Mientras Aer y Morbus se situaban en una tienda alejada de todo, cercana al bosque, yo avancé con una división de unos 50 guerreros del colmillo por una de las bifurcaciones del pueblo, entonces, me encontré con alguien cuya mera presencia me producía escalofríos y rabia irracional:
-Josep Winterose...un archimago- yo le conocía a él, quizás él no supiese tanto sobre mí, pero él llevaba más años en el concilio que yo con mi nuevo rango. Hice una bola de oscuridad momentanea en mi mano para que supusiera que era mago oscuro y me evaluase solo con dicha posibilidad y no como Guerrero de las Tinieblas.
Mi mirada se clavó en la suya, algo poderoso iba a tener lugar, luz y oscuridad se enfrentarían.
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Aer se esperaba ese encuentro, lo estaba viendo todo desde su nuevo juguete, el Iluminati, el ojo que todo lo ve, un óculo de propiedades impresionantes. Le permitía dividir su mente en miles de partes y observar el campo de batalla conforme sus aliados se moviesen, como si fuese un pájaro que protegía a sus tropas. A su vez le permitía establecer millones de pequeñas conexiones telepáticas para que los soldados comunicasen rápidas y concisas órdenes a sus compañeros o incluso alertas sobre una posible amenaza.
Comunicó una advertencia a esa división(menos a Dam, para no molestarle) de que usasen su habilidad tan solo de forma defensiva. Mandó varios arqueros y cuchilleros a los tejados para que atacasen a los acompañantes de Josep. Ninguno debía interferir en la lucha que iba a tener lugar.
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La batalla iba a empezar, miré a mi adversario y dije:
-Que el Dios decida la batalla.
El callejón tenía sombras que se proyectaban a unos 2 metros de ambas paredes y era de unos 15 metros de ancho, nos favorecía a ambos, veamos cómo se resuelve la batalla.
Un cuervo graznó en la distancia.


OFF: inicio de la batalla entre Josep y Dam Gurth

-¿Sabes? En verdad yo vine por los Inquisidores, me caen bastante mal y creo que son un incordio para todos. Zhanté nos da igual, sin embargo no saldrá ilesa de todo esto, cuando invocas un tornado lo más probable es que exista algún que otro daño colateral-sonreí-Pero no le haré ascos a enfrentarme a un archimago.
Nada más decir esto, transformé en arenas movedizas el suelo de cinco metros a la redonda del archimago, éstas presentaban un ligero toque de oscuridad.
Lancé una bola de fuego oscuro hacia esa misma posición, esto era solo el principio. Adopté posición defensiva.

-La tentación de matar a un archimago es demasiado fuerte. A demás, de vez en cuando hay que hacer sacrificios. Fíjate, tentación y sacrificios-sonreí-te suenan de algo?
El rayo eléctrico fue demasiado rápido, opté por esquivarlo con un teletransporte a un lado.
Alcé a mi alrededor una barrera de aire oscuro.
Hice recuento de hechizos: igual en ataque, igual en defensa, pero él seguía levitando y seguiría durante todo el combate, consumiéndose sus energías poco a poco, por no olvidar que en su pierna se encontraban restos del barro oscuro. Lo alteré débilmente para que se fuese metiendo en su piel y entumeciera sus piernas con la magia negra sin que se percatase muy rápido.
Entonces ataqué con "Corrupción" una esfera de magia negra pura que a su vez tenía una protección que corrompía en el elemento prohibido cualquier elemento que tocase.

-Vaya...¡Los archimagos cada día me caeis mejor!-reí al aire tras oir el grito-Sacrificar una vida para salvar la propia...¡pero qué egoista!.
Entonces ví cómo el suelo comenzaba a estallar a mis pies, eso no me lo esperaba. Caí al suelo entre las innumerables explosiones, farfullando maldiciones.
Me levanté, cubierto de barro oscuro que se deslizó por mi cuerpo. El humo era cada vez mayor y el polvo producido por el barro se unía a este y le daba un factor aún más oscuro, la visibilidad era nula.
Transformé mis ojos para adaptarlos a esas partículas y entonces ví al archimago alzando una barrera, de pie sobre uno de esos tejados casi redondos. Casi.
Eso me dió una idea, hice que fuese totalmente redondo, cambiando su forma sin apenas esfuerzo y convertí parte de sus superficie en aceite para que se escurriese y volviera a caer.
Por supuesto podría salvarse de esa, asi que salté hacia el otro tejado del callejón, el cual pisé con fuerza y aplané con mi caida.
Transformé a Sentencia en la ballesta de Santiago y apunté con ella en mi mano derecha hacia donde se encontraba el archimago y yo lo veía a través de tan denso humo.

Mis ojos, transformados en los del lobo siguieron el rastro mágico del teletransporte del mago y lo localicé en la habitación segundos antes de que éste saliese un momento, quizás por llamar mi atención, entonces, en lugar de entrar, esperé un momento mientras acumulaba energía mágica.
La liberé, pero no de forma activa, sino transformando las paredes exteriores de la casa para que fuesen teniendo unas runas que había visto antes: en el barco al que una vez me mandó Santiago, cuando me encerraron sin dejarme opciones mágicas o físicas desde el interior.
Poco a poco las runas fueron apareciendo, sin suponer un importante gasto de energía, eran tan solo incisiones y era roca normal, no ejercía ningun impedimento. Un segundo antes de que se completase, tiré una granada de humo de esencia de alma oscura*  con esencia paralizante de mandrágora** a la habitación. Cuando la última runa fue impresa, noté como un gran torrente de magia salía de mí y envolvía la casa. Ahora el archimago no podía escapar y moriría en pocos momentos.
Me sacudí las manos y bajé andando hasta donde se desarrollaba la batalla en el callejón, observé desde las sombras a mis soldados, sentado en el suelo, agotado por el hechizo y recuperándome poco a poco gracias a la oscuridad.




* tres bolsitas de esencia de Alma oscura (una planta que hierve la sangre a la gente que respira o ingiere dicha esencia, hasta el punto de sudar sangre, es muy rara). Lo consiguió dam tras su primera misión con Santiago.
** veinte bolsitas de esencia paralizante de mandrágora.

ENLACES: Las bolsitas
La carcel

Mierda.
Nada más ver salir al mago, transformé Sentencia en el báculo de almas de Santiago y utilicé algunas de ellas para recuperar mis energías mágicas.
Volví a transformarlo en la espada y la envainé, justo para ver cómo el archimago me lanzaba mi propio muro.
Me protegí con la energía de las tinieblas pero tuve una idea y, a pesar de que yo mismo no sufrí daños, me tiré al suelo y los escombros me cubrieron parcialmente, dejé que alguno me diese e hiciese que brotase algo de sangre de mí.
Establecí mi conexión con Aer para que me informase de los movimientos de mi enemigo. Ahora mismo estaba finjiendo mi muerte y no se movía ni un solo músculo de mi cuerpo.
Esperé.

Maldita sea, se había ido. Había vuelto al campo de batalla.
Me levanté, estaba entre sus aliados pero su presencia luminosa era fácilmente reconocible.
Estaba de espaldas a mí, sé que no es muy decoroso ni honrado, pero le lancé a la vez los 6 virotes electrocutados de la ballesta de Santiago, no sin antes tumbar a los que podrían ponerse en medio mediante una onda sónica oscura producida por el choque de mis dos mazas con energía de las tinieblas.
Las saetas silvaron amenazadoras, acercándose chisporroteantes a la espalda del archimago. Deseaba acabar con su vida, deseaba ganar. Y nada podía impedirmelo.
Mis ojos se volvieron más oscuros que la noche sin estrellas.

Mientras el archimago realizaba el conjuro, que le llevó su tiempo. Ese fue su error, gastar tiempo.
Como una exhalación, mientras recitaba su hechizo, me acerqué a él y ataqué con las mazas una por un lado y otra por el otro, si le alcanzaba, sería aplastado por ellas. Yo tenía una velocidad imperceptible para el ojo normal y Josep no se lo esperaría.
No tenía forma de esquivar mi ataque a la vez de parar su hechizo, yo era demasiado rápido. Y tenía que detenerlo para esquivarlo.
Sin embargo las bolas de fuego nacieron y cayeron sobre los soldados. Me tomé una milésima de segundo para mirarlos de lado
Mis soldados se alzaron una barrera oscura a cada uno al unísono que les protegió de los proyectiles. Sonreí. "Este Aer y sus juguetitos...". Aunque ahora deberían esperar un tiempo para volverla a hacer.
Las bolas de fuego no les hicieron a penas unos rasguños, aunque sí algunas quemaduras a los que les alcanzaron, pero uno de los soldados, uno jóven, había usado su habilidad, pero no contra sí mismo. Una bola de fuego cayó sobre mí y no me dañó. Y otra sobre el chico, que cayó, calcinado, pero antes de ello había soltado sus armas y mirado hacia su sentencia, aceptándola. Sería honrado más tarde.


OFF: dejo mejor lo de kv para Josep...si sobrevive :twisted:

Marchamos por esa parte de la ciudad con mil ojos,mirando cada ventana,cada esquina. Sabíamos por nuestros informantes que allí se estaba librando una batalla entre magos rojos y negros. Había sido complicado convencer a la maltrecha guarnición de soldados no magos de rendirse e incluso de colaborar,pero eso no seria posible esta vez. Había demasiados iniciados y muchísimos voluntarios de la Milicia de Dios observándonos dentro de nuestras filas. El lugar estaba destrozado y apestaba a muerte. Había cadáveres de soldados de Zhante,milicianos y magos. También había soldados oscuros, como los que atacaron la Santa Academia. Y cuervos.

-Paulus-llame en voz baja.-¿Te acuerdas de la Academia?

-Si,señor-dijo mientras cargaba su arco junto con el resto de arqueros.

Las flechas surcaron el aire en busca de los odiados pájaros,inundando el cielo. Paulus había cambiado en la Academia. Una flecha le había alcanzado y le había desfigurado la cara,ademas de perder un ojo. Pero no era lo peor. Esa flecha estaba envenenada o hechizada y los médicos le dijeron que no le quedaba mas de dos meses de vida. Sentiría su marcha y mucho, pues había sido un autentico hermano. Escuchamos una especie de silbidos y nos preparamos para un ataque que no llego. El rastro mágico era inconfundible: Los magos se habían marchado. De hecho a lo lejos vi desaparecer ante mis ojos a un mago con la túnica dorada. Sabia lo suficiente para saber que era un archimago,uno de los dirigentes de los magos rojos. Pero otra figura llamaba mi atención. Estaba en lo alto de la muralla,con dos mazas en las manos. Le reconocí. Su aura negra era inconfundible. El atacante misterioso. El hijo del Diablo. El Matainquisidores.

-¡DAM GURTH!-grite al tiempo que todos mis hermanos preparaban sus escudos y espadas.

Mis guerreros fueron desapareciendo gracias a los cuervos, algunos de ellos tuvieron que hacerlo con magia si eran magos puesto a que los inquisidores habían descubierto el truquito.
Oh valla, ese era?...sí es él: mi querido amigo:
-Marcus Caesar. Ya me se mi nombre, no hace falta que te desgarres la garganta diciéndolo-comenté con una sonrisa lobuna:-Uh, de nuevo prefieres tener muchos soldados a tu alrededor, te gusta superar en número, sin embargo, al final siempre acabas perdiendo...te diría que lo siento en el alma, pero esta pertenece al Dios de la Oscuridad, asi que sabrías que estoy mintiendo-me encogí de hombros.
Alcé un escudo de energía de las tinieblas a mi alrededor y salté hasta su lado, unos 5 metros delante suya.
Oteé a sus compañeros y mis labios se curvaron hacia arriba al percatarme de algo, volví a clavar mis ojos sobre el inquisidor jefe:
-La primera vez te perdoné la vida, podría haberte matado fácilmente, pero no lo hice, porque en cierto modo defiendes la magia y el equilibrio. La próxima vez no será así. La primera vez, Piedad, la tercera, Justicia. La segunda, Traición.
Con mis palabras, desaparecí, pero algo no marchaba bien para ellos.
La oscuridad acumulada en la herida de un inquisidor (Paulus) se extendió hacia su cerebro, poseyéndolo y quitándole para siempre la capacidad de racionamiento mientras se retorcía de dolor. Moriría en un día, pero en su cabeza había una nueva idea: matar, atacar a quienes les habían conducido a ese destino. Atacó a sus compañeros, no conseguirían tenerlo de vuelta nunca más pero antes de que lo matasen o muriese, haría daños. A demás, tenía un objetivo claro que lo imbuí yo mismo: atacar a Marcus, quien estaba a su lado.