La Fortaleza Aryewïe. Se suponía que era terreno enemigo, donde todo el mundo podía atacarme, y sin embargo, me sentía tranquilo y calmado como nunca. A mi la Diosa nunca me pareció una amenaza, y si tuviese que escoger no la destruiría, pero era la única manera de acabar con la magia y que llegase la libertad. Incluso si traicioné a la deidad fue siguiendo sus mandatos o como los interpreté y enseñaron: procurar el máximo bien a los demás. 

Pero ahora, mi corazón flaqueaba ante las dudas. Veía lo que los Secretos pretendían y me daba cuenta que no era lo correcto, observaba el Concilio y me asqueaba su arrogancia y supuesta superioridad y con los seguidores del Dios solo entretenía mi ojo para cazarlos. ¿Siendo así, que bando me pertenece? ¿O a que bando pertenezco?

¿Que debo hacer?

Estaba absorto en estas cavilaciones que solo me llevaban en bucle a los mismos pensamientos que ya había formulado antes cuando algo me distrajo. Un joven con una espada amenazándome, a primera vista, pero luego reconocí al chico al que le había destrozado el brazo.

Ademas de la pelea recordaba también que parecía bastante apegado a la chica que ese cabrón de Felix se llevó mientras yo le defendía, y esa debía de ser la razón por la que se mostrase tan agresivo. Tras recordarme de golpear con mi puño vampírico la asquerosa cara de Felix, le contesté: 

-Si lo que te preocupa es tu chica...no has de preocuparte. Es cierto que Felix se la llevó a traición, pero el resto de Secretos no somos como él, y por si no te acuerdas yo fui en proteger a tu chica cuando Felix le atacó al principio. 


Además, ella ha pasado de ser una rehén a una huésped. No conozco detalles, pero aprece que le ha cogido algo de cariño a Felix...

Arrogante. Presuntuoso. Y ahora resultaba que ni siquiera se preocupaba por su compañera. 

-Estas hecho una buena joya-gruñí, amenazador. 

Entonces fue cuando desenvainó su espada y la hizo estallar en llamas. Ante tal amenaza simplemente avancé y cogí con mi mano desnuda su espada. Me hice un par de cortes en la palma, pero lo importante estaba en que no solo el fuego no me afectaba, si no que parecía aumentar su fuerza allí donde había posado mi mano, lamiendomela, juguetón.

Sin soltar el arma y mirándole a los ojos desde aquella distancia mínima, dije:

-No soy quien crees, ni tengo el poder que supones. Ten cuidado cuando peleés conmigo, porque quizá la siguiente vez pierdas de veras el brazo conmigo...si soy lo suficientemente piadoso como para dejarte el otro.  

Entonces me aparté y el chico pareció darse cuenta de que estaba en una escuela y no en un campo de batalla. Probablemente pensara que lo había estado cazando para atarle o que su honor no sería restituido hasta que me atacase. Vaya una pieza. 

Y aún me interrogó. Llegados a este punto, era yo quien tenía pensado atacarle, pero no con destructivos proyectiles arcanos o con mi fiel zanbato, si no con una bofetada como la que le tendrían que haber dado ya hace tiempo, de niño, a ver si se le pasaban las tonterías. 

-No tengo porque responderte, chaval. Pero claro, para ti yo soy el malo y bueno, así que si quieres imagínate que he preparado un ritual que hará volar medio edificio, o que he asesinado a unos cuantos magos que a los Secretos nos molestaban. Al fin y al cabo, así sois los seguidores del Concilio, ¿verdad? No os importa la verdad, solo conservar esa magia que os vuelve superiores a los demás. 

Le miré, con una sonrisa sarcástica y burlona. ¿Pretendía asustarme o algo parecido? No, no sabía quien era realmente. Pero tampoco me daba miedo, pues ahora que sabía que era hijo de un archimago. Ya no temía demasiado a las cosas, pues estaba seguro que yo podría potenciar mi poder hasta algo parecido al de un archimago. Me di la vuelta un momento, pensando lo que me estaba diciendo (en ese momento estaba dandole la espalda y podria atacarme... Aun que no me preocupaba), aun que no hacia falta pensar demasiado en eso, pues sabía que era totalmente mentira. Y mas viniendo de un elfo...

-Se que todo eso que dices es mentira, no tienes ningun ritual preparado. Y si, puedes atacarme, o al menos intentarlo. Pero yo que tu no lo haría... Estás en terreno de la Diosa.

Dije con total seriedad, no pretendía ser insolente, de hecho, mi tono de voz y mi postura decían todo lo contrario a ello. Parecía el tipico rey guerrero que se sabía lo que hacía. Volví a darme la vuelta para poder mirar frente a frente a aquel elfo. No parecía tan poderoso como decía, pero no era bueno subestimar al rival... Y menos a uno de los Secretos.


-Y tambien te equivocas en lo que dices, yo no soy del Concilio, no pertenezco a ese lugar... Unicamente pertenezco a mis propios ideales, aun que comparta algunos de ellos con el Concilio. Pero lo unico que quiero es pillar a ese elfo amigo tuyo y tener una serie de palabras con él.

Diosa, ese tío era de esos que da la impresión que no puedes odiar mas...pero se superan. Ahora esa cara de arrogancia como si estuviese por encima de mí. Era mas que obvio que pertenecía a la nobleza, ¿Creería que los ejércitos de su padre le protegerían? ¿O acaso estaba tan convencido de su superioridad como mago, solo por poder hacer aquello que el resto de gente no? Al final resultaría que venir hasta allí, sí resolvería mis dudas, porque esa clase de magos con su orgullo y falsa superioridad eran los que habían provocado la creación de los Secretos. 

Escuché lo que dijo, y además de que deduciese brillantemente que lo que yo había dicho era mentida (¡Oh! ¿¡Como lo habría descubierto!?) y dijo esa sarta de tonterías acerca la Diosa. Eso hizo que golpease con mi puño una de las paredes, provocando una pequeña brecha por la fuerza resultante. 

-¿La Diosa? ¿Donde ves tú aquí a la Diosa, o como te la enseñaron? Esto mas que una escuela es una fortaleza, una destinada ha hacer que el conocimiento no llegue al pueblo, que la capacidad de hacer el mundo mejor se quede entre cuatro paredes de las que solo se aprovecharan algunos ¿Así es de veras la Diosa? Porque si estos son sus deseos, no creo que merezca mas respeto que cualquier avaricioso rey humano sacrificando vidas por un pedazo mas de tierra. 

Sin embargo algo había cambiado en él. Ya no estaba furioso por su brazo, ni se pavoneaba creyéndose intocable por su sangre. ¿Tendría de verdad algo de cerebro o sería solo una fachada? Sin embargo, volvió a caer en un error inocencia.

-¿Que no perteneces al Concilio? ¿No eres uno de esos auto-denominados adoradores de la Diosa? Solo por eso ya eres poco mas que una mascota para ellos. Pero veo en tu arrogancia que eres noble, aunque no sé si de mayor o menor posición, porque todos os creéis reyes del mundo. No me digas tus títulos, no me interesan, pero a ti si que te interesa saber esto: te están utilizando. Apuesto a que te han pedido que les ayudes con tu ejercito, ¿verdad? Puede que por medio de un amigo, de un maestro, quizá incluso de alguien de tu familia, si la tuya no tiene la primitiva ideología de los humanos. Pero te están manipulando, y probablemente también a quien sea que te lo haya pedido. ¡Mira esta escuela, que tu mismo has dicho que pertenecía a la Diosa! ¡Donde habría de haber esfuerzo para hacer mejor la vida de las gentes de a pié, de aquellos sin nuestro don, solo hay lugares destinados ha volvernos mas poderosos! El Concilio es esclavo de su propia ansia de poder, y lo que es peor, esclaviza a otros para conseguirlo. 

No deseo insultarte, ni a nadie que conozcas pero ¡desengáñate! ¡Puedes decir lo que quieras, darme mil escusas, decir que hay gente en el Concilio que sin duda trata de hacer el bien, y no te lo negaré: de seguro que hay personas respetables que ansían que los demás también sean felices, pero sin importar como lo mires, este no es el sendero de la Diosa, ni del bien, ni de aquel que mira antes por los mas necesitados que por su propio poder!

Maldita sea, era como hablar con una piedra. Otro hubiese reaccionado, a favor o en contra, o hubiese tratado de sacarme información, pero el solo seguía como si ya supiese lo que le estaba diciendo y no le importase.

-Bandos, bandos...¿A quien le importan los bandos? Te basta con saber que si de veras vas a defender la arrogancia de los magos, si vas a pelear por una sed de poder insaciable nos enfrentaremos algún día. 


Primero, al verte furioso,  pensaba que no eras mas que un niño sin experiencia que por ser el pez mas grande de su pecera cree que podrá desafiar a cualquiera en el océano, luego vi que no te importaba que suerte corriese tu chica y solo pensabas en venganza, y entonces me dije que eras un noble mimado que no echa en falta su juguete, pero quiere hacerle pagar a quien se lo ha sacado. Pero ahora sé que no eres mas que uno de esos que no quiere mas poder, sin que te importe la suerte de este mundo ni de los mas necesitados. No quieres salvar a tu chica, ni hacerle pagar a mi compañero por sacártela: solo buscas una razón para pelear, una prueba con la que demostrar tu poder. 


¡Refuta mis palabras si puedes! Has demostrado que poco te importa esa chica y que no te importa ser utilizado si eso te da poder. Tu pecado no es la inexperiencia ni el orgullo , si no que eres una bestia con sed de sangre en busca de poder y peleas que te permitan demostrarlo, y a las bestias hay que enjaularlas-dicho esto de una de mis manos surgió una llama de roja furia-. Si tanto deseas una pelea, blood lust, aquí tendrás una que no podrás olvidar. Déjame llenarte ese rostro arrogante tuyo de cicatrices de fuego. 

-¿No has amenazado a un compañero mio? ¿No reconoces que no te importa hacer del mundo un lugar peor, un lugar con desigualdad donde la felicidad no pueda llegar a todo el mundo? ¿No eres un peligro para que aquello que protejo, aquello por lo que otros se han sacrificado?

¿Porque debería contenerme?

Dije todas todas esas palabras, y todas eran verdad. Nadie podía cuestionarme lo que había dicho, y esas eran las razones que me motivaban a pelear contra él, razones de peso.

Sin embargo...

Algo dentro de mí crecía mas allá de todo esto. Normalmente hubiese tratado de convencerle, o de saber sus razones, o le hubiese despreciado haciéndole ver que tan patético se veía. Pero ahora la violencia había sido mi primera respuesta, el acabar con aquello que consideraba una amenaza. Algo no actuaba como de normal dentro de mí, y yo inconscientemente lo sabía pero no podía encontrar la raíz del problema, lo que solo daba riendas sueltas a mi furia.

-Te voy a dar dos opciones. La primera es retirarte. Me da igual si es por cobardía, porque prefieres golpearme por la espalda o porque te has dado cuenta que tus acciones solo llevarán desesperanza al mundo.

Pero si te quedas, y decides pelear...vas a sufrir una llama como nunca la has visto. Un fuego antinatural que crece dentro de mí.

¿Quieres sufrir mis llamas heladas?

¡¿Que clase de cerebro tenia aquella persona?! No entendia nada de lo que le estaba diciendo, nada. Y además ahora me volvia a amenazar. Mi ira empezaba a inundar mi cuerpo poco a poco; pero debia de contenerla, no queria salir malherido de nuevo. Esta vez agarré la empuñadura de la espada con firmeza y la desenvainé. Mientras, en mi otra mano se empezó a formar una extraña aura azul.

-Te repito que yo no quiero a nadie mas que a Felix, no tengo nada en contra de los Secretos, solo le quiero a él. ¿No te ha contado lo que hizo? Mató a su hermano una vez, cuando eran apenas casi aprendices... ¿Crees que no lo hara con ninguno de vosotros? Ese ser solo quiere poder, y para ello, os matará a todos los que portais los Secretos.

Aquello podria servir tal vez para parar al elfo y evitar una confrontación. Pero aun asi, mientras hablaba, detrás de mi empezaban a formarse estacas de hielo y un rosal, del cual empezarian a salir lobos. Pero aquello estaba bastante atras, lo que indicaba que no quería pelear.

-Evitemos una desgracia y hablemoslo... Por favor.

Despues de decir aquello ultimo, envainé la espada e hice desaparecer las estacas y el rosal, excepto el escudo magico. No. No iba a pelear.

Off: Doy este tema como ACABADO porque Bast no postea.