En su forma espectral, conserva el mismo aspecto que tenía antes de morir: el de una mujer pelirroja de veintiséis años. Su piel es blanca, más pálida desde que está muerta, y sus ojos son de un intenso color azul, un azul que parece cambiar su tonalidad en función de la luz que haya en el entorno. Sus cabellos son anaranjados, como el fuego, y acostumbran a bailar en torno a su cabeza y tras su espalda trazando suaves ondas.

La forma de su cara es redonda, con cierto aire infantil, y tiene unos ojos grandes y llamativos, muy expresivos. Su cuerpo es delicado, de curvas suaves y manos y piernas delgadas, lo que le confiere a toda ella un aspecto frágil. A veces se adivina cierta picardía en su mirada; otras, rabia y rencor. De cualquier forma, sus ojos nunca dejan indiferente a nadie.

Generalmente, sus movimientos son ágiles y resueltos. Sus manos son suaves, de dedos largos y finos, y sus labios aún conservan el color sonrosado que tenían en vida. Eva es, sin lugar a dudas, una mujer de una belleza elegante y soberbia, la belleza de un cielo claro de verano.

Su personalidad ha ido variando a lo largo de su existencia debido a las circunstancias, por lo que nos centraremos en los rasgos generales que definen su psicología actual. Eva Blake, desde su muerte, o quizás desde antes, ha cosechado una forma de ser un tanto neurótica, con frecuentes cambios de humor y una memoria bien conservada, que guarda recuerdos que no dejan de herirla cuando salen a la superficie de sus pensamientos.

Es una mujer que, en ocasiones, se muestra amable y comprensiva, dispuesta a escuchar. No obstante, al haber pasado tanto tiempo vagando por el mundo sin poder apenas hablar con nadie, se ha convertido en un ser muchas veces solitario y silencioso, que se hunde en sus recuerdos para luchar contra la soledad. En algunas ocasiones, es realmente habladora, pero, al estar acostumbrada a hablar solo consigo misma y con sus pensamientos, tiende a irse por las ramas. Cuando se la conoce bien, puede llegar a ser divertida y alegre, pero, a menudo, se deprime por cualquier circunstancia.

Es muy protectora con aquellos a los que quiere y muestra, muchas veces, una actitud inocente, aunque cargue con experiencias tan fatales como la muerte a sus espaldas. Eva es capaz de amar hasta límites insospechados y le gusta que la amen a ella de la misma forma, pudiendo llegar a sentir celos o envidias si no se cumple esta condición.

El día que nació nadie se esperaba que naciera ese día. Nació en el Reino de Scepthé, durante un viaje de sus padres, antes de lo esperado, siendo la pequeña de tres hermanos. La familia tuvo que quedarse en la zona un par de semanas más de lo previsto y, luego, zarparon hacia Garnalia Norte, en concreto hacia la ciudad de Wölfkrone, lugar de procedencia del padre y donde vivían.

Eva Blake siempre tuvo una buena relación con su padre. Él era sacerdote en el Templo de Svea y todas las tardes, al caer el sol, ella iba al edificio sagrado y jugaba con sus hermanos en torno a la figura de la Diosa. Fueron buenos tiempos para la pequeña Eva.

El tiempo transcurrió sin mayores sobresaltos y, cuando cumplió los nueve años, descubrió sus dotes mágicas. Aunque no había ningún mago en su familia cercana, esto no supuso un problema para sus padres, quienes se pusieron en contacto con otras personas más doctas en la materia y la enviaron, por recomendación, a la Escuela del Lago de la Luna.

Obtuvo su túnica roja con dieciséis años, tras una Prueba del Fuego que la dejó dos meses en la enfermería. Sus años de estudiante estuvieron plagados de experiencias y personas maravillosas, que marcarían su vida, y esos son los recuerdos que más hacen sonreír a la joven Eva Blake.

Sin embargo, llegó un día, una etapa, un momento de su vida en que todo cambió. Ella sabe lo que sucedió, pero nunca habla de ello. No quiere pensar en ese pasado, pero los recuerdos continúan escritos en su memoria, sin importar el tiempo que pase. No habla nunca de sus años posteriores a la Escuela del Lago de la Luna, no habla nunca de los últimos diez años de su vida mortal.

Y, por supuesto, no habla nunca de su muerte. Aunque este sea, precisamente, el recuerdo que la lleva acompañando durante su errancia de fantasma, el recuerdo que la atormenta sin descanso y, sobre todo, el recuerdo que la ata al mundo de los mortales y que le impide a su alma descansar en el Otro Lado.