Aliwen
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Elfa
Nombre : Aliwen del Reino Élfico
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Bando : La Diosa
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Rango de mago : Archimaga, Aprendiza de Magia Chamánica
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El caballero del aire [Rocuv]por Aliwen, Miér Ene 20, 2016 1:26 am
En cuanto nuestra Madre viera salir a Rocuv de la Catedral de los Tres Sauces, el elfo, mi elfo, ya sería uno de los hombres más importantes de El Anillo. No había sido frecuente en los últimos años que se armara a caballeros con ceremonias tan pomposas como aquella, y, por eso, estaba convencida de que todos en la ciudad adivinarían al instante cuál era el nivel y el prestigio del nuevo noble. Le rendirían honores, lo servirían y lo tratarían con tanto respeto como si él mismo fuera el rey, porque sabían que contaba con todo mi favor. Se notaba en mis gestos, en mi mirada, en la alegría sincera que sentía al verlo recibir mis dones, y yo no pretendía ocultarlo. Que lo supieran. Que supieran que era un digno protector de los elfos y un digno adorador de la Diosa. Así nadie se atrevería a despreciarlo por su pasado humano...

Cuando aparecimos en la Catedral de los Tres Sauces, cientos de elfos congregados en torno al edificio comenzaron a aclamarnos. Yo los saludé, agitando la mano con una sonrisa, y luego avancé, despacio, por el pequeño camino rodeado de flores coloridas que llevaba hasta la entrada del templo. Dos filas de soldados ataviados con sus mejores galas fueron inclinándose ante mi paso y ante el de Rocuv, hasta que, finalmente, entramos en la que era la catedral más bella del mundo: blanca y dorada, rodeada dentro y fuera por plantas sanas y vivas y con amplios ventanales abiertos que permitían la libre circulación del viento. En el altar, junto con otros sacerdotes y sacerdotisas, estaba la Suma Sacerdotisa Thëli, con su cabellera rubia recogida y vestida completamente de blanco. Si hubiera tenido alas, habría creído que era un ángel.

Mis respetos, sacerdotisa Thëli —dije yo.

Mis respetos, Majestad —respondió ella—. Conde Rocuv —añadió, a modo de saludo.

Avancé por el pasillo con la cabeza erguida hasta colocarme al lado de la sacerdotisa, pues era el lugar que, como reina, me correspondía en la ceremonia. Delante de nosotras, a ambos lados del templo, estaban congregados muchos de los grandes nobles y caballeros de la comunidad élfica, pero no me pareció distinguir a Anaë'draýl entre ellos. ¿Habría venido? Era lo justo. Rocuv había sido su alumno en el Bosque Dorado.

Frente al altar, en el suelo, había dibujado un sol de la Diosa, justo en el lugar donde debía colocarse el recién nombrado conde. Uno de los sacerdotes más jóvenes se acercó a él. Llevaba en las manos una bandeja de oro sobre la que reposaba un espléndido arco de oro y plata, tan hermoso que parecía más una joya que un arma. El elfo colocó la bandeja sobre el sol de la Diosa, a los pies de Rocuv, y luego se retiró.

Diosa y Señora nuestra —comenzó Thëli, alzando las manos hacia el cielo—, bendice con tu Luz Soberana este arco y al elfo que está destinado a portarlo, en tu nombre y por tu honor y tu gloria.

Se hizo el silencio en la sala, un silencio repentino, sepulcral. El viento trajo el murmullo alegre de las hojas. Algunos pájaros cantaron. Se oyó un sonido, seco, breve. Procedía del techo y todos alzaron la cabeza: en la alta cúpula de cristal traslúcido se había abierto un hueco por el que penetró la luz del sol. El edificio estaba construido de tal manera que el rayo de luz solo iluminó la zona donde se encontraba el aspirante a caballero, creando de esta manera una imagen solemne y fabulosa que quedaría grabada en las retinas de todos para siempre.

Era mi turno, de nuevo:

La Orden de Caballería de El Anillo es legendaria. Tuvo su origen en los tiempos fundacionales, y todavía hoy se mantiene con tanta o más gloria que en los tiempos pasados y con tanta o menos que en los tiempos venideros. La Orden ha generado una estirpe de héroes, a la que solo acceden los héroes, en la que solo perduran los héroes. ¿Aceptáis vos, conde Rocuv, la honra de ser caballero que no os ofrezco yo, sino la Diosa y el Reino? En virtud de vuestros méritos pasados, os habéis ganado vuestra noble posición. ¿Aceptáis vos, conde Rocuv, la honra de ser caballero no por vuestros logros pasados sino por vuestras victorias futuras? La Diosa os ilumina hoy y para siempre; ¿aceptáis su gracia? ¿Y juráis, ante todo, consagrar vuestras armas a la Corona, a la Justicia, a la Diosa y a la Patria?

Responded, conde Rocuv —prosiguió la Suma Sacerdotisa—, no con las palabras de vuestra boca sino con el dictamen de vuestro corazón, y que juzguen los Clarividentes cuánta verdad hay en vuestras palabras.

Los Clarividentes eran los tres sacerdotes chamanes que, vestidos de azul, permanecían en silencio a un lado del altar, frente a una pila de agua tallada en piedra y recubierta por hiedras.

Rocuv
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Re: El caballero del aire [Rocuv]por Rocuv, Sáb Ene 23, 2016 8:12 pm
Mágica. `B8zD. t. Dal ...

Es la única palabra con la que puedo llegar a describir, en este y en cualquier idioma hablado por cualquier raza, el momento que estaba viviendo. No el trayecto hasta aquella iglesia, el cual sucedió como si no fuese yo mismo, como si lo viera por los ojos de otra persona unos ojos humanos.
No es esa la palabra correcta, pero sí la más adecuada. No me refiero a la magia que permite crear bolas de fuego, hacer crecer una planta o incluso mover montañas. Me refiero a esa magia que no entiende de barreras, esa magia que llega hasta el corazón de las personas, les conmueve y les cambia. Es una sensación vigorizante, si pudiésemos volver a nacer sin interferencia de las artes oscuras, puedo afirmar con claridad que se me entendería mejor.
Y puede que eso fuera lo que pasó en esa ceremonia, que algo dentro de mí, volvió a nacer.
Lo cierto es que no me importa si ese rayo de luz que me bañó junto con el arco que ahora me pertenecía era obra de la Diosa, de si esa sensación “mágica” era fruto de la emoción del momento o de la Madre de Todos. Lo importante es lo que pasó: era una nueva persona, ahora estaba en la cúpula más alta de los elfos, ya no era un mero humano, había sido elegido para este momento y todo mi ser había sido purificado, me sentía más elfo, superior.

Quizás ahora, pasada la experiencia acontecida se bloquee cualquiera de mis capacidades de explicarlo, aunque se me tome por loco, he de decir que sí que supe, en un instante, cómo expresar esa “magia”. Pero no en esta ni en ninguna lengua, sino en el idioma del viento, refinado y lleno de matices, y es lo que hice en ese momento: acaricié el idioma del Viento y pronuncié su Nombre a través de su propia brisa, del piar de los pájaros y, por un instante, los Tres Sauces cesaron en su movimiento mientras respondía a la más hermosa y admirada de las elfas: su majestad, la reina Aliwen, a cuyos labios, que me formularon una pregunta(a mí y no a ningún otro más), había tenido el placer de besar.

-Sí, su Excelencia-dije ya, en el idioma de los elfos, en el del viento, y en el de la más suma convicción-Sí, acepto la luz de la Diosa, a la cual siento ahora más cerca que nunca. Pero, como ella misma haría, me comprometo a compartirla, a extender su Luz por todos los rincones ocultos de Terra y de los corazones de sus habitantes. Y, entrego, no solo mi vida, sino también mi alma, a este bendito reino, para defender con la Luz que me ha sido otorgada a todos aquellos que sean dignos o puedan llegar a hacerlo. Pero por encima de todo, su gloriosa Majestad, entrego todo ello y más a vos, pues solo vos y la Diosa misma pueden impartir la más sagrada de las Justicias. -hice una pausa en mi discurso para tomar aire y lanzar mi voz al viento, que volvió a soplar.
-Oh habitantes del reino élfico, espero vuestro veredicto, y, pase lo que pase, que la Luz ilumine vuestros caminos y que el Viento sople siempre a vuestro favor. 5~CiT`V.
-(Amén en élfico)
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Re: El caballero del aire [Rocuv]por Aliwen, Dom Ene 31, 2016 9:42 pm
Los Clarividentes, con los ojos posados en la superficie del agua, se quedaron en silencio unos minutos tras las palabras de Rocuv. Aquel intervalo de tiempo, que solía ser un período de total incertidumbre para los que presenciábamos el rito, no fue para mí más que un mero trámite; Rocuv había dicho la verdad, todas sus palabras eran sinceras y yo no tenía ninguna duda de ello. La Diosa tampoco podía tenerlas, como así se confirmó cuando los tres Clarividentes levantaron las cabezas y dijeron, al unísono:

Juzga la Diosa que el conde Rocuv ha dicho verdad.

Y una ola de vítores y aplausos recorrió el templo durante unos segundos. Yo sonreí, mientras uno de los Clarividentes tomaba agua de la pila en un cuenco de oro y lo ponía en mis manos. Di un paso al frente, y luego otro, y otro más, hasta quedar frente a Rocuv. Le hice un gesto para que se arrodillara y levanté el cuenco con el agua.

Que la Diosa, Nuestra Señora, os tenga por caballero, conde Rocuv, y quiera guiar vuestros pasos. Recibid su bendición y la de vuestra reina. —Con un gesto grácil, vertí el agua sobre su cabeza—. Tomad el arco del que os hago entrega. Os arrodillasteis ante mí como conde honorable y os levantáis, además, como caballero glorioso.

Otra vez, los aplausos irrumpieron en la sala, y esta vez duraron todavía más. Gracias a la ayuda de varios artificios mágicos, llovieron desde el techo bellos pétalos de flores blancas. La ceremonia había concluido, y solo faltaba que el nuevo caballero de El Anillo saliera del templo y saludara a todo el pueblo que esperaba fuera.

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Re: El caballero del aire [Rocuv]por Rocuv, Miér Feb 03, 2016 12:58 pm
Era curioso, a lo largo de la ceremonia, como ya dije, se alternaban en mí estados de ausencia, en los que parecía observar la situación como si de mí un mero espectador se tratase y otros en los que sentía todo vívidamente, con la impresión de que no había nada real más allá de aquello que estaba aconteciendo ante mí.

Era como si, de una forma metafísica, la Luz de la diosa me deslumbrase con tantísima intensidad que, tras la poderosa experiencia, no viese en lo que me rodeaba más que valles de oscuridad y sombras y explosiones de color que danzaban al son del movimiento de mis ojos.

Los aplausos ahogados por ese estado ausente en que me encontraba parecían salir del interior de una caracola que colocas en tu oreja para oir al mar.

Agradecimientos y vitores se sucedieron al tiempo que se superponían en mi mente.
En medio de esa confusión fui conducido(¿o llegué por mi mismo?) al exterior. Allí, de nuevo, la luz volvió a mí y, tras haberse creado un silencio en el que el viento me susurró un despertar de mi onírico estado, sonreí a la multitud:
-Saludos, pueblo de los elfos. Es para mí un honor dirigirme a ustedes como un individuo más, como un hermano. Se que es imposible que todos ustedes se encuentren aquí. Por ello, he vuelto a establecer ese vínculo que antes hube creado, para que mis palabras lleguen a vosotros, e, igual que con el viento, seréis vosotros quienes elegiréis si ignorar su brisa, disfrutar de ella o dejar que guíe vuestros caminos.-una pausa silenciosa en la que el viento, los pájaros y la naturaleza entonaron su canto en armonía con la perfección de nuestra Creadora-¿Escucháis eso? Seguramente estéis donde estéis os encontraréis rodeados de algunas de las cosas que hacen hermosa a nuestra preciosa patria. Quiero haceros recordar, que no aprender, algo que ya sabéis: -de nuevo otro silencio plagado de espectación en el que se volvió a disfrutar de los sonidos de la Diosa- cada vez que todos a vuestro alrededor callan, oís los pájaros, el viento, la naturaleza... podéis disfrutar del abrazo de la Diosa... Y también escuchar los sonidos que vosotros mismos y vuestros vecinos producís en vuestros quehaceres diarios. -otra demostración- Todo ello es, como ya he dicho, lo que nos hace excepcionales y prósperos. Disfrutamos de la naturaleza, sí, pero también nosotros mismos y nuestro amor por nuestro hogar, nuestra Diosa, y nuestra Reina. Todo ello comprende una eterna celebración de la vida. Y es esa vida, vuestras vidas, la de la Reina, las que me comprometo a proteger. Cada pérdida me dolerá como si quitasen una parte de mi propio cuerpo, cada ganancia constituirá una dicha sin comparación en mi corazón. Todos somos un pueblo, todos somos elfos.
«Y ya me despido, por la Luz, la Diosa y la Libertad. Así sea.
¡Que el viento sople siempre en vuestro favor y que el amor nunca abandone vuestro corazón!»

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