditando en la forma de hablar de la chica, así como en la entonación de sus palabras -"Yo no he oído esa voz antes? Podría tratarse de...?" - y entonces, como si del cielo le hubiese caído, desenvaino un trozo de papel enrollado en algo que Ferzan fue incapaz de adivinar, hasta que se le fue arrojado tanto el papel como su contenido - "Jamás le había visto utilizar tal cosa en el trabajo... Oh, oh..." - conforme el papel se desenrollaba por la fuerza del lanzamiento, Ferzan vio un pequeño fragmento de su vida pasar delante de ella. Intento bloquear con el brazo el ataque de aquel diabólico ser que el resto de mortales denominan como "Centollo", dicha criatura se engancho con sus pinzas en las ropas de la mujer, bastante cerca de sus manos, y por tanto, de las poleas.

¡¡¡¡ASQUEROSA CRIATURA INFERNAL!!!! - intentaba zafarse de el con movimientos verticales con el brazo.
¡Jajajajaaa! ¡Bollera mística, eres tú! - Recio empezaba a mostrarse más confiado ahora, tenía sus razones - Sabes? Que es uno solo sin un segundo? - mostraba otro centollo en una de sus manos con una amplia sonrisa, zarandeándolo victorioso.
¡N-no no! ¡No esperaba este castigo!
¡Ni yo tu traición pequeña gamberra! - exclamaba como grito de guerra arrojándoselo a la cara. Ferzan, con el otro brazo, desenvaino de la parte trasera del carro una tapa de hierro con la que parar el lanzamiento y enviar lejos de su carro a la desdichada criatura. La tapa tiene las dimensiones necesarias para tapar una olla fundida común, típica para preparar caldos y verduras, tuvo espacio suficiente para tomar y mandar lejos aquella amenaza natural - ¿¿COMOOO?? ¡Ha conseguido detener mi técnica secreta! - exclamaba con una mueca de sorpresa, Recio no se esperaba siquiera que se atreviese a tocar un cangrejo aunque fuese mediante otro objeto que no fuese su cuerpo. Tal fue el impacto en su pequeña estratagema que se había quedado paralizado en el sitio, ya no solo por el simple hecho de haber evitado como si nada el segundo centollazo, sino de lo que Ferzan estaba a punto de hacer.

Las cosas han cambiado, Recius - la Etérea había empleado un titánico esfuerzo en agarrar, con un claro gesto de asco y horror, el centollo por el caparazón con la mano desnuda. Rápida y sin gracia alguna a la hora de tomarlo, no estaba dispuesta a tocar a ese animal más de la cuenta - Cuando firme tu contrato, sabía a qué clase de criaturas debía de enfrentar. Todo el jornal de estos meses había huido de ellos, pero ahora... - inclina el brazo hacia atrás, apuntando hacia Arturus - ¡¡¡AHIIEEEYAAAAA!!! - lanzando al animal con toda la fuerza que podía acumular en el brazo, directo a la mandíbula. Arturus dio un bandazo erróneo hacia la grada, consiguiendo estabilizar el vehículo en el último momento. Recius, víctima de la brusca maniobra resbalo y cuando estuvo a punto de caer, el contacto aliado de su compañero sobre sus ropajes sureños pudo salvarlo en el último momento, agarrándolo de la tela - Uff, por poco... Gra-gracias - dijo en un tono de voz que sonaba orgulloso al inicio, un orgullo que como Líder de un imperio tuvo que tragarse. Arturus le devolvió el agradecimiento - De' Res - respondió sin más levantando el índice y el corazón en un gesto de victoria.

Por otro lado Ferzan, cuya manga de su vestido estaba rasgada por las pinzas del cangrejo, perdió velocidad en la carrera al haber soltado las poleas con la intención de recuperarse de las heridas psicológicas sufridas. En la parte trasera del carruaje tenía un pequeño balde de agua y hielo a medio derretir con el que se limpiaba manos y brazos - Oh dios, no puedo creerme lo que acabo de hacer... Si logra arrojarme otro estoy perdida...

El rey no le reprimió como esperaba, le explicó la delicada situación que se daba en el reino; sin embargo una sola mirada de aquél elfo que en, absoluto silencio había entrado, hizo las veces de reprimenda. La magia se respiraba en aquél ambiente, a los ojos saltaban las armaduras de sus escoltas, más altos, fuertes e igualmente elfos; unas armaduras que podían valer más que todo el terreno en que se hallaban.

Mientras tanto, como guardián entre el centeno el hombre de la capa roja junto con sus compañeros había abandonado el palco; no obstante, no fue hasta entonces cuando cayó en la cuenta de aquello y recordó la sensación de rechazo sufrida en un primer momento. Efectivamente, un mago negro, ¿pero qué hacía un mago del Dios junto con los magos de la Diosa? Y lo que era peor, ¿qué hacía en las filas de aquél joven rey?¿con qué clase de gente se había juntado?¿cuál era su propósito? En cuestión de milisegundos un millar de preguntas se formularon en su mente saturándolo, tanto que tuvo que aplicar un hechizo de corazón de piedra para que la situación no empeorase.

Era una persona calmada pero tal vez fue una acumulación de motivos que le hicieron temer por su vida, por suerte el corazón de piedra lo ayudó a pensar en frío. Como era especialista en magia del aire podía teletransportarse pero, ¿realmente valía la pena? Tal vez se convirtiese en un fugitivo o podría acarrearle problemas. No, lo mejor que podía hacer era solucionar las cosas allí, ahora. ¿Un elfo que desconfía de su raza pero lleva dos escoltas de la misma?¿qué estaba ocurriendo?

- Comprendo la situación majestad, y pido disculpas nuevamente. No he podido evitar preguntarme cómo pueden dos magos rivales caminar juntos sobre el mismo techo. ¿De qué lado está usted?

En el campo de batalla hervía de emoción, una emoción que Velenior ya no podía sentir, mitigada por el corazón de piedra.

Tal y como había imaginado, no solo encontraría nivel en esta carrera, sino también juego sucio y toda clase de artimañas molestas. ¿Qué es el honor cuando tienes a tu disposición numerosos objetos y trucos que puedes usar? No solo Ferzan era consciente de esto. Por mucho que este escenario se pareciese a una arena, no quiere decir que sus luchadores vayan a mostrar respetos a sus rivales.

Estaba preparada ante varias situaciones, una indígena no repara en preparar defensas de alta calidad pero si defensas de todo tipo. Situó la olla fundida, cuya tapa había detenido la mortífera habilidad de Recius, encima del apoyadero de madera que separaba a Ferzan de los caballos, atando los mangos a cada lado de dicho apoyadero empleando pequeñas cuerdas. Para mantenerlo firme, había realizado previamente antes de la carrera un agujero en la parte superior para una tercera cuerda la cual sostendría desde la sartén con los dientes o una de sus manos, dependiendo del momento. El cacharro estaba colocado de cara a ella a la altura del pecho y el cuello, su parte trasera la protegería de lo que fuera que tratase de golpearla dentro de aquella humareda arenosa.

Comenzó a coger velocidad, apresurándose hacia la tormenta de polvo y metal no sin antes "saludar" con otro golpe a su cercano competidor - Esto no ha acabado viejo - le espeto, a lo que este respondió siguiéndola. Ferzan se coloco en la esquina a su izquierda del circuito donde la lluvia de herramientas y utensilios era menos intensa, cediéndole el lado opuesto y más peligroso a su principal oponente, una ventaja apropiada por haber tomado la posición antes que ellos. Todo parecía haberse vuelto más tranquilo, solo tendría que poner la mirada al frente atendiendo a todo objeto inerte que viniese, echando un vistazo a los lados de vez en cuando. Lo que ella no sabía, fue que en lugar de serle arrojado un objeto inerte se le arrojo una persona humana, y esta no fue arrojada por otro, el mismo se había lanzado.

¡Aleee-Hop! - llego a oír con antelación desde su retaguardia, junto con un impacto seco sobre sus posesiones materiales del carro. Echo la vista atrás, enarcando la ceja - No te puedo creer... - Recio intento incorporarse sobre la oscura manta y a su vez, sobre todos los utensilios que el carromato guardaba bajo ella. Primeramente, intento encontrar un sitio idóneo que encajara con la posición de sus pies, situándose en una postura semi-arrodillada con las manos al frente por si llegaba a perder el equilibrio - ¡Créetelo vecina bollera! Mientras todas esas marionetas del sistema que habitan las gradas tratan de adivinar quién es esa mujer vestida de tela, con pinturas de guerra y pintas de hereje, yo con mi intelecto de Burgués he logrado ver mas allá de lo que esos simples mortales conseguirán ver jamás, ¡JAMAS!

¡Largo de mi carromato, viejo choto! ¡No vas a conseguir nada ahí encima!
¡Que te lo has creído! ¡Se acabo, Ferzan! ¡La altura me da la ventaja! - intentaba acercarse a ella de manera bastante patosa, casi a punto de resbalar varias veces tropezando con los múltiples objetos bajo la manta del carro. Por la contraparte, Ferzan se puso a la defensiva sin llegar a levantarse o soltar las poleas, preparada para cambiar de pose - ¡La altura va a hacer que te abras la cabeza como caigas, y yo no seré responsable!
¿Otra vez dando órdenes? ¡A mi niiinguuna mujer me da órdenes por muy de buen ver que este!
¿Ordenes? Pero si ni siquiera eso es una...
¡Basta de pegas! ¡Pierde la p*** carrera de una vez y vuelve al horno de donde viniste!

Una vez la distancia fuera lo suficientemente corta, Recio intento echar a Ferzan del carro a patadas. Lastimosamente para él, lo que parecía ser una posición ventajosa a favor del comerciante, se había inclinado (literal y figuralmente) a favor de Ferzan cuando esta se giro hacia el inclinándose hacia atrás, apoyando la cabeza en la olla fundida como reposo y protección ante futuros golpes, usando las piernas para bloquear sus patadas y las manos para seguir espoleando a los caballos. Todo esto mientras adoptaba esta complicada pose que parecía imposible mantener.

¡No podrás esquivarme por toda la eternidad! Maldita sea... - Ferzan pateaba a modo de autodefensa los golpes de Recio, haciéndole retroceder en marcadas ocasiones - ¿Pero como no se rompe el cuello la so' hija de p*** esta con esa pose?
¡La practica hace la perfección vejestorio! ¡Llevo veinte años de entrenamiento especial que ninguna mujer corriente es capaz de aguantar! - dijo orgullosa, valiéndose de la portentosa fuerza de sus piernas para repeler al comerciante.

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El cielo del atardecer lucía un espectacular color rojizo que se reflejaba en el agua clara. Sobre esta flotaba una pequeña barca de madera.

- Qué bonito cielo, papá
- Sí, sí que lo es - inspiró lentamente disfrutando del olor a rosas proveniente de la orilla - Pero no durará mucho - Lamentó hablando más para sí que para su hijo.
El niño, que lo escuchó, preguntó desconcertado:
- ¿Quién querría estropear un momento así?
Él rió - La gente que odia lo bello
- ¿Se puede odiar la belleza? - Preguntó el chico, fascinado por el mundo que lo rodeaba, sin  poder comprender.
- No - volvió a reir el padre, pero esta vez era casi de pura tristeza - Pero se puede envidiar, hay personas que la aman tanto que la quieren solo para sí.
- Pero la belleza está en todas partes papá, en todas las cosas - Señaló el cielo y alternó con los árboles de colores vibrantes y primaverales con ese toque mágico del continente élfico - ¿Quién querría acaparar todo para sí pudiendo compartirlo?¿Esos son los malos? - Pronunció "malos" casi con miedo.
- No hijo, no. No hay buenos ni malos, solo personas - Lo abrazó y le besó la cabeza. Y así se quedaron, admirados por la belleza de los últimos rayos de sol.

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"No hay buenos ni malos pequeño, solo personas". Velenior volvió en sí, las palabras de Yandrack lo habían transportado a una escena de su infancia que hacía mucho había olvidado. Podía sentir múltiples emociones explotando en su cabeza, de alegría por haber podido recuperar parte de su memoria, la calma de aquél momento, la felicidad de volver a ser un pequeño niño, la tristeza de la muerte de su su padre... ; sin embargo, gracias al corazón de piedra, pudo aguantar las lágrimas y mantener la compostura.

- Vaya, majestad. Acabo de darme cuenta de que lleva usted razón en este asunto. Le agradezco encarecidamente esta reflexión - Y no solo eso, le agradecía también aquella visión, un agradecimiento sincero. Pese a que pudiese parecer un cambio brusco en un primer momento, si hubiesen podido ver lo que él acababa de recordar entenderían el cambio. Tal vez un día podrá recuperar su memoria por completo.

¡Entrenamiento especial de mis h***** en remojo! ¡Nadie doblega mi supremacía Burguesa! - siguieron peleándose, ignorantes ante el peligro que estaba a punto de acontecer frente a ellos.
Tu estúpida supremacía era incapaz de recordarte que me dieras el jornal a tiempo. ¿Tal es el orgullo que anida en tu cabeza que hasta eso se te olvida?
Sería tan faaaacil pagar mis deudas si mis proveedores no me sablearan cada vez mas todos los meses, ¿verdad?
¿¡Que proveedores!? ¡Te has vuelto a gastar el dinero en pintar ese pútrido carro de serie cuando la ultima mano de pintura te había salido GRATIS!
El verde solo me recuerda a lo pútrido que esta el sistema capitalista, tanto como la pobreza del Sur de Garnalia. Instaurare el comunismo cuando gane esta estúpida carrera, me convertiré en un dios y dominare el Sur del continente. ¡Así no tendrás excusas para volverme a pintar el carro gratis, de color rojo oscuro, tan oscuro y tan rojo como mi futuro sistema comunista!
¿Que... encima estabas buscando que te lo pintara por la cara?
¡Las mujeres a trabajar que es para lo único que valéis! ¡Serás mi esclava numero 1, te tintare el pelo de rubio y seré tu Guardia Real todas las noches para ponerte contra la pared!
¡Vuelve con ese tal Arturus y pudríos los dos!
¡Antes píntame el carro!
¡Píntame tu otra cosa con el pincel!
¡Ayyy dios santo como ha salido la cach...! - fue en ese momento de emoción interna que Recio dejo de patalear contra ella y levanto cabeza con las manos en las mejillas. Su rostro abochornado se esfumo al instante cuando vio el panorama actual en el circuito -¡¡¡Ca-Carro!!! - por lo que parece, el ruido provocado por el accidente no había sido lo suficiente como para alertar a la pareja del inminente choque que iban a sufrir si no actuaban deprisa. Ferzan, en un intento de mirar hacia atrás en esa complicada postura, fue asaltada al momento por Recio quien se lanzo de súbito encima de ella tomando las poleas y por tanto las manos de la Guardabosques, guiando a los caballos hacia el lado opuesto al accidente a través del centro del circuito, lo más que pudo acercarse sin atravesar la línea del mismo. Al ocurrir en una curva cerrada, un solo carromato terminaría apartado en la esquina y la distancia de peligro seria ínfima, pues aun habría gran parte del circuito accesible a todos los que vinieran detrás. No obstante, en esta ocasión eran dos. El cuello de botella no fue grande pero si significativo, solo podía entrar un carro a la vez a esta velocidad, y el de Ferzan y Recio fue el afortunado por el simple hecho de estar por delante de Arturus y el Tau. Recio no había descartado la idea de saltar de vuelta al carro de Arturus una vez este hubiese atravesado el cuello de botella, sin embargo el Tau, quien por fin había comenzado a acelerar seriamente, había tomado el camino justo antes de que Arturus entrase, precipitando a este y al carro contra el suelo en el lugar del accidente. Suerte fue que Alonso Quijano salió del lugar del impacto junto con las Katan.

¡Em cague en tot! - exclamaba para sí mismo aquella figura misteriosa en su extraño lenguaje extranjero. Se encontraba en buen estado y con apenas rasguños, como si un milagro caído del cielo quería que viviese a toda costa después de tal choque - ¡Ha hagut de passar, que aquests dos incompetents s'estavellessin en el pitjor lloc possible. Maleïts siguin ells i aquest fornit pàl•lid de darrera! ¡Independènçia, Independènçia! - Alonso tomo al desafortunado participante por el hombro, guiándole hacia un lugar mas seguro. El confuso rostro del benévolo anciano ya hacía ver que no entendía nada de lo que Arturus mencionaba, intento no darle importancia.

Volviendo con la pareja anterior... Ferzan abrió los ojos perpleja por encontrarse a Recio encima suya - "¿En serio este energúmeno acaba de salvarme?"
Por los pelos... Uff, considéralo una buena acción a costa de... - no pudo terminar la frase. Antes de llegar a levantarse, Ferzan le atrapo el cuello con las piernas cambiando de posición en el carro, le arrebato las poleas y endureció la atadura tras tomar una posición mas dominante, y bastante comprometida también - Te he visto las intenciones...
¿Qué? ¿Qué dices?
Ibas a saltar de vuelta al carro de ese tipo. Como has visto que te era imposible, has girado el carro solo por tu propio bien, yo te importo una mierda...
¿Cómo osas? Encima de que te salvo la vida, exijo un pago correspondiente - intento alzar la cabeza en dirección hacia lo único que podía llegar con ella, sin importar que todo un estadio estuviese mirando. Ferzan le apretó aun más el cuello con los muslos, deteniéndolo en el acto - Y antes de que te atrevas, mantén las manos lejos de mi. Nunca he roto el cuello de un hombre solo con las piernas, no querrás ser el primero.
Eso sería una muerte... Ahg! Demasiado feliz... - intentaba coger aire como buenamente podía - Te puedo ayudar a deshacerte de esos... Infelices! Suéltame!
Te portaras bien?
¡S-sisisi, SI! - Ferzan le libero volviendo a su puesto con comodidad, Recio se tomo su pequeño tiempo en recuperarse desde la zona trasera del carro - Detrás de la tela he ocultado numerosos utensilios de cocina, platos, ollas y esa clase de cosas, justo debajo de tu trasero. Más abajo tengo herramientas de embalse alargadas que servirán de jabalinas para las ruedas de esos malnacidos, no preguntes como ni de donde las he sacado. Detrás a mi izquierda tienes un barreño de agua y hielo por si lo necesitas - dijo de manera precisa y sin devolverle mirada o un solo gesto. Recio intento organizarse el inventario como buenamente pudo a la velocidad que Ferzan llevaba el carro - Espera espera, ¿si llegamos a la línea de meta habré terminado en la misma posición que tú?
Esta carrera no me importa en lo absoluto. Una vez lleguemos a la meta, este carro es tuyo y tu eres su propietario, haz con él lo que te apetezca. Vas a ayudarme a que tu llegues al primer puesto, ¿entendido? Espabila pues.

Las próximas palabras de Yandrack lo reconfortaron al ver que aceptaba su visión. Una visión que se tornó oscura al mirar el cielo que comenzaba a tomar un color grisáceo por las nubes que lo ocultaban.

Las puertas se abrieron segundos después de las palabras irritadas de Yandrack. Unos guardias con pintas amenazadoras escoltaban al recién llegado; sin embargo, más que escoltar parecían predispuestos a retenerle de ser necesario. Cuando el susodicho se calmó el cielo volvió a la normalidad cosa que habría trastocado el rostro uniforme de Velenior si no fuese por el corazón de piedra, una vez más dio gracias por haber aprendido aquél hechizo.

El alma de aquél chico que rozaba la edad del rey no parecía normal - aunque bueno, tampoco es que la de su majestad fuese  normal, más que un humano parecía un enorme dragón encerrado -, parecía una especie de bestia racional, y podía sentir su afinidad con el elemento con el aire por cómo éste se comportaba ante él, de la misma forma que lo hacía consigo mismo excepto por la parte de las alas que el aire se comportaba de forma aún más extraña, por suerte era aire ergo invisible.

Estaban solos y los guardias ni mucho menos eran los más normales, parecían cuatro monstruos camuflados de hombres desde su visión de Kin-Shannay. Cuando sacaron el arma quedó maravillado, pero de pronto sintió un fuerte calambre en el brazo y tuvo que aguantar un grito, no es que aquellos guantes otorgados al completar la maestría de guerrero de aire hubiesen errado en uno de sus empeños como era el ser aislantes de la electricidad, sino que su propia espada – Justicia – había reaccionado ante la presencia de ese arma. Era la primera vez que le pasaba desde que la tenía y los recuerdos de aquél lejano día volvieron a su mente en un aluvión de ideas, el tornado, las palabras de aquella voz desconocida, aquella isla mágica, los rayos que hicieron brillar la hoja volvían tras un largo letargo a recorrerla con un zumbido vibrante.

La curiosidad pudo con él y la desenvainó con lentitud y cuidado para que no creyeran que trataba de amenazarles o atacar. La vaina - de madera del Bosque Dorado, tras vivir tanto tiempo allí uno aprendía a apreciar aquella fuerte, resistente y elegante madera, con acabados en oro por la garganta y la contera -  había estado protegiéndole de las constantes descargas eléctricas que recorrían la hoja plateada de Justicia. Pese a ser una espada élfica de la más alta categoría se podían divisar ciertas runas que le recordaban a las de las minas de föstgard en su paso por la zona; sin embargo nunca supo qué hacían allí, otro misterio más de sus recuerdos perdidos. La espada era plateada, con una empuñadura en cruceta, una N en centro de la guarda y una guarnición en una elegante espiral. En la hoja, gravado en élfico se hallaba el nombre de la espada: Justicia.

- Vaya, esto sí que es una novedad – Sonrió Velenior – deshecho ya el Corazón de piedra por la curiosidad - ¿Alguien sabe qué le ocurre a mi espada?

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[url=https://latorre.foroactivo.com/t2403-antiguos-cuentos-de-hadas-post-unico ]Cómo obtuve a Justicia[/url]

¡Aleeee-Hop! - alcanzaron a oír las Gerudo desde la parte de atrás. Una de ellas giro la cabeza tras oír como un peso muerto cayó de bruces contra su cargamento.
¡¿Y este que hace aquí?! - dijo la copiloto, su compañera la imito por consiguiente viendo la actitud interrogante de esta - El pescadero cabron...
¡Cabron la **** de tu hermana vidente bollera! ¡Que La Diosa os pille confesándoos de esta! - Recio agarro con saña un botijo del carro arrojándolo frente a ellas sobre la carretera. El objeto estallo en pedazos nada más tocar el suelo, desatando una pequeña tormenta de arena que cubrió parcialmente el terreno por donde circulaban. Si a esto le sumábamos la arena que ya había levantada de por si en todo el circuito, el resultado en forma de una nube de arena densa es todavía mayor en toda la sección. Tan pronto como había arrojado el botijo, Recio salto de vuelta al carro de su compañera a apenas un metro de distancia del carro Gerudo, el cual comenzó a coger tal velocidad que adelanto a las Medjai tras ocupar un buen carril libre y espacioso donde adelantar con seguridad desde el lado izquierdo.

¡Jajaaa! Se han cagado patas abajo, Fer... Oye, ese es el carro del pálido? - echando la vista atrás con una mano en la frente a modo de parabrisas, vio como unas llamas azules emergidas de la nada impregnaban el terreno por donde ellos ya habían pasado.
A cuanto esta? - pregunto en un vano intento de identificar su posición en una vista rápida. Metió la mano en el vestido por la zona del busto, sacándose la máscara Etérea que guardaba colgada sobre su cuello. De manera imprevista y sin atársela, se la coloco en la cara procurando que las cuencas de la máscara encajaran con la de sus ojos, sin importar lo demás.
¡No lo sé, pero se está acercando demasiado deprisa! ¿¿Qué clase de magia negra es esa?? ¡Esta expulsando llamas azules a su paso! - las cuencas de la máscara brillaban como el crepúsculo a través de la nube de arena, permitiéndole ver a la perfección la posición de todo dentro de la misma - ¡DATE PRISA QUE VIENEEEE!
¡YA LO SE JODEEER! - comenzó a disminuir la velocidad tras colocarse a la derecha de las Medjai, desplazándose a un lateral del circuito de forma abrupta - ¡AGARRATE! - lanzándose con la misma violencia contra el carro de las susodichas, que con el golpe serian empujadas hacia la trayectoria del Tau en el momento preciso para impactar de lado contra el mismo, en lugar de situarse delante suya para que fueran arrolladas. Al momento de salir de la nube de arena, Ferzan volvió a esconderse la máscara en el mismo sitio como si nada.

Casi a punto de morir había estado, o al menos de salir dañado si se protegía a tiempo. Aquél rey sabía más de lo que aparentaba y le hizo sonreir.

- No es para mi una molestia si con ello puedo ayudar a enseñar, como maestro se lo difícil que puede resultar en ocasiones. - Dijo Velenior respondiendo a su inclinación mientras envainaba a Justicia.

Aquella escena casi abrupta dejaba ver una triste historia de guerra y sangre tal vez, al menos eso parecía, lo que estaba claro es que era emotiva. O era posible que el recuerdo de la suya le hiciese comprenderles mejor, si hubiese sido aquél chico el cielo se habría nublado de nuevo, pero de nubes melancólicas. No pudo reprimir una sonrisa extraña cuando el rey preguntó:

- Me temo que no majestad, para mi desgracia encuentro cierto parecido entre nuestras historias. Sin embargo creo que la suya es un poco más compleja, ¿no es cierto, dragón? - Le sonrió de forma cálida, como una abuela a su nieto, pero también con curiosidad.

Por un instante se sintió de nuevo en casa, como si a partir de allí pudiese volver a correr aventuras como antaño.

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- Abuela, abuela ¿ya está hecho el pan?
- Sí pequeño Vele - Le acarició la cabeza con ternura - Anda ve y ayuda a tu madre a poner la mesa

Aquél día habían ido a la casa que la abuela tenía en el campo, su padre siempre decía que ese era el lugar donde habían transcurrido sus mejores recuerdos. Aquél día no se hallaban con sus escoltas, al menos en un radio de medio kilómetro. Se sentaron todos a la mesa, bendijeron a la diosa, comieron y bebieron, pero antes del postre su abuela le dio una palmadita en la espalda.

- Anda por qué no le enseñas a tu padre lo que has mejorado con el violín - Lo apremio
- Aun no soy muy bueno...
- Oh vamos, seguro que lo haces muy bien pequeño - Quitándole importancia con la mano.

Velenior se levantó de un salto y tras lavarse las manos sacó el violín de su funda, de la que nunca se separaba. Tocó una canción popular convertida en rima sobre un pájaro y una rama, casi vulgar.

- ¿Se puede saber de dónde procede esa melodía jovencito? - Preguntó su madre regañándole
- Bueno es que me gustaba el sonido... papá siempre me dice que la música es música en todas partes, y se lleva en el corazón no en la letra.
Su madre lanzó una mirada de "luego hablaremos" a su padre y suavizó el rostro: Tienes razón, pero trata de tocar con algo más de clase ¿quieres? ¡Eres un elfo! - Y dijo eso como si ello implicase muchas más cosas que solo tocar bien el violín.

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Se llevo la mano al pecho instintivamente y se detuvo al ver que no estaba la cuerda que sujetaba su funda de violín. Un rayo de nostalgia centelleó en sus ojos con la mirada perdida en el cielo, ajeno a la carrera.