Tras materializarme en en el interior de las ruinas, no tardé en divisar la esbelta figura de Shewë, Jueza Suprema del Supplicium y archimaga del Concilio. Pero como he dicho, no era más que su figura. Me miraba  con aire de superioridad y con un odio acérrimo... sin duda se trataba de un gran actor.

Pero si hay algo de lo que no me pueden tratar, es de imbécil. Era evidente que no se trataba de ella. Su temerosidad a la hora de dirigirse a mi le hizo olvidar mis habilidades telepáticas. Leerle la mente no me supuso ningún esfuerzo. Claro está, que él no lo sabe, de modo que pienso seguirle el juego. Veamos hasta qué punto es capaz de aguantar la farsa:

- Me honráis con vuestra presencia, "mi lady" - le dijé, mientras realizaba una exagerada reverencia.

Ví como llevaba colgado el Secreto de la Oscuridad en su cuello. Pronto, volverá a estar en poder de Raven, su legítima dueña. Lo juro por mi vida.

Hace mucho tiempo que dejé de vestir la túnica roja de aquellos que superan la Prueba del Fuego. Sin embargo, seguía siendo un "rojo" para aquel nigromante, que admitió que estaba deseando conocerme. ¡Y yo sin saber quién era él!

- ¿Malos, nosotros? - pregunté, exagerando la interpretación - ¡Estos servidores de la Diosa son unos exagerados! ¡Nosotros no somos villanos! ¡Sólo buscamos devolverle a la magia su pasada gloria! ¡Gloria que tanto los del Concilia como los de tu querida Necravia os encargáis de mancillar con vuestras mentiras y engaños!

Me encargué de cargar aquellas últimas palabras con un especial énfasis de seriedad. No estoy seguro de hasta qué punto puede alcanzar el potencial de este individuo, pero estoy casi seguro de que es un miembro de la Necravia. Y ninguno de ellos debe ser subestimado.

- Ya que teníais tantas ganas de conocerme, ¿por qué no me deleitáis vos con vuestra identidad?

No veo por qué no puedo mantener una bonita conversación con este individuo antes de enviarlo directamente al Infierno.

¿La oscuridad la verdadera magia? Es evidente que más que un marinero es un cómico. D modo que él era el legendario Riak... no parecía gran cosa. Claro que yo tampoco, así que no puedo decir demasiado.

Me preguntó que qué quería a cambio de SU Secreto. Aquel determinante posesivo logró lo que ninguno había hecho antes: sacarme de mis casillas. Claro que cuando me sacan de mis casillas no siento en mi interior ni rabia ni furia. Hacía tiempo que había superado aquellas emociones tan básicas. Ahora lo único que sentía era la necesidad de devolverle a Raven su capacidad para invocar a la Mano Negra.

- ¿Qué te parece tu vida? - le pregunté, amable y cortesmente, pues ni siquiera el líder de la Necravia se merecía que le hablara con despecho.

Aún con todo, agarré mi bastón con fuerza. Que tuviera que sacar el estoque era cuestión de minutos.

Reí. Sus necias palabras sólo podían provocar que no pudiera parar de reír. Era un hombre/elfo/ lo que fuera de lo más peculiar. Una lástima que deba deshacerme de él.

- ¿Casualidad, dices? - le pregunté, en cuanto logré recuperar la respiración - ¡No seáis tan ingenuo, mi querido enemigo! ¡Si la Reina Egoísta pereció en la Muralla fue porque, al igual que tú, no tenía ni idea de a qué se enfrentaba! ¡Eso fue lo que la llevó a la perdición!

"Pero créeme, si vas a enfrentarte a mí, debes saber que no correrás la misma suerte que ella. Ella logró anclar su cuerpo a un nuevo receptáculo, pero tú... tú permanecerás pululando por el limbo hasta que suenen las trompetas del Juicio Final"

Y dicho esto, me dejé de preámbulos. Había llegado el momento de pasar a la acción... y no iba a hacerlo solo.


Puse mis manos en el suelo y un círculo de invocación se dibujó a máxima velocidad. Acto seguido, una explosión de humo surgió del mismo, cubriendo las ruinas en las que tanto yo como mi adversario nos encontrábamos. Era un banco de niebla espesa, apenas podía distinguir la silueta de Riak, pero eso poco me importaba. ´l tampoco podría divisarme a mí:

- ¿Cuándo fue la última vez que me llamaste? - preguntó una voz, profunda y elocuente

- Hace ya algún tiempo, viejo amigo - dije, con una sonrisa inocente en mis labios

Supe que estaba detrás de mi: una gigantesca cabeza con aspecto de gato flotaba tras mi nuca, con unos ojos grandes y una sonrisa maquiavélica. Él era el único gato que podía sonreír.

Era Chessire, el Gato Risón de la Octava Dimensión.

- ¿Por qué iba a querer un nigromante como Riak acabar con tu vida? - me preguntó Chessire, quien a pesar de la niebla no le quitaba el ojo de encima
- Me temo que porque hago bien mi trabajo - respondí - En cualquier caso, no me encuentro en mi mejor momento. No puedo emplear todo mi poder, me vendría bien contar con tu ayuda.
- Descuida - me respondió Chessire, exagerando aún más su sonrisa - Ese tipo no cuenta con el suficiente Poder de Evaporación. Juntos, no tendremos problemas.

Sonreí. Aquel gato de cuerpo gaseoso era una de mis invocaciones más leales. Sin duda, el ser más poderoso de la Octava Dimensión. No podía emplear el 100% de mis habilidades, así que esta era la única manera de enfrentarme a alguien de la talla de Riak.

Pero ahora estoy tranquilo. Esta densa niebla me protege. Estoy a salvo. Desenfundé el estoque de mi bastón y sujeté con fuerza mi Espejo Generoso, siempre amarrado en mi brazo izquierdo. Y con la ayuda de Chessire, estoy convencido de que puedo ganar. Debo hacerlo, por el Secreto de la Oscuridad. Y por Raven.

Cerré los ojos y Chessire utilizó su poder para hacerme "desaparecer". La batalla contra el Nigromante más poderoso de todos, había comenzado.

Mi adversario disipó la niebla con un ataque de oscuridad, pero no encontró nada. Gracias a Chessire, habíamos conseguido esfumarnos literalmente, de modo que sus ataques lo único que podían hacer era pasar a través de mí o de mi aliado.

- Y yo soy el que anda escaso de originalidad... - susurré, decepcionado ante la simpleza de aquel ataque

Por su parte, Riak no dejaba de despotricar contra mi persona, alegando que se marcharía de ahí, al ver que no ganaría nada con esta batalla.

- Me alegro mucho de que hayas entrado en razón, amigo Riak - le grité, sabiendo que gracias a Chessire no podría triangular mi posición - Pero ya es demasiado tarde
- Xerxes, cuidado, ha levantado una barrera  - me dijo Chessire, mentalmente

Entonces se me ocurrió una idea. Aprovechando la niebla me situé detrás de Riak, con mis piernas en forma de niebla para poder flotar en el aire. Utilizando el poder de Chessire, hice que su Poder de Evaporación se filtrara a lo largo de mi estoque, de manera que podría atravesar la barrera sin ningún problema. Después, solo tendría que solidificar lo una vez lo hubiera insertado en su negro corazón.

- Fuiste tú, nigromante, quien enloquecido por su orgullo se emperró en enfrentarse a mí - le dije - Ahora, atente a las consecuéncias

Y sin más dilación, me dispuse a ensartar le por detrás. Mas si algo ocurría no había razón para preocuparse. El espectáculo sólo había comenzado, y todos estábamos cumpliendo con nuestro papel al pie de la letra.

Mi treta falló, pero no le di más importancia de la que se merecía. Simplemente me sirvió para saber que no era alguien fácil de engañar. O al menos, es lo que él pretende. Pero me subestimaba, y lo cierto es que aquello me entristecía horrores.

Hizo ademán de marcharse, pero quiso concederme una oportunidad para convencerlo de que se quedara y luchara. No me resultó muy difícil. Sabía perfectamente lo que le tenía que decir:

- Reconócelo, Riak: Ardes en deseos de medirte con el hombre que ha conseguido poner en jacque tanto al Concilio... como a la Necravia.

Por supuesto que conocía la existencia de la Necravia. Sabía perfectamente que sus integrantes tenían planeado volver a reunirse. Era algo demasiado obvio para un mentalista tan consagrado como yo.

No podía verle, pero sabía perfectamente que me estaría escuchando. Claro que no podría no escucharme ni aunque quisiera. Ha estado a mi merced todo este tiempo. Sólo espero que mi comentario sea suficiente para que comience el combate de verdad, y dar por terminado este absurdo "aquí te pillo, aquí te mato". Mientras tanto, me voy a tomar un caramelo...

¿Un duelo digno? ¿Con un nigromante? ¡Eso si que debía ser un chiste! No sólo por el hecho de haberme propuesto algo tan absurdo, sino por el mero hecho de que él mismo fuera tan absurdo.

Se acabó, esta pantomima debe acabar de una vez. Ya tengo lo que buscaba. Nada me retiene aquí.

- ¿Te refieres... a esto?

Y con una sonrisa, chasqueé los dedos. Un destello leve, pero intenso se adueñó del Óculo desde el que me observaba Riak. Yo continué donde estaba, con una sonrisa en mi rostro, custodiado por el gaseoso cuerpo de mi amigo Chessire... y con el Secreto de la Oscuridad en la palma de mi mano.

Era perfectamente consciente de que, en mi situación actual, no podría hacer frente al nigromante más poderoso de todos los tiempos. Por esa misma razón convoqué a Chessire, el Gato Risón de la Octava Dimensión. Sus habilidades no solo como canalizador del legendario Poder de Evaporación, sino como Ilusionista sensorial, no tienen parangón.

Al levantar una barrera alrededor de su mente, supe que no podría emplear mis conjuros ilusorios habituales. Pero Chessire emplea métodos menos convencionales. Veréis, los sentidos físicos (el tacto, la vista, el oído, etc) se encargan de recopilar todo lo que hay a su alrededor y codificarlo en forma de información para mandarlo al cerebro y que éste haga que el cuerpo actúe en consecuencia. Debido a la barrera, mis conjuros no podían introducirse directamente en su mente y hacerle ver lo que yo quería que viese. Pero la habilidad de Chessire no consiste en atacar la mente, interceptando los mensajes que le transfieren los sentidos y sustituyéndolos por otros, sino que él ataca directamente a  los sentidos, provocando que la misma información que proporcionan dichos sentidos venga erróneo de fábrica.

Por eso Riak no ha notado nada al arrebatarle el Secreto de la Oscuridad. No he podido sumirlo en un conjuro ilusorio habitual, como ya hiciera con Sasha o con Felix en aquella escaramuza de las ruinas del Sol Poniente... pero en fin, creo que ya he logrado más que la mayoría.

Ahora que Riak sabe la verdad es solo cuestión de tiempo que intente recuperarlo. Debo darme prisa.

- Chessire - le llamé, mentalmente, consciente de la prisa que había - No tenemos mucho tiempo. Coge esto y dirígete al Vinterev Rin. Busca a Raven y entrégaselo en persona.

Deprisa, Chessire. Está a punto de llegar

Chessire logró marcharse con el Secreto antes de que Riak pudiera atraparle. Sus oscuras lanzas edálficas atravesaron varios puntos de mi cuerpo, siendo el del ojo derecho el más doloroso.

Ví como Riak se desvanecía en un manto de plumas negras. Una lástima, hubiera deseado enfrentarme a él... en igualdad de condiciones.

Mi piel comenzó a resquebrajarse, como si de un cristal se tratara. Pronto comenzó a despedazarse, mostrando la identidad de aquel que se hallaba bajo mi apariencia: Flextus. Aquel traidor obtuvo su merecido. Ahí permaneció, tirado en el suelo, con la magia negra de aquellas lanzas edálficas encargándose de provocarle un dolor agudo. Todas... excepto en su ojo derecho.


Me llevé la mano hacia donde estaba mi ojo derecho y no pude evitar soltar un grito de dolor. A pesar de que no había sido yo el que realmente recibió el ataque, la magia negra de Riak consiguió abrirse paso hasta donde me encontraba realmente.

Actué deprisa. Me arranqué el ojo dañado, con cuidado de no dañar ningún nervio que me pudiera dejar paralítico de por vida y observé con mi ojo bueno como éste se descomponía rápidamente debido a la magia de Riak. Pronto no quedó más que pura ceniza.

A continuación, empleé el poder del Secreto de la Luz para curar la herida y cesar la hemorragia. Minutos después, el dolor comenzó a mitigar. Pero estaba satisfecho. El Secreto de la Oscuridad estaría ahora en manos de Raven. Había logrado mi objetivo. Ahora sólo falta el Secreto de la Tierra.

Debido al combate contra Riak, dejé de prestar atención al resto de frentes. No sabía cómo debía ir la batalla de la Mansión de las Brumas, ni tampoco sabía qué había sido del chico que acompañaba a la falsa Shewë. La verdad, poco me importaba eso ahora. Lo único que podía tener en mente ahora era solucionar lo de mi ojo. No quiero que Raven me vea con este aspecto. Bastante mal lo ha pasado ya pensando que no volvería nunca.

Sólo hay una persona que podría convertir mi desgracia en una oportunidad: la misma persona que me ayudó a salvar a Raven introduciendo su alma dentro de la muñeca Rosalie... la Señora Xing-Huo