Seth Duat
Seth Duat
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Nombre : Seth Duat
Escuela : La Torre
Bando : La Diosa
Condición vital : Vivo
Rango de mago : Aprendiz de segundo grado
Clase social : Clero (descendiente y familiar del clan Duat)
Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 31/03/2015
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En comunión con la Tierra. (Post único)por Seth Duat, Lun Abr 20, 2015 2:55 pm
La visita a su amiga Lira en la enfermería había cambiado muchos conceptos de sí mismo, pero no su meta principal. La búsqueda de respuestas.

La magia era una cosa, pero se sentía cada vez más rodeado de personas que directa o indirectamente, le habían influenciado en su experiencia en la vida para hacerle entender que no podía siempre ser tan bondadoso. Lo vivido con el ciervo, el ataque del dragón, la Señora de la Torre...

Necesitaba poder, y él sabía cuál era su mayor afinidad, el bosque se lo había demostrado una y otra vez. Dentro de su elemento de Tierra, por sus raíces en el desierto, empezó a dedicar desde que se graduó el mismo tiempo a los estudios del segundo libro que con la magia sísmica. Día tras día. Noche tras noche. En ese campo de entrenamiento en una zona apartada, Seth pasaba las horas. Removiendo la tierra, intentando convocar pilares, generando pequeñas fosas, hasta casi caer rendido, buscando su propia respuesta.

Necesitaba encontrar la fuente de su poder latente, la comunión con su elemento. Se sentó nuevamente a descansar y pensó para sí mismo cómo podría hacerse más fuerte, revisó de nuevo el Libro de la Tierra, inútilmente, ya se lo había leído todo y los hechizos que ya dominaba eran una cosa, y proablemente el resto de hechizos más poderosos estarían guardados en la biblioteca personal de los archimagos, y no dejarían que ningún alumno tuviera acceso a ellos. Por su propio bien.

Entonces tomó una decisión.

Crearía de la nada su propia respuesta.

Aplicado, nuevamente cogió su bastón nudoso y pensó durante unos minutos la visualización de lo que quería hacer. Otros magos anteriormente lo habrían hecho y él en su elemento afín tenía que empezar a valerse por sí mismo. Era cuestión de tiempo que cada mago investigara por su cuenta los designios de las runas y el lenguaje arcano para hacer sus propios hechizos. No estaba prohibido pero no lo recomendaban, manipular magia sin saber lo que haces es siempre altamente inestable y la magia de Tierra no era conocida precisamente por ser fácil en cuestión de energía vital.

La tierra misma, la roca, el subsuelo... se hallaba pisando su propia respuesta. No le era difícil a aquellas alturas convocar rocas o muros de piedra, pero esa función era puramente defensiva, y lanzar rocas era un hechizo sencillo. Sin embargo, tras unos minutos de pausa llegó a una conclusión.

Se colocó en el centro de una explanada acorde en el campo de entrenamiento, bien lejos de cualquier otro compañero que estuviera practicando magia, agarró su bastón nudoso con ambas manos y empezó a concentrarse en el suelo que pisaba. Lo primero, era generar unas fisuras de pocos centímetros de grosor pero varios megros de longitud, así que pronunció las siguientes palabras:

SaselEwë (Sombra - Agua)

Tras una hora concentrándose en ello, consiguió con relativa rapidez generar una fisuras en el suelo circundante a él en 10 metros a su alrededor. El siguiente paso, no obstante, era levantar esos pilares del suelo generados y separados entre sí mismos por las fisuras generadas. Potenció parte de su energía al convocar las fisuras, y pronunció más alto las runas arcanas:

IakSasel (Vida - Sombra)

Asombrosamente, y a pesar de su afinidad, tardó una tarde entera en poder levantar más de 3 pilares a su alrededor sin caer rendido, puesto que esos pilares habían de moverse aleatoriamente y subir y bajar violentamente, mientras concentraba su energía en las fisuras. Al principio los pilares subían y bajaban entre sí con lentitud pero poco a poco, fueron haciéndolo con la rapidez adecuada para provocar pequeños sismos a su alrededor en esos 10 metros. Consiguió después de dos días de trabajo intenso levantar 6 pilares en esos diez metros. Y sabía que había llegado a su límite.

El último paso estaba cerca.

Cansado, repetía una y otra vez los dos primeros pasos para generar fisuras a su alrededor y hacer que brotasen violentamente pilares de tierra del suelo de su alrededor, agitándose con violencia, con la utilidad de tirar y desarmar a sus enemigos circundantes, probablemente sería capaz de inhabilitar a un pequeño grupo de soldados que fueran a atacarle o coger por sorpresa a alguien y con suerte golpearle repetidas veces hasta someterle a su voluntad.

Pero... ¿era suficiente? No, le faltaba algo. Lo que le había enseñado la Señora de la Torre.

Deseo de dañar. Posibilidad de agresión. No podía siempre realizar hechizos para evitar dañar a su oponente, ni protegerse, ni mantenerse al margen. Se sintió avergonzado de estar generando su propio hechizo y haber terminado exactamente como al principio, con un hechizo puramente defensivo y de capacidad ofensiva muy limitada. Así no podría enfrentarse a nadie, no con su bondadoso corazón siempre limitándole, así no podría proteger a nadie.

¿Dónde estaba la respuesta? En el mismo sitio. La tierra. El suelo.

Convocó su hechizo, nuevamente, repitiendo enérgicamente el primer paso, y el segundo. Entonces... se concentró y se dejó llevar. Pensó en Lira, en esa cama postrada, en el ataque del dragón, en la chica del bosque, en el ciervo, en sí mismo...

...y en aquella llanura donde su Maestra le estaba esperando. El final de sus respuestas. ¿Qué habría hecho él en ese momento si tuviera que usar su fuerza para obtener respuestas de todas aquellas vivencias?

Se dejó llevar por su ira contenida. Y añadió un último paso a su hechizo.

Cuando las grietas volvieron a ser convocadas, y los pilares del suelo se movían a su alrededor, se agachó para clavar su bastón en el suelo y pronunció las últimas runas de su hechizo, esperando no morir ejecutándolas.

MàmOblêv (Valentía - Humano)

Tras 3 días más practicando el último paso, creía poder probar por primera vez toda la ejecución de su hechizo completo, los tres pasos seguidos sin contener ninguna de sus energías como si de un combate real se tratase. Si lo anterior era peligroso, convocar el hechizo sin límites podía ser desastroso para él y para el resto de los de su alrededor. No obstante, durante esos días de entrenamiento ya había llamado la atención de algunos archimagos, que notaba que le estaban vigilando, si ocurría alguna desgracia, estaba seguro de que no dudarían en reducirle y abatirle. Suspiró aliviado, supuso que para eso estaban sus Maestros.

Seth alzó su bastón nudoso, horizontalmente con ambas manos y empezó a generar energías del elemento Tierra, directamente desde el subsuelo, durante un tiempo prudencial en el que cargó su hechizo, unas grietas se formaron a su alrededor, el suelo empezaba a temblar ligeramente, pero él se mantenía estático allí, su pulso se aceleró, los magos de su alrededor se alejaron o se prepararon para actuar si todo salía mal, él continuó visualizando una figura enemiga que sólo él podía ver, delante de sí mismo. En ese momento, clavó su bastón en el suelo y pronunció todo el hechizo:

SaselEwëIakSaselMàmOblêv (Seísmo)

En esos diez metros a su alrededor, aparecieron los mismos pilares que había convocado, levantándose al azar subiendo y bajando, mientras que unos terribles temblores sísmicos agitaban la tierra, destrozando a su paso entre esos pilares todo lo que hubiese entre ellos. Golpes, trozos de roca, pequeñas fisuras abiertas, en esa zona un pequeño terremoto devastaba la zona circundante y cualquiera que se viera metido en esa debacle tendría que saber volar para poder librarse de ello. Ese era su único punto débil, su contrapartida: El elemento Aire. Qué irónico. Tras un par de minutos, la tierra y los pilares volvieron a su sitio, dejando una pequeña zona marcada con el efecto de su hechizo y el pequeño temblor terminó. Seth de dejó caer agotado y empezó a escribirlo todo en su libro.

Necesitaría tiempo para cargar ese hechizo, tiempo y un objetivo fijo. Podría usar más energía pero su área de efecto no era personal ni de combate uno contra uno, sino circundante, en cuanto cogiese a su oponente por sorpresa, le enraizaría, detendría y entonces, le aplicaría Seísmo para matarle a él y a los demás si no tenía más remedio. No podía ejecutar el hechizo instantáneamente, pero le convenía tenerlo porque se había especializado pasivamente en retener y no hacer daño a sus oponentes. Aquel hechizo era para sí mismo, cualquier otro podría arrasar un pequeño pueblo con esa información. Cuando llegase el momento, compartiría esa información con su escuela, para que otros pudieran beneficiarse de su experiencia y conocimiento.

Pero aún no. No hasta que hablase cara a cara con aquella mujer, y ahora creía poder hacerlo.

Después de anotarlo todo en su diario, miró al último piso de la torre. Pronto, se verían las caras.

Y él obtendría sus respuestas.
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