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[P. PR] La charlapor Rol-Master, Mar Jul 22, 2014 2:45 pm
[P. PR] La charla ERBu31f





El castillo de Lady Jackelim, todos sus hombres y varios nobles reunidos, todos atentos a lo que tenga que decir, el lúgubre salón adornado con el estandarte de la serpiente roja y encima de la chimenea uno más especial, una calavera coronada con una espada atravesada en un prado carmesí. Jackelim mira a sus invitados que han colocado sus espadas sobre la mesa.

- Hoy es el día caballeros, todos los presentes seremos la mano que derribara la familia real de Garnalia y esta sera la mano que se pose en su trono -.

Muchos asintieron y otros incluso rieron, Jackelim se apoyó en la mesa con ambas manos y la luz dejo ver su rostro, su pelo oscuro y sus ojos verdes, en cuyo izquierdo se veía una cicatriz.

- Hemos chupado el culo del rey durante décadas, ahora el reino es débil con ese proyecto de reina tan estúpido y su Puta Inquisición, la magia nos ha acompañado desde el principio de los tiempos... -. Invocó una bola de fuego que deshizo al segundo. - ... no vamos a dejar que esta afrenta quede impune ¡Alzad pues vuestras espadas! -.

Un anciano se levantó, alzó su hacha y dijo:

- Garkel, señor de Beerenhold en el norte ¡Mis espadas son vuestras! -.

A su lado otro caballero de dorada armadura se levantó junto con su espada y dijo:

- El condado de Ritulia es vuestro -.

Una dama ataviada con un vestido azul marino levantó un mandoble negro.

- Surtiriel, la ciudad de mi padre, en el centro ahora se unirá a vuestra lucha -.

Faltaban dos asientos a continuación de la mujer, a lo largo de la mesa, los nobles fueron proclamando su deseo de luchar junto a Jackelim, finalmente la dama asintió y les dejo retirarse, muchos se fueron excepto uno que se acercó a ella y la llevó a un balcón, la Luna iluminó su rostro y dejo ver a un hombre de pelo largo negro con los ojos azules, con una armadura negra.

- Jack, recuerda nuestro trato, si vencemos el trono sera mio -. La mujer se acercó a su oído y murmuró:

- Y yo seré tu reina -. Acto seguido le besó en los labios y el hombre tras asentir sonriendo, hizo una reverencia y se despidió diciendo:

- Lord Halion os desea la mayor de las suertes en esta empresa, este castillo jamas sera derribado... -. Se retiró dejando a la mujer sola, esta suspiró se dirigió fuera de la sala, bajó hasta el sótano, cogió una antorcha y bajó aun más por una gruta hasta que llegó a  un gran salón natural de piedra donde había una elipse horizontal de gran tamaño cuidadosamente tallada en su relieve brillaban en aguamarina unas extrañas runas, más antiguas que las que los magos pudieran conocer, allí había un hombre ataviado con una capa negra que observaba dicha elipse. La noble se acercó algo temerosa y dijo:

- Mi señor... -. Se arrodilló. - ... esta hecho -. El misterioso hombre levantó la mirada un poco.

- Bien hecho Jackelim, has evitado la muerte un día más -. Esas palabras dolieron en la mente de la mujer y la hicieron estremecerse hasta el último centímetro de su piel, levantó la cabeza para mirar a su interlocutor, este, había desaparecido.

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Re: [P. PR] La charlapor Rol-Master, Dom Ago 03, 2014 5:13 pm
El palacio de Wölfkrone, por la mañana poco antes de la salida del Sol, muchos ya se han levantado, entre ellos la familia real que ya había comenzado a realizar sus labores como lideres de un reino, en una habitación preparada para ello el príncipe; Crescent se encontraba trabajando en unos documentos que requerían su atención, por doquier los nobles comenzaban a sublevarse, era tarea de él reunir las tropas disponibles para defender a los civiles y salvar el reino.

Pasó una hora de trabajo cuando se escuchó un tintineo tras él, el príncipe se giró y vio a un hombre ataviado con ropas del norte, de pelo negro y ojos blancos, la mitad de su cara quedaba tapada por una mascara de hueso, instantáneamente trató de sacar su espada pero esta parecía negarse a salir de su vaina, el extraño había hecho el gesto de que desistiera y la espada parecía obedecerle, tras un par de segundos de forcejeo con su arma el príncipe desistió y preparó los puños.

- No sera necesario Crescent -.

La voz de aquel tipo no calmó al guerrero pero si le hizo desistir de golpearle, le miró a los ojos e hizo un gesto con las cejas para que aquel extraño, que había sobrepasado todas las defensas mágicas del castillo continuara hablando.

- Debo hablar contigo, debo advertirte de aquello que te aguarda... Crescent, la Diosa reclama tu espada en lo que esta por llegar -.

El extraño se acercó a la ventana junto a Cres, que se apartó manteniendo una distancia de seguridad. Tras pasar medio minuto en silencio mirando por la ventana las estrellas que aun brillaban a pesar del aclarado del horizonte que ofrecía el astro rey, el desconocido alargó la mano en dirección al príncipe, hubo un sonido parecido al tañir de una campana y el príncipe se vio sorprendido por la mano de aquel extraño en la frente, se había transportado a su lado. Los ojos del joven se tornaron blancos como los de su invitado. Entonces vio imágenes de destrucción, de dolor, de sangre... de muerte. Al volver a la realidad pestañeó y el desconocido se hallaba en la ventana, como si nada hubiera pasado.

- Habla Crescent -.
Crescent fon Wolfkrone
Crescent fon Wolfkrone
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Nombre : Crescent fon Wölfkrone
Escuela : La Torre
Bando : La Diosa
Condición vital : Vivo
Cargo especial : Maestro de la Torre (magia y lucha física), Maestro de Guerrero Angelical (La Torre)
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Rango de guerrero : Guerrero Exaltado, Especialista en Guerrero Angelical
Clase social : Noble, Príncipe de Wölfkrone y de las Provincias Unidas
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Re: [P. PR] La charlapor Crescent fon Wolfkrone, Lun Ago 04, 2014 12:11 am
Otra mañana más, me levanté antes del amanecer para hacer frente a un nuevo día de trabajo. Había dormido menos de cuatro horas y, nada más despertar, me desperecé enseguida y me encerré en mi despacho, para continuar revisando los documentos que se habían quedado pendientes el día anterior. «No hay tarea más aburrida que esta», pensé, mientras pasaba las hojas. En el palacio de Ereaten me agobiaba la falta de actividad; en Wölfkrone, el exceso de tareas pendientes. De aburridas tareas pendientes.

Suspiré, ordené que me llevaran algo para desayunar y, tras comer, seguí con mi trabajo. Llegaban noticias de sublevaciones de nobles en Garnalia Centro; algunas, menores, en el Norte. Y, por supuesto, también sublevaciones del pueblo. En tales tiempos difíciles, quería evitar, mientras fuera posible, lanzar a mi ejército a una nueva guerra. Mi padre estaba preocupado por la situación e insistía en la conveniencia de relajar la tensión entre el Norte y el Centro. Tal vez tuviera razón.

Estampé el sello real en uno de los documentos cuando escuché un sonido. Un leve tintineo. Me giré, sobresaltado, y llevé una mano a mi espada. Mis ojos se encontraron con un extraño, que iba vestido con atuendos norteños y una media máscara que le ocultaba parte del rostro.

No podía sacar mi espada de la vaina. Entonces, supe que algo pasaba. Me puse en guardia, casi por instinto. Luego, el hombre habló.

No estaba asustado por su presencia, pero sí intranquilo. Dijo que venía en nombre de la Diosa. Mi Diosa. Ella se había presentado ante mí otras veces y jamás podría olvidar su cabellera, dorada como el mismo sol. El extraño se quedó mirando el amanecer tras la ventana y yo me mantuve en silencio, preparado para lo que pudiera ocurrir.

Cuando me mostró aquellas imágenes de muerte y dolor, a las que ya estaba tristemente acostumbrado, empecé a creer que fuera un emisario de la gran Svea. «Mi espada siempre ha estado al servicio de quien me dio su poder», me dije.

Posé sobre él mis ojos del color de la sangre.

Soy un Guerrero Exaltado de la Diosa. Un servidor acostumbrado a luchar contra todo eso que me has mostrado.

Hice una pausa. La luz del amanecer iluminaba suavemente la estancia; pronto dejarían de ser necesarias las velas. No sentí magia negra en él, pero tampoco estaba frente a Ella. Dejé descansar la mano sobre el pomo de la espada. No era un gesto de amenaza, simplemente me sentía más seguro sabiendo que mi arma se encontraba allí, conmigo.

Si luchar es la voluntad de Ella, lucharé. Es mi deber y no voy a evadirlo. Pero no soy yo quien debe hablar, ¿me equivoco? —Los rayos de sol se extendían por el cielo, disipando las sombras de la noche—. Dime lo que debo saber.

Sabía que ni los dioses, ni los emisarios, ni tan siquiera las personas de cierto poder (incluyéndome, muchas veces, a mí mismo), daban más información de la que querían dar, así les fuera solicitada. Mis pupilas se quedaron, por un momento, fijas en las murallas del castillo. Murallas que, pese a estar reforzadas en secreto (para aquellos que desconfían de la magia) con hechizos antiguos, no habían sido ningún impedimento para el extraño. Aunque quizás ya no lo fueran para nadie.

«¿Que más quieren los dioses que ocurra...?». Si Svea solicitaba mi espada no era, desde luego, nada bueno. Y pensé, entonces, en los tiempos de la profecía que me había devuelto a la vida, con el fin de cumplir con los deseos de quien así lo estipuló.

Siempre le estaría agradecido, pero temía que fuera a alzarse sobre el mundo una nueva época de cambios, porque los cambios generan conflictos y, los conflictos, imágenes terribles como las que mostró el extraño ante mis ojos.

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Re: [P. PR] La charlapor Rol-Master, Lun Ago 04, 2014 10:28 am
El desconocido escuchó atentamente a su interlocutor mientras veía el amanecer, al finalizar sus argumentos le miró a los ojos y le dijo:

- Se que eres, eres aquel que heredó de mi junto a muchos otros el favor de la Diosa como sus guerreros en este mundo... por suerte para todos no, no estas acostumbrado a luchar contra lo que se te viene encima -.

El vaso del desayuno del príncipe apareció en su mano y bebió, Cres sabía que estaba vació pero probablemente aquel ente había invocado agua en su interior, al terminar de beber el vaso se convirtió en polvo y se rehízo del mismo modo sobre la mesa, al volver a mirar a Cres sintió que su invitado entraba en su cabeza, gritó de dolor pero no produjo sonido alguno, cayó de rodillas y se desmayó.

Al despertar se vio en aquella misma habitación, a esta le faltaba la pared que daba al exterior y parte del techo, fuera todo se apreciaba rojizo, el príncipe se levantó con pesadez y se apoyó en el borde de la derruida pared para ver el exterior, ríos de lava corrían por una ruinosa capital, el único movimiento de las calles eran esqueletos y demonios que se mataban entre si, cuando uno de ellos miró hacia arriba Cres se escondió, suspiró hondo y salió del lugar, caminó por los pasillos que conocía, por doquier había cadáveres de amigos suyos ensartados en la pared, hechos pedazos por el suelo, etc... la sangre teñía cada ladrillo del palacio, temiendo por su padre corrió a la sala del trono, al dar con ella vio que todo el techo del castillo había sido destruido, miró el cielo y vio tormentas de nubes negras que parecían huir de un cielo rojo del que surgían bolas de fuego que caían por doquier.

Volvió a girarse al trono de piedra y vio el cadáver de su padre sin cabeza sentado en él, corrió hacia él y no pudo dejar escapar una lagrima ¿Que era todo aquello? Su madre también se encontraba muerta a sus pies, creando un charco de sangre que caía por las escaleras. Un quejido le hizo mirar aun más lejos, al otro lado de la sala vio una figura femenina con una lanza clavada en el abdomen, Cres corrió hacia ella y vislumbró a Catherine que alargó una mano hacia él con una cara que partió el corazón del norteño, sus ojos lloraban una mezcla de lagrimas y sangre y tenía la mejilla izquierda rasgada desde el labio hasta casi la oreja. Se agachó junto a ella incapaz de hacer nada por la joven que ya vomitaba mucha sangre, le cogió de la mano y murió. Cres gritó de impotencia y se levantó muy iracundo, se acercó al borde de la sala desde donde se veía toda la ciudad y sus calcinados alrededores, gritó y llamó a todos los demonios que comenzaron a correr hacia el castillo, desenfundó y se preparó para morir allí junto a su familia. Tras él escuchó un carraspeo, se giró rápido para matar a cualquiera que se encontrara allí pero fue atravesado por una daga negra, miró el arma que era empuñada por una mano con guantes y túnica negros. Al levantar la mirada miró a su asesino a la cara, o así hubiera sido de no ser por una mascara negra que llevaba a través de la cual solo se adivinaban unos ojos que brillaban rojos como los suyos, el Enmascarado se acercó a él y le dijo con una voz grave:

- Tu alma me pertenece -.

Cres negó con la cabeza y tras zafarse de la daga corrió y saltó al vació, durante la caída recordó a todos aquellos seres queridos que el no había podido proteger; Michelle, Catherine, Xehanort, Narshel, sus padres... al estamparse contra el suelo dio un sobresalto y se vio de nuevo ante aquel desconocido, había amanecido y la luz del Sol entraba por las ventanas haciendo mas acogedora que nunca aquel habitáculo.

- ¿Ves? Debes entender que jamás estarás preparado para esto, mírame Crescent, este enemigo hará acopio de todos tus miedos para derrotarte... -. Se acercó a él y le puso una mano en el hombro. - ... no te digo que dejes de lado aquello que amas, al contrario, te digo que disfrutes de ellas, el amor, como lo concibe la Diosa es la fuente de todo el poder de la Luz y es esta fuerza la que nos permitirá acabar con El Enmascarado -.

Se separó de él y tras invocar un trono hecho a partir de las piedras de la sala se sentó y le contó todo lo que podía saber de su enemigo común que tampoco era demasiado, solo supo que su plan era acabar con toda la vida en el mundo, que probablemente era el mago más poderoso de todos los tiempos y que se avecinaban tiempos oscuros para toda Garnalia, ante todo hizo un especial énfasis en una corta alianza entre la Luz y la Oscuridad que debía darse en el momento preciso para poder destruirle. Así pasaron las horas hasta que se hizo la tarde, El Hermano, como se había presentado se levantó e hizo desaparecer su asiento.

- Svea cuenta contigo  Crescent fon Wolfkrone, no falles a la Luz... ah, tengo entendido que te esperan en los jardines, acude sin falta -.

Seguidamente hubo un destello cegador y desapareció...
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