Su pelo es largo, revoltoso y negro como las sombras. Sus ojos están llenos de fuego. Sus ojos son de un fuerte estallido naranja, pero en cambio, su mirada parece estar ausente. Pero aunque no lo parezca, lo que hace es analizarlo todo. Su nariz es grande y muy poco puntiaguda, y su boca... su boca es una recta severa, no muestra alegría, pero tampoco enfado. Verle reír, es fácil. Verle enfadado, más.
Es alto. No es un chico robusto, es más bien, alguien delgado del montón, con poca musculatura. Y eso le hace ser veloz como el viento.  

Ereth, parece un chico sin vida. Todo parece darle igual, no parece inteligente, y le cuesta mucho hacer cosas en publico. Le cuesta hablar con la gente y se pone rojo con facilidad. Pero es severo. Si ve alguien haciendo algo malo o algo fuera de lo correcto, se enfadará con él enormemente y le echara la bronca. Eso si, todo esto solo ocurre cuando no lo conoces. Cuando lo conoces bien, te das cuenta de que es un chico bastante alegre y que se muere por hacer cosas, y te das cuenta de lo inteligente que es. Con un amigo, no habrá vergüenza. Estar con un amigo, para él, es estar libre. Ayudar a alguien, es estar vivo. Pero eso si, severo lo seguirá siendo, tanto con amigos como con desconocidos.

Para comenzar esta historia, creo que deberíamos aclarar varios puntos. Sus padres están vivos, pero enfermos.
Ereth, desde muy pequeño, ha tenido que ayudar enormemente a su enferma madre y a su enfermo padre, cuya enfermedad les limitaba enormemente. No podían andar y poco a poco iban perdiendo la vista. Pero, Ereth fue sus piernas y sus ojos. No pudo tener amigos, no tenía la libertad para hacerlo. Proteger a sus padres era su principal objetivo. Con solo 9 años, él ya tomaba decisiones importantes, ademas de que era el responsable de todo. Tenía que conseguir dinero, comprar medicinas, comprar comida, arreglar cosas, hacer la comida, limpiar, andar muchísimos kilometros para conseguir plantas medicinales... Aunque se moría de ganas de ir al colegio, nunca pudo.  Pero un día, tras encontrar tirados en el suelo una importante cantidad de dinero, se le abrieron dos posibilidades. Quedárselo o devolverlo a su desconocido propietario. Y, con un gran esfuerzo, escogió la segunda opción. Cogió el dinero y buscó al propietario, y lo encontró. Un mago... ¡experto en curación! Aquel mago, enormemente agradecido por aquel acto, ademas de que sintió su bolsa de dinero más llena, decidió cuidar a sus padres. Aquella enfermedad no se podía curar, pero él podía frenarla y cuidar a los padres del chico mejor. Él, libre de cuidar a sus padres, se enamoró de la magia y aquel mago, le fue enseñando cosas poco a poco. A los 17 años, le llevó a la Torre. Y entonces... una nueva historia se inició.