Abrí la puerta de la habitación, lo cual era una sensación para mi extraña, llevaba tanto tiempo sin abrir una puerta que diese a una habitación... hasta entonces había dormido en el suelo frío de una cueva o de un bosque desde que me fui de mi casa. Entre, la habitación no era ni muy pequeña ni muy grande, tenia mi espacio allí.
Recorrí con la mirada la habitación, tenia una cama bastante grande, sin muchos adornos, excepto por el cabecero de madera tallada en la que se dibujaban hojas y enredaderas, a sus pies había un baúl, también había unas cuantas estanterías con los bordes decorados de igual modo, y un escritorio amplio. Al fondo de la habitación había una gran ventana por la que entraba la luz del sol, me acerqué, y desde allí observe el Valle de los Lobos, ese lugar que ahora seria mi nuevo hogar.

Mi hogar... se me hacia raro pensar de nuevo en un lugar fijo como "mi hogar".

Deje mis cosas colocadas, me senté en la cama y acaricie el cabecero y la almohada, sintiendo en mi pecho una punzada de angustia y nostalgia, hacia décadas que no tenia una habitación propia, y aquella nueva habitación me recordaba, de algún modo, a mi antigua habitación en casa de mis padres. Suspire y sacudí la cabeza, no debía pensar en mi pasado, no debía pensar en aquello, no podía volver, aun no, por eso estaba allí.

Apartando aquellos pensamientos de mi cabeza, me puse en pie y me puse mi nueva túnica blanca. Me mire en el espejo que había en el armario, y no pude evitar preguntarme, al verme, qué clase de criatura era ahora, ya no era la misma elfa, pero tampoco era una bestia. Me giré, me acerque al escritorio, y cogí el libro que tendría que estudiar, poniendo todas mis esperanzas en aquella nueva vida que acababa de escoger.

Me sorprendí de ver a aquel elfo, simplemente por el hecho de ser elfo, llevaba tanto tiempo escondiéndome de mis semejantes, que se me hacia un poco extraño volver a encontrarme con alguien de mi mismo reino.
Observé al joven elfo, su pálida piel, sus ojos azulados, y también pude ver el color que su rostro había comenzado a tomar.
- No pasa nada -dije, con calma. Deje el libro de nuevo, y le sonreí con calidez y cortesía, ese dia me sentía amable porque habia hallado hogar- Permíteme presentarme, me llamo Mhairym, encantada. - intentaba hablar como los humanos siempre que podía, pero no conseguía nunca borrar mi acento, por lo que tenia un acento élfico bastante marcado

- En realidad...-dije con un un suspiro y un leve deje de temor- soy Mhairym Enyalie...- murmuré, rogando para que no supiese o no recordase el revuelo que se había creado cuando me auto exilié, pues incluso hasta a las tierras humanas había llegado la noticia por los elfos que habían traído tales nuevas. Llevaba mucho tiempo sin ser nadie, y ahora temía que me volviesen a buscar. Por eso cuando vi su violín y la alegría que parecía darle el coger el instrumento, no pude evitar sonreir, aliviada. Además, siempre me había gustado la música. - Oh, me encantaría escucharte tocar - Sonrei.

Me lleve las manos al pecho, casi en el cuello, sorprendida y maravillada ante su gran talento, nunca había escuchado a nadie tocar así.
- Por la Gracia de la Diosa...- murmuré, realmente sorprendida, su canción me había emocionado, era alegre, pero también había detectado la tristeza que evocaba cada nota que tocaba, porque nunca había visto nada como aquello, y de pronto me di cuenta de que tenía un nudo en la garganta, lo cual también hacia mucho que no sentía, por eso cuando volví a hablar mi voz sonó un poco temblorosa - Tocas increíblemente bien, nunca había escuchado nada igual... eres un grandísimo músico, ¿quién te enseñó a tocar así?

Su voz era la misma, y su tono parecía el mismo, pero yo aprecié en él algo distinto, y no es que fuese su forma de decirlo, ni la expresión de sus ojos, no, era algo mas interno, algo que me golpeó con la fuerza de una maza: su aura. Todas las criaturas vivas tenemos un aura que procede del alma, y ese aura que desprende el alma es algo difícil de expresar, y mas aun de sentir, pero yo sentí su aura, porque él tenia un alma herida... al igual que yo, suponía que de un pasado que no quería recordar... también igual que yo.
Por eso cuando cambió de tema yo no hice hincapié en preguntarle mas sobre su pasado. Porque él y yo no eramos tan diferentes, porque comprendía lo que era vivir con el sufrimiento de tiempos pasados, y porque él había respetado antes mi silencio y había decidido no preguntar por mi pasado.

- Me parece bien -sonreí, aceptando con gusto su ofrecimiento.-

Sonreí levemente.
-Bien... haber, ¡espera un momento! Quédate aquí, necesito buscar mi túnica y el libro de Tierra-Expliqué.
Entonces, me marché casi corriendo de la gran habitación. Me fui a la siguiente, deseando que esta estuviera vacía, y en efecto, esta estaba vacía.
[...]
Regresé a la habitación vestido con una túnica blanca y un libro con diversos motivos en la mano.
-¿Nos vamos?-Pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
La cogí de la mano, usando con la que no tenía libro.
-Vayamos al bosque, creo que será el mejor lugar-Razoné señalando con el libro a la salida de las escaleras.
Ademas, los bosques era... un hogar para mí, ya que después de casi 50 años en el, me sentía muy cómodo y con mucha más seguridad. La maleza... los murmullos de los animales... Las hojas que danzaban...
Entonces, me ruboricé, no me había dado cuenta de que la había cogido de la mano.
-Lo siento...
La verdad... tanto tiempo con tan poco contacto humano y elfico, me había hecho algo más confiado... Pero no había olvidado los modales.
Entonces, me fui, acompañado de la elfa.

Cuando me cogió la mano me recorrió una sensación extraña, mezcla de nostalgia, calidez, extrañeza y alegría, llevaba mucho tiempo sin sentir el contacto con otra persona, ya fuese elfo o humano, puesto que haba estado evitando a las personas muchos años, pero no podía negar que era algo agradable. Baje la mirada, algo ruborizad, lo cual no se me habría notado tanto de no haber sido tan pálida, así que agache un poco la cabeza para que parte de mi flequillo, los mechones mas cortos y suaves que se escapaban de la larga trenza, hiciesen una especie de pantalla para taparme un poco el rostro... aunque no sabia si me había visto ya o no la cara.

- Te queda bien esa túnica -dije, al ser lo primero que se me paso por la cabeza. Entonces caí en la cuenta de que había mencionado el ir a los bosques a practicar, y no pude evitar sonreír, en los bosques me sentía como en casa, eran mi lugar favorito del mundo, y cuando me metía en un bosque era imposible dar conmigo, a menos que yo lo quisiera.- Sí, el bosque es buen lugar para practicar - dije contenta, y me fui de allí con él.