No hacia mucho que me había instalado en la torre. No me encontré con caras conocidas, y, de haberlas encontrado dudo que me hubiesen reconocido, la primera vez que entré en la torre no era más que un crío desamparado con una ya cansada yegua baya con ropas humildes obtenidas en la tienda de la lejana aldea donde había trabajado para poder pagarme una yegua y un poco de ropa con un anillo en el dedo que valía cien veces más que la mula y las ropas que portaba juntas, también el único recuerdo de mi padre.

Tras dejar mis objetos personales en un cajón bajo un hechizo de ocultación básico, una manía que había ido adquiriendo con el tiempo y que me había ayudado en incontables situaciones. Y tras darme una pequeña vuelta por los pasillos de La Torre se me ocurrió que tal vez visitando mi antigua habitación podría encontrar una pista, no se me pasó por la cabeza que tal vez no fuese solo mía.

*   *   *

Tras buscar un rato por fin encontré la pequeña marca que había dejado gravada en la pared que indicaba que se trataba de mi habitación, lo suficientemente grande para verla pero lo suficientemente pequeña para pasar desapercibida y que no la quitasen.

Entré a la habitación sin miramientos y la recorrí hasta el fondo, pero no hallé lo que esperaba. Una cama desecha con una mesa vacía y llena de polvo con un armario donde estaban colgadas mis túnicas, no. Me encontré con una habitación ordenada y limpia con un libro de estudio sobre una mesa impecable y un armario con una reluciente túnica blanca que se notaba acababan de estrenar y, sobre todo, había un olor extraño, olía a elfa pero no solo eso, había algo más, pero que no alcanzaba a apreciar qué era, pese a mi desarrollado sentido del olfato que he ido trabajando durante toda mi vida, tal vez porque era un olor nuevo sin identificar o porque no olía mucho o el olor a elfa embriagaba mis sentidos, no había visto a una elfa desde hacía mucho tiempo.

De todos modos pensé que lo más sensato sería irme antes que el propietario volviera, que tonto había sido pensando que mi antigua habitación aun seguía como yo la dejé. Me volví rápidamente hacia la puerta pero mis alas tiraron un pergamino al suelo y me agaché a recogerlo.

En ese momento el picaporte de la puerta se giró y la puerta se abrió, era tarde, el propietario había regresado, y lo que era peor, yo estaba dentro, ¿qué opinaría de un elfo alado con ropas de rey estuviese agachado con un pergamino en la mano en mitad de su habitación?, no lo sabía pero me temía que no tardaría en averiguarlo.

No tenía escapatoria, la puerta se abrió del todo y alguien de túnica blanca tras ella, no tuve tiempo de observar a ese alguien pues de pronto se me abalanzó como un lobo sobre mi cuello desequilibrandome y tirandome. Rodamos por el suelo unos momentos mientras yo intentaba articular algunas palabras.

Finalmente chocamos contra la pared y con un poco de forcejeo me pude zafar. Me reincorporé tan rápido como pude pero me dolía la espalda pues al caer me había chocado contra una esquina de la mesa bruscamente. En circunstancias normales habría peleado contra el enemigo, pero en aquél momento yo era el intruso y además estaba en una escuela por lo que esa no sería la idea mas sensata. Mientras mi oponente se incorporaba ágilmente pude observar que se trataba en efecto de una elfa, iba descalza y tenía el pelo semi-mojado.

Pensé en marcharme corriendo pero me pareció que eso ya sería el colmo, un extraño entra en una habitación y cuando se ve descubierto huye. Opté por quedarme e intentar explicarme.

No quería parecer un ladrón ni pelea ni nada por lo que intenté explicarme.
- Esto..bueno..veras...-Intenté decir jadeando- puedo explicarlo.. yo solo venía a... por favor, déjame explicarme, no vengo con mala intención- Le rogué mientras apoyaba una mano en mi rodilla izquierda y otra levantada en gesto de tregua.

Me observó de arriba abajo cruzándose de brazos, mientras entrecerraba los ojos.Y se dirigió a cerrar la puerta.

Suspiró exasperada ante mi intento de darle una explicación y su rostro se relajó.
-¿Que haces aquí? ¿Quien eres...-No terminó la frase
-Veras yo me llamo Velenior, vine porque...-Me cortó
-Tú... tienes...-Dijo señalándome, supuse que se refería a mis alas.
Suspiré, otra cosa que explicar.

-Soy Velenior, no vine a robar ni a hacerte nada, ni siquiera supe que esta habitación ya estaba ocupada- Paré un momento-Discúlpame tengo que sentarme - Le dije mientras que me sentaba en el suelo- Veras, esta era hace ya mucho tiempo mi habitación, pensé que si regresaba aquí encontraría alguna pista sobre un tema que ahora necesito averiguar, pero me encontré en tu habitación, lo siento, no pienso huir así que no hace falta que te quedes en la puerta- Me disculpé con la cabeza agachada.

No comenté nada acerca de mis alas por si con el cabreo se le pasaba por alto, aunque no era probable.

Se alejó de la puerta y se arrodilló delante de mía, apoyándose en sus tobillos.

-Comprendo...- dije agachando la mirada.- Perdóname que te haya... tirado al suelo, pero entiende que me has asustado.
- Lo cierto es que es culpa mía por entrar sin previo aviso -Me disculpé de nuevo

-¿Puedo preguntar porque un elfo tiene alas?-Me preguntó ahora más relajada.

-Hemm...bueno...es algo que yo tampoco sabría explicar pero digamos que hay ciertas cosas que son muy difíciles de encontrar y son únicas, como hechizos permanentes que no requieren la energía del mago ni ser conjuradas por este pues ya están allí. - Hice una pequeña pausa para respirar- Yo encontré una de esas cosas, me crecieron estas alas que además de poder volar sin conjurar el hechizo de vuelo hacen que mi poder sobre la magia del aire sea muy superior al que sería sin ellas. En mi caso concreto me viene de fábula pues yo adoro la magia del aire, soy afín a ella, soy elfo que supuestamente podemos desarrollar la magia del aire mucho mejor que cualquier otra raza, aunque aún no he podido asegurarlo no soy quien para contradecir a la Diosa.

- ¿Podrias decirme cual es vuestro nombre? si no es mucho pedir para alguien que ha entrado sin permiso en tu habitación...-Le pregunté

Ladeó la cabeza enigmática.
-Si te dijera mi nombre tendría que matarte...- suspiró y se quedó en silencio unos segundos. Me sonrió- Soy Emmäsh, solo estaba bromeando.

Me quedé quieto un segundo
"Que sonrisa más bonita..."-Pensé, alejé esos pensamientos rápidamente para no ruborizarme.
Tardé un segundo en despejarme
-Encantado Emmäsh- Me encontré con su mano extendida, se la estreché.

-Tu nombre es Velenior ¿cierto?, ¿Que buscabas en mi cuarto que era tu cuarto?
Se puso colorada de pronto y tuve que apartar un momento la vista para no ponerme igual.
-Esto..ejem...es algo largo de contar..-Me interrumpió de pronto

-Perdona no pretendía abordarte con preguntas, era mera curiosidad. No es que esté ávida de cotilleos y eso. La verdad es que esas cosas me dan igual. Osea no es que me des igual...

No pude evitar sonreir
-No, no me molestas, lo cierto es que dicen que hablar con otras personas de tus problemas ayuda, es solo que no quisiera incomodarte hablándote de mis problemas...

-Lo cierto es que si gustas en contármelo tengo bastante tiempo. Además luego yo te contaré mis problemas y dudas y estaremos en paz.-

Dijo de nuevo con tono amigable y bromeando.

Tosió levemente

-¿Te encuentras bien?-

Le pregunté mientras iba hacia el armario y se calzaba unas botas

-¿Problemas? Si mi vida en sí es un problema.-

Se rió y apoyó la cabeza en el borde de la cama.

-Por cierto puedes buscar lo que quieras en mi cuarto, yo no tengo problema. Además no tengo mucho de valor.- Dijo mirando hacia el cielo y encogiéndose de hombros. 

-En verdad no es algo material lo que buscaba, buscaba un recuerdo, pero no sé.... no sé donde lo escondí.- Le respondí - De todos modos, mis problemas pueden esperar, ¿y los tuyos? a mi también me intrigan, si gustas en contármelos, lo cierto es que yo tampoco tengo prisa.