Rigg T. Sunderland
Rigg T. Sunderland
Humano
Nombre : Rigg T. Sunderland
Escuela : Fortaleza de Aressher
Bando : El Dios
Condición vital : Vivo
Rango de mago : Aprendiz de primer grado
Clase social : Burgués
Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 26/03/2019
Edad : 33
Localización : Fortaleza de Aressher
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UN LIBRO, UNA SALA Y UN ENTRENAMIENTOpor Rigg T. Sunderland, Miér Mar 27, 2019 12:09 pm
Las clases ya habían comenzado y qué decir, no había comenzado con buen pie. Pero por eso estaba yo ahí aquel día, en la sala de entrenamiento dispuesto a practicar los hechizos del libro de la Tierra. Era una habitación, cuanto menos, descomunal. Aunque, siendo sincero, daba un poco de mal rollo entrar ahí. Miraras donde miraras habían máquinas que parecían recién sacadas de un relato de terror. Suponía que serían algo estilo muñecos de pruebas. Al fin y al cabo, en esa sala de no dejaban de ir tanto aprendices de magos como de guerreros a practicar.Y, desde luego, en esa sala no faltaba de nada. Incluso si te lo proponías, con imaginación, podrías usarla como sala de torturas.

La cosa es que no quise perder más tiempo y abrí el libro a repasar algunos hechizos que habían allí guardados. Comencé con un hechizo que se llamaba Lanzas Edáficas, pronuncié las runas y del suelo brotaron una raíces afiladas hacia arriba. Bien, me gustaba, con un poco más de control incluso podría hacer que esas raíces me rodearan y así poder protegerme ante cualquier ataque.Volví a pronunciar el hechizo, esta vez con intenciones ofensivas, hacia un muñeco de pruebas, y las raíces terminaron por atraversarlo. ¡Hechizo dominado!

El siguiente hechizo era el hechizo de la Fosa. Pronuncié, aún con dificultas, las runas y concentré mis fuerzas en un trozo del suelo, el cual comenzó por levantarse un par de metros. Perfecto, otro ataque ofensivo. Intenté dirigirlo hacia otro de los muñecos, pero se me descontroló y el trozo de tierra terminó cayendo al suelo, rompiéndose en mil pedazos. Bueno, no todo lo podía dominar a la primera, pero un par de entrenamientos más y lo tendría completamente bajo control. De momento nada me estaba resultando especialmente costoso.

El siguiente hechizo que podía intentar, allí mismo, en aquellas circunstancias, era el de Corteza Ancestral. Pronuncié las runas e inmediatamente comenzó a bortar de mi piel lo que parecía ser una corteza de árbol. Aunque solo llegó a recubrirme un dedo antes de parar. Era impresionante, no sentía nada, era como si mi dedo se hubiera convertido en un árbol. Claramente, era el primer hechizo defensivo de aquel libro. Algo qu eme vendría bastante bien. En un par de segundos la corteza que me recubría el dedo se me desprendió, volviendo a dejar mi dedo normal y corriente. Bueno, con más práctica lograría que el efecto durara más tiempo.

En lo siguientes hechizos logré animar un objeto sin vida en incluso modificar su forma y peso. La verdad es que aquel libro tenía varias sorpresas que jamás me habría imaginado. Incluso tenía elementales, al parecer eran como una especie de invocaciones que me ayudarían en el combate. Uno de ellos era un árbol humanoide, aunque no logré invocarlo. También había un duende y un lobo del rosal. ¡Hasta un golem! Dominar el libro de la Tierra sería algo bastante útil, pues una vez sabiendo todo lo que me ofrecía ya podría defenderme. Ya no tendría por qué ser el mismo inútil de Rigg que siempre he sido. Ahora podía invocar elementales y hacer salir raíces afiladas del suelo a voluntad. Ahora, incluso, podía salir a la superficie y buscar a mi hermano por mi propia cuenta.

Sé que no era el más poderoso, ni mucho menos, el que más sabía de la Cueva Oscura. Pero al menos ahora podía hacer algo, como invocar a un elemental que me diera tiempo a huir. Solo con eso ya podía hacer cosas más útiles que antes, que dependía de la protección que me dieran las personas de las que me rodeaba. Me sentía bastante orgulloso de mí mismo. Después de todo, no estaba tan mal estudiar la magia y hacer uso de ese don que se me otorgó cuando nací. Y pensar que en su día lo rechacé porque no le veía utilidad en mi vida...

Tras todo ese entrenamiento me encontraba bastante exhausto. Acababa de gastar una cantidad de energía impresionante. El sudor caía por mi frente y apenas me sostenía sobre mis piernas. Lo mejor que podía hacer en ese momento era ir a darme un baño y a mi habitación a dormir. Ya seguiría entrenando otro día. Ahora solo pensaba en meterme bajo las pieles de mi cama, con la ventana abierta, pues me gustaba sentir el aire frío en mi cara, y mientras caía profundamente dormido mirar al vacío que me ofrecía aquella minúscula ventana. Ya me estaba acostumbrando a ese estilo de vida.
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