Jeanne Arc
Jeanne Arc
Cuenta inactiva
Nombre : Jeanne Arc
Escuela : La Torre
Bando : La Diosa
Condición vital : Viva
Rango de guerrero : Guerrera aprendiz (mazas y martillos, una mano)
Clase social : Burguesía
Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 26/01/2015
Edad : 31
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Entrenando por mi cuentapor Jeanne Arc, Mar Feb 03, 2015 5:11 am
Habían pasado unos días desde que la joven de piel pálida había llegado hasta aquel lugar para entrenarse y superarse como Guerrero. Había pasado por todo tipo de dificultades para estar allí, y de algún modo sentía que era donde verdaderamente debía estar. Ella había crecido entre el amor de unas personas que no tenían nada que ver con ella, nunca había carecido de nada y aún así, siempre sintió que no pertenecía a ningún lugar. Pero La Torre era un lugar diferente. Ese lugar lleno de magia le había permitido tomar las riendas de su destino y dedicárselo a su más fiel creencia: La Diosa. El sol apenas comenzaba a asomarse tímidamente en el horizonte, y los cálidos rayos del astro rey comenzaban a inundar con su luz todo el paisaje. Aquel hermoso despliegue de colores que anunciaban la llegada del día y el severo fin de las tinieblas de la noche, era testigo de que el compromiso de la joven de cabellos negros era más que serio.

Se encontraba de pie frente al árbol más frondoso y de hojas más verdes que había visto en toda su vida. Su cabeza estaba baja y sus ojos cerrados, mientras susurraba en medio del silencio palabras que para otros podrían parecer palabras sin sentido. Eran sus plegarias elevadas a La Diosa. Aquellas que reforzaban todas las mañanas su fe y que le daban impulso para seguir adelante. Su mano derecha, envuelta en gastados guantes de cuero, sostenía el mango de su maza de plata. Por aquel arma también oraba. Por tener la sabiduría de usarla para impartir justicia y no para dañar al inocente. Porque aquel arma no fuese la encargada de juzgar a nadie, si no un instrumento para proteger a los necesitados. Sabía que esos deseos bendecían aquella maza que le había robado a su padre tanto esfuerzo y horas de trabajo. Eso le recordaba que tenía mucho que agradecer.

Al terminar sus oraciones, abrió sus ojos grises y profundos, pero se mantuvo cabizbaja unos momentos más. Aquello mostraba su humildad ante las fuerzas superiores. Miraba hacia el suelo, o más bien hacia la nada. Se tomaba los últimos minutos del amanecer para obtener el impulso y la concentración necesaria. Al fin, levantó su cabeza y lo primero que podía observarse era su mirada llena de determinación. Esa mirada que sólo pueden tener aquellos que confían ciegamente en su fe y su voluntad. En seguida, colocó la pesada arma que sostenía en su mano sobre su hombro derecho, dejándola reposar allí como si de un objeto liviano se tratara y observó el horizonte. Desde que llegó estaba ansiosa de recorrer aquellos inmensos parajes y eso lo haría el día de hoy. Correría a través de los jardines a manera de calentamiento, para luego iniciar el entrenamiento con su arma. Fue entonces cuando decidió bajar su maza de su hombro, y acercarse un poco más al frondoso árbol frente a ella para recostarla entre el suelo y el tronco del mismo. Allí permanecería hasta que ella volviese. Mientras tanto, inició su día comenzando a mover su figura cubierta en su gastada armadura de cuero por los jardines de La Torre.
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