Lumière Noire
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Humana
Nombre : Lumière Noire
Escuela : La Torre, Escuela del Lago de la Luna, Fortaleza de Aryewïe
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Condición vital : Viva
Cargo especial : Maestra de Magia Básica (La Torre), Miembro del Concilio
Rango de mago : Archimaga, Experta en Magia de Agua, Aprendiza de Magia de Luz
Rango de guerrero : Guerrera experta (Espadas y mazas, una mano), Guerrera aprendiz (Mazas y martillos, dos manos)
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La fría luz de las estrellas {Narshel}por Lumière Noire, Jue Dic 10, 2020 7:43 pm
Aún recordaba mi primera impresión de la Fortaleza de Ayrewïe. No habiendo estado nunca ahí, tuve que teletransportarme al Anillo y emprender de ahí la travesía. Por poco que me gustara llevar las túnicas de oro, era mi arma secreta contra la indiferencia de los elfos de Enawë: por mucho que algunos desdeñen a los humanos, todos saben que una archimaga se merece un respeto, o al menos que ignoren su presencia pero de la manera educada con la que un noble de alto rango evita a uno de rango menor. La antigua fortaleza conservaba hoy día poco de las fortificaciones de antaño, y generaciones de arcanarquitectos la habían remodelado para seguir las últimas modas en el continente. Lo que permanecía inmutable era la inscripción que había acabado con la carrera militar del edificio para su posterior consagración a las artes curativas:

 


Hiswanólë macilva, lo que vendría a significar «nuestra espada es la medicina», el arte sanador. Representaba un compromiso con el Bien, con enmendar los errores del pasado y construir un futuro mejor no a través de la violencia sino a través de la paz. Pero su mensaje no parece haberse extendido más allá de las paredes de perla de la fortaleza, puesto que fuera el mundo sigue siendo, pese a la tranquilidad en la sociedad mágica y el armisticio en el conflicto entre los dioses, uno lleno de conflictos e injusticias. Pero no es mi intención juzgar lo que hacen o no en la fortaleza. Su principal cometido es curar y cuidar, así como también ese era mi objetivo durante los meses venideros.

Había optado por reinventar la rueda, por así decirlo. Nominalmente, el maestro de Magia de Luz en la Fortaleza de Ayrewïe era Anaë'draýl del Cedro y del Saúco, y rechazaba la posibilidad de dejarme instruir por él. Por poético que habría sido que sus conocimientos sirvieran para arreglar todo el mal que había causado, no quería implicarle en mis planes. Nunca le había tenido demasiada estima al señor del Bosque Dorado, y sabiendo lo que sé ahora, que los rumores acerca de su persona eran ciertos, le desdeñaba. Un poco irónico que yo, la que había hecho llamadas a la unidad y la cooperación, declarara mi antipatía ante mis compañeros del Concilio, pero entonces era nueva e inocente, y ahora conocía mejor a la gente con la que tenía que tratar.

En resumidas cuentas, alcanzaría la iluminación por mi propia cuenta, labrándome mi propio camino. Ya me había especializado una vez, por lo que confiaba en que no sería tan difícil dominar la luz. Tenía plena confianza en la inspiración divina que sentía en mi interior. Así que, una vez hablé con Helia Stonet, y le expresé mis intenciones de especializarme en magia de luz, arrasé con todas las bibliotecas a las que tenía acceso buscando materiales de estudio. La del Concilio en Ekhleer, la del Lago de la Luna, la de la Fortaleza de Ayrewïe, la de la Torre e incluso la del Bosque Dorado, porque, a fin de cuentas y por muy arrogantes que fueran los elfos, seguía siendo una archimaga, y una del Concilio, nada más y nada menos.

Fueron unos días de estudio intensivo, porque me había propuesto una fecha límite y, si quería llegar a mi objetivo antes de la boda, no tenía tiempo que perder. De magia de luz hay poco escrito, aunque no entiendo muy bien los motivos de esta exclusividad, puesto que cualquiera puede hacer magia oscura pero solo los archimagos pueden controlar y moldear la luz. Así que tenía que valerme de textos relacionados con el elemento, tanto en cuestiones físicas como metafísicas. Así que devoré tratados de filosofía y de óptica, memoricé parábolas religiosas y cuentos de hadas, leí más sagradas escrituras que una monja y revisé más cartas celestiales que un astrónomo. Los textos variaban tanto en antigüedad como en idiomas. Podía leer sin problemas textos en élfico, tanto el de Gadrýl como el de Enawë, y textos en centrogarnálicos y nórdico, pese a la riqueza dialectal que tenemos. Tolp me ayudaba con algunos pasajes en enanés y en algunos dialectos del sur de Garnalia donde, según me contaba, los idiomas cambiaban tanto que dos tribus que viven a un día de viaje no pueden entenderse mutuamente.

Mi hipótesis era que una buena base teórica me ayudaría a utilizar el poder que la Diosa me había concedido. Quizás, a base de encontrar las verdades comunes entre todos los credos, de poder trazar los movimientos de los astros en el cielo nocturno, de hacer experimentos sobre la luz y sus propiedades físicas y arcanas, sería capaz no solo de dominar esta nueva materia y de superar este nuevo reto, sino también de ofrecer sus conocimientos a las masas, para instruir a las nuevas generaciones de magos en la Luz y el Bien para que hicieran de este mundo uno mejor. Pero no es un dicho y hecho, al contrario. A la segunda semana de estudio, cuando los ojos comenzaban a dolerme y no era capaz de diferenciar una de una g, llegué a la conclusión de que no sería capaz de hacer todo lo que me proponía si me mataba a leer.

Así que con dificultad me despegué de la silla y llegué a la cocina para alimentar mi estómago, puesto que había pasado las últimas horas preocupándome de alimentar mi mente. La comida, contundente y nutritiva, sacada de la despensa inagotable de la Torre, me dio fuerzas para continuar, aunque no ocurrió lo mismo con las ganas. Me había aficionado a observar los astros durante mis días en el Lago de la Luna, y mi afición se había visto convertida en material de estudio por mi futura especialización, por lo que había tomado por costumbre subir al observatorio a varias horas del día y de la noche y observar los cielos, buscando así alcanzar una mayor comprensión del mundo que nos rodea y del universo que rodea a nuestro mundo.

La gente respetable ya llevaba unas horas durmiendo cuando crucé el umbral del observatorio. Esa noche, como había ocurrido en muchas otras a lo largo de mi vida, los aullidos de los lobos me hacían compañía. Desconocía los entresijos del hechizo que hacía funcionar el observatorio, pero el planetario del centro de la estancia proyectaba una representación de la bóveda celeste visible desde este punto del mundo, de manera que una podía pasear entre los diferentes astros celestes y observar sus trayectorias de cerca. Con los hechizos adecuados, también se podía ver el cielo en días anteriores, o incluso ver una predicción de cómo estaría el cielo en los días venideros. Si algo había aprendido en los últimos años, es que los movimientos de los astros son precisos y cíclicos, como si respondieran a leyes propias ajenas a toda la incertidumbre de la vida de los mortales.

Cuando entré en la sala, la oscuridad se llenó de pequeñas motitas de luz, una representación a escala de la noche estrellada que una podría ver asomándose por la ventana, pero sin tener que someterse al frío o preocuparse de encontrar un lugar desde el que observar el cielo sin preocuparse por obstáculos que dificultaran la vista o gente que molestara durante la observación. Además, no hacía falta un telescopio, lo que en mi opinión siempre era un beneficio. Rastreé el cielo y busqué en él constelaciones, y recordé que me sorprendió aprender que en diferentes lugares las estrellas se agrupan de diferentes maneras. Tiene sentido tras un poco de reflexión, puesto que lo que la gente ve en los cielos es un reflejo de sus valores y de su historia. Y, además, no se ve lo mismo al alzar la vista en Wölfkrone y en Tamika. Las estrellas son completamente diferentes.

Pero esta noche no quería tomar notas. Quizás por la necesidad de desconectar de mi rutina, pues hasta en el Norte me pasaba mis días y mis noches leyendo, me puse a juguetear con el observatorio, proyectando cielos que habían ocurrido hace muchos años y otros que tardarían aún otros tantos en llegar. Vi el cielo de la noche en la que llegué al Valle, vi el cielo del día en el que cumpliría 50 años, el amanecer del día en el que nací... Y, cuando me cansé de eso, me dirigí a un día cualquiera en el pasado remoto, puesto que se me había ocurrido una idea. Podría intentar modificar las motas de luz que conformaban el cielo: hacer una única estrella a partir de dos más pequeñas, o cambiar los componentes de una constelación para formar la mía propia. Me parecía una manera buena de practicar: por la poca luz que había en la sala, me resultaría más fácil concentrarme en una fuente de luz en concreto, y podría comprobar con mayor facilidad si mi hechizo había surtido efecto.

Así que me senté en el suelo y clavé la mirada en una estrella en concreto, una que nadie echaría mucho de menos, y me concentré. Y me concentré. Y me concentré. Dejé que la magia fluyera de mi interior al exterior, que mi voluntad se apoderara de esa pequeña esfera de luz. Luego, me fijé en otra, y le ordené que se fusionara con la primera... y funcionó. Una delgada línea de luz se proyectó desde una esfera hasta otra y, a medida que una de ellas menguaba, la otra crecía. Esbocé una sonrisa, entre orgullosa y aliviada, al saber que todas las horas de estudio habían valido la pena. Ahora solo necesitaría expandir mis horizontes y probar hechizos de mayor envergadura... aunque, a ser posible, no con el observatorio. ¿Quién sabe? Quizás alguien necesite consultar los cielos el 23 de agosto del 857 y se encuentre con una constelación que deletree mi nombre. Por mucha gracia que me hiciera la posibilidad, no quería sabotear los estudios de otra gente.

Narshel
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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Narshel, Vie Dic 11, 2020 1:05 pm
En los últimos años, los Maestros de la Torre, especialmente Lumière y yo como archimagas del Concilio, habíamos aprovechado aquellos tiempos de "relativa tranquilidad" para poner en práctica lo que acordamos en la reunión de Ekhleer: reforzar la protección de las escuelas con nuevas barreras mágicas. Este proyecto había ocupado una parte significativa de mi tiempo, que alternaba con las clásicas tareas burocráticas que debe afrontar la Señora de una escuela, la atención a mis aprendices y un proyecto personal que llevaba años postergando y que pretendía culminar en breves. ¿Que en qué consistía este proyecto y por qué había decidido emprenderlo justo en aquel período de mi vida? Para explicarlo, primero tendría que exponer algunos detalles sobre los acontecimientos que habían marcado mi vida en el último tiempo.

Desde que Sherak —aquel soplo de aire fresco que rompió mis rutinas durante un tiempo tan breve como rejuvenecedor— desapareció de mi vida y de la Torre, había tenido largos ratos de soledad para meditar sobre mi propia trayectoria, tanto personal como profesional. Pensé en todos y cada uno de los aprendices que habían pasado por la escuela: en los que se habían quedado conmigo y ahora ejercían la docencia en la Torre, en los que habían emprendido caminos separados, en los que ahora nadaban entre las brumas del Otro Lado y en los que me habían traicionado. Pensé en los hombres de mi vida: en Anthon, mi compañero de escuela, que me amó de forma infructuosa; en Haku, quien fue mi compañero de alma y de vida y a quien me unió siempre un sólido vínculo espiritual que luego, como tuve la oportunidad de comprobar, no tuvo el correlato que esperaba en el espacio material; en Sherak, que me permitió conocer un amor diferente, más tangible y carnal, más alegre y más humano, y tal vez por eso más pleno que cualquier otro tipo de conexión; y en Félix, el antiguo Aeglos, mi viejo aprendiz...

Félix. Sobre todo pensaba en Félix, en su traición, en su degeneración moral, en su perdición, en su rebelión y su caída, en la forma tan horrible en la que había muerto sin que yo estuviera allá para al menos rescatar su fantasma, en que todo aquello había sido en parte mi culpa y mi responsabilidad, la responsabilidad por un deseo culpable, por la atracción reprimida y casi inmoral que me había llevado a besarlo, aunque durante mucho tiempo hubiera querido creer que no hubo más que una estrategia errónea para salvar a quien yo pensaba que era mi único amor. Desde que Yandrack anunció su regreso al mundo de los vivos, no podía dejar de preguntarme dónde estaría, si seguiría en las viejas andadas, si volvería a la Torre o si tendría que volver a enfrentarme a él por mis obligaciones como archimaga y Señora de la Torre.

Estas divagaciones me habían conducido a repasar todos los errores de mi vida. Pensaba en Félix, y en el contexto en que se había iniciado nuestra... complicada historia. Yo quería recuperar mi espejo. Mi espejo interdimensional. Sin la presencia de mi Kai, sin mis contactos naturales con el Otro Mundo yo me sentía perdida. Y en aquel momento yo había creído que aquel sentimiento de ausencia se debía exclusivamente al amor que yo sentía por Haku. Pero el tiempo y la autoexploración de mi propia conciencia me conducían hoy a conclusiones diferentes. Extrañar a Haku no era el motivo principal de mi vacío, sino la desconexión que, tras su ausencia, yo sentía con los fantasmas, quienes formaban parte de mi vida y de mi ser desde el mismo momento de mi nacimiento, cuando por voluntad de la Diosa llegué a este mundo con el don de los Kin-Shannay. Por eso sentía que necesitaba tener de nuevo conmigo uno de aquellos preciados objetos que conectaban las dimensiones. Tenerlo conmigo me ayudaría a aliviar la pena, pero también tenía otras motivaciones prácticas, como asegurarme de que los muertos se quedaban donde se tenían que quedar o consultar con fallecidos célebres, como Shewë o Lord Strord, cuestiones que se habían quedado en el tintero... o comprobar que aquellas personas de las que ya no tenía noticias continuaran en el mundo de los vivos.

Así que decidí embarcarme en la tarea de construir un nuevo espejo interdimensional, tarea que no era sencilla ni siquiera para una archimaga. Sin embargo, contaba con la colaboración de Aliwen, que había estado cursando la especialidad en Magia Chamánica, y confiaba en construir un nuevo espejo con ella que fuera mejor que los anteriores: quería incluir, en sus runas, hechizos protectores para que las malas artes de un nigromante no pudieran quebrarlo de nuevo, y otros para asegurar que solo un alma de la Diosa, un archimago, pudiera utilizarlo. No obstante, para garantizar el éxito de la tarea, había decidido guardar silencio sobre mis intenciones, solo compartidas con la Reina de los Elfos. Y en este proyecto solía gastar mis noches, cuando los estudiantes dormían, y entonces yo abría la habitación de la cúspide que siempre permanecía cerrada, y me ocupaba de la construcción del artefacto mágico.

Aquella noche estaba ocupada, como tantas otras, en esa tarea, cuando caí en la cuenta de que necesitaba un mineral que guardábamos en uno de los armarios del Observatorio. Este mineral, en interacción con los ancestrales encantamientos de magia temporal que tenían los instrumentos de la sala, facilitaba la proyección de cielos de otros tiempos, de tal manera que ni siquiera los aprendices tuvieran dificultades para realizar sus inspecciones. Con este objetivo, abandoné la habitación que se había convertido en mi espacio de trabajo, la cerré prudentemente y me teletransporté al Observatorio.

Y me llevé una sorpresa al encontrar una figura humana sentada en el suelo: una maga o, mejor dicho, una archimaga, que además estaba jugueteando con hechizos de magia lumínica. La reconocí de inmediato, porque era una de mis Maestras y solíamos coincidir a menudo en la escuela. Lo que no esperaba era encontrarla a horas tan intempestivas en el Observatorio. Ni que estuviera manejando la magia de la Luz.

Buenas noches, Lumière —la saludé—. No esperaba encontrar a nadie por aquí a estas horas. Lamento interrumpirte —añadí, mientras me dirigía al armario donde se encontraba el material que andaba buscando—. ¿Magia de la Luz?

Conocía perfectamente la respuesta a mi pregunta, pero verla en aquellos menesteres me había despertado cierta curiosidad sobre sus ocupaciones.


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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Lumière Noire, Vie Dic 11, 2020 7:25 pm
La tranquilidad del observatorio duró hasta que escuché unos pasos y una voz. Me giré, y por unos instantes me sentí casi como si me hubieran pillado con las manos en la masa, en medio de una travesura, porque Narshel se había aparecido en el observatorio en medio de la noche. Me pregunté en ese momento si ella era la artífice de los hechizos de la estancia, o al menos la que había liderado los esfuerzos para crear este observatorio, diciéndome que quizás ese era el motivo de su presencia, que había sentido algún tipo de perturbación en el hechizo y había bajado a investigar.

De cierto modo, esa hipótesis respondía a su comportamiento, puesto que se, pese a haberme saludado (y yo la saludé de vuelta), se dirigía a un punto concreto de la sala, a unos armarios; no esperaba encontrarse a nadie en el observatorio a estas horas. Luego dijo que lamentaba interrumpirme, y eso hizo que cambiara de parecer. Quizás su presencia aquí era una coincidencia y no estaba ligada al hecho de que hubiera decidido fusionar dos estrellas del cielo de hace muchas, muchas noches. Me puse de pie, mirándola a ella y luego mirando el orbe de luz, y decidí concentrarme un poco más y dividir la esfera, para dejarlo todo como estaba.

Sí, es Magia de la Luz —confirmé sus sospechas; en un abrir y cerrar de ojos, donde había solo una motita de luz ahora habían dos, y una que iba alejándose paulatinamente para recuperar su posición individual. Anduve un tanto por la estancia, sin un destino preciso, observando a la Señora de la Torre—. Llevaba ya meses debatiéndome sobre otra posible especialización; en concreto, no me decidía entre las tres especialidades de alto rango —Todos sabíamos que eran cuatro, pero la nigromancia nos estaba vedada a los archimagos, y del mismo modo con la magia lumínica para los nigromantes—, pero, como podrás ver, ya he tomado la decisión.

Los motivos que me llevaron a tomar dicha decisión no se los revelé, si bien es cierto que las palabras de Catherine aún pesaban en mi mente, cómo Joseph y Narshel le dijeron que era mejor guardar silencio pero sin ofrecer ni una pizca de apoyo. Del primero sé bien poco y con él tenía poco trato, pero no ocurría lo mismo con la segunda. Quería preguntarle por qué había actuado de esa manera, pero no encontraba momento, entre nuestras obligaciones como archimagas en el refuerzo de las barreras, el llevar la escuela y los proyectos de cada una. Ya había pasado dos semanas usando todo el tiempo libre que tenía para progresar con mis estudios. Quizás esta era la noche. O quizás no.

¿Qué buscas? ¿Puedo ayudarte con algo? —le pregunté, acercándome unos pasos a ella. Me pareció la manera menos acusadora de preguntarle qué hacía en el observatorio a estas horas de la noche.

Narshel
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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Narshel, Vie Dic 11, 2020 8:40 pm
Al parecer, Lumière había decidido aprovechar las opciones de cursar especialidades de alto rango que la túnica dorada le ofrecía y se había decantado por la Magia de la Luz. En alguna ocasión, yo misma me había planteado aprender una segunda especialidad, pero, dado el escaso tiempo libre que solían dejarme mis actividades como Señora de la Torre, había terminado por descartar aquella opción.

Me alegra que hayas decidido continuar tus estudios. La Magia de la Luz siempre es una opción excelente para un archimago.

Abrí el armario y tomé un saquito que contenía las piedras de mitranio, el mineral que necesitaba para construir mi espejo. Lumière me preguntó, entonces, qué buscaba y si podía ayudarme.

No, no hace falta. Solo venía a buscar un poco de mitranio para un experimento que estoy llevando a cabo en mi laboratorio —le dije, sin entrar en mayores detalles—. Cuando no puedo conciliar el sueño, me ocupo de estas cuestiones.

No había mentido, pero tampoco había contado toda la verdad. Supuse que ella también se habría desvelado y, por eso, había decidido practicar a horas tan inusuales, o tal vez porque estaba esperando a que la noche profunda se extendiera por el cielo para probar el funcionamiento de los hechizos lumínicos en entornos oscuros. Fuera cual fuese la respuesta, no me pareció nada particularmente extraño. Había sido su Maestra y tenía la certeza de que Lumière era siempre una alumna aplicada y ejemplar, interesada en explotar al máximo sus destrezas.

Te deseo suerte en tu aprendizaje, aunque no creo que la necesites. Y si, en algún momento, necesitas que yo o alguno de los Maestros cubra tus horas para ir a Aryewïe no dudes en avisarme.

Lumière Noire
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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Lumière Noire, Sáb Dic 12, 2020 2:52 pm
Expresó su alegría al enterarse de que había decidido continuar con mis estudios mientras sacaba un saquito que, según me explicó, contenía mitranio, algo que necesitaba para algunos de sus experimentos. Rechazó mi oferta de ayuda, porque parecía ser la clase de proyecto al que se ocupaba cuando no podía conciliar el sueño por la noche. Decidí no indagar mucho porque no tenía motivos para desconfiar de las intenciones de la Maestra. Me encontraba un extraño punto, en el que mi amor por Catherine y mi lealtad por Narshel, que había consumado su vida a la protección de la Escuela y sus alumnos, me tironeaban en direcciones opuestas. Sabía que Narshel no era mala persona, pero entonces...

Gracias por la oferta —respondí, aunque para mis adentros sabía que no me haría falta. En parte porque estos últimos años itinerantes, yendo de un lugar a otro, pasando de la noche a la mañana en un abrir y cerrar de ojos, habían hecho que me acostumbrara a horarios dispares. No habían sido pocas las veces en las que, teletransportándome del Lago de la Luna al Valle de los Lobos por la mañana, o lo que yo pensaba que era mañana, había llegado al atardecer o en plena noche—. Narshel —le llamé la atención antes de que pudiera teletransportarse de vuelta a su laboratorio, y con una sonrisa seguí hablando—, me gustaría hablar contigo cuando tuvieras un hueco. Ahora no, que no quiero interrumpir tus experimentos y yo debería ir a la cama, pero mañana por la tarde, por ejemplo, podría ser un buen momento.

No tenía ninguna duda de que encontraría un pequeño rato para hablar conmigo. A fin de cuentas, nos conocíamos desde hace muchos años y me gustaba pensar que confiábamos la una en la otra, y más ahora cuando prácticamente éramos aliadas en el campo de batalla del Concilio. Confiaba, además, en que mi disposición tranquila y el misterio detrás de mis intenciones despertaran en ella el interés por la conversación. Me dirigí a la puerta, pensando que aprovecharía la tranquilidad de la noche para disfrutar de un baño reparador, para quitarme de encima el cansancio de haber pasado horas encorvada sobre el escritorio hincando los codos.

Buenas noches, Narshel —me despedí. Con un pase mágico, el cielo del planetario regresó a la noche de hoy; la luna menguaba y había algunas nubes oscureciendo los astros, aunque el hechizo de la sala también permitía despejar las nubes. Salí y cerré la puerta detrás de mi, sin hacer ruido, y me dirigí al séptimo piso. Que fuera una hija del Norte no significaba que desdeñara un buen baño caliente.

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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Narshel, Sáb Dic 12, 2020 4:33 pm
Claro. Mañana sobre las cinco de la tarde tengo un hueco libre. Podemos vernos aquí mismo, en el observatorio —le dije, mientras cerraba de nuevo el armario—. Buenas noches a ti también.

Dicho esto, me teletransporté al último piso, abrí la habitación que siempre permanecía cerrada y continué con mis labores hasta bien transcurrida la madrugada, cuando el sueño llamó a mi puerta y decidí irme a dormir.

~ o ~

Al día siguiente, tras una jornada ayudando a un nuevo aprendiz con el Libro de la Tierra y repasando las existencias de la biblioteca, llegó la hora acordada y me teletransporté al Observatorio para encontrarme con Lumière. Honestamente, no había pensado mucho en las razones por las que podría haberme pedido aquella cita, porque estaba convencida de que no sería más que una conversación rutinaria, probablemente para comentarme alguna cuestión relacionada con su nueva especialidad o con cualquier otro asunto. Por eso, me materialicé en el recinto tranquila, y llegué incluso antes de la hora prevista.

La esperé en medio del Observatorio, en aquel momento vacío, mientras veía moverse las nubes a través de la bóveda que se alzaba sobre mi cabeza. Aquella sala solo era transitada por los alumnos de forma esporádica, y principalmente por aquellos que estaban inmersos en el estudio del Libro del Agua. Más allá del interés de los primerizos por juguetear con los cielos pasados y futuros, mecanismo que en sus primeros días de escuela podía despertar su asombro, las cuestiones celestes no suscitaban demasiado interés entre los aprendices de la Torre, quienes solían estudiarlas solo por obligación en el nivel de estudio que correspondía.

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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Lumière Noire, Miér Dic 16, 2020 4:59 pm
La mañana siguiente fue maravillosamente mundana. Había decidido, en vistas de mi reunión con Narshel por la tarde, no cansarme demasiado la mente con más textos metafísicos sobre el bien y el mal o tratados sobre óptica y sobre experimentos acerca de la naturaleza de la Luz, para estar fresca en nuestro encuentro y tener todas mis aptitudes mentales listas para lo que auguraba que fuera una conversación difícil y desagradable para ambas, pero no por ello una que no debiéramos tener. Gran parte de mis horas previas al almuerzo las dediqué al ejercicio físico, puesto que me había propuesto hacía ya muchos, muchos años el aprender a manejar también los famosos gúnnhjæmrmartillos de batalla del Norte, pero por todos los eventos de mi vida me había olvidado de tales ocupaciones.

Tras el almuerzo y unas horas de descanso, cuando los cielos ya comenzaban a oscurecer, decidí que iba siendo hora de bajar al observatorio. Aquí también, como en todo el mundo, la noche le gana terreno al día a medida que se acerca el invierno. A mi mente llegaban las explicaciones de este fenómeno de diferentes partes del mundo, mitos nórdicos y sureños, tradiciones de Tamika y de Gadrýl, pero también sabía que en lugares como Zhanthé o el Anillo apenas había variación en este aspecto a lo largo del año. Cuando llegué al observatorio —y juraría que había llegado un poco antes de las cinco— Narshel ya se encontraba ahí. Observé el cielo, una combinación volátil entre retazos de luz y la oscuridad que llega de oriente, y estimé que había llegado a la hora acordada.

¿Llegaste hace mucho? —Le pregunté, a modo de saludo. Cerré la puerta detrás de mí y me dirigí hacia ella y, cuando nos encontramos a una distancia apropiada para mantener una conversación, pronuncié las runas de un hechizo—. blumis.

Alrededor de nosotras se materializó una cúpula a base de aire y energía mágica, que haría que nadie de fuera de los confines de la barrera pudiera escuchar nuestras palabras. Estas medidas mágicas entraban dentro del protocolo habitual para tratar asuntos del Concilio fuera de la ciudad de Ekhleer, pero también cuando se querían hablar de cosas sin que los alumnos pusiesen la oreja, o cuando se quería cotillear en paz. Aunque ya sabía que el observatorio no era la zona más transitada de la Torre, por lo que el riesgo de que algún alumno se apareciera de pronto queriendo usar las instalaciones era pequeño.

Me encontré con Crescent y Catherine hace unas semanas —comencé a relatar. No tenía ni idea de cómo afrontar esta conversación, si ser suave o directa—. Se encuentran bien, están felices en el Norte y planean casarse en unos pocos meses —le expliqué, con una sonrisa, aunque pronto negué con la cabeza—. Pero no te cité aquí para ponerte al día de qué hacen tus antiguos alumnos. Cathy me contó lo que hicieron Anaë'draýl y Shewë —Lo que hicieron los Señores del Cedro y del Saúco no es precisamente un secreto, pero mucha gente consideraba que se trataba un rumor sin confirmar, una habladuría urdida por enemigos políticos. Pero yo sabía la verdad. Me había cruzado de brazos y ya no sonreía—, y vi las heridas que le infligieron. Es uno de los motivos por los que me decanté por estudiar la Magia de la Luz.

» Cathy me dijo que os había pedido ayuda, a ti y a Joseph, y que le aconsejasteis que guardara silencio y poco más. A él no le conozco, pero a ti sí, Narshel. Has sido como una madre para mí y para muchos más alumnos, así que me sorprendió y dolió escuchar estas palabras. Quiero conocer tu versión de los asuntos.

Narshel
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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Narshel, Jue Dic 17, 2020 4:11 pm

Al cabo de unos pocos minutos, Lumière llegó al Observatorio. Me preguntó si llevaba mucho tiempo esperándola y yo le dije que no, que prácticamente acababa de llegar. Cerró la puerta, se acercó a mí y conjuró una cúpula para garantizar la confidencialidad de nuestra conversación, lo que me hizo pensar que, tal vez, aquella charla no fuera tan rutinaria ni banal como había esperado en un principio. Y, cuando dijo que se había encontrado con Crescent y Catherine unas semanas atrás, se dispararon todas mis alertas y enseguida me imaginé lo peor.

Al principio, su tono fue amable, y mostró una sonrisa cuando me contó que se iban a casar. Aunque me imaginaba que la relación entre ambos iba más allá de la simple amistad, porque como Maestra yo había sido testigo de los múltiples romances que se habían forjado entre los muros de mi escuela, la noticia me sorprendió, porque nunca pensé que una relación como aquella, entre individuos de distinto estamento social, pudiera prosperar. A decir verdad, no imaginaba, en general, que una relación cuajada en el marco de la Torre pudiera prosperar, porque sobre nuestra escuela parecía existir una especie de maldición que hacía a nuestros magos desafortunados en amores. Pero me alegraba de que ambos estuvieran bien, y esperaba que los problemas del pasado ya no los atormentaran y…

Entonces Lumière cambió la expresión de su rostro, y yo tragué en seco. Anaë’draýl. Shewë. Las heridas. Joseph. El silencio. Mis peores temores se hicieron realidad. A pesar de las advertencias, Catherine le había contado lo sucedido. A pesar de los años que habían pasado, Catherine seguía manteniendo las cicatrices de aquellas heridas que yo nunca había visto en persona, pero que Joseph me aseguró que, gracias a la habilidad curativa de mi antigua aprendiza, se sanarían en poco tiempo. Ambas informaciones eran como un jarro de agua fría. Y Lumière, ahora, me pedía explicaciones sobre mi pasividad en aquel asunto.

No quiero buscar excusas vanas para justificar mis actos, pero he de admitir que, cuando recibí aquella carta de Catherine en la que me exponía su situación, yo me encontraba en un momento muy complejo de mi historia vital. En pocos meses, había tenido que hacer frente al falso juicio para capturar a Riak, a la fuga del nigromante, a la condena de Félix y su posterior ajusticiamiento, al reforzamiento de la Inquisición, a la amenaza de los Secretos, a las guerras del Concilio y, poco tiempo después, a la resurrección de Félix y el asesinato de Haku en el Valle. Todo ello, por supuesto, sin descuidar las labores en mi escuela. En medio de aquella vorágine, quizá no había prestado tanta atención a la carta de Catherine como hubiera sido adecuado. Y había confiado en las palabras de Joseph, que me dijo que había sido testigo de sus heridas y que estaba seguro de su pronta recuperación, y, aunque reprobaba el comportamiento de Anaë’draýl y Shewë, creía que todo aquello había sido un funesto resultado del Secreto de la Oscuridad.

Por eso y por otras cuestiones le había pedido a Catherine que mantuviéramos aquel asunto en privado. Pero entendía que podía resultarle difícil.

Entiendo tu sorpresa y tu dolor, Lumière, pero si le sugerí que guardara silencio es porque era la mejor alternativa para resolver su situación. —Tomé aire. Suspiré. Y clavé mis ojos en la archimaga, pensando en cuál era la mejor forma de exponerle mis razones sin agravar la brecha que, seguramente, las palabras de Catherine habían abierto entre ella y los altos cargos del Concilio—. Verás, llevo ya muchos años en el Concilio y sé cómo funcionan estas cuestiones. Conozco a Anaë’draýl desde hace muchos años, y conocí también a Shewë, y sé que su desprecio a la raza humana es detestable y que su gestión ha sido cuestionable en numerosas ocasiones. Pero lo que le sucedió a Catherine… Tanto Joseph como yo estamos convencidos de que no hubiera ocurrido, no hasta llegar a tales extremos, si Shewë no hubiera estado portando en aquellos momentos el Secreto de la Oscuridad. No quiero justificar una acción tan reprobable, en absoluto, pero es una realidad que el poder de los Secretos es colosal, y es perfectamente plausible que… el incidente haya estado motivado por esta cuestión.

Me quedé callada unos segundos, recapitulando mis argumentos. No podía evitar sentir una punzada de culpabilidad, incluso aunque tuviera razones para respaldar mi actitud.

¿En qué estado encontraste a Catherine? ¿Cómo estaban sus heridas? —le pregunté—. Joseph confiaba en que se recuperaría pronto. —Volví a callar—. No voy a engañarte, Lumière. Como te dije…, llevo muchos años en el Concilio. Si esta información se extiende, si se hace pública esta acusación contra Anaë’draýl, los cimientos de la organización correrían el riesgo de desplomarse. Por eso le pedí a Catherine que callara. Si hubiera sido yo la culpable, o tú o Hernôt, habría bastado con despojarnos de nuestros cargos y aplicarnos la pena debida. Pero fueron Shewë y Anaë’draýl. La jueza, en paz descanse, y el presidente de nuestra organización. Y, además, los que probablemente sean los duques más importantes de las tierras élficas.

» Llevo muchos años en el Concilio
—repetí—, y sé que acusarlos de corrupción solo serviría para perjudicar a Catherine y al resto de la Torre, porque ellos encontrarían la forma de defenderse. Es la palabra de una maga plebeya, humana, frente a la de dos elfos, duques, archimagos y altos cargos del Concilio. Añadir un motivo más de tensión y conflicto interno al Concilio me pareció una temeridad, y especialmente después del asesinato de Shewë… Fueran cuales fueran sus pecados, ella ya no está en nuestro mundo para responder sobre ellos.

Era cierto. Si Catherine hubiera denunciado a la pareja ante el Concilio, las consecuencias habrían sido muy negativas para ella, para la Torre y para mí, que había sido su Maestra. Ellos podrían haberse escudado perfectamente en el influjo del Secreto de la Oscuridad, o haber negado la autoría de las heridas, porque el único testigo de aquel hecho era Joseph y los acusados disponían del poder suficiente para ocultar cualquier recuerdo de su memoria. De todas las opciones disponibles, el silencio había sido la más conveniente. Un enfrentamiento directo con ellos podría habernos enemistado, incluso, con el Reino de los Elfos, con todo lo que eso suponía para la prosperidad de nuestra escuela.


Lumière Noire
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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Lumière Noire, Mar Dic 22, 2020 9:41 pm
Como sospechaba, sería una conversación difícil. Nada más dejé libre el caudal de mis palabras, por ahora solo un animado riachuelo, vi como Narshel sufría un cambio, no necesariamente físico pero en su disposición. Era como si hubiera desenterrado algo que prefería mantener oculto, olvidado. A fin de cuentas, le había pedido o recomendado a Cathy que guardara silencio. Pero mi alma se veía rota en dos, dividida entre el cariño que siento hacia Cathy, amiga desde hace más de una década, y el respeto y admiración que siento por Narshel, que era prácticamente como una madre para mí. Quería ayudar a la primera, pero sabía que la otra había tenido sus motivos para obrar como lo hizo.

Y entendía que ella tenía sus lazos con el Concilio, ya no sé si tanto de respeto o de obligación. Me explicó que tanto ella como Joseph pensaban que Shewë no habría llegado hasta tal punto si no hubiera sido por el Secreto de la Oscuridad. ¿Pero cuánto de todo lo ocurrido es culpa del maldito artefacto, y cuánto es por el terrible temperamento de Shewë? De nada me sirve odiar a los muertos, por mucho que se lo merezcan. No tengo el poder de impartir justicia más allá de este plano y esta vida. Pero eso dejaba la cuestión del señor presidente. Ese que no levantó un dedo por pararle los pies a su esposa, y que tampoco hizo nada para intentar redimirse de sus acciones, intentar curar las heridas de Catherine. Aunque, para ser sinceros, no sé si esta le habría permitido acercársele, o dejar que tejiera hechizos, sobre ella tras lo ocurrido.

Sea como sea —respondí, con amargor en la voz—, el incidente ha tenido lugar, y eso solo la Diosa podría deshacerlo y borrarlo de nuestra memoria. ¿Acaso los duques han expresado algún remordimiento por lo ocurrido? ¿Han pedido disculpas por su comportamiento? ¿Se ha ofrecido Anaë'draýl a utilizar sus conocimientos de magia de luz para redimirse? —le pregunté, aunque fuera injusto. No estaba furiosa contra Narshel, puesto que ella no es la artífice del sufrimiento de Cathy, sino contra toda esta situación y el organismo que ha dejado que se perpetrara. Mala suerte tenemos los magos humanos, ya que nos repudian nuestros congéneres pero también nuestros homólogos elfos, y hasta las altas esferas de la magia parecen detestarnos.

Me preguntó sobre el estado de las heridas de Catherine, y me dijo que Joseph estaba seguro de que se cerrarían en poco tiempo. Solté un suspiro y negué con la cabeza.

Siguen abiertas y todavía sangran. Parece que ella y Crescent han encontrado una manera de... cerrarlas, supongo, aunque sea solo temporal, gracias al poder de la luz que la Diosa le concede a sus guerreros exaltados. Pero no es suficiente —Pestañeé rápido unas cuantas veces, notando cómo se humedecían los ojos. No era muy dada a las lágrimas, pero me encontraba en una situación extraña, una que quizás hiciera una marca profunda en el resto de mi vida—. Es verdaderamente aterrador verlas. Cómo se extienden como una telaraña, cómo laten con energía mágica. Joseph ha subestimado el poder del Secreto, en especial en manos de alguien con tal dominio de la magia como un archimago.

Bajé la mirada y me mordí el interior del labio, según andaba de aquí a allá dentro de los confines de la cúpula. La estancia, iluminada casi exclusivamente por las luces del cielo proyectado, caía más en la penumbra con cada segundo que pasaba. Ella hablaba sobre el largo tiempo que llevaba en el Concilio, decía que conocía los entresijos de la organización y aseguraba que, si la verdad salía a la luz, nos perjudicaría a todos: no solo al Concilio en sí, sino a Catherine y a la Torre.

Yo llevo poco tiempo en el Concilio —repuse—, y quizá no conozca todos los secretos de su funcionamiento, pero es innegable que me he llevado una terrible desilusión. Por las injusticias, las enemistades, las tensiones, la falta de cooperación y concordia entre los que se se han propuesto guiar el mundo mágico... —Suspiré—. Pero no te cité para quejarme sobre el Concilio —Por mucha razón que tuviera al hacerlo—, sino para escuchar estas palabras de tu boca —Quería seguir hablando, pero no encontraba las palabras adecuadas para hacerlo. Entendía que tuviera que poner primero a la escuela y el bienestar del alumnado antes que nada, y podía entender sus reticencias ante exponer el incidente—. No pienso que guardar silencio hubiera sido una solución. A la larga solo empeorará la el asunto y las consecuencias; Crescent ya ha retirado su apoyo al Concilio, y sé que en parte es por lo que le ocurrió a Catherine. Pero de momento voy a dejarlo estar; curar a Cathy es mi prioridad, ya ha sufrido demasiado.

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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Narshel, Sáb Dic 26, 2020 12:49 am
No, no y no. Ni habían expresado ningún remordimiento, ni se habían disculpado ni el Presidente había puesto a disposición su Magia de la Luz para sanar las heridas de Catherine. Escuché en silencio las palabras de Lumière, sin poder evitar que mis músculos se tensaran a medida que su voz se teñía de emoción y los ojos se le cubrían con una delgadísima cortina de lágrimas. Sentí que el cuerpo se me helaba cuando describió, con horror, las heridas de mi antigua aprendiza, y los vanos intentos de Crescent y ella por encontrar una solución. Suponía, entonces, que las cartas esporádicas que había recibido del Príncipe en los últimos años solicitándome ungüentos, hierbas y pócimas de la enfermería se debían a aquella tarea. Siempre había intuido que sus peticiones estaban relacionadas con las heridas de su futura esposa, pero una parte de mí tenía la esperanza de que ya hubiera concluido el proceso de cicatrización.

Y no era así. Joseph se había equivocado en sus predicciones. Por mucha habilidad que Catherine tuviera, el Secreto de la Oscuridad despedía una energía demasiado intensa como para que un cuerpo humano no instruido en las artes oscuras fuera capaz de resistir y reparar plenamente sus embates.

Lamento escuchar lo que me estás diciendo —dije, mirando al suelo y luego de nuevo a Lumière—. No pensé que, después de tantos años, esas heridas siguieran causándole tantos problemas. Y no. Ni Shewë antes de morir ni Anaë'draýl, todavía vivo y sano, se han disculpado. Creo que él ni siquiera es consciente de su responsabilidad ni de la gravedad del daño que ha causado...

Y, si lo era, probablemente tampoco le importaría demasiado. Lumière expresó su desilusión sobre el funcionamiento del Concilio, y yo la miré con un gesto de comprensión, porque estaba de acuerdo con todo lo que denunciaba. Aunque desde mi ingreso en la organización se habían producido tales problemáticas, en los últimos años los conflictos internos habían crecido, hasta tal punto que temía que en cualquier momento terminara por desarticularse, con todo lo que esto podría suponer para la comunidad mágica.

«No pienso que guardar silencio hubiera sido una solución», sentenció la archimaga. Y yo callé mientras ella terminaba su discurso. Entendía las razones de su enfado, pero si había optado por evitar una denuncia ante los tribunales era porque no existía una opción alternativa. No podía, sin embargo, negar que algunas consecuencias negativas habían derivado de aquella acción, como el hecho de que el Norte retirara su apoyo al Concilio. Hasta el momento, aquella decisión no nos había afectado, pero si nos veíamos envueltos en una nueva guerra sin duda notaríamos la ausencia de las tropas de Wölfkrone.

Me tranquilizó un tanto que Lumière no tuviera pensado denunciar, al menos de momento.

Medité largo tiempo esta decisión. Sé que es la opción que menos males podría traernos a todos. Y sé también... que no es justo que las cosas queden así, no para siempre. —Cuando construyera mi espejo, tal vez podría encontrar mejores respuestas o fórmulas para solucionar aquel acto lamentable, pero no comenté nada, porque todavía no quería exponer mis planes a nadie más—. Pero tienes razón: la prioridad es la salud de Catherine. Y la Magia de la Luz es la mejor herramienta contra la Oscuridad.

Después de lo que me había contado sobre el estado de las heridas, me quedaban ciertas dudas de que fuera suficiente e incluso me preguntaba si no sería necesario combatirlas con el Secreto de la Luz, que era la antítesis exacta de la fuente energética que las había provocado. Pero creía (o quería creer) que no, porque si Shewë y Anaë'draýl hubieran manejado la magia negra con tal intensidad, el cuerpo de Catherine no habría podido soportarlo y el poder de un Guerrero Exaltado no tendría ningún efecto positivo sobre las cicatrices.

Lumière estaba en el camino correcto. Aunque teniendo cuenta quién impartía Magia de la Luz... ¿Podría lograrlo sola?

¿Cómo piensas hacerlo? —le pregunté—. Es posible que necesites ampliar también algunas nociones de Magia Curativa para aplicar la energía lumínica a hechizos de sanación. Y si necesitas algo de mí o de la Torre... lo tendrás inmediatamente a tu disposición.

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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Lumière Noire, Jue Ene 14, 2021 7:54 pm
Narshel confirmó mis sospechas, aunque llamarlas de tal modo podría indicar que dudara sobre la veracidad de los hechos, cuando no es así. No reaccioné ante sus palabras, al menos no de manera explosiva y espontánea, porque ya sabía qué esperarme y de nada serviría enfadarme con Narshel, que se encontraba en una posición desfavorable, tanto como archimaga del Concilio como Señora de la Torre. Compartió conmigo una mirada comprensiva cuando le expuse mi descontento con el funcionamiento de la organización. Creo que, hasta cierto punto, ambas entendíamos que un día caería la gota que colmara el vaso y el Concilio dejaría de existir tal y como lo hace en la actualidad, para bien o para mal.

Pero hoy no sería ese día. Narshel dijo que había hecho lo que menos repercusiones negativas tendría a la larga, pero que también entendía que es injusto que las cosas se quedaran así, y tras exponerle mis planes de curar a Catherine, me preguntó qué tenía pensado hacer, me recomendó que aprendiera un poco más en profundidad sobre magia curativa y que estaba dispuesta a ayudarme en lo que hiciera falta para mi aprendizaje. Le sonreí, algo más tranquila ahora que habíamos hablado sobre lo ocurrido.

Tienes razón; por suerte, sé que cuento con la ayuda de Hernôt en mi aprendizaje, y que también aprenderé a canalizar la magia de la luz para fines curativos. Así que me hará falta practicar y estudiar, más aún si pretendo no recurrir a Anaë'draýl —Pero, en mi interior, estaba formándose una idea: hay más gente en el mundo que sabe acerca de la magia de luz y que la domina...—. Te agradezco la oferta, Narshel. De momento, creo que no necesito nada... a no ser que conozcas a alguien más con este tipo de heridas, aunque de momento no me veo capacitada para curarlas.

Bajé la mirada meditabunda durante unos instantes, y con un suspiro pronuncié el contrahechizo de la cúpula que confinaba nuestras palabras e impedía que alguien nos espiara. Ya no tenía ninguna información confidencial que discutir con ella, ninguna otra acusación que poner sobre la mesa. Si alguien nos escuchaba ahora, no escucharían palabras sensibles que amenazaran con sacudir los cimientos mismos de la comunidad mágica.

Catherine mencionó que tenían pensado invitarte a la boda —le comenté, cambiando de tema de pronto—. No te odian, Narshel. Hablan del Valle y de la Torre con cariño y añoranza, y tú eres una parte intrínseca de ambos. Y supongo que entienden, como yo, por qué actuaste como lo hiciste, pero mi impresión es que sienten que les abandonaste ante su suerte —De nuevo, un silencio pensativo, en el que intentaba ordenar mis ideas—. Lo que quiero decir... es que no es demasiado tarde para arreglar las cosas. Lo que ocurra ya depende de vosotros.

He de reconocer que en mi interior añoraba la cercanía que recordaba existir entre nosotros hace tantos años. Sí, es inevitable, el tiempo siembra la lejanía entre amigos, en especial cuando el círculo social de una incluye gente con títulos tan rimbombantes como archimagos, príncipes y señoras de la Torre, y más aún cuando una ha sido campesina durante toda su vida. La boda, a mi parecer, era una oportunidad para volver a los tiempos alegres de nuestra juventud, aunque fuera durante una noche, o dos, o tantas como durara el festejo. Aunque me resulta imposible decir si el evento sería suficiente para provocar un cambio duradero, capaz de hacer que nos viéramos y nos tratáramos con más frecuencia, o si nuestras vidas y obligaciones nos forzarían a reunirnos solo una vez cada tantos años, para disfrutar de la compañía, recordar los viejos tiempos y despedirnos hasta la próxima reunión.

A veces me gustaría haber nacido elfa, para al menos tener más años de encuentros esporádicos.
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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Narshel, Sáb Ene 23, 2021 1:40 am
Dada la disposición y la habilidad de Lumière, confiaba en que sus planes llegaran a buen término. Me preguntó si conocía a alguien más con aquel tipo de heridas, y yo negué con la cabeza. Por la enfermería de la Torre habían pasado múltiples aprendices con cicatrices de magia negra, especialmente en aquellos lejanos tiempos en los que los siervos del Dios atacaban nuestra escuela con más frecuencia de la deseada, pero todos habían logrado reponerse de sus heridas sin que quedara el menor rastro de magia oscura en ellas. Y los que no lo habían conseguido, por desgracia, ya descansaban en el Otro Lado.

Poco después, la archimaga deshizo el conjuro que nos libraba de oídos indiscretos y me comentó que Catherine pensaba invitarme a su boda con Crescent. Guardé silencio mientras escuchaba, no sin cierta incomodidad, cómo ellos habían sentido que los había "abandonado a su suerte". Miré al suelo, y luego de nuevo a Lumière. Lo imaginaba, a decir verdad. Y lo entendía. Y debo confesar que, en gran medida, me avergonzaba la idea de encontrarme de nuevo con ellos y tener que justificarme por acciones tan contrarios a lo que mi propio código moral permitía.

Pero tenía razón. Había que arreglar las cosas. Yo no podía permitir que dos buenos aprendices, que tanto habían luchado por mí y por la Torre, tuvieran la impresión de que su Maestra no se preocupaba por su bienestar.

Hablaré con ellos —dije—. Tienes razón. Ellos, más que nadie, merecen una explicación...

Tendría que seleccionar muy bien mis palabras y perfilar mi discurso para comunicar mis razones sin agravar la grieta emocional que ahora nos distanciaba. Pero esa no era, ahora, la mayor de mis preocupaciones, sino la salud de Catherine, que yo seguía sintiendo como mi responsabilidad aunque ella ya no fuera mi aprendiza. Y entonces, a raíz de las palabras de Lumière y de su intención de canalizar la magia de la luz para fines curativos, me vino a la memoria el recuerdo de una antigua conversación con Joseph, en la que me había confiado parte de sus investigaciones de juventud, que fueron desestimadas en primera instancia por la cúpula del Concilio. Aunque el archimago me había pedido expresamente que guardara su secreto, me parecía que la urgencia de la situación y la actitud que él había tenido con Catherine me eximían de cualquier responsabilidad.

«Se me ocurre, Lumière, que hay una forma en la que puedo ayudarte», le comuniqué a la archimaga, estableciendo con ella una conexión telepática. «Hace muchos años Joseph me habló de un lugar especial, donde la energía mágica impregna cada palmo de suelo. Es una energía limpia, pura. Según me contó, no puede ser canalizada para la ejecución de ningún hechizo ofensivo, pero, en manos de un buen mago, puede acelerar y reforzar cualquier hechizo curativo. Algunas leyendas en el Norte cuentan que a los enfermos y desvalidos les bastaba con pisar un solo palmo de tierra para reponerse de sus dolencias.

»No puedo asegurarte que esta información sea cierta, no en su totalidad, porque nunca he estado allí. Pero Joseph estaba convencido del potencial mágico de aquella región. Me refiero a la Isla del Invierno. Puede ser un lugar peligroso, porque dicen que habita un dragón... Pero un dragón viejo, en palabras de Joseph. Si no quedara otra opción, si las heridas de Catherine no respondieran al tratamiento, puede ser una opción alternativa
».

Francamente, esperaba que no fuera necesario realizar el viaje, pero, dadas las circunstancias, no creía conveniente cerrar ninguna puerta.

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Re: La fría luz de las estrellas {Narshel}por Lumière Noire, Dom Feb 07, 2021 5:20 am
Supongo que habría de alegrarme el hecho de que Narshel no conociera en estos momentos a nadie que padeciera de heridas causadas por magia oscura. ¡Y me alegro, no me malinterpretéis! Pero eso dificultaba un tanto el progreso de mi aprendizaje, puesto que llegados a cierto punto necesitaré poner en práctica mis conocimientos, y para ello tendré menester de, bueno, gente a la que curar. Siempre puede llegar alguien a Ayrewïe que necesite tratamientos para purgar la ponzoña de la magia oscura de su cuerpo, pero si mi tiempo entre los regios muros de la fortaleza y los tiempos de paz que corren me han enseñado algo, es que los pacientes que duermen en las camas con finas sábanas de lino suelen padecer de enfermedades de origen mundano, y ocasionalmente alguna quemadura mágica.

En fin. Poca gente sabe lo que le depara el mañana. Solo espero que el hilo de mis pensamientos no tiente al destino tanto como para hacer que se nos quiebre la frágil paz que reina en el Valle con la llegada de otros tantos magos oscuros. Las comisuras de mis labios se torcieron suavemente, no sé si para bien o para mal. Algunas cosas es mejor dejarlas descansar en los buenos tiempos; no se le tiene nostalgia a todo. Pero hay otras cosas que merecen ser rescatadas del sueño de los recuerdos, como le hice saber a Narshel: no es tarde para arreglar las cosas, para franquear el abismo que parecía separarla a ella de los príncipes del Norte y volver a erigir puentes y establecer lazos. Ella pareció ver la razón en mis palabras, habiéndose quedado en silencio largo rato meditando mis palabras, y podía ver en su porte y su expresión la cantidad de emociones que le provocaba la idea de un reencuentro y muchas más explicaciones.

Cuando ya consideré que habíamos dicho todo lo que íbamos a revelar en esta reunión y estaba preparando para despedirme, escuché la voz de Narshel en mi cabeza, y me pregunté si no había sido demasiado precoz al deshacer la cúpula. Da igual, somos archimagas; tenemos maneras de comunicarnos sin que nadie nos espíe. Me contó algo que sabía por Joseph, que existía un lugar en mi tierra patria de donde emanaba una increíble energía positiva: basta, según cuentan, con que alguien ponga el pie en ese pedazo de paraíso para que se le curen todos los males. Cuando lo mencionó por nombre, esbocé una sonrisa. Claro. La Isla del Invierno. He de reconocer que no estaba al tanto de las propiedades curativas que se le atribuían.

La conozco, más bien, por cuentos de la infancia, por leyendas, por ser el típico lugar en el que la niña buena se encuentra con una bruja que le da a elegir entre varios regalos y ella elige el más pequeño y sale beneficiada, y en el que la niña mala elige el regalo grande y sale mal parada. Lo conozco por ser el lugar que, según las leyendas, se encuentra al este del sol y al oeste de la luna. Cuentan que hay un palacio de hielo en el que la reina del invierno (o, a veces, una de las hijas de Svea y Ravn) tiene su corte, con sus duendes de las nieves y esas bellas damas que mudan su piel humana para convertirse en focas y ballenas.

Le respondí de la misma manera, con sinceridad:

«Esperemos que el dragón sea uno agradable, o al menos no muy territorial. Creo que lo más apropiado sería realizar una pequeña expedición hacia la Isla, a ver cuánta verdad hay detrás de las palabras de Joseph y las antiguas leyendas. No sé si será necesario llevar a Catherine hasta ahí para curarla, pero... considero que practicar en un lugar con tal abundancia de energía puede ayudarme a progresar con mayor rapidez, y nunca está de más ver cuál es la actitud de los habitantes del lugar antes de desplazar a Catherine hasta allí», le expliqué, con una sonrisa, y poco después le expliqué a qué se debían mis prisas. «Me he propuesto dominar la Magia de la Luz para curar a Catherine antes de su boda, o al menos progresar lo suficiente como para poder hacerlo.»

Tengo fe en mí misma —continué, ahora en voz alta—. Fue una decisión muy fácil, la de consagrarme a la Magia de la Luz, y sé que si me esfuerzo alcanzaré mi objetivo a tiempo; es como si la Diosa estuviera guiando mis pasos, como si ella hubiera decretado que es mi destino. Como... sí, como una profecía, ¿por qué no? —Aún recordaba la parte que me tocó jugar hacía tantos años, y cómo el papel del Sasha era el de salvarme, de viajar «al corazón del Desierto Eterno por amor». Ahora, tantos años después, me encuentro yo en la posición de viajar al corazón, no del Desierto Eterno sino de la Isla del Invierno, y por amor, sí, pero no el mismo que compartía con él, sino un cariño y afecto hacia Crescent y Catherine, forjados por años de camaradería y sufrimiento—. Lo siento; sé que no deberíamos pronunciar esa palabra entre estos muros. No queremos tentar a la suerte, ¿no?

»Gracias por tu ayuda, Narshel. Y si tú necesitas algo de mí, no dudes en pedírmelo. Pero, por ahora, creo que debería volver a mis estudios, y también tengo que prepararme para mi pequeña escapada.

En verdad, había poco que preparar. La isla se encuentra más allá de la costa de Skogene, por lo que no me sería demasiado difícil alcanzarla. Sin embargo, quizás no sea buena idea manifestarme ahí alardeando de mis dotes mágicas, no fuera a ser que eso molestara al dragón. En ese caso, necesitaría un pequeño barco para llegar ahí, quizás víveres y quizás algunas capas más de ropa de lo normal. A fin de cuentas, se trata de la Isla del Invierno, no creo que ese nombre le venga por casualidad. ¿Debería invitar también a Michelle, o debería ir sola? Quizás el frío no le resulte agradable, pero también existen los hechizos térmicos. Con la cabeza llena de preparativos, me despedí de Narshel y salí del observatorio.
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