Me habían llevado a Aryewïe, no era normal que hiciesen eso conmigo...con un simple humano. No, espera, mis orejas. Ahora era elfo, todo había sucedido muy rápido...Claro, rápido como el viento, tenía sentido. Mi cabeza volaba...también tenía sentido.
Me habían dejado reposando, hice acopio de fuerzas y le mandé un mensaje a Aliwen a través de nuestro vínculo. Le dije 3 palabras: "Soy Rocuv...Aryewïe".
Me quedé mirando el blanco enfermizo de la habitación. Esperé a la Reina de los elfos, había sido una tontería y ya me arepentía de molestarla, pero a lo hecho, pecho.
Seguí esperando

Había venido. La reina de los elfos había acudido a mi llamada...Mi nueva reina.
-Saludos...majestad-sonreí.-Por la bondad de la Diosa y la gloria de Fenris el primero, ha venido, ha acudido a la llamada de un simple humano...Bueno, ahora soy un elfo, creo que eso puede conllevar una serie de papeleo innecesario. Bueno, como mi reina que sois, pienso que necesitáis oir mi historia. Comenzaré desde el principio:
"No se si os consta, pero la Escuela del Lago de la Luna está siendo atacada por la inquisición, liderada ni más ni menos que por la reina Isabella de Garnalia. Me enteré de ello por un mensaje de mi antigua maestra Narshel. Acudí a su llamada, una vez allí, diezmé las filas de la inquisición de manera razonable empleando un hechizo que no había probado antes. Me convertí en un elemental de viento. Lo que me dejó sin fuerzas fue la protección que le dí a la escuela, drené gran cantidad de energía para que la escuela no pudiese ser atacada por medios aereos y que sus atacantes sufriesen daños...durante los próximos siglos. El impresionante gasto energético y un fallo en el hechizo de volverme etereo hicieron dos cosas: la primera, convertirme en elfo para proteger a mi cuerpo. La segunda...he perdido mi magia elemental en aumento de la magia aerea. Ahora no puedo invocar manantiales, crear lanzas edáficas, lanzar bolas de fuego, etcétera. De mi magia elemental solo queda algo a lo que llamo "aura", que consiste básicamente en la energía primordial del hechizo, que puedo utilizar para acelerar los hechizos de otros magos, pero yo ya no la puedo usar por mi mismo, es digamos, una forma más perfeccionada del conjuro Regeneración. -me encogí de hombros-Aunque no tengo queja, puesto que siempre me ha gustado ser como el viento-sonreí y me fui levantando poco a poco para sentarme en la cama, seguía con la cabeza baja, entre las piernas. Me dió un mareo repentino y me llevé una mano a la cabeza, chocando con mis nuevas orejas, debía empezar a acostumbrarme a esto.- Bueno, ¿qué le parece la historia de este pobre...humano...o elfo...o lo que sea, Magestad?

—Me parece... sorprendente. Desde luego, es algo digno de investigar. —dijo Aliwen, yo la creía—. ¿Eras consciente de que podías hacer algo como eso? ¿Lo hiciste por voluntad propia? ¿O todo sucedió de forma accidental?
-Pues...realmente no lo se. Desde que nací siempre fuí afín al viento, incluso en mi tribu, durante una cacería, me teletransporté por propia voluntad para alcanzar a un venado. Nadie me había enseñado magia antes. Cuando llegué a la torre, unos magos oscuros atacaron a los aprendices, y yo, sin siquiera haber tocado un libro, grité al viento deseando y pidiéndole que se calmase, puesto que los atacante habían convocado un huracan. El viento me obedeció. Con respecto a sacrificar mis magias...yo siempre como le digo he sido afín al viento, pero a cambio de ello, la magia de la tierra siempre se me ha dado peor que otras. Verá, yo cuando sacrifiqué mis magias fuí sintiendo varios tirones de estómago, como si perdiese algo de mí, pero la magia del viento se mejorase, hice eso hasta sentirlo cuatro veces. La primera fue la magia de la tierra, la segunda, el agua, la tercera, el fuego, y la cuarta...mi condición humana, para proteger a mi cuerpo de tanta magia, puesto que los elfos son la forma más perfecta de sensibilidad a la magia. Digamos que aunque yo no era lo que buscaba en ese instante, si que era mi gran sueño. Puede que no sea necesario investigar, puede que símplemente sea un regalo de la Diosa-sonreí, henchido de orgullo-Porque no podría estar más feliz que ahora, porque incluso si fuese consagrado archimago, seguiría prefiriendo esto. Ser lo que siempre he querido ser, ser un perfecto mago del viento. Y ser elfo. Porque no hay nada que me llene más de orgullo que pertenecer a su raza, mi reina- besé su mano, y la miré a los ojos:-Y ahora no puedo dejar de agradecer el regalo de la Diosa, porque ahora aprecio con mejor sensibilidad la perfección de los rasgos élficos-sonreí-Y su belleza-hice una pequeña reverencia, lo que me permitía mi posición al estar sentado. Esperé su respuesta.

"—Si esto es lo que deseabas, entonces me alegro por ti —comentó—. La Diosa es sabia y nadie más que Ella puede conocer los motivos que tiene para conceder sus regalos. Será para mí un orgullo que formes parte de mi reino, y como Reina de los Elfos y Archimaga del Concilio, cuentas con mi ayuda y con mi protección."
-Hay...hay algo más que debeis saber sobre mí, Magestad. Algo que quizás le haga desconfiar o incluso no quiera volver a hablarme por estar tratando con un "monstruo". Soy un licántropo, pero puedo controlarme, soy Señor de los Lobos...
"Nací en las Tierras Muertas, en la Tribu del Lobo, un poblado de adoradores a los lobos, allí, la bendición de Fenris el primero recorre el lugar. Gracias a dicha bendición, los habitantes no pueden ser atacados por ningún licántropo o lobo siempre y cuando no hallan matado a uno con anterioridad. Algunos de los habitantes mataron a un lobo para ser mordidos por un chamán enloquecido el cual obligó al Fenris del que quizás usted halla oido hablar por boca de su madre, que en paz descanse, le obligó a morderle. Todo ello desencadenó en una serie de sucesos-agité las manos para quitarle importancia-que llevaron a la muerte del chamán y a la creación de una manada de licántropos que se convertían en humanos al atacar a alguien. En medio de ese caos, nací yo, en una noche de luna llena con padre licántropo de nacimiento y madre recién mordida. Ambos murieron el día de mi atropellado nacimiento. Vos recordareis que cuando era humano, poseía ciertos rasgos élficos, tengo la teoría de que tiene algo que ver con que el Fenris que conocemos, que fue pareja de quien fue mi bisabuela pero no dio lugar a ningún hijo hasta que se casó con uno de los otros humanos de la tribu, cuando el gen élfico licántropo(que apenas era apreciable en las demás generaciones) se unió con otro gen licántropo, dieron lugar a un humano largilusio-me señalé a mí-Yo era el último que quedaba de los licántropos del lugar, y en mi espalda...apareció este tatuaje-me dí la vuelta y me levanté mis ropas para que lo viera, era un lobo aullando a la luna que de su boca nacía un tornado que envolvía la luna hasta la mitad. Continué hablando:-Es lo que me define, viento y lobo, yo soy prácticamente eso. Nací siendo un licántropo contenido, no podía atacarle a nadie. Un día, durante una cacería ocurrió lo de la teletransportación, a partir de entonces empezaron a colmarme con demasiados presentes, pensaban que yo era un dios o algo parecido. Me escapé del poblado buscando la Torre, allí, en los bosques del Valle, seguía habitando un moribundo Fenris, el cual me enseñó a controlar mis cambios."
-Le cuento esto para que sepa que tengo información desconocida por el resto a cerca de las vivencias del que fue maestro de su buena madre. Y para que vea que desde mi nacimiento, he estado predestinado a la magia del viento.

"—¿Has recibido buenos cuidados en esta Fortaleza? Me aseguraré de que dispongas de todo lo que necesites como uno de los héroes de la batalla del Lago. —«La batalla del Lago...». El Concilio contaba con numerosos refuerzos, pero, aún así, estaba preocupada. Como Reina de los Elfos, habían estimado oportuno que me quedara en palacio—. ¿Aún... continúan luchando?"
-Aquí tan solo me han dejado descansar, puesto que no tengo ninguna herida. Descansar es realmente lo que necesito, aunque le debo a un misterioso y poderoso archimago el poder estar aquí hablando con vos puesto que él me drenó bastante energía tras atacar a las filas enemigas y luego desaparecer. No le había visto nunca antes, era un individuo extraño, pero también poderoso. Por otro lado, me alaba que me llame heroe, puesto que yo solo hice todo lo que tenía en mi mano para salvar vidas, dañar a la gente no es lo que se me enseñó. Y sí, aún siguen luchando, los últimos recuerdos que tengo son de la Señora Narshel atacándole a la Reina Isabella de Garnalia...sin que ninguno de sus hechizos surtiese efecto alguno. Está ataviada de una armadura mágica que repele toda magia.-dí un largo trago al vaso de agua que había en mi mesa, tenía la garganta seca. Suspiré, satisfecho, y esperé la reacción de Aliwen al torrente de información.

"—Conociste... a Fenris —musitó—. Creí que habría muerto hace muchos años."
-Sí, y él fue quien me enseñó muchas cosas de las que actualmente se.
"—Debes explotar ese don que tienes. No todos los magos tienen tal predisposición hacia un elemento, o un tipo de magia en especial. Y cuando algo así sucede, es porque la Diosa tiene una misión para ti. De lo contrario no te habría dotado de estas facultades."
-Eso hago, mi reina.
"—Pero... ¿acaso la Inquisición no se oponía firmemente a la magia? ¿Cómo es posible que tenga la reina una armadura mágica?"
Abrí los ojos, una idea había cruzado mi mente:
-Oh por la Diosa...He oido que los Secretos se aliaron con la Inquisición por diversos rumores...Y si son ellos los que encantaron su armadura, puesto que la Mano Negra quita magia, no me extrañaría que supiesen otros métodos antimagia...-volví a inspirar:-Quizás ahora mismo estén aprobechando para atacar en algún otro lugar para recuperar algún Secreto...-me levanté y abrí la puerta con brusquedad para generar corriente en la sala con la ventana que estaba abierta, extendí mis manos y comencé a absorber energía gracias a mi Gemstone, cuando estube casi recuperado, tras unos minutos de silencio, abrí mis ojos que brillaron con una luz verde y dorada, salvaje, se clavaron en los de Aliwen. Y dije con una voz ronca , cargada de energía mágica, sonaba como si un huracán hablase, imparable:-¿Donde está la maestra Shewë?-el viento pareció detenerse de una forma antinatural a mi voz, algunos frascos vibraron ligeramente. Esperé a la respuesta de mi reina...

"—La maestra Shewë está a cargo del edificio del Concilio, en Ekhleer —respondió—. Si te preocupa lo que pueda estar planeando esa banda, puedo ir a comprobar que la Jueza se encuentra bien, pero tú quédate aquí y deja que se encarguen de ti los enfermeros de Aryewïe."
Me empujó a la cama suavemente con su mano, para que no fuese a ninguna parte:
-No contradeciré sus órdenes, Majestad, pero creo que mi presencia podría ser requerida allí. Y por algo llamarán "magia de la intuición" a la magia del aire. A demás, lo único que necesitaba era energía, y energía me dió ese misterioso mago, energía he recuperado en el reposo, y energía he absorvido gracias a otro don mío. Puedo recuperar energía cuando una ráfaga de viento me llega. Ya estoy prácticamente recuperado, la corriente de aire que he creado al abrir la puerta noto como repone mis fuerzas poco a poco-cerré los ojos e inspiré y espiré:-A demás, ahora que soy elfo soy aún más sensible a la magia. Estoy listo para luchar, mi señora, y haré todo lo posible por ayudar. Puedo teletransportarnos a vos y a mí a Ekhleer, y presiento que no me costaría nada. Pero por favor, no puedo quedarme aquí quieto sin comprobar que la Maestra no esté a salvo.-

"—De acuerdo, si es lo que deseas... —le dije—. Pero si veo que tu vida corre peligro, haré que te vayas. No voy a permitir que sufras daño."
-Os agradezco vuestra preocupación, pero ya he arriesgado mi vida una vez para salvar vidas, y pienso hacerlo tantas veces como sea necesario.-dije, decidido.-Y no me importa que sea una archimaga que ha sido corrompida por el Secreto de la Oscuridad, se merece vivir tanto como cualquier seguidor de la Diosa.-añadí, mirándola a los ojos
Me levanté, le hice una reverencia, y cuando volví a estar en pié, dije:
-Si me permitís, su Majestad-le tendí mi mano, y entonces, desaparecimos de la sala haciendo moverse las cortinas.
El viaje fue corto, breve y sencillo