Lumière Noire
Lumière Noire
Humana
Nombre : Lumière Noire
Escuela : La Torre, Escuela del Lago de la Luna, Fortaleza de Aryewïe
Bando : La Diosa
Condición vital : Viva
Cargo especial : Maestra de Magia Básica (La Torre), Miembro del Concilio
Rango de mago : Archimaga, Experta en Magia de Agua, Aprendiza de Magia de Luz
Rango de guerrero : Guerrera experta (Espadas y mazas, una mano), Guerrera aprendiz (Mazas y martillos, dos manos)
Clase social : Plebeya
Mensajes : 399
Fecha de inscripción : 05/05/2011
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Al fin, la Torre {Post único}por Lumière Noire, Lun Mar 30, 2015 11:19 pm
Como había hecho tanto tiempo atrás, cuando aún era una muchachita de quince años perdida y asustada, vio la Torre en la distancia, alzándose orgullosa entre la espesura verde y blanca del valle. Recordaba que la primera vez que la vio pensó que la había clavado ahí un gigante de lo alta que le parecía. Sin embargo, ahora ya no la veía como algo imponente que solo podría haber sido construida por un ser mitológico, sino veía la Torre, la del Valle de los Lobos. Su hogar.

No ocultó su sonrisa al dar el primer paso en su dirección.

Caminó por la misma senda por la que había dado sus primeros pasos en el valle, y, durante un breve momento, volvió a sentirse como una ingenua aprendiza que bien poco sabía de magia. Pero no, se dijo a si misma, ya no era una aprendiza, sino una maga que se había ganado sus llamas, que había aprendido a dominar el agua como quien habla su lengua natal. ¡La de veces que había caminado por aquellos bosques en todo el tiempo que fue aprendiza, maga y maestra! Podría asegurar que se conocía cada palmo del bosque, de las montañas, que era íntima de cada amiga de la Torre de lo poco que había abandonado su amado valle. Al menos, hasta hace un año, quizá dos. El tiempo en un lugar de noche perpetua tendía a perderse, y la rutina diaria de su vida en el Norte era hacía que cada día fuese idéntico al siguiente y al anterior que no sabía si había pasado un día, o dos, una semana o un mes entero.

Tras dar los primeros pasos se sintió llena de nostalgia, y no pudo evitar recordar y verse nuevamente en todas las situaciones que había vivido. Veía un árbol y se imaginaba atravesándolo con una bola acuática, o trepando, o descansando bajo él mientras escuchaba el piar de los Iris del Manantial que habían anidado en sus ramas... O veía un claro con un pequeño riachuelo o una charca y se recordaba a si misma refrescándose en los días de verano, o practicando magia acuática. En otros lugares veía a los que antaño eran sus amigos: a Sasha, a Estela, a Aeglos, a Serah... Les veía en su mente, pero hacía mucho que no veía a ninguno de ellos. ¿Qué les había pasado? ¿Dónde estaban? Sabía que Sasha había muerto, había visitado su tumba, quizá su cenotafio. ¿Pero Estela? Sabía de ella que era Archimaga, ¿quizá estuviese en las Islas Negras, ocupada con los asuntos del Concilio? ¿O se había retirado a Enawë, quizá a la nemorosa Gadrýl, a vivir una vida tranquila, alejada de la eterna lucha entre el bien y el mal? A veces le parecía que se había desvanecido de la faz del planeta. De Aeglos bien poco sabía, pero lo que sabía no era bueno, y de Serah nada. Un día se despertó y ya no estaba.

Sin embargo, intentó conservar solo los recuerdos felices.

No notó el frío mientras andaba, en parte por sus gruesos ropajes y, por otra parte, por el hechizo térmico había activado cuando iba a atravesar el paso de montaña por el que había accedido por vez primera al valle. El camino aún estaba nevado, pese a que el equinoccio había tenido lugar hacía pocos días. Lo mismo ocurría con los árboles, cuyas ramas pesaban por la nieve. Sin embargo, aquel pasaje invernal, que en parte le recordaba a su juventud en el valle y que también le recordaba a su tierra natal, se le antojaba hermoso. Se alegraba de haber decidido regresar.

Con cada paso que daba se acercaba más a la Torre, y notaba su corazón llenarse de alegría. Ya no se sentía triste, ni culpable, se encontraba en paz con sus fantasmas y espectros y con su pasado. Quizá incluso se le escapase una lagrimilla, quizá dos, por la emoción. Lo único que le importaba es que había regresado a la Torre.

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