Lediv VII
Lediv VII
Humano
Nombre : Gaspar Primo de las Fuentes "Papa Lediv VII"
Escuela : La Santa Academia
Bando : La Diosa (Dios del Centro)
Condición vital : Vivo
Cargo especial : Papa de la Iglesia Centrogarnálica, Gran Maestre de la Orden de Nuestro Señor, Líder de la Inquisición
Rango de guerrero : Guerrero experto (espadas, una mano; martillos, dos manos), Guardián de la Fe (especialidad)
Clase social : Alto Clero
Mensajes : 9
Fecha de inscripción : 12/08/2015
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Si cerraba los ojos podía escuchar el sonido del mar. El rugido de las olas, las aves
quejándose de larga travesía, la madera de los barcos crujiendo ante el oleaje. Eran sonidos
que me hacían estar relajado y dispuesto para cualquier prueba que el Señor me pusiera
delante. Daba igual que fueran herejes, una reunión con cardenales o aconsejar a la
Emperatriz. Todas mis acciones eran movidas por mi afán en servir a la causa de Dios y la
Santa Madre Iglesia. Y nadie, nadie se interpondría en su camino. Incluso si eso significa
acabar con la vida de los míos. Con estos pensamientos abrí los ojos y volví a la realidad.
El sol castigaba la Plaza del Palacio de Zhante con un calor propio del Desierto Eterno. Esta
se encontraba a rebosar de gente. La mayoría eran fieles o curiosos de la ciudad pero otros
en cambio estaban alli por otro motivo. Venían a participar en el Concilio de Zhante.
Representantes de todas las órdenes, desde San Agustín a San Zuca. Militares o
evangélicas. Todas habían acudido y sus estandartes ondeaban tímidamente por todo el
lugar, al igual que los símbolos del Imperio Garnalico y la Iglesia colgaban de las paredes del
palacio.

Yo me encontraba en lo alto de las escalinatas de este, sentado en el Trono
Evangélico que había traído de Ereaten para la ocasión y protegido del sol por un toldo de
color blanco puro. Esto había sido cortesía del Obispo Apio, dirigente de la diócesis de Zhante. Este se encontraba a mi lado, bastante nervioso. No era para menos. No pertenecía ni era apoyado por ninguna orden. De hecho ese había sido el motivo por el que había sido nombrado, después de que Titus El Grande defenestrara a su antecesor por cobardía durante la conquista de la ciudad. Siempre se había mostrado precavido en sus opiniones y no comulgaba con ninguna de las corrientes principales,por lo que le interesaba ganarse mi favor o que el concilio fracasara en su objetivo de acabar con las fisuras de la Iglesia. Daba igual,pues su destino estaba sellado. Antes de que acabara el dia ya no seria obispo y……..posiblemente estaría n las puertas del Purgatorio. Pues todos los herejes deben morir.

En la plaza,bajos sus respectivos estandartes y dejando un buen espacio respecto a la escalinata, estaban formados los enviados de las Ordenes. Eran cinco por orden, incluido el Gran Maestre o el Enviado Especial y cuatro escoltas. Todos mostraban sus insignias y no solo eran sus escudos. Los corpulentos hombres de San Telmo vestían armaduras pesada y cargaban con poderosos martillos de guerra, contrastando con San Roberto,que llevaban armaduras de cuero ligeras y de sus espaldas colgaban arcos largos. Esas cosas eran tan símbolos como los estandartes, pues mostraban a todos cual era su forma de contribuir a la causa de Nuestro Señor. Y no todos eran guerreros, pues los de San Antonio vestían pobremente, llevando hachas y martillos que indicaban que se dedicaban a construir asentamientos y casas para los pobres. Cañas para los pescadores, un báculo de madera para los predicadores…..nadie se avergonzaba de su tarea. Y sin embargo yo sentía vergüenza, pues se habían creado tres grupos separados. Si miraba a mi izquierda podía ver a los llamados “radicales”. Sus ideas y métodos siempre habían rozado e incluso traspasado la barrera de la herejía y pretendían alterar los mismos cimientos de la Santa Madre Iglesia. Existían desde la fundación, pero habían sido minoritarios hasta hace poco, pues en los últimos tiempos habían cobrado mucha fuerza gracias a la Orden de San Yago, a su Gran Maestre Marcus Caesar y al regente Lacio Único. Por otra parte a mi derecha se encontraba el llamado sector “ortodoxo”, los leales hjos de la Iglesia. Comandados por Titus y San Telmo, su defensa de los valores puros de la Iglesia les había hecho ganarse un lugar en el cielo. Y para finalizar,aislados y separando ambos grupos estaban los llamados “reformistas”. Estos deseaban cambiar algunas cosas,pero para nada comparado con lo que querían los radicales. Eran muy pocos comparados con cualquiera de las otras dos corrientes,pero el empate relativo entre estas les daba una importancia que realmente no deberían tener. Confiaba en que el Señor les guiara por el buen camino.

Me alce del asiento apoyándome en el Gran Cetro, haciendo que los fieles se arrodillaran y los miembros de la Iglesia juntaran las manos como si fueran a rezar, y me dispuse a hablar a los allí reunidos.

-¡Hijos míos! Quiero agradeceros que hayáis acudido a mi llamada con el poco tiempo de margen que teníais. En especial a las ordenes de misioneros, que vienen de los rincones mas inhóspitos y lejanos. -comencé, observando como los aludidos inclinaban la cabeza como agradecimiento.- Pero la situación lo requería, pues las negras alas de los demonios se ciernen sobre nosotros. Sus nombres son odio fraterno, violencia, egoísmo y división. Tal es la gravedad que se han levantado las espadas entre hermanos. La masacre del Monasterio de Santa Leticia y la voladura de la Flota de San Carmelo son claros ejemplos. Dos ordenes condenadas al olvido por culpa de esta lucha fratricida. Lucha que acabara hoy, Dios mediante, en la ciudad que vio nacer, predicar y morir decapitado a San Cirilo, el Santo Patrón de la Paz. Que su alma y Dios guíen vuestros pasos. ¡Queda abierto el Concilio de Zhante!

Todos bajaron sus brazos mientras me derrumbaba de nuevo en el Trono, observándolos. Como era costumbre en los Concilios habría unos quince minutos antes de que empezaran a mostrarse las posturas, tiempo que la gente solía aprovechar para hablar entre los suyos. Por eso el ruido de un gran murmullo se propago por toda la plaza mientras las personas mas poderosas de la Iglesia decidían su destino.

Marcus Caesar
Marcus Caesar
Humano
Nombre : Marcus Caesar
Escuela : La Santa Academia
Bando : La Diosa (conocida como Dios)
Condición vital : Vivo
Cargo especial : Maestre de la Orden Militar y Religiosa de San Yago, Maestro de Guardián de la Fe (Santa Academia)
Rango de guerrero : Guerrero Exaltado, Especialista en Guardián de la Fe
Clase social : Noble (Heredero del Ducado de las Cascadas), Clero (fraile-guerrero)
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Fecha de inscripción : 12/08/2014
Edad : 31
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El dia en el que todos mis actos serán juzgados había llegado. Allí, a los pies del Palacio de Zhante, se celebraría un juicio disfrazado de concilio. Por que era así, pues el propio Lediv me lo había confesado en durante la reunión que se celebró en Aleketh para decidir quién sería el siguiente Rey del Sur. Desde luego me arrepentía de haber apoyado al llamado Yandrack en aquel asunto y no dejaba de pensar que el Mago Rojo tenía razón y tenia que haber pedido ayuda al primo de Dahiena. Querido por su pueblo, era un erudito humilde cuyo único vicio consiste en leer libros y tratados de su inmensa biblioteca. No era un ser cuya alma había tocado la oscuridad y que pactaba con demonios para conseguir sus metas. No, hubiera sido la mejor opción. Su gente hubiera atraído a parte de los soldados de Dahiena,que no habría podido usar el emblema del nacionalismo, y la Legión de Hielo junto a San Yago hubieran puesto fin a los mercenarios de la nigromante. Pero no lo había elegido. Mi fe en Yandrack, mi fe en que todos tienen derecho a una segunda oportunidad me había cegado y habia condenado al pueblo sureño.

Rohar se había cabreado conmigo entonces,aunque al final acudio a lomos de Draken a la batalla final. Le pedi perdon y le ofrecí la ayuda de los mios si el nuevo rey se atrevía a sitiarlos en Sol Poniente,aunque la declinó. Había preparado buenas medidas defensivas y además le apoyaba uno de los dorados que dirigía a los magos. No había querido decirme su nombre,con lo que me hizo sospechar de su identidad. Estaba casi convencido.

Había llegado lo que tradicionalmente se conoce como la “reflexión”, que era el tiempo en el que los partidarios de una corriente se ponían de acuerdos en la estrategia que debían llevar. Vi como los míos se reunían en un corrillo mientras que los “ortodoxos” hacían lo propio. Los neutrales o “reformistas” en cambio no hacían nada. Se quedaron de pie,mirando de un lado y a otro. Era normal. No estaban organizados ni estaban de acuerdo en nada más allá de que no comulgaban especialmente con las otras corrientes. Eso los hacía importantes,cruciales. Yo no cometería el error de subestimarlos,asi que deje atras a mi sector y avance hacia ellos para poder hablar con ellos. Si convencía a algunos de ellos este juicio podría volverse en contra de Lediv y Titus. Sin embargo,cuando estaba a medio camino, este último vio mis intenciones y no me lo permitió.


-¡Hermanos!-gritó con fuerza el gigante mientras avanzaba hacia el centro de la plaza para que le vieran.- Sois demasiado jóvenes para recordar el último Concilio,celebrado hace casi cien años. Fue en Krom,mi ciudad. También fue una reunión de urgencia,pues el Santo Padre Zhou III,llamado El Misionero, fue secuestrado por tribus bárbaras de El Norte mientras evangelizaba aquellas tierras. Fueron dos meses de duros debates,bellas palabras y buenas intenciones,pero se quedaron en eso. Durante ese tiempo, en el que debimos preparar su rescate y lanzarnos contra las tribus, fue torturado y mutilado. ¡Y todo por dedicarnos a hablar en vez de actuar!


Titus acababa de mandar al fondo del mar las reglas de actuación,y sin embargo ni Lediv ni el Obispo que presidía el Concilio dijeron ni una palabra. Todos miraban a la Bestia con suma atención,sobre todo los neutrales. Acababa de destrozar mi oportunidad de convencerlos mediante un intercambio de ideas.


-Y la verdad es que veo muchas similitudes entre aquellos dias y este. Vamos a debatir sobre qué prácticas son correctas, cuáles inmorales y cuáles directamente son heréticas.¡Pero es que no necesitamos un debate para eso!¡Sabemos muy bien que es cada cosa!¡Somos los guardianes!¡Somos…..somos las Manos de Dios! Estudiar libros prohibidos,realizar experimentos con armas demoníacas….. Todas esas prácticas están condenadas por el Malleus Daemoniōrum. Nuestro codigo,nuestra guia. ¿Vamos a poner a debate nuestro mismo propósito?¡Juzgar herejes y brujos!

El sector ortodoxo y parte del reformista estallaron con un claro “No”. Los argumentos esgrimidos por Titus eran los de siempre, con los que todos los presentes habíamos crecido y era natural que sintieran miedo por el cambio. Yo lo había sentido,pero si de verdad éramos las Manos de Dios debemos aprender a sobreponernos a él.

-¡No juzgueis si no quereis ser juzgados!-grite mientras me adelantaba,acallando las voces.-Esas palabras fueron dichas por el patrón de tu orden,Titus. Las pronuncio mientras fundaba la Santa Inquisición junto a los Guerreros Benditos. Dices que no debería someterse a debate nuestro propósito,pero es que este ya se sometió a debate justo cuando se escribió el Malleus. Pues en sus inicios la Inquisición y la Iglesia guiaban….aconsejaban,no juzgaban y castigaban. Pues solo Dios puede hacerlo.


Los ojos de Titus me miraron con odio cuando me planté junto a su lado,rompiendo un poco sus planes de una sola voz hablando. Ahora ambas partes podríamos hablar,aunque no fuera en igualdad de condiciones. De hecho me volví para mirar al sector reformista,invitándoles de esta manera a enviar a unos de los suyos. Estos se miraron y tras un pequeño cruce de palabras uno empezó a andar hacia nosotros,pero Titus dejó caer su martillo contra el suelo haciendo que se detuviera y retrocediera. Esperaba que se sintieran más “ofendidos” por este asunto que miedo hacia el. Eso sería un buen punto.


-Tu y tu orden no deberías estar aquí.-escupió Titus.-Sois unos herejes que no dudan en pactar con paganos para conseguir vuestros fines. Lo demostrasteis en el Sur. Sois demonios infiltrados en la Inquisición,pero os hemos pillado. Estoy seguro de que sois los responsables de nuestras últimas derrotas,tanto en el Lago como en Parr.


-Eso no es cierto y lo sabes-dije dirigía mi mirada a Lediv-¿Es así como se desarrollara este Concilio?¿Lanzando acusaciones falsas contra los….?


-No metas en esto al Santo Padre,Único.-me interrumpió Titus mientras me empujaba y se interponía entre la tribuna y yo.-Hoy es el día de vuestro juicio. Yo mismo me encargare de que así sea. ¡Peleare con cualquiera que se oponga!

Su mirada se dirigio al sector reformista mientras alzaba su arma hacia arriba,intimidandolos. Titus,el muy idiota, había confirmado lo que mi corazón ya sabía:todo era una farsa. Y solo había una manera de salir de ella.


-Acepto-dije mientras agarraba el cordon central de mi túnica de monje y tiraba de ella,haciendo que cayera. La ropa ligera que tenía debajo era mas comoda.-Peleare contigo,Titus. Al viejo modo.


Retrocedí unos pasos y miré de nuevo hacia la tribuna,fijandome en el obispo y en Lediv. Este último se levantó,apoyado en su báculo, y dios dos pasos hacia el frente. En su cara podía ver una gran sonrisa,como si esto fuera lo que esperaba.


-¡Que Dios guíe la mano del justo y pierda la del oscuro!-pronunció mientras con su mano libre realizaba la señal de la cruz-¡Que comience el juicio por combate!
Titus El Grande
Titus El Grande
Semielfo
Nombre : Titus I "El Grande" de Krom
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Todo era perfecto en aquel momento. Las aclamaciones de las masas de fieles,la atención de todos los jefes de la Inquisición, la bendición del Santo Padre…..todos verían la caida de los herejes. A mi derecha se encontraba Lacio Único,el regente de San Yago. La orden era corrupta y una afrenta a Dios. Afirmaban que los magos,los licántropos y los vampiros no eran seres infernales sino enfermos. Ellos sí que estaban enfermos por defender tal falacia.

Era el hombre vivo que más tiempo llevaba sirviendo a la causa de Dios,primero por mi cuenta y después como inquisidor. Nunca había dudado. Ni siquiera cuando mande a mi propia madre a una celda por adorar a la Diosa pagana de los elfos. Había que honrar a los padres,pero primero era Dios. Siempre Dios. Ese era el problema de aquellos herejes. Se habían apartado del camino correcto,posiblemente perdiéndose para siempre. Y lo peor es que habían corrompido a muchos jóvenes y no tan jóvenes. Vi al joven Levi junto a los herejes,junto a un bárbaro de San Yago. A pesar de que me humilló en su primer encuentro el chico tenía potencial para ser un buen inquisidor. Si hubiera dado con las amistades adecuadas y hubiera pulido su orgullo…...podría haber sido mejor que su padre. Ahora ardería en la hoguera.

Tras la bendición de su santidad,sin dudarlo, subí y deje caer el martillo de guerra hacia mi derecha como si fuera un péndulo directo al costado de mi rival,pillandolo desprevenido. Seguramente esperaba el tradicional saludo,pero había olvidado que era una “cortesía”,no una regla. Y por eso mi martillo lo mandó volando dos metros antes de que cayera al suelo. El primer golpe era de San Telmo y la Fe.

Lacio no se quedó mucho tiempo parado,rodando hacia un lado y poniéndose de pie. Sonreí cuando le vi llevarse una mano donde había recibido el golpe y ponía cara de dolor. Avance sobre el mientras atacaba,esta vez dejando caer mi martillo desde arriba. El resultado fue que debió retroceder,pues su espada no podía con mi poderoso martillo. Y el no podia con mi fe y mi determinación. No le deje ni pensar ni contraatacar,volviendo rápidamente a voltear el martillo contra el.

Era rápido,pero sus movimientos eran torpes. La herida le pasaba factura,estando cada más cerca de golpearle. Solo necesitaba darle una vez más,derribarle una vez más. Entonces la cosa cambió. Empezó a moverse más rápido y me lanzo un ataque transversal. Agarre el martillo solo con la mano más aventajada y lo moví para parar su ataque. Había sido un golpe poderoso,propio de un guerrero en perfectas condiciones. Y sin embargo veía en su cara reflejado un gran dolor y seguía sosteniendose el costado con una mano. Otro ataque,esta vez vertical, tuve que detenerlo agarrando el martillo con ambas manos.

Y entonces lo vi. Estaba gastando sus pocas energías en golpes desesperados,tratando de asestarme un golpe fatal. Lo note por que empleaba más fuerza de la necesaria. Nadie combatía así,salvo los desesperados. Solo había que alimentarlo un poco para que el mismo se tendiera una trampa. Empecé a “descuidar” mi defensa,invitandolo así a atacar. Y tal como sabía,él mismo se tendió la trampa. Tras un desvío en el que deje “al descubierto” mi pecho,dio una vuelta sobre si mismo para impulsar una estocada directamente hacia mi corazón….pero le estaba esperando. En vez de pararle con un nuevo desvío,o dejar que su espada se estrellara contra mi armadura, me aparté hacia un lado. Su impulso fue tal que en un momento se encontraba justo frente a mí,dándome su lado. Sin dudarlo,lleve a mi rodilla a encontrarse con su pecho. Sentí el dulce sonido del crujir de sus costillas y se desplomó en el suelo,respirando con dificultad. En ese momento en mi cabeza solo tenía una palabra en mente:Victoria.

-¡Aqui esta lo mejor que pueden dar los herejes!-dije mientras ponía mi bota sobre el.-¡Dios ha hablado a través de mi martillo,haciendo justicia con la Fe!¡MUERTE A LOS HEREJES!

Los gritos de los leales solo perdían algo de relevancia cuando se observaba la cara de los herejes. El abatimiento,la desesperanza….ahora comprendían sus errores al apoyar la causa de San Yago,contraria a la de Dios. Casi podría decir que tenían la salvación,pero eso no estaba en mis manos juzgarlo. Dios haría la criba después de que ardieran en la pira. Pero antes tenía trabajo que hacer. Me coloque a un lado del moribundo Lacio,dejando de presionar su pecho. De entre su armadura parecía sobresalir un objeto extraño. Era una sencilla cruz de piedra,sin adornos ni símbolos.

-No mereces llevar esto,hereje-le escupí mientras agarraba y arrancaba el sagrado objeto,lanzandolo lejos de allí.-Se acabó la era en la que corrompíais los santos símbolos y a la gente. Se acabó la era en la que los inquisidores peleaban por causas distintas a la de Dios. Se acabó vuestra era,Lacio Único.

Me incorpore y alce mi martillo para ejecutar el golpe de gracia. No lo haría con la cabeza,sino con el mango que acababa en punta. No quería caer en el pecado,al regodearme del dolor del hereje. Ya sufriria su castigo en los infiernos por toda la eternidad. Y entonces sentí un gran dolor,que nacía en la junta de la parte inferior de la armadura del pecho y moria cerca de mi cuello. Pude verle incorporado,a Lacio. Pero no era él..no podía ser el. Brillaba con luz propia y de su espalda salían dos alas inmaculadas. Pero lo que mas me aterraba era su expresión. No por que fuera de ira o malévola. No. Era una que reflejaba lastima por mi,como si hubiera errado. Ya habia visto esa mirada antes,pero en otra persona. En otro hereje. Y entonces lo comprendí todo.

-¿Marcus….Caesar?-pronuncie mientras todo se volvía negro
Rohar Tormenta
Rohar Tormenta
Humano
Nombre : Rohar Tormenta
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Bando : La Diosa
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Jamás en toda mi vida había visto nada parecido a lo que había sucedido alli. La declaración de Titus,el duelo,su resultado…..y las últimas palabras del llamado El Grande. Palabras que no deberían de haberse escuchado,pero que de alguna forma habían llegado hasta el último rincón de la plaza. Puede que fuera por la voz natural del gigante,aunque estuviera débil, o que el maldito “angel” que estaba con el o directamente porque no sonaba ni el respirar de las moscas en aquella plaza. O puede que todas. Daba igual. El caso es que hasta yo,que me encontraba oculto entre las sombras en un campanario lo había oído. Fue un joven quien,dando unos pasos hacia adelante para dejar atrás al grupo de “reformistas”,como los había llamado algunos, rompió el silencio. Y fue a lo grande,pues levantó un pequeño martillo de carpintero hacia el cielo mientras nombraba el nombre del vencedor:Marcus Caesar. Muy pronto le siguieron mas y mas hasta que gran parte de la plaza aclamaba el nombre.

El aludido por su parte se volvió hacia la multitud,replegando las alas y alzando su propia espada. El clamor debió escucharse hasta en el Reino Élfico. Solo un grupo de inquisidores parecían reacios a celebrarlo,los llamados ortodoxos. Y era normal. Técnicamente su Dios acababa de pronunciarse y les había quitado la razón. Pero lo mejor el líder de la Iglesia. Se encontraba arrodillado frente a su trono,con las manos en la cabeza y con una expresión de incomprensión y rabia…..hasta que esta última tomó el control de el. Dio un grito que volvió a acallar a la multitud,volviéndose todos para mirarle. Se apoyó en su báculo y lo alzó junto a su otro brazo,dirigiéndose a los presentes.

-¡HEREJÍA!¡BRUJERÍA!-grito con pura rabia-¡LOS RADICALES HAN PACTADO CON DEMONIOS PARA ACABAR CON NUESTRO HERMANO TITUS!¡MATADLOS!¡MATADLOS A TODOS!

Los inquisidores en un primer momento quedaron confusos,pero no tardaron en volver en sí….y comenzar a luchar. Los seguidores del Pontífice desenvainaron sus armas y se aprestaron a luchar contra los de Marcus mientras la guardia de la ciudad aguardaba sin saber qué hacer. Después de todo ellos estaban allí para proteger el Concilio de ataques externos,no para evitar que se mataran entre ellos y no le debían lealtad a ninguno de los presentes. Ni siquiera al Pontífice. Pero eso iba a cambiar,porque sabía que Marcus había rehabilitado a los antiguos guardias de Zhante en sus antiguos puestos y estos no le guardaban especial cariño a Titus,quien había quemado a la mayoría de sus prisioneros en piras.

Me teletransporte a ras de suelo y me abrí paso entre la multitud que no perdía detalle, hasta llegar a uno de los oficiales de la guardia.

-Debéis ayudar a los revolucionarios-le dije al oficial cuando llegue a su lado.

-¿Perdón?-preguntó confuso y asustado.

-Es vuestra única oportunidad. Bajo las órdenes de Titus y el Pontífice casi la mitad de la guardia murió en el fuego.¿Qué crees que ocurrirá si ellos vencen hoy?

El soldado pareció que iba a replicarme,pero se quedó callado durante unos segundos. Desde luego era para pensárselo,porque ni él ni yo dudabamos que en caso de que los de Marcus ganará el Imperio contraatacaria. Le estaba planteando morir de pie o vivir de rodillas. Y al parecer la primera opcion le parecio mejor,por que desenvaino su espada y,tras lanzar el antiguo grito de guerra de Zhante, se lanzó al combate junto a los de Marcus. El resto de guardias pronto le siguieron,contrarrestando a la Guardia Papal que también había entrado en combate. Yo por mi parte me di cuenta que los que dos de estos llevaban al Pontífice y al resto de los que estaban en la tribuna dentro del palacio. Sonreí justo antes de empezar a abrirme paso para rodear la lucha y llegar a las escalinatas. Desde alli eché una última mirada hacia la plaza,viendo que incluso la gente que había ido a observar estaba peleando…..convirtiéndose en una verdadera lucha fratricida.

De una patada abri la puerta del palacio y me dirigí hacia el grupo de gente que había en medio del salón del trono. Vi como uno de ellos,un hombre mayor que me parecía que era un sacerdote simplon, salió corriendo hacia la puerta trasera del palacio mientras los dos soldados venían hacia mi con la lanza por delante. Sin esfuerzo casi invoque un par de proyectiles ígneos y los lance hacia ellos. Estos deberían haber explotado al impactar,pero por alguna razón solo les causó fuego. Los soldados soltaron las armas y corrieron de un lado para el otro envueltos en llamas hasta desplomarse finalmente. Entonces note una sensación bastante familiar y supe el por que mi hechizo no había sido tan efectivo. No importaba. Ahora mismo no.

-¡Hechicero!-escupió el Pontífice,llenó de rabia-¡Tus artes oscuras no pueden invocarse en mi presencia!¡Soy el Emisario de Dios en esta tierra y cuento con su protección frente a vosotros!

Mi rostro no se vio alterado en ningún momento. Ni una mueca de desprecio ni ira. Nada. Mi cara era de piedra en aquel momento mientras recordaba uno a uno los nombres que había escrito en un libro de ejecuciones. Ellos no merecían venganza. No,merecían justicia y la justicia desconoce las emociones. Por eso era justa. Saque mi espada y la bese mientras la colocaba en plano frente a mi. El Pontífice se aferró a su báculo y se movió bastante ágil para su edad,preparando su defensa. Solo tenia un problema:Su arma no estaba compensada. Lanzó un barrido,que esquive tirándome al suelo,resbalando en el suelo de mármol y clavándole la espada en medio de su abdomen. Su cara fue de incredulidad mientras mis ojos fríos le sostenían la mirada. Soltó el báculo y fue flexionando sus rodillas mientras caía hacia al suelo,con mi espada aun clavada.

-Tu Dio….-empecé cuando cayó al suelo- No bendice vuestras matanzas de inocentes,”Santidad”.

Note que quería contestarme,deseaba contestarme pero no tenía fuerzas para hacerlo. Aun así me las imaginaba. Cuando cerró los ojos y solo cuando me asegure de que estaba muerto una sonrisa se dibujó en mi cara. Y no era para menos,pues no todos los dias se mataba al dirigente de la Iglesia. Saque la espada de su cuerpo y la limpie en mi ropa. Agarre el báculo que había junto al cadaver del que había sido uno de los hombres más poderosos del mundo y lo examiné detenidamente. Conocía su estilo y no era precisamente Garnalico. Tenía palabras en arcano,en élfico,en norteño,..en todas las lenguas que conocía y en algunas que no. Y sin embargo una cruz adornaba la adornaba. Y sabia de que material era dicha cruz. Alce el báculo y lo estrelle contra el suelo,destrozando la cruz y revelando una especie de orbe de color rojo. No podía creerlo. Era un báculo mágico. Uno de los mayores símbolos de la Iglesia era mágico. Sonrei,ahora de autentica felicidad al haber liberado semejante objeto.

Note entonces una figura cercana,oculta tras unas cortinas. Era el obispo de la ciudad,muerto de miedo. Parecia un flan de lo que temblaba y su cara reflejaba el más puro terror. Suspire y le di la espalda para dirigirme a la salida. Después de todo el era un don nadie y Marcus había sido uno de los que le habían nombrado para el puesto asi que seria de esperar que se enfadara si lo mataba. Además,no conocía si tenía crímenes en su cuenta.

Al salir me encontré con una plaza llena de cuerpos y a una multitud alabar el nombre del Gran Maestre de San Yago. Había ganado aquella batalla,la primera de una guerra que dudaba que fuera corta. En cuanto las noticias llegaran a la capital del Imperio sus ejércitos no tardarian en movilizarse y atacar con extrema dureza pero confiaba en Marcus. Era un excelente estratega,aunque era demasiado confiado con la gente y dado a las segundas,terceras e incluso cuartas oportunidades. Y eso no era necesariamente malo,pero tampoco bueno.

Entonces la gente se fijó en mí y los vítores comenzaron a silenciarse. Todos me miraban a mí,a la figura oscura que se alzaba en lo alto de la escalinata con la espada aun en la mano. Muchos entrecerraban los ojos mientras otros simplemente se cruzaban de brazos. Empecé a bajar las escaleras y a andar entre la multitud, que se apartaban a mi paso. Sabía que algunos me odiaban mientras que otros me temian. Las enseñanzas de San Yago habían calado hondo en sus corazones,pero no se podían borrar siglos de persecución incansable. Entonces cinco figuras me cerraron el paso,los cinco de la misma orden. Tres hombres y dos mujeres y los conocía a todos,desde la mujer rubia que apenas levantaba el metro y medio de altura al bárbaro gigante que casi rivalizaba con la difunta Bestia de Zhante. Pero al que mejor conocía era al ser emplumado que se encontraba en medio de brazos cruzados y mirándome con una expresión seria. Perdi la nocion del tiempo e ignoro cuánto duró aquel duelo de miradas antes de que esbozara una sonrisa,contagiandomela y fundiendonos en un abrazo fraterno. Porque era mi hermano. Tal vez no de sangre,pero no menos auténticos.

Los vítores volvieron,esta vez complementandose con algunos dirigidos hacia mi,lo que provocó que se me erizara el pelo. Inquisidores vitoreando a un mago. Los tiempos cambian y por suerte parecian que a mejor. Sin embargo la felicidad no es otra cosa que un interludio entre desgracia y desgracia. Cuando ambos nos apartamos vi que detrás de Marcus,en lo alto de un tejado, había una oscura figura con un arco apuntando directamente a su espalda. Sin dudarlo,y sabiendo muy bien las consecuencias, empuje a mi mejor amigo al suelo tras lo cual escuche su alarido de impotencia cuando tres saetas se clavaron en mi pecho. Aquellas flechas eran negras en su totalidad y rezumaban pura oscuridad. Caí de rodillas y desde allí pude ver la cara consternada de todos los presentes…..y sin embargo no los veía a ellos. Veía a los fantasmas de mis antiguos camaradas y jefes de Los Hijos. El anillo debía haberlos convocado. Estaban sonriendo,mostrándose orgullosos. Las lágrimas inundaron mis ojos de pura dicha. Mi muerte estaba llegando,si, pero no era la primera vez y la abrazaba como a una amiga. Poco a poco,como si el tiempo fuera mas despacio, fui cerrando los ojos al tiempo que sentia como alguien me sujetaba por la espalda y escuchaba el lamento de un lobo lejano.


Ricardo Agripino
Ricardo Agripino
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Rango de guerrero : Experto en armas a dos manos(lanzas) Experto en armas a una mano(espadas) experto en misceñanea(manguales) Experto en Guardian de la fe(especialidad de lucha)
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Los acontecimientos se habían precipitado de tal manera que no había sido posible ni reaccionar en los primeros momentos. Titus el grande, el miembro mas celebre y longevo de nuestra iglesia había perdido ante Dios, un Dios que se había pronunciado por Lacio Unico, mejor dicho, por Marcus Caesar. El santo padre había ordenado la aniquilación de los radicales, revelándose así contra los designios del señor y obviamente no podíamos permitir aquello.

Pronto nos encontramos todo luchando contra nuestros hermanos ortodoxos sin ningún tipo de piedad y yo no podía quedarme ensimismado por mucho que me alegrase de que Marcus/Lacio hubiese ganado su enfrentamiento con Titus-¡DEUS VULT!-grité  mientras esgrimía la sagrada lanza de Longino, aquella reliquia no solo seguía tan afilada como cuando el venerable la blandió, también conservaba el poder de dios, que daba fuerzas a quien la tomaba entre sus manos y podía disipar las oscuras artes de los enemigos de la fe, era una arma que solo usaba porque era mi deber como maestre de la orden y confiaba en ella tanto como en el mismo señor celestial.


La lucha fue confusa y llegue a temer cuando los guardias del sumo pontífice se sumaron a la refriega pero por suerte la guardia de la ciudad aparecio para auxiliarnos y finalmente la batalla fue ganada.Los radicales prevalecieron y aunque eso seguramente tendría  serias consecuencias me asaltaban muchísimas dudas como por ejemplo: ¿En que momento Marcus se convirtió en un enviado de los cielos o acaso lo había sido siempre? ¿Como y por que había cambiado de aspecto? Cuando todo se hubo tranquilizado me reuní con el resto de los maestres.Nos quedamos perplejos cuando un hechicero sacrifico su vida para salvar a Marcus. Estaba seguro,ninguno de los que estábamos allí eramos dueños de nuestro destino ni de nuestras almas

Lev Íäthan
Lev Íäthan
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Nombre : Lev' Íäthan, el Doblesangre
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Rango de mago : Con dotes mágicas
Rango de guerrero : Guerrero experto (Miscelánea, Arrojadizas y Espadas a una mano), Especialista en Infante de Marina
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Hacía mucho tiempo que no volvía a estar en tierra. Como la amplitud del océano en alta mar, la caza de piratas y malhechores parecía interminable. Pero solo Dios es infinito pues por muy extenso que sea el mar, el buen marinero llegará a buen puerto. Siempre hay que tener esperanza porque Dios es siempre nuestra esperanza.
Dios, sin embargo, decidió en su suma sabiduría otorgar las tormentas al mar, pero también la calma entre ellas.
Aquellos que decidieron asegurar sus pisadas no corren la misma suerte. La vida en tierra es demasiado frenética y belicosa. Los conflictos están al orden del día. Mis temores no parecían ser infundados, pues nada más ver a Titus el Grande, sentí el olor a ozono que avisa de una tempestad.
Sus actos deshonrosos sentenciaron su propio destino, su traición se pagó con su sangre y con el alzamiento de quién debía llevarnos a todos a la salvación: Lacio Único, revelado como Marcus Caesar, el elegido.
Abucheos a uno y vitores al otro por parte de toda mi Orden, desde el principio del duelo nuestra lealtad fue inquebrantable, aunque la de algunos flaqueó cuando parecía haber terminado.

Después se desencadenó una batalla con falsos gritos de herejía por parte de los perdedores y del corrupto Papa Lediv. La muerte se abalanzaba sobre los injustos portando no la sentencia del Señor (que solo Él conoce y puede proclamar), sino lo que el deber nos dice para proteger el mundo de aquellos que mancillan el nombre de Dios.
Un mago también hizo su aparición y ayudó al bando bendecido. Su intervención fue tomada como una afrenta por algunos, como el uso de unos poderes injustos para alcanzar un buen fin. En mi Orden no veíamos eso con tales ojos, sino que era algo que debíamos aceptar. Manchadas las manos de sangre, no importa el arma que estas portasen, sino el fin que alcanzasen.

Este mago se honró con el sacrificio de su vida para salvar la de Marcus.
En el momento en el que le vi caer, grité a mis compañeros:
-¡Asesino! ¡Buscadle!.
Los que quedaron conmigo, supieron lo que hacer, ya que derramaron agua de mar que llevaban en unos toneles que portaban siempre consigo.
-Marium tempestas!
El agua empezó a hacer un remolino alrededor de Marcus, el mago y yo. Esto nos protegería o, al menos, entorpecería al arquero.
Me quedé a una distancia prudencial del elegido, esperando posibles órdenes, pero también dejando espacio para que se lamentase si tenía que hacerlo.
La Sombra
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Soy uno con la oscuridad y la oscuridad está conmigo. Soy el Terror de la Cueva,el Asesino Oscuro. Soy…..soy La Sombra. Mil hombres sucumbieron ante mi espada y muchos más lo harán en el futuro. Mori y volvi de la muerte. No era corriente y tampoco deseaba serlo. Mi destino no era deslumbrar sino eclipsar el de otras personas. Como el de mi siguiente objetivo. No era un sacerdote de la oscuridad ni un noble de la Cueva que hubiera agredido a alguno de mis hermanos. No,era el hombre que me mato y un elegido de la Luz. Cuando la caída de Dahiena llegó a nuestra tierra y que se preparaba una gran reunión de adeptos de la Luz ni siquiera pregunté. Partí solo a buscar la ciudad que habían elegido.

Zhante,la Joya de Oriente. Allí se celebraría aquella reunión,aunque no como pensaba. Esperaba un debate largo y tendido y no un duelo a muerte entre mi objetivo y un gigante en el que detecte un pequeño rastro de oscuridad que me agrado. Pero eso no le bastó al gigante,que cayó abatido ante el defensor de la Luz, que además se lo reveló a todo el mundo. Pero su alegría no duró mucho,pues un anciano vestido con ropajes muy caros condenó al elegido y la lucha llegó por todas partes. Yo estaba a salvo subido en uno de los tejados,sin quitarle la vista a mi objetivo,esperando un disparo claro. Puede que hubiéramos tenido que tomar aquel brebaje para que los perros de la Luz no me descubrieran,anulando nuestra magia,pero El Dios estaba con nosotros.

La lucha terminó y una figura comenzó a abrirse paso a través de la multitud hasta acabar delante de mí futura víctima. Allí se fundieron en un abrazo tras unos largos momentos de tensión. Y a mi me vino bien,porque exponía totalmente la espalda de mi objetivo. Ya tenía las flechas fuera del carcaj y solo me hacia falta tensarlas en el arco y soltar. Suspire profundamente,vaciando mis pulmones de aire y solte. Las flechas salieron disparadas hacia mi objetivo,en cuya espalda deberían impactar pero no fue así. Alguien intervino en el último momento,apartando al inquisidor de la trayectoria de las flechas: Rohar de la Tormenta,mi supuesto “hermano” de sangre. Aquel ser me había privado de la venganza en un primer momento,pero a un alto precio pues el recibio mis flechas a cambio. Escuché un alarido desesperado y,tras unos segundos, el aullido de un lobo. Eso me hizo recordar porque no había ido a vengarme de Rohar y el temor hizo presa de mi corazón.

Solté el arco y corri rapidamente por los tejados. Ni siquiera me paré a ver qué hacían los inquisidores y mucho menos escuche el batir de las alas del supuesto ángel. Sentí un golpe en la cabeza y caí al tejado,rodando sobre las tejas y quedando suspendido sobre el suelo. Alce la vista y un poco más arriba estaba el inquisidor alado,mirándome con una cara de piedra. Él tenía ventaja en las alturas,así que me solté y caí al suelo. El aterrizaje fue un poco brusco,pero no me hice demasiado daño.La calle tenia un tendido y se encontraba en penumbra,cosa que agradeci.Empecé a correr otra vez y me oculté en un portal. No tardé en escuchar el crujir de las botas del inquisidor contra el empedrado. También escuche la hoja de su espada salir de la vaina. Debía poner en práctica una técnica que había aprendido recientemente,así que descolgué mi katana de la espalda y me la colgué en el cinturón. Suspire unas cuantas veces para calmarme y sali de mi escondrijo,saliendo delante del ángel.


-Te estaba buscando-dije mientras me colocaba en medio de la calle,dejando la oscuridad a mi espalda-Hoy es el dia en el que pagarás por lo que hiciste.


-No lo debí hacer muy bien cuando estás aquí.-replicó el inquisidor mientras colocaba su espada frente a su cara.-No volveré a cometer ese error.


Claro que no lo cometería,pues estaría muerto. Realice mi movimiento,desenvainando la katana al tiempo que lanzaba mi ataque. Era una técnica ancestral que buscaba derrotar al enemigo de un solo golpe. Le pille de sorpresa,pero aun así consiguió pararlo. Contaba con ello y por eso ya tenía mi puñal en la mano. Sentí la hoja hundirse en su costado,profiriendo un gran grito de dolor. Pero no cayó al suelo inmediatamente,sobrandole fuerzas para agarrarme y empujarme lejos antes de golpear el suelo con la espalda.

-Si todos los elegidos de la Luz son como tu no entiendo como podéis dominar la superficie.

-Es muy fácil. A los elegidos de la Oscuridad os gusta tanto luchar contra nosotros como entre vosotros.


Asentí la cabeza algo molesto,ya que tenía razón. Las luchas y conflictos estaban siempre presentes en la Cueva Oscura. Habia quien decia que asi se purgaba a los débiles,pero la verdad es que nos privaba de la carne de cañón con la que contaba la Luz. Sin embargo ellos también se peleaban. No,debía haber algo más. Ya lo averiguaria más adelante. Ahora debía matar a aquel hombre. Alce la katana y la descargue sobre el,que la paró a duras penas con su espada. Era fuerte,pero las fuerzas se le iban escapando poco a poco. Mi hoja cada vez estaba más baja,mientras la cara de mi oponente reflejaba el esfuerzo inhumano que debía ejercer. Y entonces sucedió.


El sonido que produjo mi ropa y carne llegó a mis oídos antes que el dolor. Una fina hoja negra atravesaba mi pecho y casi había alcanzado a mi objetivo. La senti retorcerse,haciéndome soltar mi arma y perdiendo mis fuerzas. Mi atacante se estaba recreando,alargando mi sufrimiento.

-Te dije lo que pasaría si le hacías daño.-escuche una voz femenina a mi espalda-Te dije lo que sucedería si lo hacias. Disfruta de tu estancia en el Otro Lado,pues si llego a Nigromante vamos a pasar mucho tiempo justo.

Y entonces senti un dolor aun mas agudo antes de quedar envuelto por la Oscuridad,mi mas vieja amiga.
Rahnag Ahgóh
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Ignore completamente los gritos de los presentes. También las lanzas y espadas que apuntaban a mi cuerpo,amenazando con atravesarme. Incluso el fuerte viento que soplaba no alteró para nada mi expresión ni actitud. Nada podía hacerlo ya,porque me sentía un completo fracasado.

Ante mí se encontraba Rohar de la Tormenta,el primer Mago Rojo que había visto el mundo en siglos. Habia llevado a muchos voluntarios a la Sala del Sol y solo él había salido vivo…..para morir aquí. Su cuerpo yacía en el suelo,agarrando fuerte un báculo que no reconocía a pesar de sentir su enorme poder. Estaba abatido,y orgulloso al mismo tiempo. Desde que se ganó el título había hecho más por derrotar a las fuerzas de El Dios que más de un archimago. Y sin embargo pocos sabrían sus logros. Solo algunos privilegiados conocemos su historia.

-Bajad las armas-escuche detras mia la voz del Inquisidor Exaltado.-Le conozco.

Las lanzas se apartaron de mi cuerpo y todos adoptaron una actitud más solemne. Me di la vuelta y vi como el Exaltado estaba vivo,pero una figura encapuchada le acompañaba y le servía de apoyo. Desde luego el llamado Marcus no estaba en su mejor momento. Al menos físico. Me acerque a él justo cuando un inquisidor enorme sustituyó a la figura. Esta fue directa al cuerpo de Rohar y se agacho sobre el. Unas blancas manos femeninas salieron de sus mangas y acariciaron la cara del Mago Rojo. Incluso me pareció ver caer una lágrima desde la capucha sobre el cuerpo de Rohar. Debía de ser alguien importante para ella.

Deje a un lado ese asunto y me reuní junto a Marcus. Este aún se apoyaba en el gigante. Me di cuenta que ya no tenía alas y que su cara estaba cada vez mas palida.

-Dorado-me llamo-Creo que eras el maestro de Rohar y un miembro importante del Concilio de Magos,¿Me equivoco?

-No te equivocas,Inquisidor Bendecido.

-Bien. Necesito que me hagas un favor. Dile a los tuyos que…-empezó antes de que sus piernas se doblaran y solo el gigante impidiera que cayera al suelo,aunque terminó tumbandole-Dile a los tuyos que Zhante es libre. Que ya no tienen nada que temer aquí,aunque seamos nosotros quien gobernemos esta tierra. Ya no nos regiremos por Ereaten. La..La Iglesia de la Reforma no os perseguirá ni os tratara como a parias. Seremos….somos hermanos en nuestra lucha contra el mal.

-Puedo llevar vuestro mensaje,pero no sé hasta qué punto…

-Tambien necesito otro favor. La obra de Rohar en Sol Poniente necesita protección.

-Yo ayudaba a Rohar en Sol Poniente. Descuida,Inquisidor. Se de sobra su importancia.

-Gracias.-dijo mientras se volvía al gigante y le hablaba en el idioma santo de la Iglesia.

Me levante y volví a mirar hacia la figura femenina,que se encontraba ahora de pie mientras sostenía la espada del mago frente a ella,mirando el pomo en forma de lobo blanco. Tras unos segundos me miró y….desapareció. Un escalofrío recorrió mi espalda,pues había visto oscuridad en sus ojos. Había tenido a una hechicera oscura delante de mis ojos y no me habia dado cuenta. Mire al inquisidor de nuevo,que ya estaba siendo atendido por sus heridas, y yo mismo desapareci del lugar. Tenía mucho que hacer.

Draken
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Dragón
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La vista de la ciudad reflejada en el mar con la luz del atardecer era magnífica. Y más aún desde que habían conseguido apagar los pequeños incendios que se habían sucedido durante la pacificación de la ciudad y un pequeño accidente que había tenido comiendo. Los estandartes del antiguo reino de Zhante ondeaban al viento junto con el de la nueva iglesia de Marcus. No entendía el motivo,porque ni había rey ni reino. Había sido la primera decisión de los jefes supervivientes de las órdenes que habían aceptado el resultado del duelo. SPQZ. Senatus Populusque Zhantianus,el nuevo gobierno que regía la nación provisionalmente mientras los regidores de la ciudades y demás representantes decidían qué hacer.

Comencé a volar a ras de agua,generando una pequeña estela mientras me acercaba la ciudad. Alli iria a la Catedral de la Reforma,sede de la nueva Iglesia. Marcus también los había organizado rápidamente aprovechando la estructura eclesiástica existente,aunque con cambios notables. Para empezar los inquisidores leales pasaron a convertirse en templarios,cuya misión seria la caza de magos oscuros y otros colaboradores de la oscuridad pero no a los magos corrientes además de otras tareas. Además,a pesar de sus protestas, un cónclave de emergencia lo había elegido Pontifex Maximus,líder supremo de la nueva iglesia. Así que ahora era Marcus I,pues se negó a cambiarse el nombre como era tradición en la Iglesia del Centro. Yo la verdad es que entendia algo de esas cosas gracias a mis continuas charlas con mi amigo Marcus como de los magos gracias a mi amigo Rohar.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y estuve a punto de caer al agua cuando perdí el equilibrio. Varias lágrimas escaparon de mis ojos al recordar a mi querido amigo Mago Rojo. Era muy cabezón,pero su corazón rozaba la pureza. Lo había demostrado siempre,pero aún más en sus últimos momentos. Había salvado a su mejor amigo sin dudarlo. Desde luego se había ganado el cielo que me había descrito tantas veces Marcus.

Sobrevole la ciudad,proyectando mi sombra sobre las casas y calles. Al principio había provocado más de un susto a los habitantes de aquella ciudad,pero se habían acostumbrado a mi igual que el ver llegar mas y más soldados de la antigua inquisición. Esa fue mi primera tarea tras el llamado Concilio Rojo de Zhante,llevar mensajes a las guarniciones de inquisidores leales para evitar la purga. Los caballos de los mensajeros eran muy rápidos,pero no podían compararse conmigo. Estaba orgulloso conmigo mismo por eso y la Curia de la Iglesia de la Reforma no dudó en concederme el título de Templario del Aire,a pesar de que la mayoría aún pensaba que era una vulgar bestia amaestrada. No los culpaba por ello,pues eran muy pocos los que sabian que podia hablar.

Aterrice en los jardines de la Catedral,donde me esperaban varias personas. La figura púrpura del Archimago Rahnag se encontraba apoyada en una columna mientras Kaul se inclinaba sobre una cama que habia alli. Tarde unos momentos en descubrir quién era el que ocupaba aquella cama.

-Draken,amigo mío-me saludo un demacrado Marcus.-No te preocupes,pequeño. Los aquí presentes saben que hablas,aunque por diferentes motivos.

-¿Que...que te ocurre?-pregunté entonces mientras me acercaba a la cama y Kaul me dejaba espacio-Pensé que estaba controlado,que te estabas curando.

-Eso pensamos nosotros también,pero durante las últimas horas su estado de salud ha empeorado drásticamente-explicó el archimago mientras se cruzaba de brazos y agachaba la cabeza-Se está muriendo.

No,no podía ser. No podía estar muriendose de verdad. No podía volver a dejarme solo en este mundo como había hecho mi madre. Debía haber una solución. Siempre la habia. Las lágrimas volvieron a brotar y a recorrer mi cara hacia el suelo.

-No llores,Draken.-me pidió Marcus-Siempre se me olvida que a pesar de tu tamaño sigues siendo muy joven.

-No solo es porque es joven,Marcus.-soltó el archimago-Por lo que tengo entendido eres uno de sus vinculados,por lo que podría tener cinco mil años y seguir poniéndose así.

-¿De verdad? Vaya. Nunca te acostarás sin saber algo nuevo-dijo antes de empezar a toser profusamente,haciendo que Kaul también empezará a llorar.-No lloréis por mí. Mi muerte tiene tanto sentido y valor como mi vida,y no he perdido el tiempo precisamente.

-Lo...lo siento,Marcus-se disculpó entonces el archimago-Si hubiera sabido que ese puñal estaba corrompido por la oscuridad podría haber extirpado.

-No te preocupes. Hiciste lo que pudiste,igual que con lo de Sol Poniente. El que tu,el Ultimo Mago Rojo, seas quien la posee ahora hace que mucha gente se piense muy seriamente el tratar de capturarla.

Un nuevo ataque de tos,esta vez mas violento,hizo que Marcus se incorporara y ladeara la cabeza hacia un lado para escupir una especie de líquido negro antes de quedar tendido otra vez en la cama. Respiraba con dificultad,sonando un sonido agudo parecido al de una flauta de un solo agujero.

-Me temo que no me queda mucho tiempo,asi que seré breve. Rahnag,trata de conseguir que el Concilio reabra Sol Poniente como escuela de magia oficial. Espero que tengas suerte con los nuevos aspirantes a Mago Rojo. Kaul,ya he transmitido mi opinión de que serias un buen sucesor al frente de la Iglesia.

-Pero señor,soy un salvaje-replicó el gigante.

-Esos criterios no son válidos para mi,Kaul. Ya lo sabes-regaño el Pontifex a su subordinado- En cuanto a ti,Draken, no tengo ninguna petición específica. Puedes recorrer el mundo y tratar de ayudar a la gente o quedarte para cuando el Centro llegue. Por que llegara.

No podía creerme lo que estaba escuchando,lo que estaba pasando. Marcus se moría y nos estaba revelando su testamento. No quería que pasara asi. Y no sería así. No lo permitiría. Agache la cabeza hasta posarla en el suelo.

-Sube,Marcus-le dije a Marcus.

-Esta muy débil.-dijo Kaul-No debería…¡Marcus!

Sentí como Marcus agarraba una de mis espinas del cuello y hacía un esfuerzo para subirse encima. Kaul avanzó hacia nosotros para agarrarle,pero me levante batiendo las alas y le tiré al suelo antes de despegar. Salí volando con Marcus y me alce sobre la ciudad y más allá. Habíamos volado juntos varias veces. De hecho hubo una época en la que le llevaba y traía del monasterio de San Yago a Ereaten casi todos los días. Y sabía que le gustaba. Me dirigí hacia el mar,donde pasamos entre los barcos de una nueva flota que llegaba a Zhante. Pude escuchar su risa a mi espalda,revelandome que se estaba divirtiendo antes de que quedara en silencio. Dejó de agarrarme,pero en el momento en el que cayó lo pude recoger con mis garras. Lo llame a traves de nuestro vínculo,con la esperanza de que solo hubiera perdido la fuerza pero no fue así. Ya no le sentía. Los días de Marcus Caesar habían acabado y todos los zhantianos escucharon mi lamento cuando rugi sobre la ciudad.

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