Elia Aerlikr
Elia Aerlikr
Cuenta inactiva
Nombre : Elia Aerlikr
Escuela : La Torre
Bando : La Diosa
Condición vital : Fantasma, Kin-Shannay
Rango de mago : Aprendiza de tercer grado
Clase social : Pueblo llano, Campesina
Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 01/02/2013
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Elia Aerlikrpor Elia Aerlikr, Sáb Jun 15, 2013 11:45 pm



~ Elia aerlikR ~

~ Datos personales ~



~ Nombre y apellidos: Elia Aerlikr.
~ Edad: 21 años.
~ Sexo: Femenino.
~ Condición vital: Viva, Kin-Shannay (teniendo en cuenta que el anterior personaje de esta cuenta también era kin-shannay. Al cambiar el personaje el puesto quedaría vacante, y lo ocupo con este personaje.)
~ Bando: La Diosa.
~ Raza: Humana.
~ Profesión: Aprendiza de segundo grado.
~ Escuela: La Torre.
~ Clase social: Pueblo llano, campesina.



~ Gustos y aficiones:La equitación, la lectura, observar las estrellas, los lugares tranquilos y la nieve.
~ Cosas que detesta: Detesta, sobre todo, el ruido, las guerras y la gente malvada.
~ Virtudes y defectos: Es una persona tranquila y que sabe escuchar bien, que rara vez se deja influenciar por las palabras hirientes de otras personas. Sin embargo, duda mucho antes de actuar, y por este motivo quizá pierda oportunidades importantes, como la oportunidad de reencontrarse con un viejo amigo o de salvarle la vida a a alguien.
~ Manías: Al estar nerviosa, o se muerde los labios o juguetea con uno de los mechones de sus cabellos.
~ Curiosidades: Nació el seis de agosto. Al hablar, conserva un suave acento norteño.
~ Objetivos y metas: Encontrar a su amante, o a su familia.
~ Otros datos de interés: Tiene un caballo llamado Nieve, que tiene desde los catorce años.

~ Descripción física ~


Elia es una jovencita de buen ver, de una altura de aproximadamente seis pies, no demasiado delgada, de figura esbelta con unas curvas característicamente femeninas. Su porte es noble y grandioso y su tez demuestra una sabiduría y madurez más avanzada que sus años. Su piel es pálida y suave al tacto, y se ve imperturbada por cualquier cicatriz o marca de nacimiento pese a su no muy delicada vida. Se podría decir incluso que antaño era una estatua de mármol a la cual le fue concedida la vida, a causa de la belleza de su ser.

Sus cabellos son plateados y poseen unos cuantos mechones de un color suavemente dorado, dando un bonito color y una bella apariencia a su cabellera. Estos nunca son completamente lisos, sino que caen en una maraña de rizos que esculpen su bello rostro jovial, su cuello, y sus hombros. No son muy largos, pues caen hasta llegar apenas a cubrirle los senos, obviamente estilizando aún más su ya femenina figura y dándole un toque suavemente picaresco, aunque más que esto, refinado.

Sus ojos son de un color azul, un azul muy intenso, que destaca en su rostro.


~ Descripción psicológica ~


De Elia lo que se puede decir es que es una persona bastante madura y con una seriedad normal, aunque rozando un poco lo levemente excesivo. Es una persona serena que rara vez se sobresalta, y, cuando eso ocurre, es por que algo va realmente mal.

Se trata de una persona bastante protectora hacia la gente que tiene aprecio, y jurada némesis de sus enemigos, con una visión del mundo en blanco y negro, con el ocasional -y raro- matiz gris.

No es una persona muy alegre, en la más pura definición de la palabra, pero sí es alguien optimista y benevolente, que no dudaría en ayudar a alguien que se encontrase en problemas, incluso del bando opuesto en el caso de que no fuese una amenaza. Es compasiva y comprensiva, y de tanto en tanto la comparan como una madre, pues se comporta de tal manera con sus amigos.

No es una persona que sienta miedo ante el peligro o que sea cobarde, pues, como ya se tendría que intuido de antes, es una persona que no dudaría en salvar la vida a alguien aunque su vida propia peligrase.

Sin embargo, es una persona que no gusta en revelar cosas de si, o de su vida pasada. Por este motivo, es una persona que sabe guardar muy bien secretos.

Su mente, generalmente, se ve llena de pensamientos triviales, da igual la situación en la que se encuentre. Sin embargo, hay excepciones ante ese comportamiento.


~ Historia ~


"Un paraje nevado, de noche, con la luz de dos farolitos alumbrando el lugar. Se podía ver dos bultos de pie sobre la nieve, quietos, inmóviles, mientras el viento que arrastraba a duras penas los pesados copos de nieve sacudía violentamente las capas que ambos portaban.

Si esas dos figuras intercambiaron palabras, nunca lo sabremos, pues el aullido del viento y de los lobos y de la tormenta que se avecinaba acallaba las débiles palabras de las dos figuras. Entonces, la más alta se dio la vuelta y echó a andar, y se perdió entre la oscuridad y la nieve. Entonces, la otra figura soltó las bridas del caballo blanco que sujetaba, y echó a correr, pero su luz no penetró entre las tinieblas, y, por mucho que corriese, nunca llegaba al final..."


Se despertó sobresaltada, ahogando un grito con las sábanas, el largo camisón blanco pegado a su pálida piel. Su respiración era discontinua y se basaba en cortas inspiraciones y expiraciones, a causa del sobresalto de aquel sueño. Está bien, siendo sinceros, el sueño no se acercaba a una pesadilla, pero para Elia, el sueño resultaba horrible. Aquel sueño recurrente había llegado al extremo de ser macabro, como si su mente quisiese burlarse de su propia debilidad repitiendo una y otra vez la misma escena, cada noche de su vida.

Siempre se arrepentiría de aquella decisión.

Se levantó de la cama, y, al posar los pies sobre el frío suelo de piedra, reconsideró su acción. Se mordió el labio inferior mientras se levantaba de la cama, y miraba a través de la ventana. No podía ver la luna en el cielo, por lo que estaba segura de que era tarde. «La hora del lobo» Pensó «, o incluso más tarde». Se asomó por la ventana, y sintió el frío golpearle de lleno, dándole ganas, incluso, de volver a la calidez de su cama, aunque se viese acosada por los retazos de sus recuerdos. Aunque prácticamente estuviesen en verano, en la montaña, o en el valle, en este caso, hacía fresco.

Soltó un suspiro, y sacudió la cabeza mientras volvía a su habitación. No podía volver a dormir, al menos no durante unas horas, para evitar que aquellos sueños la acosasen. No tenía ganas de estudiar, pues habían pasado solo dos días desde que había aprobado la prueba de la tierra, y aún veía una de las túnicas -las otras estaban en el armario- colocada sobre el respaldo de su silla, que estaba junto al escritorio, donde tenía aquel libro de tapa azulada, con un cerrojo. «El libro del aire. Ay, de la magia y sus ilegibles tomos» Pensó Elia con una sonrisita en la cara. «Es un milagro que no se descompongan de lo viejos que son.».

Tomó la túnica entre sus brazos, y abrió la pesada puerta de madera y hierro que separaba su habitación de los pasillos y las escaleras.  Bajó las escaleras, también de piedra, en silencio, con la mano pegada a la pared. Aunque había algunas antorchas, estaban un tanto separadas una de otra y no eran de mucha ayuda para la visión adormecida de la jovencita. Sin embargo, pronto llegó a su destino, los baños. ¿Qué mejor para calmar los nervios de una mujercita sobresaltada que las aguas ardientes de un tranquilo baño?

Cuando entró en los baños notó un considerable cambio de temperatura, y escuchó el suavecillo rumor del agua cayendo en bañeras de madera. Anduvo, contemplando cada bañera, separada de las demás por cortinas de tela gris, y se decidió por la bañera más alejada de la entrada. No para su sorpresa, pues ya había acudido a los baños con anterioridad, la bañera estaba rebosante de agua caliente. Se quitó el camisón y dejó la túnica colgada de la vara de la que colgaba la cortina.

Se introdujo en el agua y sintió escalofríos recorrerle la piel, a causa del cambio de temperatura. No pudo evitar soltar un suspiro y cerrar los ojos mientras se dejaba recostar en la bañera.

Recordó el pueblo de su nacimiento, un pueblecito pequeño pero alegre, cerca de la frontera de las tierras del norte con los reinos centrales. Recordó a su padre, un hombre de edad mediana, con una barba castaña y ojos amistosos. Recordó también a su madre, una doncella de las tierras del este, de cabellos blancos a pesar de su juventud, y unos ojos azules como las mareas. Recordó a sus amigos de la infancia, recordó a su hermana y a su mascota, un perro negro con manchas blancas que llamaba cariñosamente "Cielito".

Y recordó también el motivo de su ida.

¡Ay de ella, tan joven e ingenua! Abandonó su hogar y su familia por algo que en sus días llamaba amor pero hoy llamaba tontería. Se quedó embelesada por un joven de ojos verdes como el musgo y cabellos marrones como la corteza de los árboles, que la conquistó con sus palabras ameladas y su lengua de plata.

La convenció para que se escapase con él...

Y de repente se encontró a si misma en una bañera con agua caliente, sobresaltada tras haber pasado cinco segundos en el mundo onírico de sus recuerdos. Soltó un suspiro, mientras se levantaba, abandonando la calidez del agua. Salió de la bañera y tomó una toalla de color blanco, suave al tacto y, aparentemente, cálida. Se secó con ella el cuerpo, y se puso la túnica. Sus cabellos seguían mojados, por lo que, con la misma toalla, intentó secarlos, al menos quitarles parte del agua sobrante del baño.

La toalla ya estaba mojada, por lo que eso no servía. Sin embargo, desistió y simplemente abandonó los baños, dejando el camisón olvidado. Eventualmente alguno de los elementales que cuidaban de la Torre lo encontraría y lo llevaría a lavar. O lo tiraría, qué más le daba.

En vez de ir hacia arriba, continuó su caminata hacia abajo, y así siguió hasta llegar a los pisos inferiores, guiándose entre sombras y distantes antorchas. Una vez en el vestíbulo, tomó una de las antorchas de su soporte y la llevó a las cocinas. Como no, una solitaria antorcha ardía dentro.

Abrió la puerta de la despensa, que según había oído estaba encantada de tal manera que nunca faltase alimento. Seguramente nadie echaría de menos una botella de... algo. No se había decidido, pero necesitaba algo con lo que matar, al menos durante una noche, los males de su interior. Vio cerveza, aguamiel, vino de las tierras sureñas y fuertes licores del norte, esos que un solo sorbo haría a cualquier hombre crecido emborracharse. Se decantó por una pequeña botellita de sidra, y tomó también una taza de madera, y volvió a su habitación.

Se sirvió a si misma un vaso de sidra, y lo bebió de dos tragos. Acercó la silla a la ventana, pues decidió que era mejor beber sentada, y se sentó, dejando que la luna arrancase destellos verdosos a su túnica. Soltó un suspiro mientras se servía otro vaso, y tomaba otro trago. Curiosamente, tenían el mismo sabor que los labios de aquel joven encantador. O el mismo sabor que pensaba que tenían.

Le había prometido muchas cosas. Le había dicho que era un rey de un reino lejano, allá en el occidente, en las tierras en las que la gente vivía cientos de años, donde los bosques imperaban y la gente vivía acorde con la naturaleza. No sabía cuanto de eso tenía que creerse hoy en día, pero antaño se creyó cada palabra pringada de miel que salía de su boca. Le prometió riquezas, joyas, sedas con las que vestirse y abrigarse, le prometió matrimonio y la alianza con el brillante más grande que pudiese haber visto. Le prometió hacerla su reina y le prometió un príncipe y una princesa.

Nada de ello llegó a cumplirse, sin embargo, pues aquel joven se adentró en aquella tormenta de hielo y nunca volvió a emerger.

No supo si lo que se deslizó por su rostro fue una lágrima, o una gota de agua que había caído de su cabello, pero se deslizó sobre su rostro y mojó su túnica, creando un pequeño redondel de un color más oscuro al vivaz verde de la túnica silvana que portaba. Se sentía triste, sin embargo, pues había llegado a amar a aquel jovenzuelo en el mes que llevaban andando juntos.

Pero eso fue hace cinco años, ¿no era así? Elia había perdido la noción del tiempo. Había intentado reencontrar su aldea, pero no tuvo aquella suerte. Rogó y rogó a la Madre Svea que guiase su camino hacia su familia, pero como muchas otras veces, esta no la escuchó.

Eventualmente sus caminos la llevaron a la Torre, donde habitaba desde hace poco menos de un año. Había llegado -y vivido- en la Torre como una refugiada durante la mayor parte del tiempo, hasta que finalmente descubrió sus aptitudes con la magia. Hasta ese entonces había trabajado... realmente en lo que pudiese, fuese de cocinera, o atendiendo a los aprendices que superaban la temible prueba del fuego.

Pero ahora... Ahora portaba la túnica verde con mucha honra. Ahora podía hablar con los animales y las flores, podía doblegar a la tierra a su voluntad. ¿Pero de qué le servía, si ya no tenía ni familia ni a su amante?

Quiso servirse otra taza de sidra, pero entre pensamiento y pensamiento había vivido el líquido como si en ello dependiese su vida.

Volvió a dedicarle al libro una mirada, considerando fuertemente el abrirlo y leer las curiosas formas que alguien había escrito en él. Deshechó la idea. Miró a través de la ventana y vio a la luna, emperatriz de los cielos, en su máximo esplendor. «Aún es demasiado tarde.» Fue lo que pensó.

Se tumbó en la cama, y no tardó en verse sumergida en los brazos de los sueños.

Esta noche, sin embargo, sus sueños estaban en blanco.



La primera regla de una Escuela de Alta Hechicería consiste en que ningún aprendiz debe rebelarse contra su Maestro





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Re: Elia Aerlikrpor Lady Admin, Dom Jun 16, 2013 10:14 am
Ficha aceptada, Elia Aerlikr.


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