Valiéndose de la magia, Alice transportó a un desmayado y terriblemente herido Guzmán a la enfermería. Lo depositó sobre una de las camas y, cumpliendo con el ritual de "iniciación" de cada mago consagrado, empezó a sanar sus heridas y quemaduras. La archimaga tenía ya mucha experiencia en aquel tipo de sucesos, por lo que apenas le costó esfuerzo realizar los hechizos adecuados; de hecho, se sabía hasta la cantidad exacta de energía necesaria para cada conjuro y cuántos eran indispensables para sanar las contusiones.

Tardaría algún tiempo en despertar: bien podían ser horas, bien podían ser semanas. Guzmán había realizado la Prueba del Fuego de forma inmejorable, tanto que se había ganado la admiración de su propia Maestra. No obstante, un gran esfuerzo siempre supone una larga recuperación, por lo que Alice estimaba que tendría que pasarse más de una noche en la enfermería.

—Felicidades —dijo, aunque sabía que el recién graduado no podría escucharla.

Cuando se aseguró de que el mago no precisaba de más cuidados, abandonó la enfermería mediante un conjuro de teletransportación.

...No sabía cuanto tiempo llevaba corriendo por el bosque, escuchando los relinches de los acelerados caballos cada vez más cerca y las voces enfurecidas de los guardias que llevaban días hostigándome cada vez más claras. Me perseguían sin tregua, obligándome a huir sin descanso... escapando de mi propia casa y de todo lo que había conocido...

Hasta que, sin resistir más, caí en la cuneta del camino, entre las zarzas y el barro. Antes de la extenuación total de mis sentidos, logré divisar una silueta rojiza que se aproximaba a mi...


En un segundo que no tenía nada de particular, bien podría haber sido el anterior o el siguiente, la consciencia volvió a abordar mi mente, y jadeando por los múltiples dolores que aquejaban mi cuerpo, abrí cautelosamente un ojo... La suave luz de las velas permitió que mi pupila se acomodara rápidamente y pudiera comprobar que estaba de nuevo en la enfermería de la escuela del Lago de Luna... ¿Otra vez? Una ojeada a la mesilla auxiliar me bastó para saber que mis últimos pensamientos habían sido solo un mal sueño. La túnica roja que allí reposaba lo corroboraba, eso y que había aprobado la terrible Prueba de Fuego... Ya era un mago consagrado.

Cuando miré al otro lado, encontré a Lucía, la dulce niña que siempre se mostró amable conmigo, y no cesó hasta que yo me mostré igualmente amigable con ella. Ahora estaba velando mi sueño recuperativo, apoltronada malamente en una silla al lado derecho de la cabecera de mi cama, dormida.

-Lucía... Ei, Luci... -Dije suavemente mientras me incorporaba un poco, sintiendome cansadísimo, aunque sano.

-¿Qu.. que?... OH!! GUZMÁN!!! GRACIAS A LA DIOSA, HAS DESPERTADO!!- se levantó de un salto y me abrazó con sus delgados brazos, cubriéndome de besos e implorando a la Diosa y dando gracias al cielo y miles de incongruencias ininteligibles hasta que un gemido ahogado que se me escapó la hizo reaccionar.

-Ui, perdón, perdón... te he echo daño... lo siento. Guzmán, es imposible que sigas herido, llevas dormido 4 días!!

-Ocho noches, ¿querrás decir? -Bromeé señalando con la mirada hacia la ventana más próxima, que dejaba ver la eterna noche del Lago de Luna. - Guau, si que he dormido... Pero no es que tenga heridas... es que me duelen los músculos... seguramente por haber estado postrado todo este tiempo.

Lucía siguió mirándome con esos ojazos infantiles, pero a la vez maduros. Tras unos segundos, empezó a hacerme preguntas sobre la prueba, sobre como me sentía, sobre la prueba, sobre que tal tenía la espalda, sobre la prueba...

-Me encontré con la Maestra el día de tu prueba... bueno, estaba esperando en los pasillos de enfrente de la sala de pruebas. Cuando volvió de dejarte aquí para recoger la sala, me encontró y me dijo que podría venir a verte cuando pasaran unas horas... yo le pregunté que si estabas gravemente herido, y me dijo que no, solo agotado, y me dijo también que lo habías hecho muy bien, y que si quería podía estar aquí todo el tiempo, para que cuando despertaras fuera la primera en decirte que...que ¡¡has aprobado!! ¿No es genial? Hasta te planché y doble la túnica roja un par de veces para que te quede perfecta...

-Luci, Luci...-la interrumpí, sintiendome terriblemente cansado como para soportar con vida el enorme bombardeo de información que mi joven amiga me trasmitía a una increíble velocidad. Había mantenido siempre una escucha activa, como le gustaba a ella... asintiendo, frunciendo el ceño, mostrándome sorprendido, alegre, confuso... pero ahora solo quería levantarme y asearme un poco y tenía que pararle el carro o no callaría nunca. -Ayúdame a levantarme, ¿quieres? Tengo que pasear un poco antes de que se me caigan las piernas.

Con la ayuda de Lucía me levanté y me di una vuelta por la enfermería para desentumecer mis músculos. No me puse ropa alguna, además de los calzones de cuero que, afortunadamente, ya llevaba puestos al levantarme.

Tras dar unas vueltas, Lucía volvió a la carga, y continuó hablando sin parar. Me dirigí hacia la silla, y contemplé la túnica roja unos instantes... Por fin la había conseguido. No sabría decir cuanto tiempo había pasado desde que llegué al Lago de Luna, posiblemente años... Años en los que no me había dado a conocer, en los que me había encerrado en mi mismo y en mis estudios; a parte de Lucía y la propia Maestra, dudo que nadie más en la escuela supiera algo más de mi que mi nombre...

Y ahora ya era mago consagrado... Podría ir a conocer mundo, solicitar un puesto como Maestro en la Escuela, realizar investigaciones sobre magias antiguas o encantamientos todavía desconocidos... un sinfín de posibilidades, pero por ahora no quería pensar en ello, solo quería descansar un poco más.

Me despedí de Lucía, que salió corriendo, según dijo, hacia la sala común, para contarle a los otros alumnos de su edad la información que había obtenido acerca de mi prueba.

Sintiéndome un poco culpable por el sentimiento de alivio que me invadió, me acerqué a una palangana que contenía agua cristalina y me mojé la cara y el cuello. El agua escurrió por mi espalda provocándome un escalofrío. Tras un minuto, volví a recostarme en el jergón de la enfermería y me sumí en un ligero sueño, satisfecho de mi mismo. No auguraba una siesta muy larga, por que era posible que una nueva visita me despertara de mi sueño.

A mis oídos llegó la noticia de que uno de nuestros compañeros de la Escuela del Lago de la Luna había finalizado la Prueba del Fuego. Sin duda, Guzmán Elaguadelvalle había obtenido la tan preciada túnica roja, que designa a un aprendiz como Mago Consagrado; La verdad es que llevaba tiempo estudiando sus movimientos, pues pienso que alguien como él reúne los requisitos necesarios para formar parte de mi "Equipo Especial". Tal vez debería ir a hacer una visita... ¡puede que hasta haya dulces!

Me teletransporté a la entrada de la enfermería, pero me detuve antes de tocar a la puerta. ¿De verdad voy a entrar como si fuera una persona normal? ¡Por supuesto que no! Entonces, utilizé un conjuro de teletransportación especial con el que no pudiera detectarme, y me materializé justo en la camilla de al lado.

Y usando mis poderes mentales, grité:

- ¡Enhorabuena, Guzmán!

Y antes de que el sujeto pudiera darse cuenta de mi presencia, corrí la cortina que separaba nuestras camas y esbozé la más amplia de todas las sonrisas

Como temía, una nueva visita vino a despertarme, pero no lo hizo llamando a la puerta, como era de esperar... si no con un tremendo grito mental, que aturdió por un momento todo los rincones de mi mente.

-¡¡¿Pero que co...?!! -dije, medio dormido todavía. Cuando mis ojos, abiertos como platos, vieron en la cama contigua al joven Xerxes, que sonreía exageradamente.

-Ah... Hola, Xerxes... Gracias.-Dige, intentando disimular una sonrisilla de satisfacción que afloró por si sola en mis labios.

Lo cierto es que hacía ya tiempo que conocía a mi compañero, pero nunca habíamos hablado más de tres palabras seguidas...

De todas maneras, había venido a verme a la enfermería, y era todo un detalle por su parte.

-¿Tu como llevas tus estudios? Veo que avanzas rápidamente. -Observé, señalando su túnica de color violeta, que le caracterizaba como aprendiz de cuarto grado.
No era una pregunta muy inteligente, pensé después de pronunciarla... Lo cierto es que el chico me intrigaba y me apetecía hablar un rato con él, pero se me hacía muy difícil iniciar una conversación al ver su extraña sonrisa y su impasible postura...

-Y... ¿Que te cuentas?- Puf, fantástico, eres todo un orador, Guzmán...

Siempre podía esperar con cara de tonto a que él iniciara un conversación interesante.

Obviamente, el bueno de Guzmán se asustó. ¡Cómo me gusta hacer esto!

- Pues todo va bien - comenté cuando me preguntó que qué tal me iba - Ya sabes: algo oscuro, rodeados de agua y, como siempre, lleno de estrellas. ¿Qué le vamos a hacer?

Estar delante suya resulta escalofriante. Su potencial es extremadamente bueno. No hay ninguna duda: es justo lo que andaba buscando

- Vine en cuanto me enteré de tu graduación - le expliqué - y ahora que ya tienes tu túnica roja, creo que ha llegado el momento de que hablemos de temas más... trascendentales.

Me levanté de la cama y rebusqué en mi bolso, para después sacar mi caja de caramelos.

- Te sugiero que te pongas cómodo - le dije, mientras agitaba mi cajita con la lengua fuera, comprobando si quedaban suficientes caramelos para una conversación tan larga - No me gustaría que te desmayaras por el cansancio. ¿Un caramelo?

Saqué uno con sabor a menta y me senté en la silla donde se encontraba (bien plegada y planchada) su túnica roja:

- Déjame hacerte una pregunta - le pedí, esta vez con una sonrisa maliciosa - ¿cómo está tu hermana?

Xerxes se puso extrañamente misterioso unos segundos, para, un segundo después mostrarse de nuevo jovial como solía. Se sentó más cerca de mi y se comió un caramelo, ofreciéndome uno a mí.
Después me pidió permiso para hacerme una pregunta y sin esperar respuesta, la formuló... tal vez el contenido mismo de la pregunta habría bastado para sobresaltarme, pero la despreocupación con la que lo dijo consiguió descolocarme por completo.



¿cómo está tu hermana? había dicho Xerxes...

-¡¡¿¿QUÉ HAS DICHO??!! -fue lo único que pude decir, aunque en mi cabeza se arremolinaban infinidad de cuestiones; Como sabes que tengo una hermana, que quieres decir con "como está", que sabes de ella, acaso está en la escuela, has recibido noticias de mi casa....

Mi rostro desencajado por la sorpresa se debió encargar de formular dichas preguntas por mi, por que Xerxes acentuó su maliciosa sonrisa y esperó a que me calmara un poco para continuar con su extraña conversación, por no llamarlo monólogo.

Guzmán comenzó a preguntarme que cómo conocía la existencia de su hermana, que si había pasado algo en su casa... ¡todo según lo previsto!

- Tranquilo, Guzmán - le dije, después de soltar una carcajada - Te he estado observando durante mucho tiempo. ¡Y Lucy no hace más que contar maravillas sobre tí! O al menos lo piensa... También sé que tienes una fuente en tu habitación desde la que vigilas tu antigua hogar y a tu pedante hermana. ¡Buen truco, por cierto! ¡No muchos magos son capaces de crear toda una fuente que tenga las capacidades de un Óculo!

Hasta yo me di cuenta de que estaba hablando demasiado rápido. ¡Qué vergüenza! ¡Estoy hablando con un enfermo, debería ser más considerado!

- El caso es que... creo que eres justo lo que necesito... y yo soy justo lo que necesitas. Y con respecto a tu hermana, ¿hasta que punto desearías acabar con su vida?

La pregunta que acababa de formular y la sencillez con la que la he pronunciado bastarán para que el barril de pólvora explote y todo empieze a girar como debería haber hecho desde hace mucho, mucho tiempo.

Lo cierto es que las palabras de Xerxes habían conseguido desperezarme con completo. No daba crédito a lo que estaba oyendo...

Por lo visto, había estado pendiente de mis movimientos, y hasta tenía conocimiento sobre mi óculo "secreto" y las desavenencias con mi hermana. Pero pensándolo bien, no tenía sentido que lo contara con tanta despreocupación justo en ese momento.

-¿A que te refieres con que me necesitas... y con que eres lo que yo necesito? -Lo cierto es que el misterio ya empezaba a molestarme... quería que hablara claro y expresase sus deseos abiertamente.
Me impactó sobre todo su última pregunta...

Y con respecto a tu hermana, ¿hasta que punto desearías acabar con su vida?

-¿Que? Oye, lo siento mucho, pero no se lo que sabes, o crees saber acerca de mi o de mi familia, pero no creo que sea correcto hacerme este tipo de preguntas.

Era cierto que odio a mi hermana y que estoy seguro de que el mundo sería algo mejor sin ella, pero Xerxes era prácticamente un desconocido y no me parecía bien hablar con él sobre mis asuntos familiares... Además, hice una promesa a la Maestra, y aunque ya no "necesitaba" seguir en la escuela, ya que había finalizado mi adiestramiento básico, no quería faltar a dicha promesa.
No. Ya no albergaba en mi corazón deseos asesinos.

-Mira, Xerxes, no creo que tenga que darte explicaciones, pero ya que has hecho la pregunta, te daré una respuesta. No deseo la muerte de mi hermana.

En ese momento, la sonrisa pícara del joven me iluminó las entendederas. Era un mentalista... Claro, así se había hecho con la información que acababa de desvelar. Si hubiera estado alerta, podría haber bloqueado el acceso a mi mente, pero ¿Como imaginar que un compañero estaría indagando en mis recuerdos?

Solté un suspiro y ni me molesté en explicarle mis razonamientos... Ahora que estaba sobre aviso, sentía su conciencia rebuscando en la mía, y supe que estaba al corriente de lo que estaba pensando desde que me despertó hace unos minutos.

-Muy bien, astuto chavalillo. Ya sabes mis alicientes los factores que me condicionan. Hice una promesa que no quiero romper, aunque es inútil negarte que si deseo un escarmiento para mi hermana. Si lo que quieres es hacer un pacto, que es lo que creo aunque desconozca tus motivos, tienes que explicarme que esperas conseguir, y desde ya te digo que, si he de aplicar algún castigo a gente malvada lo haré, pero no atentaré contra la vida de nadie, a no se que sea en el fragor de una batalla. -Dije intentando dominar la situación. Una cosa era asociarme con alguien para obtener un beneficio mutuo, y otra bien diferente someterme a sus deseos... y si controlaba secretos sobre mi, podría manejarme a placer.

Sonreí... - Creo que ya has notado que he velado mi mente a tu visión. Puede que tus poderes mentales sean superiores, pero notaré tu presencia si intentas volver a leer mi miente y, si lo haces, puedes olvidarte de contar con mi ayuda.

No estaba del todo contento con como había ido evolucionando la improvisada reunión, pero no se por que, me había sido imposible zanjar la cuestión desde un primer momento y pedirle a Xerxes que me dejara solo... No es que desconfiara de él, pero ese aire de misterio que le rodea tampoco me permite confiar completamente, al menos hasta que se explique con claridad.
Sin embargo, esa desconfianza no era tan poderosa como la atracción que ejercía su hipnótica mirada, su aire de seguridad, la sensación de que el joven se creía capaz de todo y, lo que era peor, que hacía que los demás lo pensaran también... Lo cierto, y no valía la pena negarlo, era que me interesaba realmente conocer más al fascinante aprendiz... tal vez me estubiera dejando llevar por el viejo refrán "A quien a buen árbol se arrima..."

¿Yo? ¿Un jovencito? ¡Pues sí! Lo cierto es que soy bastante joven... para alguien cuya madre fue una elfa de las Brumas. Pero eso no es lo que importa. Ahora no puedo colarme en su mente sin que él se de cuenta. ¡Jo, con lo que me divertía haciéndolo!

- De modo que... sin rodeos, ¿eh? - le pregunté, en vista de que quería conocer mis intenciones - Muy bien, te lo contaré

Me recosté en la silla y decidí tomarme otro caramelo

- Tengo una gran empresa entre manos, y estoy reclutando a todo un equipo para llevarlo a cabo. Dichos miembros deben proceder de las diferentes escuelas de magia repartidas por el mundo, ya que solo un miembro de cada escuela tiene el derecho de recojer su gran tesoro.

¡Puñeta! ¡He dicho "tesoro"! ¡Ahora voy a tener que explicarle eso también!

- Me explicaré - le dije, aclarándome la garganta - Cada escuela posee un "Secreto". Hay un total de seis secretos repartidos entre las diferentes escuelas, incluyendo la reciente Fortaleza de Aressher. El portador de un "Secreto" obtiene un poder elemental de una potencia incalculable. Eso sí, solo del elemento del que procede dicho secreto.

Me tragué el caramelo de menta y me reconfortó notar como el sabor de la menta aclaraba mi garganta:

- Yo no puedo recojer todos esos secretos... al menos, no por mi cuenta. Por eso necesito a un alumno aventajado de cada escuela para que recojan sus "secretos" y, juntos, poder ayudarme a llevar a acabo el "Plan Maestro" con el que haré de este mundo, un lugar mejor.

Guzmán me observó, anonadado por lo que le estaba contando. No le culpo, yo también me sentí así cuando lo pensé por primera vez:

- Si te he hablado de tu hermana es porque sé que quieres que reciba su merecido - proseguí - pero tienes miedo de que impartir justícia te haga salir perjudicado.

Sonreí con malicia y astucia, y entonces jugué mi "as bajo la manga":

- Pero yo me pregunto... ¿por qué escojer y salir perjudicado? ¿Por qué limitarte a las opciones que te propone el Destino? ¡Cambia el curso de los acontecimientos!... Deja que sea otro quien despache a tu hermana

Definitivamente, no iba a ser posible que Xerxes se expresara sin encubrirse de un halo de misterio, así que, resignado, intenté comprender lo que me proponía.

-¿Me estás diciendo que pretendes usarme para "robar" el secreto de la escuela del Lago de Luna? No se, perdona si te parezco escéptico, pero no me resulta tranquilizadora la forma en que dices eso de "tu plan maestro". Si al menos pudieras explicarme minimamente el objetivo final de ese gran plan... Entiende que no puedo proporcionarle poder ilimitado a alguien si no se lo que pretende... ¿Quien me dice que no te convertirás en un tirano o un genocida?

No creía en serio que Xerxes fuera mal tipo, pero necesitaba más datos sobre él y sus planes para acceder a su propuesta.

Sin embargo, lo que dijo al final acerca de mi hermana si que me gustó...

-Si, supongo que eso podría estar bien... Esa perra tendría su merecido y yo me vería exento de culpa... ¿Debo entender con esto que si consigo usar en tu favor uno de esos "Secretos", tu te encargarás de ella?

No estaba seguro de que vender la vida de una hermana, por pérfida que fuera, estuviera dentro de lo aceptable según el código moral que le había inculcado... pero aún así, no podía evitar el sentimiento de gozo que me invadía de solo pensarlo.

Veo que ha captado la idea. ¡Si es que mis cualidades de orador son inigualables!

- La Muerte tiene un modo curioso de alterar las prioridades - comenté, mirando por la ventana; entonces, me dirijí hacia él - Este es el trato: Yo me cuelo en tu mansión, busco a tu hermana, la apuñalo, tú ves cumplida tu venganza y tu promesa... y a cambio solo deberás jurarme lealtad absoluta. ¡Un acuerdo de lo más justo!

De hecho, creo que es una de las cosas más justas que he hecho nunca. ¡Al fin este mundo verá la Luz!

- Entonces... ¿hay trato?

Por unos momentos estuve a punto de dejarme llevar por la tentación... la maravillosa tentación. La mano que me tendía Xerxes, más allá de sus planes para instaurar una utopía, me ofrecía la venganza que tanto ansiaba... No. Que tanto había ansiado.

-Lo siento Xerxes, pero no puedo hacerlo. Siento si en algún momento ha podido parecer que el trato estaba prácticamente cerrado, me han pasado muchas cosas por la cabeza mientras hablabas. Ya conoces los motivos que tengo, en pro y en contra, pero por ahora creo que para mi pesan más los contras.

La promesa que le había hecho a la maestra seguía y seguiría en pie toda mi vida, y si bien, el trato de Xerxes me ofrecía una "trampa" que podría eludir mi responsabilidad, no me parecía ético traicionar así la confianza y la inteligencia de Alice.

-De verdad que lo siento, y tu sueño de un mundo libre de maldad es realmente tentador, pero no creo que sea la persona indicada para participar. Nunca creí que el fin justificara los medios, y creo que es algo con lo que tu no estás de acuerdo. De todas formas, ayudaré indirectamente o puntualmente si está en mi mano. No seré yo quien se interponga en la erradicación del mal.


No sabía que más podría decir... por lo que no dije nada. Esperaba que Xerxes no se lo tomara muy a mal. Desde luego, intentaría leer mi mente, y le dejaría hacerlo, para que pudiera comprobar que no tenía nada en su contra o en contra de sus planes.

Esperé que su respuesta tumbado en mi jergón, con la cara más placida que podía tener.

Tras un largo silencio, Guzmán me dio a conocer su respuesta... negativa. Parecía que todo estaba hecho, pero al parecer ha cambiado de idea en el último segundo. No negaré que me decepciona su decisión, pero no soy de esos que se vengan de los que rechazan sus ofertas. ¡Estoy loco, pero no tanto!

- ¡Lástima! - le dije, poniendo una carantoña - ¡Y yo que creía que podríamos llegar a ser un buen equipo!

Le leería la mente, pero no tiene sentido. Hasta un niño podía ver que decía la verdad. De todas formas...

- ¡En fin! ¡Se hace tarde! ¡Y no lo digo por que fuera se esté a oscuras! - le tendí mi mano en señal de amistad, y él me la apretó con fuerza - De todas formas, mi oferta sigue en pie

Durante el momento en el que nos estrechamos la mano, empleé mi mejor conjuro telepático. Tan sutil que ni siquiera él se daría cuenta de que le estoy leyendo la mente. Pero no lo hice para comprobar si me decía la verdad. Buscaba algo más específico...

Villa Petrini. Lo tengo. Ahora conozco la ubicación exacta de su mansión... ahora tengo acceso a su hermana.

Sin nada más que alegar y con una sonrisa en mis labios, desaparecí de la habitación empleando el conjuro de teletransportación.

Desde luego, y por no variar, la respuesta de Xerxes me sorprendió. Imaginaba que intentaría convencerme, o incluso utilizar su conocimiento sobre mi para hacerme chantaje... pero resultó que aceptó estoicamente mi situación, e incluso bromeó sobre ello.

No quería que pensara que no había tomado en serio su proposición, nada más lejos... pero llevaba mucho tiempo sometido a otros y ahora que había logrado ser libre, no tenía ganas de atarme a nada ni a nadie.

-Nos veremos por aquí, Xerxes. Gracias por tu sinceridad y tu comprensión. Espero que esto no sea motivo de enemistad, de verdad. - Sonreí tímidamente.

Se dispuso a marcharse, y se despidió cordialmente con un apretón de manos al que respondí con total sinceridad, pero no dejó pasar la oportunidad de reafirmar su petición; "De todas formas, mi oferta sigue en pie"

Sonreí divertido mientras caminaba hacia la puerta. "Un chico curioso, si señor. Sin embargo, está claro que con esa personalidad llegará lejos..."

Sin embargo, no pude evitar que viniera a mi mente un sombrío pensamiento acerca de lo sucedido en los momentos anteriores. No quería pensar mal sobre Xerxes, pero eso no obviaba el hecho de que había estado espiando y que sabía muchas cosas sobre mi. Tendría que andarme con ojo a partir de ahora... Sinceramente, dudaba que utilizara mis secretos en mi contra, pero el solo hecho de tener que preocuparme por ello, ya era preocupante.

Pasados unos minutos, decidí que ya había descansado suficiente. Aunque algo tambaleante, me enfundé mi ropa y mis botas y salí al corredor, dispuesto a presentarme ante mi maestra, esta vez como mago.