Aquello había sido más sencillo de lo que creía.
Tras presentarme y que me aceptaran en la escuela, un alumno me llevó a mi habitación en el décimo piso. Me comentó que en aquel piso estaba el observatorio, lo que me agrado considerablemente teniendo en cuenta que me encantaba la noche, las estrellas y sobre todo la luna.

Los libros de estudio estaban en mi cama. Les eché un vistazo por encima. Tendría algún problemilla pero no me parecía demasiado difícil.
Esperaba no estar equivocada.
Quería ponerme a buscar a mi hermano cuanto antes, pero aquello era enorme y necesitaba asentarme un poco antes de ponerme manos a la obra.
Saqué mi capa de la pequeña bolsa y dejé la bolsita de dinero metida en un cajón con llave. Recordé que necesitaba ropa, y al mirar en la habitación me di cuenta de que había un armario. Me tumbé en la cama unos segundos disfrutando del colchón. Era más mullido que la cama en la que había dormido aquella noche, pero estaba más vacía.

Me incorporé y estiré las arrugas que había dejado. Esperaba no pasar frío. Me acerqué al armario dudosa. ¿Y si al abrirlo salía un monstruo o algo asi?
Abrí el armario y comprobé que había ropa, y no había ningún monstruo, dragón, o nada por el estilo. Era ridículo que aquella fuera una de mis preocupaciones, pero no podía hacer nada por evitarlo. Y más aun después de haber visto lo que Yandrack era capaz de hacer.

Si aquel muchacho podía luchar así, los otros magos, y guerreros, me podrían matar pestañeando.

Sonreí, agarrando una túnica ajustada de color granate.
Salí de la habitación en busca de los baños, dejándola cerrada.

No dirigí más palabras a la Señora de la Torre. Marché a mi habitación, y me reconforté metiendome entre las mantas de la cama.
El calor relajo mis músculos, pero no mi cabeza. Mis orejas estaban alerta de cualquier sonido, y sentía palpitar mi corazón como si se me hubiera colocado en la nuca.
La Señora me había dicho que pensara en la Diosa. ¿Qué había hecho la Diosa por mi? ¿Acaso debía agradecerle algo de mi vida?
Nada. No había nada de lo que me arrepintiera.

Una vez asimilé todo poco a poco, me di cuenta de la importancia de lo que acababa de acontecer.
Sabía que Yandrack era poderoso, que era diferente a otros magos, a pesar de haber conocido pocos. Su pelo y sus ojos cambiaban de color, yo lo había visto, pero dudaba mucho de que eso tuviera algo que ver con ser un mago oscuro.

Recordé que mi libro de la Tierra seguía aun en el observatorio así que fui a recogerlo y regresé a mi habitación, con una nueva idea en mente.
No podría realizarla aquella noche. Sabía que la Señora estaría más pendiente de lo normal durante un tiempo. Me arropé y cerré los ojos.
Necesitaba descansar, aquella noche más que nunca. Recordé el abrazo de Yandrack.
"Deja que mi calor envuelva a la loba, cuando la elfa caiga en la oscuridad el calor te acompañará, te protegerá cada vez que me recuerdes. Mira bien las estrellas, cierra los ojos y siente, solo siente."