Llegar al fin al lugar por el cual había viajado durante horas me dio una sensación gratificante. No sé si era cosa mía pero todo lo que me rodeaba era muy diferente a lo que conocía. Me sabía todo sobre mi aldea natal, donde había nacido y vivido hasta el momento. Cada calle, tienda y rincón. Pero aquel lugar era diferente y extraño. Creo que me infundía un poco de miedo por no saber cómo sería mi vida a partir de ahora. Me parecía que incluso el aire tenía algo distinto. No sé exactamente si me gustaba o no aquello. Pero los cambios eran algo que ocurrían constantemente en la vida de cada persona -yo no era la excepción- y tan solo hacía falta acostumbrarse a ellos.

Llegué a la escuela, que más bien era como un castillo reformado para un nuevo uso. Era grande y espacioso. Pero sobre todo también estaba vacío, completamente vacío. No había ni un solo alma en pena vagando por los fantasmales pasillos de mi nueva escuela. Nada. Asomé mi cabeza por algunos sitios e incluso pregunté si alguien me podía atender a pleno pulmón. Pero nadie ni nada se me acercaba a recibirme. Con lo que tendría que tomarme las molestias de establecerme allí yo solo, son la ayuda de nadie. Da igual, tampoco la necesitaba.

Comencé por acercarme a una especie de habitación aislada donde se supone que era donde atendían a los nuevos. Dirección. Y, asombrosamente había una única persona. ¿Acaso estaba sorda? No sé, la habitación tampoco estaba tan separada del recibidor como para no escuchar los gritos que pegué nada más llegar. Me presenté y después de unas disculpas por parte de aquella persona recibí una llave, un mapa de la escuela y el arma con el que empezaría a descubrir el mundo de la lucha: una ballesta con sus respectivas flechas.

Miré el mapa y comencé a subir escaleras en dirección a mi nueva habitación. Escalón tras escalón. Nadie había en aquel lugar. Creo que estaría un tanto solo... ¿Mejor? ¿Más tiempo libre para centrarme en mis estudios? Tampoco quiero ser un marginado  social pero graduado en ballestas. Por fin llegué al punto indicado, mi objetivo, mi habitación.

Abrí la puerta con la llave y entré. Cerré la puerta e inspeccioné la habitación. Una cama a un lado, un escritorio después de la cama y seguida la ventana. Al otro lado un armario. Suficiente para vivir... aunque yo más bien diría sobrevivir. Tampoco necesitaba mucho más para estar feliz, ya que he vivido en la calle, y en ella hay mucho menos que en esa pequeña habitación. No llevaba nada de equipaje, iba con lo puesto. Por suerte en el armario había alguna que otra prenda de mi talla. Dejé la ballesta en el escritorio y me tumbé en la cama. Ya me tocaba dormir un poco después del largo viaje a caballo que había hecho para estar en aquel desértico lugar.