La subida hasta el quinto piso había dejado a la condesa casi sin fuerzas para seguir. Las piernas comenzaban a temblarle y el sueño se manifestaba cada vez más en su rostro; sin embargo, a pesar de que llevaba desde por la mañana sin probar bocado, no tenía ni pizca de hambre. Bostezó y miró a sendos lados: todas las puertas estaban abiertas excepto una, que era distinta a las demás. Sobre su marco se podía leer un cartel con la palabra "enfermería" escrita.

- No me vendrá mal tenerla al lado - dijo para sí misma.

Eligió la habitación que más cerca estaba de su posición y con paso lento se fue aproximando a ella. Cruzó el umbral y cerró la puerta tras de sí, observando el aspecto que presentaba todo. Una sencilla cama con cabecero de madera y sábanas color crema, la típica mesita de noche, un armario con varios cajones y un escritorio. Sobre este último mueble se encontraban un libro gordo y algo blanco plegado. << Tienen que ser el primer libro de magia y mi túnica >>, pero el cansancio evitó que fuera a curiosear. Dejó la mochila en un rincón y en pocos segundos se quitó el vestido; lo dejó cuidadosamente doblado en el interior del armario. Ella quedó en paños menores y lista para, tras un agotador día de viaje, sumergirse en un largo y placentero sueño.