Me acerqué a los aposentos que le habían sido asignados a Alquamed el día anterior. Habíamis planeado que sería Anarion el alumno "infiltrado" en los planes dr Xerxes, el que debía hacerse con el Secreto de la Tierra. Xehanorth se encargaría de adiestrar al muchacho, de proporcionarle habilidades para defenderse de los poderes mentales y las triquiñuelas de Xerxes, y yo debía encargarme de que el joven fuera reclutado por Alquamed. Había muchos aprendices en la Torre, y mi misión consistía en dejar sutiles migas de pan que guiaran a Alquamed hasta la trampa que habíamos tramado. Anarion debía ser el elegido por el enviado de Xerxes a la torre.

Llamé a la puerta con los nudillos y esperé paciente y con una sonrisa a que el hombre del desierto me recibiese. Mi mente estaba protegida por los mejores conjuros velatorios... por si Alquamed sentía la tentación de fisgonear.

Realmente, estaba nervioso. Mucho dependía de mi astucia en estos momentos

Alguien llamó a la puerta de la habitación que me habían cedido. Salí al pasillo y me encontré de cara con Guzmán, uno de los magos que me habían recibido el día anterior.

- Muy buenos días, caballero. ¿Deseas algo?

La cara del hombre era un derroche de afabilidad y en pocos segundos, me dejé llevar por su amabilidad.

Me invitó a pasear por la Torre, para conocer el recinto. Acepté, y acto seguido, bajábamos charlando sobre hechizos e invocaciones por las escaleras de la Torre. Lo cierto es que debía seguirle la corriente, pero me aburría un poco el temita... aunque debía reconocer, que el joven mago tenía bastos conocimientos sobre muchos temas de la magia...

Cuando Alquamed aceptó mi invitació nos dirigimos a los jardines. Al ir caminando, nos encontramos con varios alumnos de la Torre. Algunos me resultaban familiares de anteriores visitas, otros era totalmente nuevos para mi. Sin embargo, de todos tuve alguna palabra con Alquamed... "este chico es realmente brillante con las pociones", "esta joven elfa consigue invocar a los más complejos genios", "esta chiquilla tiene un don innato para las plantas y la naturaleza"...

Se lo iba soltando según los íbamos cruzando, sin seguir hablando de ellos una vez los dejábamos atrás. Hasta que nos cruzamos con Anarion...

No dije nada de él, y Alquamed mordió el anzuelo, preguntándome por que no decía nada acerca del joven.

-Hum... no se si debería... En fin, será nuestro secreto - Dije con fingida complicidad -Este joven está desbocado. Tiene mucho, muchísimo poder, pero es arrogante y cabezota. Creo que, por desgracia, a sus maestros les costará mucho ganarse su lealtad y su cariño. Sabe que acabará superando en poder a la mayoría de ellos, y no lo oculta lo más mínimo...- Y acto seguido, para no resultar sospechoso, seguí hablando de las propiedades curativas de cierto arbusto que crecía entre las rocas del jardín.

Como toda respuesta, Alquamed se acarició la barbilla, pensativo.

"Bien" Pensé "He logrado que Alquamed fije su atención en Anarion. Solo tendré que seguir dándole falsos datos sobre Anarion, y esperar que él sepa hacer bien su papel"

Mis cartas estaban echadas... veamos como juegan su mano los demás...

Habían pasado muchos días desde mi llegada a la Torre.
Guzmán no cesaba en sus atenciones hacia mi... o mejor dicho, en su vigilancia sobre mi.

-Después de tantos días compartiendo paseos y conversaciones, ya os considero mi amigo, Guzmán. - Dije con una fingida sonrisa. - Lamento decirte, dado lo avanzado de mis vacaciones, que no tardaré en dejar la Torre, y vuestra agradable compañía.

Naturalmente, quedaban cosas por hacer en la Torre, pero bajo la atenta mirada del mago, no podría actuar a mis anchas.

Había fijado mi atención en un joven aprendiz llamado Anarion, pero tenía alguna que otra "reserva" por si mis asuntos con el joven no marchaban como esperaba.

Despidiéndome de Guzmán, que me acompañó, como siempre hasta la puerta de mi cuarto, me quedé en la soledad de mi habitación, comencé a buscar entre las decenas de manuscritos y volúmenes que había ido recopilando.

El hechizo que buscaba me sería muy útil...

Alquamed se despidió de mi y se dirigió a su habitación.

Había hecho lo que había podido. Ahora dependía de su elección...

Por el bien de todos, esperaba que nuestro plan saliera como habíamos previsto.

Una vez me quedé solo, me teletransporté a los jardines de la Torre. Tenía que seguir moviendo algunos hilos para asegurar un poco más el "armazón" del plan que habíamos creado.

Una vez sentí que Guzmán había abandonado las inmediaciones de mi cuarto, comencé a preparar el hechizo que tenía en mente.

Coloqué las hierbas aromáticas, hechicé las velas para que resplandecieran con el mayor fulgor posible y activé los objetos rituales necesarios.

Sentado dentro del círculo, concentré mi visión y mi poder en el fuego mágico que crepitaba sin combustible alguno, exceptuando mi magia. En unos pocos segundos, en el fuego se dibujó la imagen de un demonio.

<< ¿Como osas importunarme, mago? ¿Que quieres? Libérame o morirás en este cuartucho >> el demonio hablaba en mi mente, con un tono exasperado. Sonreí. No tenía manera de dañarme, ya que no le había traído a nuestro plano, simplemente le había "atado" a una ventana.

-Cuanto más te resistas más tardarás en ser libre. - El demonio comprobó que no tenía escapatoria ni posibilidad de atacarme. Asintió resignado. - Tengo un encargo para ti. Y la recompensa será notable, créeme.

Relaté al demonio mis planes, y su sonrisa maléfica fue ensanchándose a medida que escuchaba.
No me fiaba de los demonios, pero mi poder sobre su elemento ígneo me daba una seguridad superior a la de cualquier hechicero que se atreviera a entablar relaciones con estos retorcidos seres.

Finalicé el conjuro y la ventana se cerró. El demonio haría su trabajo, ya que le había ofrecido algo que ningún demonio rechazaría.

Así sentado, abrí de nuevo la ventana, pero esta vez dirigida a la misma dimensión. Tenía que darle un parte de incidencias a mi viejo amigo.
En pocos segundos, la juvenil cara de Xerxes se dibujó entre las llamas, sonriendo como siempre.

- ¿Como te va, Xerxes? -saludé, satisfecho. - Por aquí todo marcha relativamente bien, aunque me temo que no tan rápido como desearíamos. Los alumnos no se muestran muy abiertos hacia mi presencia en la Torre, y uno de los hechiceros se pega a mi como una sombra. Les he dicho que es hora de marcharme, y en un par de días dejaré la Torre, para esconderme por las cercanías, para librarme de su dichosa "tutela". He ordenado a un demonio un trabajito que puede agilizar el asunto, pero quería comunicarte la situación, por si tienes nuevas instrucciones para mi.

Aguardé a que Xerxes asimilara la información

Estaba en las ruinas de la Escuela del Sol Poniente, que se había convertido en cuartel general de los 6 Secretos. Me encontraba en una situación bastante desagradable: Sasha nos había traicionado

No abiertamente, por supuesto. Después de nuestra "visita" a la Escuela del Bosque Dorado, Sasha me entregó un receptáculo con esencia de aire, fingiendo que era el "Secreto del Aire". Supe perfectamente que me había engañado nada más ver el receptáculo, pues los secretos no son objetos que se puedan cojer así sin más... de hecho, era algo que ni siquiera yo era capaz de definir.

Como no sabía que hacer con él, empezé a devorar un pastel de chocolate que había preparado con mis propias manos... comer dulce me ayuda a pensar.

El caso es que estaba zampándome el pastel cuando, de pronto, unas llamas de color rojo intenso hicieron acto de presencia en la estancia. Sabía perfectamente de quién se trataba:

- Hola, Alquamed, amigo - le dije, dibujando mi infantil sonrisa en mi juvenil rostro - ¿Cómo te va en la Torre?

Alquamed me explicó la situación detalladamente. Al parecer, la gente no estaba muy a gusto con su estancia y había un mago consagrado que no paraba de atosigarlo impunemente.

- Ya veo - le dije, manteniendo mi rostro sonriente - ¿Y has encontrado a alguien que nos pueda ayudar a recojer el "Secreto de la Tierra"?

Lo cierto es que desde lo de la Escuela del Bosque Dorado, apenas he tenido contacto con nadie. Hace mucho que no se nada de Raven. Me vendrá bien tener a alguien con quien charlar... y así, de paso averiguo un par de cositas

- Y otra cosa: ese mago que se pega a ti como una lapa... ¿lo conozco?

Xerxes contestó de inmediato y con gran interés. Lamentablemente, no tenía nada concreto que responderle.

- Verás... tengo dos o tres posibles candidatos, pero como ya dije, no se muestran muy colaboradores... todavía. El demonio del que te hablé pronto atacará a uno de los aprendices a los que veo con potencial. Casualmente, seré yo quien le rescate, ganándome así su aprobación y, si tenemos suerte, admiración.

Xerxes pareció aprobar el plan, pero no mencionó más sobre ello, por lo que entendí que debía llevarlo a cabo sin ningún cambio.
Sin embargo, no acabó ahí la conversación. Tras meditar uno segundos, me preguntó por Guzmán, el mago que me perseguía por doquier.

- Lo cierto es que no parece tener relación alguna con la Torre. Muchas veces nos hemos cruzado con maestros o alumnos que le conocen a él tan poco como a mí. Al principio ese detalle me hizo pensar que tal vez se acercaba tanto a mi porque ambos somos forasteros, pero desde hace tiempo sospecho que su intención, o su misión mejor dicho, es vigilarme. Es un mago notable, la verdad sea dicha. No he logrado sondear su mente y he podido comprobar que posee bastos conocimientos sobre muchos tipos de conjuros. Ha llegado a mis oídos que era alumno del Lago de Luna, por lo que es posible que allí os conocierais. - El rostro de Xerxes denotaba una pizca de curiosidad... pero sobre todo, entendimiento, como si a cada palabra mía las piezas encajaran en su mente. - Se llama Guzmán, Guzmán Elaguadelvalle, creo recordar. Una especie de noble del nort - No llegué a acabar mi explicación. Xerxes reía, pero no era una risa normal; oscilaba entre alterado y sorprendido.

No podía salir de mi asombro: ¡Guzmán Elaguadelvalle en la Torre vigilando a Alquamed! ¡Esto si que es algo completamente inesperado! ¡Y lo cierto es que me está resultando muy, pero que muy divertido!

- ¡Vaya, vaya! - exclamé, con una sonrisa - De modo que Guzmán vuelve a las andadas... ¡Je! ¡Que no te extrañe que sea tan bueno! Él fue mi primer candidato para obtener el "Secreto del Agua". Le ofrecí que se uniera a los nuestros, pero se negó. Si lo que dices es cierto y te está vigilando, es más que probable que los de la Torre conozcan nuestras intenciones.

Todas las piezas comenzaban a encajar en mi mente. Pero había algo que se me escapaba... ¿cómo sabían que íbamos a penetrar en la Torre?

Entonces lo supe: Sasha. Parece que sí nos ha traicionado de verdad... y lo más probable es que tenga el "Secreto del Aire" en su poder. En ese caso, es más peligroso de lo que imaginaba.

- Creo que empiezo a entender lo que ocurre - le dije a Alquamed - Si lo que sospecho es cierto, te recomiendo que te marches de allí esta misma noche. Ordena a ese demonio que ataque al alumno de inmediato. Rescátalo y traelo aquí, a la Escuela del Sol Poniente. Ya nos haremos con el secreto más tarde.

Por lo que decía Xerxes, Sasha nos había traicionado y había alertado a los magos de la Torre sobre nuestros planes.

"No debería haber obviado las sospechas que me abordaron a mi llegada a la Torre..."

Xesxes propuso acelerar los acontecimientos, idea que me parecía más que razonable si ese meticón de Guzmán estaba al tanto de todo. No debíamos darle tiempo para actuar.

-De acuerdo, Xerxes. Esta misma noche iniciaré el plan y antes del amanecer, si todo sale según lo previsto, estaré en el desierto. Dejaré el canal abierto por si decides comunicarme un nuevo cambio de planes. Adios.

Una vez aclarados los pasos a seguir, comencé a recoger mis cosas. En pocos minutos estaría listo para abandonar la Torre. Me asentaría en el bosque y al caer la noche ordenaría al demonio iniciar la operación.