[ https://www.youtube.com/watch?v=VOJD1JmBT-o <-- bso (como una proaso) ]

Envainé mis espadas y las deje en el suelo. Me sequé el sudor de la cara y me senté en el suelo. Mi respiración entrecortada y mi pulso acelerado se fueron calmando lentamente. Vi como Loki se puso de pie rápidamente y salio corriendo detrás de una sobra negra. Los dos Salieron por la puerta. Cerré los ojos y me tendí en el suelo. Escuché los maullidos lejanos de un gato, sonreí y suspiré. Me puse de pie y vi entrar a loki llevando a rastras el cadáver del felino. Sonreí y me acerqué a él. Me agaché ante el, pase mi mano por el cuello cogiendo un colgante y sacándolo de debajo de mi camisa. Atado a un cordón había un pequeño frasco, lo destapé y saqué una navaja de mi bota. Clavé el puñal en el lugar donde estaba el corazón del animal, el cual se movió a causa del dolor, todavía estaba vivo. Me encogí de hombros, bueno, acababa de matarlo yo. Un hilo de sangre resbaló por la herida, recogí la sangre con el frasco y miré a Loki -Todo tuyo campeón-

Cerré el frasco, me lo colgué en el cuello y lo oculté bajo mi ropa. Me estiracé y avancé hacia mi zurrón en el cual se hallaban una gran cantidad de velas. Las coloqué por el suelo formando un amplio circulo, y fui encendiéndolas con un hechizo. Me senté en el centro y cogí el puñal.

Prendí el puñal, rasgue mi muñeca dejando resbalar mi sangre por ella y dibuje en el suelo unas runas formando las palabras "El Dios". Clavé el puñal en el suelo ante mí, me puse de pié y me aproximé de nuevo al zurrón, cogí un trozo de tela y lo coloqué alrededor de mi muñeca a modo de venda. Escuché un aullido lejano, seguramente seria Dam, o cualquier otro alumno con ganas de sacar su lado salvaje.

Me acerqué a Loki -Venga chucho, los he visto más rápidos devorando- Dije sonriendo. Loki se puso de pie y empezó a cavar un hoyo en la arena para enterrar al animal. -Loki, eso va a apestar, y se va a notar un bulto en la arena. Pero bueno... creo que lo va a recoger Dam probablemente-. Me estiracé y me acerqué de nuevo al zurrón.

Miré con odio aquel muchacho. Lo seguí hasta la arena, desenvainé mis espadas y lo mire. -Que gane el mejor..- sonreí. Me dispuse a atacarle, nuestros aceros chocaron. Observé como esquivaba mis movimientos de una manera ágil y elegante. El muchacho tenía el ego subido por los aires, una gran ventaja para mi. -¿Y para que me has citado aquí?- declaré tras esquivar bruscamente una de sus estocadas. Él sonrió y golpeó mi espada haciendo la caer al suelo -Oh, cielo. ¿a ti hay que explicártelo todo?- Fruncí el ceño. Estaba empezando a cabrearme, y eso podría traerle consecuencias. -¡Igualdad!- le di con la espada a uno de sus aceros, y este salió volando de su mano.

Me separé de Isam y me sequé las lágrimas. Lo rodeé y cogí el puñal del suelo. Se rodeó y empezó una frase - Sabes cari...- sonreí al ver su expresión dolor -Nunca subestimes a alguien que no conoces. Oh, ¿No te han enseñado que NUNCA has de bajar la guardia?- dije con tono burlón. Saqué el puñal de su hombro, Isam cayó de rodillas al suelo. Saqué la lengua y lamí el puñal. Saboreé la sangre y sonreí de nuevo. -Maldita niña malcriada...- respondió mirándome con cierta expresión siniestra. -Pequeña y frágil... no te olvides de ello. Ah, perdida, sola y asustada... también eso.  sonreí de nuevo. Isam se levantó, su mirada fría cayó sobre mi.

Mi pulso se aceleraba, mi mano temblaba tanto que se me hacía difícil aguantar la empuñadura de la espada. Me puse de pie, mis piernas temblaban. -Mierda...- susurre tras ver sus ojos amarillos acechándome. El lobo estaba allí, ante mi, quieto, observándome con cautela. A saber que estaría imaginándose. Seguramente fantaseaba con la idea de ver mi sangre desparramada por la sala. Di un paso para atrás y el lobo se acercó hacia mi. Volvió a abalanzarse sobre mi, salté hacia atrás, pero este cayó sobre mi desgarrando las magas de mi camisa y yo caí tras él. Una de sus garras se clavó sobre mi vientre, grité dolorida. Mi camisa empezó a teñirse de rojo, atrapé su garra con la mano y apreté los dedos entorno a ella. El lobo dejó de hundir sus uñas, agitó la garra intentando desapoderarse de mi mano. Se rindió y dispuso a atacarme con su otra garra pero atrapé esta a tiempo. Forcejeó intentando liberarse.

Sonreí y le aparte el pelo de la cara dejando su cuello libre -A lo mejor eres tu quien lo lamenta- acerque mi boca a su cuello. Isam intento de nuevo librarse de mi. Me acerqué a sus ojos y pronuncie unas runas. Me alejé de él dejándolo libre, se intentó levantar, pero unas enredaderas que crecían del suelo atraparon sus extremidades. Se intento liberar de ellas, pronuncio todas las runas que pudo intentando que la enredadera no siguiera atrapándolo. De la enredadera salieron pinchos, los cuales se clavaron en su piel haciendo que si intentaba librarse de las ramas de la planta se los clavaría. Isam me miró horrorizado, sonreí y me acerqué de nuevo a él, -Espero que no te importe- le quité sus guantes y me puse de pie. La planta seguía enroscándose alrededor de sus brazos y sus piernas, los pinchos aumentaban su tamaño a la vez que su numero.
-¿Y que vas a hacer conmigo, echarme a la sopa?- Me di la vuelta -Siempre quise hacer esto- me acerqué a el y le di una bofetada con el guante. Su mejilla cobro un color rojo intenso y sus ojos se clavaron sobre mi -De nada, ¿algo mas que añadir?- Isam me escupió, me aleje y cogí un hilo y una aguja de mi mochila.
Me senté ante él acerque las manos a su herida Isam se alejo un poco, su herida comenzó a desinfectarse. Isam me miro a los ojos. Rompí más su camisa, enhebré la aguja y cosí su herida.

Recordé entonces a aquel chico alto, moreno, de pelo coro y revuelto, ojos negros como la noche, recordé aquella noche... La puerta de mi habitación había sido sellada al igual que las ventanas, una criada se había quedado a mi cargo,se llamaba Narhis, era la criada con mas mala uva que jamas he conocido, mis padres habían ordenado que ella cuidara de mi todo el día y que como yo me escapara de mi cuarto antes de la hora indicada su cabeza se exhibiría en la plaza clavada en una estaca. Recuerdo que fue el día más largo que nunca he vivido, tras darme un baño Narhis me había tenido que atar a una silla para que me estuviera quieta, y tras la primera bofetada recibida la cual hizo que una lágrima resbalara por mi mejilla Narhis había conseguido su objetivo. Sus ojos de un color magenta me miraban seriamente. No habíamos intercambiado ninguna palabra a lo largo del día, cada vez que habría la boca sus ojos brillaban amenazantes logrando que yo cerrara el pico. Cuando el sol comenzaba a ocultarse Narhis empezó a explicarme una historia sobre el reino de la Alegría y demás. Yo la miraba fijamente a los ojos, pero en realidad yo no la escuchaba a ella, sino a mi estomago el cual echaba de menos la comida. Narish me desató y yo rápidamente me puse de pie. Sonreí pensando que por fin mi castigo había terminado. Supuse que alguien me había delatado y que se habían enterado de que yo rompí la vajilla de porcelana y que ese había sido mi castigo. Me estiracé y sonreí esperando que Narhis abriera la puerta para correr hacia la cocina, pero no esperaba que abriera esa puerta... De el armario sacó un vestido de seda de un color rojo parecido a la sangre, Narhis se giró y caminó hacia mi. Yo caminé hacia atrás ¿no había sido suficiente retenerme allí todo el día?. Supliqué por mi vida pero Narhis no me escuchaba, choqué contra la pared, no tenía escapatoria. Tras un largo rato intentando liberarme de las garras de la criada la cual me intentaba ajustar el corsé decidí estarme quieta tras otra bofetada. Suspiré, siempre he odiado los vestidos. Narhis sacó un peine de mi cómoda. Y me obligó a sentarme ante el espejo.
Entonces el recuerdo de verme reflejada ante aquel espejo de oro me derrumbó por dentro, aunque llevara el flequillo ocultando mi ojo recordar como era antes mi cara me producía un dolor insoportable.
Peinó mi cabello el cual estaba enmarañado. Cerré los ojos hasta que mi pelo quedo perfecto. Narhis me puso un montón de joyas y demás cosas extrañas. Entonces la puerta se abrió de golpe, bajé al salón más grande del castillo y allí estaba el futuro rey de la Alegria. Recuerdo como tras la cena nuestros padres se quedaron negociando, y el y yo corrimos fuera del castillo. Estuvimos hablando un buen rato. Cuando volvimos dentro nuestros padres había firmado un tratado de unión entre nuestros reinos, miré a mi futuro marido y sonreí, el sonrió también. Miré a Isam de nuevo. Pero... Él no se llamaba Isam... ni sus ojos eran como los tuyos.