Nombre y apellidos: Eyla Synnes

Sexo: Femenino

Edad: Supuestamente 17, pero nunca se supo la fecha en la que nació y nadie le dio importancia, por lo que hay dudas respecto a su edad exacta.

Condición vital: Vivo.

Bando: Realmente, ninguno. Aunque tiene curiosidad por La Diosa, debido a las historias que le cuenta su Kai de vez en cuando.

Raza: Humana, Kin-Shannay.

Profesión: ¿Colectar bayas y setas del bosque y venderlas en la ciudad una vez al mes cuenta como profesión?

Escuela: Ninguna.

Clase social: Campesina de los bosques.
     
Otros datos de interés: La última vez que pasó por una ciudad sumó suficiente dinero para comprar un cuchillo de caza que usa para cortar ciertas hierbas con mayor precisión, o cuando encuentra un animal caído, ya sea para remover la piel o la carne si aun es comestible.

• Físico del personaje: Milk – Lois van Baarle – Eyla Synnes

Su físico es lo único que sugiere tener cerca de 17-18 años de vida, aunque no se sabe si se ha desarrollado más rápido y es realmente mas joven, o si le ha tocado la suerte de aparentar menos de lo que lleva. Tiene una estructura robusta: estatura media y brazos ligeramente regordetes que van a la par con sus caderas anchas. Algunos dirían que está rellenita, otros la consideran “fuerte”. No se sabe si tiene mucha fuerza, o si es atlética, pero es cierto que trepar arboles se le da de maravilla, saltar de uno a otro y colgarse de las ramas mas gruesas es su pasión.

Aunque todas esas características vienen contrarrestadas por sus tonos que la hacen verse frágil. Piel pálida como la porcelana, decorada con pequeñas pecas rosadas, al igual que sus labios y la punta de su nariz – esto debido a que muchas veces pasa un poco de frío, y todos sabemos como se nos pone la cara en esa situación. Y si esa no es suficiente palidez, hablemos de sus rizos blancos y despeinados. O de sus ojos ceniza que por más bonitos y curiosos que parezcan se vuelven más inútiles día a día, perdiendo la vista progresivamente. De momento, las figuras a su alrededor ya no tienen contorno, todo es borroso y algunos colores empiezan a mezclarse. Motivo por el cual su cuerpo está lleno de moratones y rasguños, por más que su Kai intente guiarla es imposible para ella no tropezar o lastimarse a cada rato.

En resumen, si alguien la ve caminando a la distancia entre los árboles, seguramente pensarían por un segundo que se trata de una nube perdida. Si es que las nubes se pierden…

Si su aspecto denota un mínimo de madurez, su actitud claramente no. La mente de una niña de 10 años atrapada en el cuerpo de una adolescente (o adulta, a saber). No es tonta, tampoco tiene dificultad para aprender, simplemente carece de experiencia de vida. Y tiene una sobredosis de optimismo. La palabra que mejor la describe quizás sea “inocencia”. O pura ignorancia, no es seguro. Nunca sospecha de nadie, su confianza en el mundo exterior es inmensa y va por la vida sonriendo como si respirar fuese el mayor placer conocido. Aunque se caiga de un árbol ella seguirá riendo, es como si el dolor no existiera en su realidad, se podría decir que una pared de cristal la separa de todo lo demás.

¿Está fingiendo y actúa de esa forma por voluntad propia? ¿Realmente no es consciente del mal que hay a su alrededor? Si y no, para ambas preguntas. Lo cierto es que el mundo la asusta, especialmente las personas porque sabe perfectamente la opinión que tienen sobre su cabello y, en ocasiones las interacciones con otros pueden ser peligrosas, motivo por el cual evita acercarse a ciudades o pueblos. Y cuando lo hace, siempre oculta sus rizos.

A primeras es sorprendentemente tímida y asustadiza, pero intenta disimularlo con risas y sonrisas, lo que quizás sea una reacción causada por los nervios y no intencionada. Tiende a mantener la distancia y observar a los demás en silencio, o simplemente huye para esconderse. Se podría decir que es asocial o introvertida, aunque una vez que se acostumbra con la presencia de alguien es difícil hacerla callar. Es enérgica durante conversaciones, habla rápido y mueve los brazos más de lo que habla. En ocasiones hasta empieza a dar vueltas y a levantar la voz por la emoción.

Bueno, quizás sea mejor decir que es enérgica en general. Y curiosa. Y muy cariñosa; al menos con su Kai. Y aun así, es difícil saber lo que piensa, o lo que siente. Ella sigue la frase “si no digo en voz alta mi problema, este no existe” al pie de la letra, lo que denota la costumbre de ignorar cualquier malestar o al menos ocultarlo.
Por lo demás, su mente es bastante simple, sigue las instrucciones que recibe y ríe. Incluso el tiempo que dedica buscando comida para sobrevivir es un juego para ella. Todo es divertido.

Y todo lo que necesita en su vida es su acompañante, el Kai.

-¿Por qué lloras? – le preguntó a la pequeña que apartó la mirada por unos segundos, pensando en qué responder.
-Porque mi pelo es tan blanco, es feo y los niños no quieren jugar conmigo. Dicen que soy una bruja. No sé qué es, pero creo que es malo. – explicó ella mientras se secaba las lágrimas, aunque fue sorprendida por la risa del chico.
-¿Cómo que feo? Parece una nube y las nubes siempre son bonitas, ¿verdad? Además, el mío es igual, ¿no crees?
En ese momento, Eyla alzó la mirada hacia él dándose cuenta de que antes no se fijó en el color de sus cabellos. Eran blancos, quizás más brillantes que los suyos, y era precioso. Le preguntó por su nombre.
-Me llamo Hjlrun.

Niña sin color, nacida en una pequeña ciudad de Garnalia Centro y olvidada en el mismo lugar. Eyla pasó la mitad de su vida en un simple orfanato, correteando por los pasillos o escondiéndose de la “madrona” que todo el tiempo estaba de mal humor.

Por desgracia, aquella reacción era cada vez más común en los que la conocían, su cabello blanco no era común en esa zona y siempre lo asociaban con maldiciones, brujería u otros elementos oscuros y desagradables. Al menos su Kai, Hjlrun, apareció en su vida antes de que todos esos problemas la corrompieran. Un albino, al igual que ella. Se aseguró de ofrecerle toda la atención necesaria para que la sonrisa de Eyla nunca desapareciera, le contaba sobre otras ciudades o leyendas que nacieron mucho antes que ella. Lo único de lo que nunca le habló fue su identidad, la verdad sobre él y por qué todo el mundo negaba su existencia. Y Eyla era una niña así que fue fácil convencerla de que simplemente los demás lo evitan completamente por la misma razón por la que ella siempre era tratada con desprecio.

Con el tiempo las cuidadoras notaron que la pequeña empezaba a perder la vista y a ser más descuidada, además que los costes para mantener a todos los niños aumentaban poco a poco. Al final decidieron renunciar a los que eran demasiado débiles o mostraban pocas posibilidades de sobrevivir en el mundo incluso si se quedaban un par de años más en la casa. Y obviamente, Eyla fue una de ellos.

Por suerte, Hjlrun todavía la acompañaba y parecía saber mucho del mundo exterior, compartiendo todos sus conocimientos con ella, lo que les ofrecía a ambos un día mas de vida. Se movían por los bosques, pasaban el tiempo buscando bayas, hierbas o cualquier fuente de alimento; sin olvidarse de buscar también un lugar para dormir, un árbol, una cueva, arbustos, daba igual mientras podían acostarse un poco. Tras unos meses decidieron explorar aun más, sin hogar alguno iban de un territorio a otro, atravesando diferentes bosques, valles, rodeando montañas; incluso se adentraban en algunas ciudades o pueblos pequeños de vez en cuando para vender diversas plantas o alimentos que recogían, aunque Eyla siempre procuraba cubrir su cabello para no llamar demasiado la atención (o peor, perder la atención de posibles compradores).

Se dirigían a Skogene, Hjlrun detrás de Eyla, quien iba dando pequeños saltos de un lado a otro, emocionada por llegar a su destino y satisfacer su curiosidad por las tierras del norte. Le encantaba la idea de sentir el frío constantemente, además quería ver las “nubes que caen del cielo” – conocidas como “nieve” para la gente normal.  Se giró hacia el mientras seguía caminando.
-Oye, Hjlrun. ¿Es cierto que algunas personas tienen más de un nombre?
-¿Aprendiste eso en la otra ciudad? Si, la mayoría tienen más de un nombre, el segundo es el nombre de sus familias, pero también pueden ser otros títulos.
-Hm… ¿Por eso yo solo soy Eyla? ¿Y tengo que casarme con alguien para tener un nombre mas?
Aquella pregunta sacó una suave risa del Kai, el cual negó con la cabeza.
-Puede que si, pero si quieres puedes elegir uno por ti misma, nadie te va a detener aquí y nadie sabe que estamos solos.
-Cierto. Tu tampoco tienes otro nombre, ¿podemos tener uno juntos?
-Por supuesto. Dejame pensar en uno… - se detuvieron por unos segundos, tratando de encontrar un buen apellido. – Synnes. Por tus ojos. Una vez oí a uno de nuestros compradores hablando sobre lenguas antiguas, al parecer “syn” era una palabra usada para visión. – completó, señalando con el índice hacia los ojos de la muchacha.
- Synnes, eh…