Adrianna es una chica bonita, se ve a primera vista. Es de mediana estatura tirando a bajita, y no es muy delgadita. Es más bien tirando a gruesa. Tiene buenas curvas, las normales para su edad. Su piel es pálida. Su rostro es alargado. Tiene el pelo rubio, largo y ondulado, y esas hondas le suelen caer por encima de los hombros. Sus ojos son de color verde-miel, sus mejillas son sonrosadas y sus labios, rosados y carnosos. Suele llevar vestidos (le encantan las faldas) y una capa para taparle la cara.

Es difícil describir a Adrianna siendo que es una chica bastante cerrada. No cerrada de mente, ella es una persona abierta a cualquier posibilidad. Simplemente es cerrada al resto de personas. No le gusta que la gente sepa lo que siente, le hace sentirse como si invadieran su intimidad. Es una de esas chicas misteriosas que nunca sabes lo que están pensando.
También es estudiosa y aplicada. Le gusta leer y memorizar, estudiar y saber. Por lo tanto, lo mejor será que no le interrumpas si tiene un libro en la mano (pese a que pocas veces la encontrarás relajándose)

Adrianna nació en una importante ciudad de Garnalia. No tan importante como Ereaten, pero casi. Su madre era rica, al igual que su padre. Ellos siempre la mimaron mucho, por lo que nunca le faltó nada. Sin embargo, sintió ya desde pequeña un gran vacío en el interior. Un vacío que no podían rellenar las joyas o la comida. A la temprana edad de cinco años cayó en depresión por ese vacío, se pasaba el día tumbada en la cama sin hacer nada y sus padres estaban cada día más y más preocupados. Ningún médico sabía cómo curarla, lo cual les desesperó aún más. Un día, vino un chico de pueblo. Al principio, los padres de Arianna, Joseph y Emma Black, se negaron a dejarle entrar, pero él alegó que sabía cómo curar a su hija. Con una simple mirada, los señores Black asintieron y dejaron que el pequeño fuera a ver a Arianna.
El niño cogió una silla y se sentó al lado de la deprimida, le saludó con una sonrisa y se presentó como Erik. Ella no dijo nada. Tenía los ojos vacíos y sin expresión. Después de eso, Erik se puso a hablar. Le explicó historias sobre una escuela de magia. La Torre, le llamó. Sin darse cuenta, ya había anochecido y Erik prometió volver al día siguiente con más historias. Adrianna cumplió los siete años antes de poder salir de la depresión. Sin embargo, cuando fue a agradecérselo a Erik, se dio cuenta de que él ya se había ido. Y no le volvió a ver.
Una tarde de invierno, los Black estaban en el salón. La señora Black tejía, el señor Black miraba la prenda de lana sin interés y Adrianna, ya con trece años, les contaba a ambos las historias que le había contado Erik sobre La Torre. Había pasado mucho tiempo desde que vio a Erik por última vez, pero cada vez que repetía las historias lo hacía con el mismo sentimiento que él.
De repente la señora Black empezó a sentir frío y le propuso a su marido que encendiera la chimenea, pero su hija se giró y encendió el fuego con un chasquido de dedos.
Los siguientes meses fueron muy confusos. Se había esparcido el rumor de que la hija de los Black era una bruja y, como tal, debía ser quemada en la hoguera. Los Black se pasaron un año escondiéndola, hasta que recordaron las historias que Erik le había contado a Adrianna sobre La Torre, así que decidieron llevarla allí y decir al pueblo que su hija había muerto.
El último consejo que le dio su madre antes de dejarla en las puertas de La Torre fue que no le dijera a nadie de dónde venía.
Claro que después de todo eso, a Adrianna le costó muchísimo empezar a hablar con la gente, de su pasado o sobre ella.