Leon Huxley
¿Un elfo? ¿Un sacerdote? ¿Un mago oscuro? Zeref. {Priv.}por Leon Huxley, Jue Abr 12, 2018 5:51 pm
Cada uno de mis pasos provocaba un ligero y suave ruido que delataba mi posición. Mi respiración era tranquila, relajada, mientras que, mis ojos analizaban cada una de las estructuras de madera que permanecían en la amplia habitación, rebosaban de conocimientos, llenas de libros con palabras sabias escritas en sus finas hojas de papel.
Las estanterías parecían estar organizadas con algún tipo de orden pero, con el paso del tiempo, parecía haberse perdido con el transcurrir de los estudiantes, que parecían pretender dar una mejor versión de sí mismos buscando recursos para poder lograrlo.
Era extraño, mi situación era extraña. Nunca en mi vida elegí ser mago, nunca quise estudiar magia, ¿Un don? ¿Una bendición? Para mí era todo lo contrario, era algo que me ataba a estar entre estas paredes. De todas maneras no iba a desperdiciar cada recurso que la vida me acababa brindando. Si era negativo podía convertirlo en positivo, y lo positivo en algo aún mejor.
Comencé a estudiar el libro de la Tierra, no tenía prisa así que empleaba cada segundo en perfeccionar cada uno de mis hechizos, repetirlo cuantas veces hiciera falta, hasta que no hubiera un mínimo de error en mis movimientos.
Observé con atención el pequeño frasco de tinta que permanecía encima de la mesa, acto seguido ladeé mi cabeza frunciendo levemente el ceño, mis ojos se desplazaron a la pluma, esbocé una sonrisa. Mis ojos comenzaron a oscurecerse, mi mente a concentrarse en un solo objeto, mi pensamiento a recordar con claridad las palabras que debía pronunciar.
— —Un pequeño hilo de voz salió a través de mis labios, mi voz seguía rasposa, como la última vez que la utilicé, bien sabe la humilde cocinera de que demonios estoy hablando.
Entrecerré mis ojos sin quitar la vista de aquel elegante objeto, esperando que reaccionara o realizara algún tipo de movimiento. La pluma no tardó en comenzar a temblar levemente, acerqué mi dedo índice para acariciar el plumaje de la misma pero, a pocos centímetros de que mi suave piel llegara a rozarla, la pluma rodó hasta mi derecha, sonreí.
Agarré rápidamente aquel objeto al parecer "Con vida" para guardarlo en mi bolsillo y así evitar que recorriera las estancias de la escuela donde actualmente habitaba. Seguramente más adelante le brindara conciencia propia, pero eso ya sería en un futuro no muy lejano.
Analicé con mis ojos aquella pequeña cosita que parecía un verdadero bebé, empecé a juguetear con ella que, en respuesta, solo se movía, parecía intentar reír pero... Al no tener boca, no podía hacerlo. Si mis cálculos no eran erróneos ahora mismo el objeto solo se movería por instintos, algo que en cierto modo me desagradaba pero, aún así, podría sobrellevarlo.
—Te llamarás Seor, pequeñín... —Lo acaricié suavemente, él solo se dejó llevar por el rozamiento de mis dedos en su superficie —Ahora será mejor que te escondas antes de alguien pregunte por qué tengo a una pequeña pluma andante en la mano —Reí levemente antes de guardarlo en mi bolsillo.
La biblioteca estaba casi vacía, pero no le di mucha importancia, me llamaba la atención el libro que resalta sobre los demás, que se encontraba en la zona más "Oscura" Y en cierto modo inquietante. Miré hacia mi alrededor asegurándome de que no hubiera testigos de lo que iba a hacer en aquellos momentos.
Finalmente me decidí a agarrar el libro cuya portada era de un color rojizo, me senté en una de las mesas desocupadas e intenté concentrarme en leer sin que nadie viese el título, algunos podrían sospechar o imaginarse que era un servidor del Dios y me había adentrado en La Torre, cómo no quería dar lugar a malentendidos o confusiones decidí mantener en secreto la lectura de aquel libro.
Cerré el libro con un pequeño brillo en mis ojos, necesitaba ayuda para acabar con cada uno de los archimagos... ¿Qué mejor ayuda que un fiel servidor del Dios para conseguirlo? Ahora que mi mente pensaba con claridad podría estar bien... Aprender de él.
Las estanterías parecían estar organizadas con algún tipo de orden pero, con el paso del tiempo, parecía haberse perdido con el transcurrir de los estudiantes, que parecían pretender dar una mejor versión de sí mismos buscando recursos para poder lograrlo.
Era extraño, mi situación era extraña. Nunca en mi vida elegí ser mago, nunca quise estudiar magia, ¿Un don? ¿Una bendición? Para mí era todo lo contrario, era algo que me ataba a estar entre estas paredes. De todas maneras no iba a desperdiciar cada recurso que la vida me acababa brindando. Si era negativo podía convertirlo en positivo, y lo positivo en algo aún mejor.
Comencé a estudiar el libro de la Tierra, no tenía prisa así que empleaba cada segundo en perfeccionar cada uno de mis hechizos, repetirlo cuantas veces hiciera falta, hasta que no hubiera un mínimo de error en mis movimientos.
Observé con atención el pequeño frasco de tinta que permanecía encima de la mesa, acto seguido ladeé mi cabeza frunciendo levemente el ceño, mis ojos se desplazaron a la pluma, esbocé una sonrisa. Mis ojos comenzaron a oscurecerse, mi mente a concentrarse en un solo objeto, mi pensamiento a recordar con claridad las palabras que debía pronunciar.
— —Un pequeño hilo de voz salió a través de mis labios, mi voz seguía rasposa, como la última vez que la utilicé, bien sabe la humilde cocinera de que demonios estoy hablando.
Entrecerré mis ojos sin quitar la vista de aquel elegante objeto, esperando que reaccionara o realizara algún tipo de movimiento. La pluma no tardó en comenzar a temblar levemente, acerqué mi dedo índice para acariciar el plumaje de la misma pero, a pocos centímetros de que mi suave piel llegara a rozarla, la pluma rodó hasta mi derecha, sonreí.
Agarré rápidamente aquel objeto al parecer "Con vida" para guardarlo en mi bolsillo y así evitar que recorriera las estancias de la escuela donde actualmente habitaba. Seguramente más adelante le brindara conciencia propia, pero eso ya sería en un futuro no muy lejano.
Analicé con mis ojos aquella pequeña cosita que parecía un verdadero bebé, empecé a juguetear con ella que, en respuesta, solo se movía, parecía intentar reír pero... Al no tener boca, no podía hacerlo. Si mis cálculos no eran erróneos ahora mismo el objeto solo se movería por instintos, algo que en cierto modo me desagradaba pero, aún así, podría sobrellevarlo.
—Te llamarás Seor, pequeñín... —Lo acaricié suavemente, él solo se dejó llevar por el rozamiento de mis dedos en su superficie —Ahora será mejor que te escondas antes de alguien pregunte por qué tengo a una pequeña pluma andante en la mano —Reí levemente antes de guardarlo en mi bolsillo.
La biblioteca estaba casi vacía, pero no le di mucha importancia, me llamaba la atención el libro que resalta sobre los demás, que se encontraba en la zona más "Oscura" Y en cierto modo inquietante. Miré hacia mi alrededor asegurándome de que no hubiera testigos de lo que iba a hacer en aquellos momentos.
Finalmente me decidí a agarrar el libro cuya portada era de un color rojizo, me senté en una de las mesas desocupadas e intenté concentrarme en leer sin que nadie viese el título, algunos podrían sospechar o imaginarse que era un servidor del Dios y me había adentrado en La Torre, cómo no quería dar lugar a malentendidos o confusiones decidí mantener en secreto la lectura de aquel libro.
- La magia negra en la actualidad:
- Se denomina magia negra a aquellos actos de liturgia mágica cuya naturaleza, métodos u objetivos no son comúnmente aceptados por la sociedad donde se producen. La magia negra es un tipo de hechicería, y se define por la supuesta realización de los maleficios, ideados para producir infortunio, enfermedades o cualquier otro tipo de daño. Se utiliza como antónimo de magia blanca.
Existen varios templos alrededor de todo el mundo dónde, se da culto a diferentes dioses o se llevan a cabo ritos con diferentes tipos de propósitos. Uno de los más conocidos, el templo oscuro cuya sacerdotisa es la dama roja, pese a que, en pocas ocasiones se da a conocer o muestra su rostro al público. Zeref, otro sacerdote de este templo, es quién realmente sustituye a la dama roja, un mago oscuro, un elfo, alguien con el que a nadie que siga a la diosa le gustaría toparse, a no ser que te guste estar al borde de la muerte.
Cerré el libro con un pequeño brillo en mis ojos, necesitaba ayuda para acabar con cada uno de los archimagos... ¿Qué mejor ayuda que un fiel servidor del Dios para conseguirlo? Ahora que mi mente pensaba con claridad podría estar bien... Aprender de él.
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